Un año en la vida de PEÑALCÁZAR
(Mapa de la zona (112 KB)
Entre las
sierras de Deza y el Costanazo, alargadas e inquietantes, se alza
Peñalcázar, la Peña de Alcázar o la Peña, a secas. Hace ya años que es un
despoblado en una zona tocada por la llamada irresistible de la
despoblación, como casi todas las serranas.
La
historia de Peñalcázar es densa, sobre todo por su ubicación estratégica,
tanto en el sentido defensivo como en la llamada raya entre Aragón y
Castilla. Alfonso I el Batallador ganó esta plaza fuerte llamada solamente
Alcázar, entre 1120 y 1125; a su muerte, como tantas otras de la frontera
soriano-aragonesa, pasaría a manos de Alfonso VII. La despoblación de
Peñalcázar ya hubo de tratarse hace ocho siglos, cuando a principios del
1.200 el octavo Alfonso eximió del pago de tributos a los que quisieran
vivir en lo alto de la peña sin dejarse llevar por la tentación de seguir
construyendo casas en la parte baja, según recoge don Gonzalo Martínez. Tres
aldeas contó, durante la Edad Media y aún después, hasta el censo de
Floridablanca de 1785, la Peña de Alcázar: La Alameda, Carabantes y
Quiñonería. Dependía del Concejo de Soria, desde donde se nombraba
anualmente alcaide.
Madoz
contabilizaría setenta casas, la consistorial, escuela de instrucción
primaria, iglesia de San Miguel, tres ermitas, una fuente, monte de encina,
sesenta y cinco vecinos y doscientas sesenta y seis almas.
De las “balsas de san Vicente” y de la del “Castellano”, en término del hoy
despoblado, recibe las aguas el río Peñalcázar, de corto recorrido y que irá
a unirse al Henar. Por la toponimia sabemos que existieron minas, “Mina
cerrada”, y alguna fábrica, “Corral de la fábrica”. Y por un documento
encontrado en estado de abandono, para no desentonar con buena parte de la
provincia, sabemos algo más de la vida cotidiana de este lugar, a lo largo
del año 1878. Se trata de un diario de sesiones, de reuniones, tanto
ordinarias como extraordinarias, que los habitantes de ese lugar, con su
alcalde-presidente y cinco munícipes al frente, celebraron durante ese año.
En general las reuniones ordinarias se celebraban para aprobar el acta
anterior y los boletines oficiales de la provincia, pero, como toda
comunidad, por pequeña que sea, debía solucionar temas impuestos, en la
mayoría de los casos, por la administración central o provincial.
Así, el tres de
febrero, acuerdan llevar a cabo un amillaramiento de “toda la riqueza
rústica, urbana, pecuaria y colonia que existe en este distrito municipal”.
Para ello se insta a los administradores de vecinos de otros lugares para
que presenten relación de bienes. Por eso sabemos el lugar de origen de los
propietarios de fincas en Peñalcázar: La Alameda, Carabantes, Quiñonería,
Miñana, Mazaterón, Torlengua, Almazul, Reznos, Buberos, Noviercas,
Castilfrío y Soria. Para saber la extensión y rendimiento de esas
propiedades se “espera del celo de los señores alcaldes” de los pueblos
mencionados para que ordenen bandos. Debía tratarse, por un lado, de
pequeños propietarios de monte para que pastara el ganado, ya que por el
término discurría una vía pecuaria, como puede ser el caso de Castilfrío. Y
por otro, y dada la proximidad de los lugares mencionados con el término de
Peñalcázar, de personas oriundas del lugar y residentes en los pueblos de
alrededor por matrimonio.
En abril del
año mencionado, 1878, tenía lugar una sesión extraordinaria presidida, como
todas, por el alcalde Prudencio Martínez con la asistencia de los concejales
Pablo Portero, Florentino Tejedor, Anselmo Millán, Lorenzo Romero y Justo
Gil, más dieciocho asociados y contribuyentes. Se trataba de deliberar la
adopción de medios para cubrir el cupo de encabezamientos que por consumos y
cereales correspondía al pueblo. Un mes después, y también extraordinaria,
se reunían para elección de repartidores en número igual al de concejales
para el reparto de consumos y cereales. Representaban a mayores
contribuyentes y ganaderos, medios contribuyentes, inferiores e
industriales, lo que manifiesta la división contributiva de la sociedad en
cuatro grupos.
Relacionado
con estos repartos de impuestos, se reúnen en sesión extraordinaria con
fecha diez de junio para atender las reclamaciones sobre reparto de consumos
y cereales. Sabemos por ello de la existencia de un caserío rural, de nombre
Santa Bárbara, cuyo propietario, Bernardo Pérez, vecino de ese pueblo y
residente en el caserío de esa jurisdicción, presenta una reclamación “por
sí y en nombre de sus hijos, criados, pastores, jornaleros y demás
habitantes de dicho caserío, a lo que manifiesta se les declara exentos de
impuesto de consumos, como acogidos a la Ley de Colonias de 3 de junio de
1868”. El ayuntamiento acordó por unanimidad desestimar la reclamación
basándose en “1º) en que el propietario del caserío no es quien puede
reclamar en nombre de todos ellos (había jornaleros), sino cada uno por sí
mismo. 2º) que aún cuando es cierto que los tiene ajustados por un salario.
3º) Que no todos los demás individuos son dependientes del propietario,
puesto que se venden en las Minas próximas al caserío ganándose su jornal”.
Sí se encuentra en el mapa geográfico y catastral a 1:50.000 el paraje
conocido como “mina Cerrada”, aunque nada encontramos de ese caserío, a no
ser que se trate del paraje “corral de la fábrica”, pues en ocasiones y en
aquella época, se daba el nombre de fábrica a algunos establecimientos
agrarios.
Tenían también,
en este año, problemas de población, según se deduce de la reunión ordinaria
de julio, en la que se procede al nombramiento de la asamblea popular “que
en unión del Ayuntamiento ha de componer la Junta Municipal de este pueblo
en el corriente año económico”. Se decide que la formen tres secciones por
no “poder hacer más secciones atendiendo a las circunstancias del corto
vecindario para representar todas las clases de la población”.
En agosto
vuelven a reunirse para tratar un tema local como es el del cese del
alguacil y el nombramiento de otro. Deciden “que atendiendo a que el
alguacil Agustín García no cumple con los deberes que le son conferidos
concernientes al desempeño de los cargos, acuerdan destituirle del cargo de
alguacil del ayuntamiento y reemplazarlo por el vecino Felipe Borobio y
Labanda el cual se obliga y compromete a desempeñar dicho cargo bien y
fielmente por la cantidad de 40 pesetas anuales pagadas por trimestres”.
Sabemos por el
documento que comentamos de la existencia de un pósito pío, ya que, también
en agosto, tiene lugar “el nombramiento del depositario de los fondos del
establecimiento del pósito pío a D. Cayetano Díez Pérez, el cual tendrá
derecho a las retribuciones que la ley tiene impuestas a dichos depositarios
de los fondos del pósito”.
Como en todos
los lugares contaban también en Peñalcázar con morosos y en octubre se
reúnen para dar lectura al listado de los del año 1877 y decidir si las
partidas se han de declarar fallidas o han de acudir al apremio del tercer
grado, es decir, la venta de los bienes inmuebles.Tres contribuyentes
pasaron a partidas fallidas y a once vecinos de Carabantes y uno de La
Alameda, ya le habían subastado algunos bienes y pasado a la Hacienda
Pública.
Cinco eran los
mozos de ese año, según el acta de alistamiento. Por el lugar de nacimiento
de tres de ellos se puede deducir que eran pastores, tal vez empleados de
ganaderos importantes, contratados y residentes en Peñalcázar. Sus nombres
eran: Leandro García Hernández (naturaleza Ventosa de la Sierra); Juan Cruz
Valer López (naturaleza Suellacabras); Juan Bautista Romero Hernández
(naturaleza Matalebreras); Tiburcio Vas Ledesma (naturaleza Peñalcázar);
Vicente Rubio Alcalde (naturaleza Peñalcázar). Todos ellos de la vecindad de
Peñalcázar.
Una historia
pequeña, como el lugar, el cual, no obstante, tuvo su importancia defensiva
durante largos años de la Edad Media. En la actualidad, el lugar, con su
halo romántico impuesto por el abandono, ha quedado como ámbito de
inspiraciòn donde ubicar narraciones, cuentos y leyendas. Al pie del escarpe
una fuente, inasequible a la despoblación, sigue manando como si los
habitantes de arriba todavía bajaran, con sus mulas, a llevarse el agua en
cántaros de barro.
© Isabel
Goig Soler
(publicado
en Cuadernos de Etnología Nº 8 )
Ruta por el río Henar
Patxi
y Peñalcázar
Castillos de Soria-Peñalcázar
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