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En
el Sur de la provincia de Soria, al cobijo de la sierra de Pela, se
asienta el pueblo de Arenillas. Tierras del sur, donde nacen ríos, pero
todavía no abiertas a los valles del Talegones y Escalote. Tierras
duras, para el ganado, que en tiempos sería abundante, pues no en vano
discurre por esas tierras la Cañada Real. Y de hecho, Pascual Madoz, en
1845, ya contabilizaba 1800 cabezas que criaban de 600 a 700 corderos.
Tierras altas, Arenillas se alza en los 1.100 metros, y frías, muy
frías.
No hizo Arenillas
mucho ruido en la Historia. Si acaso su relativa cercanía con Berlanga
de Duero, villa a la que perteneció en la configuración de las
Comunidades de Villa y Tierra de la Extremadura Castellana, y la
cercanía también de la línea defensiva que siguiendo el valle del
Escalote, servía a cristianos y musulmanes, según el ejército que se
hubiera erigido en conquistador.
Cuando, en 1996,
estuvimos en Arenillas y recogimos datos para publicar en SORIA PUEBLO A
PUEBLO, los habitantes censados eran 51. Siglo y medio antes Madoz
contaba 310, y en 2006 el INI nos informa de que son 27 los habitantes.
Arenillas
tiene ayuntamiento propio, y siempre se ha caracterizado por llevar
adelante iniciativas de vanguardia, como atraer familias extranjeras
para que no se cerrara la escuela, allá por los años ochenta, ofrecer la
magnífica casa del Curato, construida en el siglo XVIII para albergue de
colonias, o esta de la destilación del espliego. Pese a los esfuerzos,
las escuelas se cerraron, aunque en la actualidad hay dos matrimonios de
origen rumano con niños, que por ahora acuden a la escuela de Berlanga
Pero aquí toca hablar
de una actividad que en Arenillas comenzó hace 23 años, la destilación
del espliego. En septiembre de 1989 ya publicamos un reportaje en el
entonces SORIA SEMANAL, sobre la destilación de espliego. Ahora, mirando
de nuevo las fotos de entonces, y comparándolas con las del magnífico
reportaje fotográfico del amigo Miguel, vemos que sigue al frente de la
actividad Victorino López Leal. Entonces, 20 años atrás, nos explicaron
todo el proceso el propio Victorino, Alberto Andrés y Juan Antonio
Chicharro. Sólo hacía tres años entonces que habían comenzado la
aventura, experimentando en una hectárea de superficie, sembrando
lavandín y espliego de Guadalajara, además de salvia y espliego
autóctono.
En la actualidad se
recolecta el espliego silvestre de flor más densa, aunque más pequeña
que la de lavanda de cultivo. Del espliego se extrae su esencia
siguiendo los procedimientos tradicionales: segado a mano con hoz, atado
manual en fajos, y traslado y destilación en caldera (alambique), a
orillas del río Talegones. La capacidad de la caldera, que allá por los
años sesenta adquirieron en Caltojar de segunda mano, es de 400 kg de
planta y, tras la destilación, de esta se obtienen 5 litros de esencia,
cuyos beneficios se destinarán en mejoras para el pueblo. La siega y
destilación tiene lugar cada año a partir del 15 de agosto.
Tradición
Arenillas era pueblo
de mucha fama en la fabricación de esencia de espliego. Venía gente de
sitios dispares en busca de la preciosa substancia, que los vecinos
elaboraban tras la cosecha del cereal, al final del verano. También en
otros pueblos era importante esta actividad, como en
Caltojar,
pero la emigración y la poca rentabilidad consiguieron que decayera
hasta su desaparición, como habían ido decayendo la resina, el carbón,
la alfarería, la forja... hasta que en 1989, un grupo de vecinos,
avezados ya en cuestiones de supervivencia, decidieron volver a poner en
pie todo el proceso de destilación, consiguiendo que se mantenga hasta
la fecha, año tras año y a pesar de las sequías del río Talegones.
El
proceso
Allá a últimos de
agosto empezaban a montar la
caldera de
destilación. La
caldera se
compone de un gran recipiente, una tapa que cierra lo más herméticamente
posible y el alambique. La
caldera
del espliego está instalada en un lugar maravilloso, junto a la
carretera que une Retortillo de Soria con Barahona, cerca de otro pueblo
precioso como es Lumías. Otro lugar para situarla, se halla al concluir
el Cañón del Talegones que se inicia en Torrevicente y que constituye
una ruta de senderismo cada vez más solicitada por los amantes de la
Naturaleza.
En la misma orilla
del Río Talegones, cavado en un buen hoyo y semi-enterrada, está la
caldera, de cuya parte superior sale una tubería que va a parar a un
alambique que está cubierto siempre de agua del mismo río, retenida en
una pequeña presa.
Se empieza cargando
la caldera. Hay que preparar una fajada o una carga para destilar. Para
ello es necesario llenar la caldera, echar previamente el agua que se
cogerá del mismo río y una carga de fajos de espliego para destilar,
incluso apretando con los pies para que no quede espacio hueco. Después
poner arcilla de grano fino que carezca de piedrecillas y colocar encima
la tapa cogida con gruesas grapas de acero, evitando que haya fugas, por
donde escaparían los vapores juntamente con la esencia. Las primeras
calderadas se calientan con leña ligera. Después se aprovecharán la mata
destilada y secada al sol.
Mientras va
destilando líquido por el alambique, se atiza el horno más o menos, con
prudencia, pues tampoco conviene sofocarlo ya que se irían los gases sin
condensar.
En la caída del
alambique hay un recipiente en forma de “bidón” que recoge el chorrito
que sale, agua mezclada con esencia. Es un separador que deja salir el
agua al exterior y guarda en su interior el aceite aromático. El calor
del fuego hace que la flor saque su esencia: un líquido de color azulado
y de una textura un poco más líquida que la del aceite.
El
espliego
Su nombre culto es
LAVANDULA OFFICINALIS que nos conduce al verbo latino LAVARE, quizás
porque los romanos solían poner gruesos ramos en sus baños públicos y
privados. Entre nosotros, la planta silvestre se conoce como espliego,
aunque en Monteagudo de las Vicarías lo llaman fustal y en Andalucía
alucema, que es esparcida sobre los braseros de erraj para expandir buen
olor.
Tiene el aspecto
delicado de un arbusto siempre verde, pero es una planta muy fuerte que
no teme al viento ni a los tórridos calores; los hielos le afectan
bastante, pero después de un periodo de sufrimiento, casi siempre logra
reponerse.
Las referencias más
antiguas están entre los fenicios que ya elaboraban medicinas usando
lavanda, y se han encontrado restos en varias momias egipcias, no
sabemos si para purificar el cuerpo o para mantener lejos a los
espíritus malignos.
En la Edad media se
usaba la lavanda para hacer medicinas contra la peste. Los enterradores
de apestados difícilmente se contagiaban porque bebían generosas
cantidades de un licor en el que se había dejado la planta en infusión.
En la Occitania, los fabricantes de guantes, quizás para mitigar el olor
de la piel cruda, esparcían abundantemente un líquido mezclado con
esencia. Casualidad o consecuencia, el caso es que ninguno de ellos se
contagiaba de peste o cólera.
En Espejón, curan los
catarros con tomillo cocido en vino. En Osma lo usan para aliviar los
dolores de cabeza. Para las afecciones bronquiales, en infusión, lo
toman en Ucero. Y en muchos sitios se coloca en ramitos, dentro de los
armarios, para ahuyentar los insectos. Damos fe de que, colocados en el
cenicero unos granitos, al apagar el cigarrillo sube un olor más
agradable que el del tabaco. Hoy se emplea sobre todo en cosmética, pero
con sus distintas sustancias benéficas también se aprovecha en medicina
y en el arte culinario, por ejemplo para macerar la caza antes de
cocinarla.
Queremos agradecer a
los vecinos de Arenillas su amabilidad, a Victorino López Leal, siempre
ahí, arrimando el hombro, que el día de la destilación se ocupó de la
intendencia, y a Salvador, encargado de vender la esencia en su casa. |