Santiago Álvarez Bartolomé
Codes es uno de los tantos
pueblos de Guadalajara que perdieron su ayuntamiento en los años 70.
Actualmente se integra, con otras aldeas, en el municipio de Maranchón.
Apenas 12 ó 14 personas pasan en él todo el invierno.
Cuando uno
se dirige hacia esta población, lo primero que sorprende, desde la
lejanía, es su curioso emplazamiento. Como si de un poblado celtibérico
se tratase, en lo más alto de un otero, a más de 1300 metros de altura,
se yergue Codes. Con muy buen juicio sus vecinos han escogido el eslogan
“Codes, por todo lo alto”.
Para
acceder hasta esta población la estrecha carretera se encabrita en torno
a la falda de la montaña para, poco a poco, irle ganando metros a la
altura. Finalmente, cuando se llega arriba, lo primero que se encuentra
es una gran balsa de agua, protegida por fuertes muros pétreos.
El agua
fue un bien muy escaso en el pasado, más aún para una población situada
en lo alto de un otero. El supuesto caos estructural del pueblo, es sólo
apariencia, ya que todas las calles conducen sutilmente el agua de
lluvia hasta el navajo. Su delicioso empedrado facilita la tarea.
Uno de los atractivos menos
conocidos de esta zona de Guadalajara es su entorno. Codes, junto con
las localidades sorianas de Iruecha, Judes y Chaorna, poseen el mayor
sabinar albar de Europa, el denominado sabinar de la Sierra del Solorio,
a caballo entre las aguas del Mesa y del Jalón. Buena parte de la
singularidad de este sabinar se debe al hecho de que en esta serranía
las sabinas albares crecen en pureza, sin mezclarse con otras especies
forestales.
Los topónimos de esta
subcomarca natural parecen sacados de sagas célticas. Todos ellos
indican un pasado cultural rico y complejo.
Codes sería célebre aunque no
se diesen estas circunstancias. Su “soldadesca”, junto con la de
Iruecha (Soria), son las más septentrionales de esta zona de Castilla.
Tras casi 30 años de
abandono, y desde 1996, se vuelve a celebrar anualmente la Soldadesca de
Codes gracias a la labor realizada por Javier Bueno, un joven entusiasta
del pueblo, que puso a trabajar a la asociación cultural y a los más
mayores para recuperarla.
La fiesta se celebra el 16 de
agosto, onomástica de San Roque, enmarcándose dentro de los festejos que
se ofrecen a la Virgen del Buen Suceso. La soldadesca de hoy y la de
antes han variado en cierta manera, antiguamente, de madrugada, un
tamborilero se encargaba de “tocar diana”, buscando a la gente de casa
en casa y organizando poco a poco la formación del cuerpo de soldados.
En casa del capitán de la soldadesca se tomaba un condumio de verdad.
Posteriormente se juntaban todos los mozos y partían juntos a cazar:
liebres, conejos, perdices, codornices y algún que otro tordo que
servían para preparar la cena de aquella noche.
Hoy, los actos empiezan de
buena mañana, tras la misa solemne, ofrecida a San Roque. Momento
aprovechado para realizar una bonita procesión en la que la soldadesca
circula en formación acompañada del tañir de las campanas. Una vez
finalizada, el abanderado, situado frente a San Roque, corre la bandera
24 veces sobre su cabeza.
Los ancianos de Codes
conservan insondables los arcanos de esta fiesta. Nadie ha conseguido
desvelar el contenido de los juramentos que se “juramentaban”
antiguamente frente a la vieja ermita.
El cuerpo que forma esta
soldadesca está compuesto de cinco graduaciones. Primeramente el
Capitán que lleva el bastón de mando y va acompañado por un chaval
que hace las veces de Monaguillo, la siguiente graduación es la
de Bandera, encargada de “correr” la misma cuando la ocasión lo
requiere. El Pinche primero y segundo son los siguientes, y lucen
unos pinchos de hierro que se custodian y exponen durante el año en el
Museo Diocesano de Sigüenza. El Escobeta, encargado de señalizar,
mediante un arcabuzazo, el instante en que finaliza el correr de la
bandera. Finalmente el tamborilero, es el encargado de tocar
diana, de buena mañana por toda las calles de Codes, también ameniza el
devenir de la procesión.
Este pequeño ejercito, a
diferencia del que participa en la soldadesca de Iruecha, no defiende la
localidad de ninguna algarada musulmana, aunque, curiosamente, coinciden
las tipologías del traje de Codes y las del cristiano de Iruecha, ambos
parecen napoleónicos. Quizá en Codes no fuese bien vista por la Iglesia
una representación en la que figurasen infieles. Suponiendo que ambas
soldadescas tuvieran un origen histórico común, nos encontraríamos con
que los trajes son totalmente anacrónicos, ya que representan el
uniforme de infantería propio del siglo XIX.
En el caso de Iruecha, la
soldadesca que hoy conocemos se remonta, por lo menos, al siglo XVIII.
Documentos redactados por el concejo de esta localidad en 1751
contabilizan como gastos del ayuntamiento los que se cargaban en
concepto de pólvora y pasos de soldados.
No podemos juzgar el
seguimiento y arraigo que esta soldadesca tuvo en el pasado,
probablemente muy diferente del que hoy conocemos. Pero puedo asegurar
que es encomiable el entusiasmo que derrochan los codeños actualmente en
la representación de su soldadesca. Me resultó emocionante ver cómo
Leoncio y Teófilo, dos ancianos convalecientes, se encaminaban animosos
a besar la bandera que les habían corrido ante la puerta de sus casas.
Se da la circunstancia de que
el año 2004 fue el primero, en la historia aún por escribir de este
lugar, en que la soldadesca ha sido representada íntegramente por
mujeres.
©
Santiago Álvarez Bartolomé
Web de Codes
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