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Sábado de abril, cuando circulan pocos
camiones por las carreteras. Un día radiante, parecía de la primera
quincena de junio. Habían pasado muchos años desde que visitamos esos
pueblos y queríamos tomarles de nuevo el pulso. Nos habían dicho que el
número de habitantes por kilómetro cuadrado de esa zona había bajado
hasta el nivel de la comarca de Tierras Altas. La proximidad de dos
núcleos de población potentes (más Almazán que Gómara) habían atrapado a
los habitantes de esos pueblos, algunos muy interesantes. Los
agricultores se desplazan hasta donde poseen las tierras en sus
vehículos, y allí sacan la maquinaria agrícola de las cocheras y
almacenes de sus casas natales que todavía tienen en propiedad. La
mayoría de ellos siguen censados en sus pueblos. La baja densidad de
población está directamente relacionada con la marcha que se produjo
décadas atrás y el propio movimiento natural demográfico. Tres
habitantes por kilómetro cuadrado residen en esta zona, uno más que en
la comarca de Tierras Altas. Los meses de verano la población aumenta
sensiblemente, especialmente en el mes de agosto. Es ese el mes donde se
celebran la mayoría de las fiestas patronales y de verano, trasladadas
de sus fechas originarias para facilitar la asistencia de aquellos que
marcharon.
Ledesma de Soria
El primer pueblo visitado fue Ledesma de
Soria. Cada pueblo, cada despoblado, tiene su propia historia. Por eso
no resulta extraño que de este lugar Guillermo Molina Morales haya
escrito un libro, editado por la Diputación Provincial de Soria, de 267
páginas, cuya lectura recomendamos vivamente a todo aquel que se
interese por este pueblo. Nosotras buscábamos otra cosa en Ledesma,
encontrar a algún familiar de Agapito Muñoz, quien en los años 50
aparecía en los listados de la Delegación de Industria como vidriero. Al
llegar encontramos al alcalde pedáneo (el pueblo está agrupado al
Ayuntamiento de Gómara), Simón Sancho. Estaba ocupado en su hermoso
huerto y sólo él y su mujer habían acudido ese fin de semana a Ledesma,
desde Huesca, donde tienen su residencia. Se acordaba de Agapito y nos
dijo que también era hojalatero y hacía todo lo que era menester en el
pueblo, pero que no residía familiar alguno de él, todos emigraron y no
volvían.
Recorrimos el pueblo, vimos el rincón
donde se sitúa el Ayuntamiento y también abren una taberna en verano.
Una galería con esbeltas columnas sobresale por todo el pueblo: es la
iglesia de San Lorenzo, con una parte románica que se aprecia en el
interior. Al final de pueblo, formando una plaza cuadrada y ocupando una
pared, vimos la casa del vidriero-hojalatero. Simón nos aclaró que una
alta edificación que se ve por todo el término, y que nosotras creíamos
ver en él un silo, es en realidad un depósito de agua, el primero que se
edificó en el Campo de Gómara, edificios que irían copiando en otros
pueblos de la zona. A la salida del pueblo está la fuente y el lavadero.
Dicen que en el paraje de “la Tejera”
aparecen restos que podrían ser romanos. Consultado el catastro del
marqués de la Ensenada, el más completo para conocer datos de todos y
cada uno de los pueblos y despoblados, leemos que en Ledesma de Soria
residían cinco vecinos y medio (el medio era una viuda) y dos estantes,
lo que puede considerarse entre 25/30 habitantes, además de tres pobres
de solemnidad “que piden de puerta en puerta”. De mucho ganado ovino y
caprino eran propietarios esos cinco vecinos, alrededor de tres mil
quinientas de cabezas del primero y algo más de ochocientas de caprino,
“que pasan el invierno en Torrijo, del reino de Aragón”. Un siglo
después, y según el diccionario de Pascual Madoz, la población había
aumentado sensiblemente: 74 vecinos, 290 almas. Tenían una hermosa
escuela, cuyo edificio todavía puede verse, bastante deteriorado, que
albergaba a 50 alumnos de ambos sexos. Por el término discurre la Cañada
Real.
Zárabes
Muy cerca está Zárabes, perteneciente al
municipio de Almazul. Para llegar a este lugar se pasa por un
bosquecillo de monte alto. El pueblo se divisa desde lejos al estar
asentado sobre suelo alto y rocoso. Discurre el arroyo del Prado o
Zárabes según la fuente consultada, y probablemente sería este arroyo el
encargado de mover un molino harinero, que aparece en el Catastro de la
Ensenada, propiedad de Antonio Melendo, de Torrubia, “andante de represa
con una muela el que por la cortedad del agua sólo muele tres veces al
año”. En esas fechas (mediados siglo XVIII), residían 29 vecinos y ya
tenían un maestro de niños. Un siglo después, Madoz cuenta 20 vecinos
(84 almas), y pervive la escuela con 16 alumnos.
Lo más interesante de
este deshabitado lugar es la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción,
construida alrededor del 1200, con un pórtico fechado en 1694 gracias a
la fecha grabada en el reloj de sol. La iglesia se encuentra en ruinas
que si bien no se aprecian por la fachada principal sólo es necesario
girar por la fachada e ir a la del norte para comprobar su ruina. Se
nota que en su día se hizo alguna obra de consolidación. En 2011, José
María Piguillem Llorens publicó “Historia de Zárabes”, 141 páginas con
fotos y texto ya que, como decimos más arriba, por pequeño que sea un
pueblo, cuenta con historia propia, aquella que forman las historias
pequeñas.
Perdices
Para llegar a Perdices desde Almazán se
pasa por La Milana, que fue del señorío del marqués de Almazán y
conde de Altamira. Siempre ha tenido muy pocos habitantes, hasta
convertirse en una granja por donde discurre el canal de Almazán. Han
instalado naves de cerdos. Tienen una ermita junto a la carretera y un
edificio que bien podría ser un viejo colmenar o abejera.
Perdices (pertenece al ayuntamiento de
Viana de Duero) debe su nombre a la sierra del mismo nombre, un modesto
relieve cubierto de matorral, especialmente tomillo y aulagas o aliagas.
Dicen los mayores que la cantera sirvió para la construcción de
edificios de Almazán, a unos ocho kilómetros de distancia. La piedra la
llevaban en vagonetas por carriles tiradas por animales. En breve
colocarán aerogeneradores.
Discurren por el término los arroyos de La Milana y Almudejo. Perteneció, hasta la abolición de los señoríos, al
conde de Altamira. No olvidemos que estamos en una zona que fue feudo de
los poderosos Hurtado de Mendoza, ostentadores de varios títulos
nobiliarios y señoríos. El caserío luce flores por cualquier lugar,
apenas tiene vecinos, pero las casas, de buena piedra, están muy
arregladas y el pueblo muy limpio. Tuvo, en el siglo XVIII (Ensenada), 6
vecinos, entre ellos 2 viudas que contaban, cada una, por medio vecino.
Un siglo más tarde (Madoz), la población ascendía a 10 vecinos, 40
almas.
Llama la atención el hecho de que un
pueblo con tan pocos habitantes luzca una iglesia, advocada a San Pedro,
de un románico tan destacado y de un acabado artístico de tanto relieve.
Desde el altozano domina la sierra de Perdices, el florido caserío y la
villa de Almazán. La iglesia está muy bien conservada, es de planta
basilical y fue construida a final del siglo XII o principio del XIII.
Los capiteles son decorados con motivos vegetales e historiados.
Moñux
Por último llegamos a Moñux, también de
los Hurtado de Mendoza, en este caso conde de Altamira, aunque con
anterioridad había sido señorío del Cabildo. Ahora pertenece al
Ayuntamiento de Viana de Duero. Tenía 20 vecinos en el siglo XVIII
(Ensenada) y dos menos un siglo después (Madoz). Moñux es villa y la
airosa torre domina todo el campo de Gómara. La subida hasta ella es
relativamente fácil, a un lado de la cuesta se alza la iglesia de la
virgen del Pilar.
Sugiere la torre o castillete guerras o al menos
escaramuzas entre aragoneses y castellanos por la frontera de la Raya.
Dicen las crónicas que Pedro I de Castilla tomó la torre de Moñux al
mayordomo de su hermanastro Tello, Ruiz de Villegas. También leímos en
su día que probablemente está construida sobre cimientos de época
anterior, posiblemente musulmana. La torre fue declarada Bien Protegido
de la Junta de Castilla y León en 1949. Bajando desde la torre al
caserío se encuentra la ermita de la Virgen del Carmen, fechada len el
año 1743. En su interior se conserva el único resto románico de la
villa, una pila aguabenditera. En el centro del pueblo, rodeado de
flores, está el royo de Justicia, también Bien Protegido desde el año
1963. En nuestra web está publicado un interesante trabajo sobre
Moñux
por Carles de la Escalada.
Si esta ruta se hace durante el invierno,
al carecer de arbolado y no haber crecido todavía los sembrados, se hace
monótona y hasta adusta. Pero en primavera la campiña muestra sus
colores verdes y marrones de las tierras en barbecho y las elevaciones,
pocas, como la
Sierra de
Perdices. Los pueblos tienen los árboles
vestidos y las flores en pujanza. No encontraremos personas que
acompañen esa belleza, si acaso uno o dos, suficientes para enseñarnos
lo más reseñable, pero las casas están arregladas (la mayoría) y se
ocuparán con niños y sus abuelos que vuelven a sus pueblos, donde les
llevarán el pan de Almazán, la fruta de Aragón, o cualquier otro
producto necesario de esos generosos tenderos que recorren villas y
aldeas para abastecer las casas en verano y en invierno, aunque sólo
quede un vecino.
©
soria-goig.com
Gómara
Almazán
Moñux.
Ceremonia de Fidelidad y Obediencia a su Señor
Fuentes
y Manantiales de Soria, José Ignacio Esteban Jauregui
Castillos
de Soria --> Moñux
Perdices,
en el blog de Juan Carlos Menéndez
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