«El cielo gira»
Aldealseñor, cuando la vida gira

Raúl Conde

El documental "El cielo gira", de Mercedes Álvarez, retrata la despoblación de los pueblos de Castilla a través del testimonio de los 14 habitantes que resisten en una aldea soriana.

Es posible que no se haya hecho un retrato tan fiel de la meseta desde las crónicas de Miguel Delibes sobre Castilla, su Castilla, recuerden si no aquellas "viejas historias de Castilla la Vieja". El documental "El cielo gira", factura de la directora Mercedes Álvarez, yuxtapone durante sus casi dos horas de duración un catálogo de personajes y de paisajes imprescindibles para entender la tierra de Castilla y sus gentes, lo que fueron hace años y lo que hoy resta de todo aquello. Gracias a este trabajo, Álvarez ha obtenido el Premio a la Mejor Película en el Festival de Rotterdam y en el París Cinéma Du Réel.

 

Opiniones vitales

 

Sobremesa calurosa en una aldea de Soria. Un sol de espanto. Todo sequedad y un ambiente soporífero en la plaza. Un señor entrado en años reposa la comida en un sillón, con el sombrero medio caído. De repente, un sonido estridente rompe el silencio. Es un coche del Partido Popular que viene a pegar dos carteles de su candidato electoral. Nadie presta atención. Unos días antes, dos militantes del Partido Socialista habían hecho milimétricamente lo mismo. El mismo señor, entonces despierto, les pregunta: "¿qué, qué nos han traído de regalo?". Los chicos contestan que globos, caramelos y condones. El viejo respondió: "Pues te puedes guardar las tres cosas para la falta que me hacen."

Escenas como ésta se repiten en el documental de Álvarez. Son cuadros costumbristas de la España que queda, de los ancianos que siguen resistiendo en muchos pueblecitos de Castilla, ya sean de Soria, de Palencia o de Guadalajara. Aldealseñor, el pueblo de la directora, simboliza el fracaso del interior de nuestra península. Sólo conserva 14 habitantes, aunque uno de los protagonistas del documental, un vecino, cuenta "que antes era importante, llegó a haber 300 o 350 habitantes". Hoy quedan 14, pero a cual más expresivo. La directora consigue extraer petróleo de las estampas del pueblo, de los amaneceres, del invierno duro, de la primavera, del verano seco. Aunque lo más logrado, sin duda, es la brillantez de algunos momentos concretos en torno a las opiniones vitales y políticas de sus protagonistas, es decir, de las gentes de Aldealseñor. Se trata, en definitiva, de "retratar una realidad para hablar de la decadencia y del final con mayúsculas", sostenía el crítico de un periódico recientemente.

 

En torno al tiempo

 

Aldealseñor representa a todos los pueblos demacrados por la despoblación. Podría ser cualquiera de los subsisten en Guadalajara: como Iniéstola, con apenas una docena de habitantes, o Fuembellida, con tan sólo quince. Pero hay más. Muchos más que pasan inadvertidos a ojos de la humanidad y, lo que es peor, de sus propios paisanos.

Al margen de la despoblación y de los diálogos de los lugareños, subyace en el documental un tema importante: el tiempo, el paso del tiempo, la eternidad de nuestra existencia. El hecho de que la acción se desarrolle durante un año, en el que la directora recrea volver a su pueblo, durante las cuatro estaciones es una metáfora completa. Coronada sobre todo con el diálogo final, sobre lo "poco que nos queda" y "que te das cuenta que estamos de paso". El paso del tiempo. El cielo gira, y con él, la vida.

El largometraje es especial también en sus detalles técnicos. Por la ausencia de actores, de música y de ornamentos tecnológicos. Según el guionista Victor Erice: "El cielo gira comparte algunos rasgos significativos: estar realizada con medios reducidos, rodada en vídeo digital, sin guión previo ni diálogos escritos, partiendo del registro documental de lugares y personas. A estas características hay que añadir el hecho de no proceder de una iniciativa del estamento de la producción cinematográfica (aunque a la postre exista, como es lógico, la figura de un productor que se hace cargo de la gestión del proyecto), ni tampoco de los ejecutivos de la televisión (si bien la presencia de Canal Plus en los proyectos sea un dato importante). Lo cual supone que ninguna de esas películas responde -en relación al tema, el tratamiento y la duración- a un modelo establecido, ni cinematográfico ni televisivo. Si ese carácter, por un lado, les proporciona un liviano peso industrial, liberándolas de unas determinadas servidumbres, por otro -y mientras las cosas nos cambien- las remite, al menos en principio, a una zona marginal dentro del mercado, con consecuencias de todo tipo (El País, 13-05-05)

 

"La cotidianidad casi ritual de una docena de vetustos habitantes"

 

Una de las serias dificultades con las que se topa el revitalizado género documental suele ser la de escapar a la inmediatez olvidable del reportaje televisivo y encontrar así una identidad verdaderamente cinematográfica. 'El cielo gira' se ocupa de atrapar un momento determinado en una localización concreta; pero de su visión surge una impresión mucho más amplia, casi cósmica, que confronta la sorda extinción de un pueblo semiabandonado del interior de la Península Ibérica a una evocadora reflexión sobre la relatividad del tiempo y la grandiosa o insignificante presencia de los humanos en la inmensidad del universo.

Así de grande es este modesto pero meditado, elaborado y bello documental narrado en primera persona, con el que Mercedes Álvarez regresa al lugar en el que nació y dio sus primeros pasos. Con un mínimo de medios técnicos, toneladas de paciencia para observar y un planteamiento riguroso, la cineasta se cuela en la cotidianeidad casi ritual de los poco más de una docena de vetustos habitantes y deja que la cámara atrape su serena resignación, el eco de sus recuerdos, así como su distanciada visión del mundo presente a la luz de su sabiduría natural y de su escepticismo.

En paralelo y perfectamente integrada a la narración principal, se superpone la presencia sigilosa del pintor Pello Azketa, prácticamente ciego por una enfermedad, que se obstina en cultivar su particular hiperrealismo apoyándose en lo que entrevé y en su propia memoria. Uno y otro tema argumental se complementan y se reflejan, construyendo algo más que una metáfora sobre la desaparición de las cosas reales y de los momentos concretos en relación a la sucesión del tiempo a gran escala. 'El cielo gira' se ve como se contempla una puesta de sol cadenciosa pero imparable, cuando los paisajes, los objetos y las personas se van desdibujando después de haber tenido una poderosa presencia, dejando una huella sutil pero profunda en la memoria de quien se siente a disfrutarlo. (Alberto Bermejo, "Metrópoli", 20-5-05).

 

© Raúl Conde

GUADALAJARA DOS MIL, 3-6-05
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