pulsar
para ampliar las fotos bajo este icono
Habitantes
censados: 63. Altitud: 1.029.
Villa.
Su ayuntamiento agrupa al de
Fuentegelmes.
Acceso:
N-111 hasta Almazán; C-101 dirección Barahona. Kilómetros: 52.
Gentilicio:
villasayenses.
Industria:
cebada y trigo; girasol; lino. Ganadería lanar. Colmenas.
Flora y fauna:
carrasca y roble. Espliego (se destilaba), tomillo. Discurre el río
Torete. Fuente de "Valdesardilla", buenas aguas para las indisposiciones
del cuerpo y el reuma; además de ésta, numerosas fuentes se distribuyen
por todo el término: "Valdevacas", "El Pozuelo", "Del Agua Mayor",
"Domingo", "Pozuelo", "Majuelo", "De la Sima", "De La Vega", "De
Valdelojo", "De Vallejo San Miguel", "De Orratilla", y "De La Reina".
Cueva del tío Botas, donde vivían el burro y él.
Fiestas principales:
25 y 26 de agosto.
Tradiciones perdidas:
pago de la entrada a vecino: una arroba de vino; a mozo: una cuartilla,
también de vino. Existe en la iglesia una reliquia de San Blas, por lo
que se celebraba esa festividad, cociendo rosquillas y bendiciéndolas.
Por San Isidro, 15 de mayo, repartían las caridad: pan, vino y huevos.
La víspera de la Virgen del Rosario encendían una hoguera en la plaza
con las hierbas que sobraban de atar las fajas de las mies. El 30 de
junio festejaban San Marcial. Celebraban una romería que llamaban del
Monte, con la Virgen del Rosario, y rollos bendecidos colocados en ramos
de olmos.
Guiso típico:
tortas de aceite.
Generalidades:
Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, gótica y galería románica.
Ermita de la Soledad. Había hospital. Mantienen abierta la escuela.
Antaño,
cuando las tierras requerían mucha mano de obra, cuando estaban
divididas una y mil veces entre los hijos, muchos agricultores sorianos
celebraban la festividad de la Virgen del Rosario, el día 7 de octubre.
En algunos pueblos se denominaba esta fiesta “de los frutos cogidos”.
Era la forma que tenían las gentes del campo de celebrar el final de la
cosecha, de agradecer el fruto recogido. Con los graneros más o menos
llenos –según el año- pero, sobre todo, con la tranquilidad del deber
cumplido, todos, grandes y chicos, vestían sus mejores galas para
compartir unos días de asueto.
Las mujeres
eran las encargadas de preparar las fiestas. La matanza había dado sus
últimos suspiros en la siega, pero estaban los corrales de donde escoger
los mejores pollos para guisarlos o hacerlos con arroz, el congrio
fresco o seco para cocinarlo con patatas o garbanzos, o un cordero con
el que hacer caldereta o asar en el horno. Y allí, en el horno, se
afanarían las mujeres para hacer rosquillos, tortas, rollos, sobadillos,
con los que endulzar el final de la comida. Y por supuesto, lo que no
podía faltar, una buena ensalada con hermosos tacos de bonito.
Por
los años setenta comenzó el éxodo. A la vez tenía lugar la concentración
parcelaria, que llegaba tarde en Soria, en algunos pueblos aún no está
hecha. El minifundio había convertido la vida de los pueblos en dura y
penosa. Pero la concentración parcelaria traería con ella conflictos
entre los habitantes de los pueblos, incluso entre las propias familias.
La fiesta de
la Virgen del Rosario, en octubre, mes también de las bodas en Soria,
fue trasladada al mes de agosto, cuando los que se marcharon en busca de
mejor vida, vuelven a sus casas o a las de sus padres, y los pueblos
muestran una cara repleta, colorista, con niños que juegan al balón y
montan en bicicleta.
Pero los
habitantes de estos pueblos no dejan de festejar, antes de que el
invierno se eche encima como una losa, la festividad de los frutos
cogidos. Uno de estos pueblos es Villasayas. Desconozco si en ese pueblo
acogedor hubo sus más y sus menos cuando la concentración, y tampoco
pienso averiguarlo para no levantar viejas heridas, si las hubiera. En
la actualidad este lugar de Soria, a medio camino entre Almazán y
Barahona, acoge a unos habitantes que viven el mundo rural de forma
moderna, sin olvidarse de las tradiciones. Siguen siendo las mujeres las
que organizan, guisan, pintan, utilizan internet y mantienen vivas las
costumbres.
El
día de la Virgen del Rosario de este año de 2008, estaban todos, más de
setenta personas se reunieron en el bar, que hace las funciones de salón
social, para comer en comunidad. Si no han acudido a los pueblos en los
días de fiesta, a comer en casa de alguna familia –en este caso de todas
las familias juntas- no conocen la generosidad del yantar. Nadie pasa
hambre, al contrario, sobra comida para la cena, y si es cena, para el
resopón.
Algo ha
cambiado el menú. Por ejemplo, embutidos y langostinos fueron
sustituidos por unas exquisitas gulas con gambas, y patés. Pero el
cordero con ensalada no faltó, ni las uvas, fruta, por el mes de que se
trata, muy apropiada y siempre presente en las mesas sorianas. Y el café
de puchero, como no podía ser de otra manera.
Parte de la
digestión la hicimos, con Jaime del Huerto, quien enseña a las mujeres
de Villasayas a pintar, y muy bien por cierto, en un antiguo molino que
está siendo restaurado, a apenas un kilómetro del pueblo. Mario “el
italiano”, casado con una villasayense, ha conseguido, en el jardín del
viejo edificio, ambiente de paz monacal.
Se quedaron
en el salón social, apurando la fiesta, y preparando para la cena nada
menos que croquetas. Las mujeres son incansables.