Calor de julio, aunque este mes hemos
sufrido calor y frío. Cerca de Los Llamosos un corzo jovenzuelo se
nos cruzó con la suficiente distancia para disfrutar viéndolo saltar
por los trigos y hacer caso omiso a los dos coches que circulaban en
ese momento por la carretera. En Berlanga tomamos la carretera
dirección Retortillo el coche ascendió por un repecho pronunciado y
a la derecha todavía se conserva, algo deteriorado el indicador a
Cabreriza. Un monte de carrascas adorna la vista y mezcla el verde
con el amarillo de los sembrados. Paones, Alaló y pronto se adivina
la llegada a Arenillas por los árboles de ribera que jalonan al río
Talegones.
La
senda del río Talegones
En esa localidad nos esperan Luis
Gismera y Esperanza, su mujer, padres de los hermanos Gismera, a la
cabeza del festival
Boina Fest. El pueblo está limpio y las casas,
la mayoría de piedra, restauradas. Todo se debe al trabajo en
hacendera, lo que les valió el primer premio de FIMA, de Zaragoza,
al desarrollo comunitario. Arenillas fue de los primeros pueblos, si
no el primero, que acudió a reclamar vecinos de la inmigración para
mantener la escuela abierta y fueron rumanos quienes atendieron la
llamada. Como durante un tiempo estuvo cerrada y los niños acudían a
la escuela hogar de Berlanga, en la actualidad, y pese a residir
suficiente población infantil, siguen yendo a la villa berlanguesa.
Esperanza
y Luis nos acompañan en nuestra
visita por un pueblo limpio y sin apenas ruinas, a base de trabajo
en hacendera. La casa del tío Sotero que hacía los ataúdes; la del
tío Cándido, una hermosa mansión de los padres de
Esperanza que fue
adquirida en el año 1942 por doce mil pesetas y que conserva unas
preciosas pinturas en techos y paredes. Hay dos empresas, una de
carpintería y otra de albañilería, lo que facilita mucho los
trabajos de rehabilitación y nueva obra.
La joya de Arenillas es la Casa del
Curato, adquirida por la Asociación Socio-cultural en los años 80
por trescientas cincuenta mil pesetas, una parte la pagaron los
vecinos y el resto lo prestó el Ayuntamiento y la fueron restaurando
a hacendera. Cuenta con veinte camas y todos los servicios: baños,
cocina equipada, salones y biblioteca. Hasta la pandemia fue ocupada
por personas que discurren y, durante el festival Boina Fest, por
los músicos.
Todavía tienen libres siete viviendas
de alquiler, propiedad del ayuntamiento, que alquilan al precio,
casi simbólico, de entre 80 y 100 euros al mes. Además de la
hacendera, el dinero necesario para material y demás lo consiguen,
principalmente, con la venta de la lotería de Navidad y de la
esencia del espliego o lavanda que cada año, en verano, a la orilla
del río, destilan como un recurso turístico más, junto con la fuente
posiblemente romana, a lo que se añadirá un museo etnográfico. La
iglesia, advocada a san Cipriano y santa Justina, muestra la segunda
entrada de estilo románico, muy sencillo.
El Espliego en Arenillas
Como la mayoría de los pueblos de la
provincia, durante los meses de verano, ciñéndonos sobre todo a
agosto, se abren las casas para, pasado el verano, volverse a cerrar
a cal y canto y quedando fijos, durante el año 52 habitantes.
Un poco de historia
Hemos apuntado más de una vez que el
Catastro del marqués de la Ensenada, cuya toma de datos se hizo a
mediados del siglo XVIII, es la manera más fiable de conocer la
realidad socio-económica del lugar estudiado, en el caso de Castilla
todos y cada uno de los lugares estudiados, incluso despoblados que
ya lo eran en el momento de la toma de datos. En el caso de
Arenillas indica que el lugar era de señorío de la duquesa viuda de
Uceda y marquesa de Berlanga, como todos los pueblos de la comunidad
de Villa y Tierra de Berlanga. A ella le pagaban, entre otros
impuestos, el de alguacilazgo, 29 medias de cebada “desde tiempo
inmemorial por costumbre”. En el término había plantío de frutales:
peras, camuesas (variedad de manzana), manzanos, ciruelas y
“perexonales” (variedad de pera rústica muy resistente). Como
árboles silvestres álamos, olmos, chopos, sauces, a la orilla de los
ríos Parado y Talegones, además de un molino harinero en su ribera,
propiedad de la marquesa que el Concejo lo tiene a censo. 71
colmenas y dos hornos componían su economía junto a la ganadería: de
vacuno 125 cabezas; mular 36 (entre ellos 9 de trato); yeguar 16;
asnal 71; cerda 130; cabrío 20 y lanar 2263.
De todo lo anterior disfrutaban 60
vecinos, entre ellos 10 viudas y 6 pobres de solemnidad, habitando
62 casas y 2 arruinadas. Entre el vecindario vivían y ejercían un
cirujano, un sacristán y fiel de hechos a la vez y 2 guardas de
ganado. El Común era propietario de un monte carrascal y robledal y
una roza con matorros de roble “que no da utilidad”. Una dehesa
boyal de regadío de 37 fanegas, otra de secano de 40 y 19 fanegas de
tierra de terrera fuerte. Había instaurado en el pueblo un montepío
fundado por don Antonio López Lozano, cura que fue, y se compone de
un caudal de 100 fanegas de trigo común los cuales se reparten en
los meses mayores entre los vecinos. Un pósito real de 551 fanegas
de trigo común para repartir en los tiempos de mayor necesidad.
Posee también una casa para las juntas del Concejo. Se beneficia
también de 350/reales de vellón del vecino Francisco Javier Moreno
por vender el vino con el ayuntamiento. Más 60 reales de Gregorio
Palero por su casa que sirve de mesón para los trajineros por el
lugar.
Un siglo después, cuando Pascual
Madoz recabó datos para su diccionario geográfico, el número de
vecinos había aumentado hasta llegar a 75.
©soria-goig.com,
2021
Escrita por Lucio Ayuso, natural de
Cabreriza. Fue pastor y carbonero en Arenillas.
Ahora vive en Caltojar