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Un año más, la
Mancomunidad Tierras Altas ha organizado, en esta ocasión en
colaboración con el Ayuntamiento de Las Aldehuelas, una actividad
relacionada con lo que fuera la vida en esa amplia y entrañable comarca
de Soria. Las personas que se desplazaron el pasado sábado, 18 de junio,
a Los Campos, pueblo perteneciente al Ayuntamiento de Las Aldehuelas,
pudieron disfrutar de un día en el que se recreó una parte del oficio de
la Trashumancia de los rebaños de ovino merino.
El rebaño había
llegado a Soria –en la actualidad en camiones- desde extremo, nombre que
los merineros dan a los pastos de invierno en el Sur de la península. En
este caso llegaban desde Extremadura, uno de los lugares preferentes,
junto con algunas partes de Andalucía y el Valle de Alcudia, en la
comunidad de Castilla-La Mancha.
Alrededor del cordel
principal de la Cañada Real Soriana Oriental, que discurre por la Sierra
del Alba, entre los puertos de Piqueras y Oncala, se asientan los
pueblos merineros más importantes, entre los que destacan Oncala, Santa
Cruz de Yanguas, y donde transcurrió la fiesta el pasado sábado, Los
Campos y Las Aldehuelas, entre otros muchos.
Son pueblos todos
ellos deseosos de mostrar, a todo el que lo desee, su particular modo de
vida hasta hace pocos años. Los escasos vecinos que todavía resisten,
mantienen vivas las tradiciones y son muy participativos. Saben mucho de
sacrificio por la rutina vivida durante siglos, dura casi siempre, pero
que se veía compensada con la llegada de la primavera, siempre tardía en
Soria, y con ella, la de la familia procedente de los pastos del Sur en
compañía del ejército de ovejas, con buena manta, o sea, bien cubiertas
de lana, pues de eso se trataba y de eso vivían.
El viaje fue duro
durante siglos, hasta que ya bien entrado el siglo XX, el ferrocarril lo
alivió en parte, aunque la estancia seguía siendo severa. Con todo, no
ha sido esa dureza el motivo de que la Trashumancia sea hoy, y para las
tierras de Soria, una actividad lúdica, como la del sábado, en lugar de
una actividad económica. Fue el declive de la lana, sustituida por otras
fibras, lo que ha llevado a la Trashumancia hasta casi la desaparición.
Quién sabe si, acudiendo a la teoría de los círculos, algún día vuelve a
ser rentable.
De momento nos
quedamos en Los Campos, el sábado 18 de junio. Llegó el rebaño y fue
contado. Allí estaban los antiguos trashumantes para explicarnos porqué
eran dos los contadores, para evitar errores, pues cada cincuenta
animales ambos se paraban, posaban las manos sobre la cabeza de la res,
y hacían una señal. Esta marca varía según los pueblos. En Oncala, por
ejemplo, y según nos explicó Fidel Fernández, se hacía una señal en el
bastón, y los contadores eran los dueños de otro rebaño para evitar
pequeñas trampas a fin de entrar en los pastos comunitarios. En otros
pueblos, según nos explicó Félix Jiménez, de Santa Cruz de Yanguas, cada
cincuenta cabezas se metían una piedrecilla en el bolsillo del pantalón,
o un palito, o bien hacían una marca en los zahones.
Algunas cabezas
habían sido seleccionadas para ser esquiladas. Se hizo como en la
actualidad, con máquinas, pero también para alguna se utilizó la tijera,
como se hacía antes, para que los asistentes pudieran apreciar la dureza
del esquileo. Se los marcó, desde hace ya muchos años con tintes y no
con pez, puesto que ello estropeaba una parte de la lana. Otros,
mientras, hacían el vellón con gesto diestro.
Mientras esto
acontecía, la señora Dolores, como cada año, se empeñaba en el horno
comunitario, restaurado hace algún tiempo. En él cocieron pan, madalenas
y otras delicias. Tino, el cocinero contratado, preparaba las migas
pastoriles para que los asistentes (muy numerosos, pues en un momento de
la mañana se unió una excursión de componentes de los Amigos del Museo
Numantino), tomaran un refrigerio y tuvieran ocasión de probar el
alimento básico de todos los trashumantes. Y los responsable de la
Mancomunidad (Raquel, Conchi…), no paraban, de un sitio para otro,
tratando, junto con los habitantes del pueblo, que todo saliera a la
perfección, como así fue, porque si algo falló, los que estábamos allí
ni nos enteramos.
Por la tarde, las
mujeres, con la señora Dolores a la cabeza, varearon la lana para
rellenar un colchón. Era esta una de las muchas actividades que las
mujeres de los trashumantes, y en general las que se quedaban en la
Sierra durante el invierno, llevaban a cabo. Una más, pues la mujer en
la Sierra se ocupaba de todas aquellas que conlleva el vivir. Durante
largos meses, eran ellas quienes trabajaban las tierras, lo que incluía
el huerto, fundamental para la alimentación de la familia y de los
animales domésticos; se ocupaban de la casa y de los animales que no
bajaban a extremo, entre ellos los cerdos, cuya matanza y transformación
llevaban a cabo, ya que suponía la base proteínica de la dieta; cuidaban
a sus mayores, educaban a los hijos…
El
Grupo de Danzas Sorianas
No hay fiesta que se
precie sin música y baile. De eso se ocuparon los componentes del Grupo
de Danzas Sorianas. Desde su creación, en 1983, este grupo, que comenzó
a funcionar gracias al interés de los vecinos del Barrio de Las Casas
por recuperar las danzas del paloteo, han ido incorporando a su
repertorio más de veinte bailes de jotas, ruedas, pasacalles y danzas.
El joven etnólogo especialista en indumentaria, Enrique Borobio, uno de
los componentes del grupo, se ha ocupado especialmente en la
recuperación de los trajes auténticos, los que se utilizaron siempre en
Soria. Purista en este tema, no se le escapa una, tal vez por eso sea el
encargado de llevar a buen puerto el Museo del Traje, que se abrirá en
Morón de Almazán.
Ese día se bailaron
verdaderas reliquias resucitadas del folklore soriano, como fueron el
Saludo de Cidones, también conocido por “Mimbres”, al utilizar para él
arcos de mimbre muy coloristas; la Jota de los labradores; la Cruz del
Royo; la Cruz de Vildé; la Jota “caray con la perra”; el Paloteo de Las
Casas, acompañado del zarrón o zarragón, en este caso en forma de diablo
; la Jota de “las Carrasquillas”; la jotilla de Valonsadero; y “La
Sindra “, baile de la Ribera.
©
texto: soria-goig.com
© fotos: miguel hidalgo
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