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A
1.280 metros de altura, en plena
Sierra del
Alba, el lugar de Torrearévalo puede presumir de varias cosas, una de ellas, tal vez la
más importante, es la de ser copropietario, con
*Arévalo
de la Sierra,
del
*Acebal de Garagüeta. Otra, la de haber dado un hijo del pueblo
ilustre y reconocido, el filósofo Julián Sanz del Río, en el año 1814. Y
aún otra, si bien más reciente y humilde, la instalación, en una sala
del edificio de multiusos del que fuera Ayuntamiento, de un aula del
acebal.
En su término, a 1300 metros
de altitud, está el despoblado de Matarrebollo, cerca del cruce del
camino de Matarrebollo con el de los Arrieros.
Perteneció
a la Comunidad de Villa y Tierra de Soria, sin que hiciera ruido alguno
en la Historia. Pascual Madoz, en su Diccionario
Geográfico-Estadístico-Histórico de Castilla y León”, editado en 1845,
llama al lugar La Torre de Arévalo, dice que su clima es frío, y las
enfermedades más corrientes las pulmonías y algunos catarros. Tenía,
hace más de siglo y medio –seguimos con Madoz- 80 casas, escuela de
instrucción primaria frecuentada por doce alumnos, dotada con 200 reales
y las retribuciones de los alumnos. Dentro del terreno, quebrado, áspero
y de mediana calidad, había –y hay- una ermita y varios manantiales.
Producía cereales y algunas legumbres y se criaba –ahora también, ganado
lanar, cabrío y las caballería necesarias para la agricultura. Tenían
casa 76 vecinos, 306 almas.
El diez por ciento de esas
almas viven en la actualidad, y no todo el año, en Torrearévalo, en unas
casas de piedra, preparadas para el invierno, porque lo del clima frío,
que decía Madoz, es una verdad evidente.
De
todos los ritos y las costumbres no se mantiene ninguna:
por San
Fernando, 30 de mayo, encendían hogueras y sorteaban a los novios para
que esa noche los mozos y mozas estuvieran emparejados; y por parejas
acudían a buscar leña para la hoguera, cargando el novio el haz en las
espaldas de la novia.
Las Mozas de Cristo eran las encargadas de pedir por las casas para que
no le faltaran velas al Santísimo, y también, de confeccionar los
jardines o macetas para adornar el altar de Jueves Santo; sembraban
lentejas en una lata la cual, posteriormente, sería adornada con labores
de ganchillo y flores; estas mozas, al pedir por las casas, cantaban:
"Dále limosna al Señor/no te andes con licantinas/que Jesucristo bien
sabe/que te han puesto las gallinas".
Cantaban albadas en las bodas.
Pagaban el piso y las entradas a mozo y vecino.
Un
mundo rural, rico y auténtico, que se encuentra desaparecido.
32 personas habitan actualmente (2007) en Torrearévalo.
La iglesia se conserva muy
bien, está dedicada a San Pedro, y a la Virgen de Loreto la ermita.
Hace unos días, estuvimos
charlando de cocina soriana con un grupo de mujeres. Lo hicimos en lo
que fuera escuela, alrededor de una estufa de leña bien alimentada.
Hablamos de todo un poco, ellas más porque tenían muchas más cosas que
contar. Recuerdos de un mundo casi desaparecido, de cuando en Ventosa de
la Sierra vivían muchos esquiladores, de cuando las matanzas, de cómo
cocinar los rabos de cordero, o del cava que ahora regala el
ayuntamiento, en sustitución del vino de antaño con el que se cocía el
perolo, el mueco, como lo llaman en Gallinero.
El magnífico acebal de
Garagüeta lo comparten, como hemos escrito líneas arriba, con Arévalo de
la Sierra. Cada año se poda para hacer preciosos centros que se venden
en Navidad. Existe una sociedad “El Acebalillo”, que se encarga de ello.
Para mostrar las excelencias de Garagüeta, en el aula se muestran
carteles explicativos y una maqueta, que fue hecha por las mujeres en un
taller.
Acebal
de Garagüeta
Actividades Acebal de Garagüeta