Fernando Maestro se ha visto apoyado en la publicación de este poemario por Javier Ángel López, para la imagen de cubierta; David Almajano Maestro, para la de la solapa; y por Lastura para la edición.

El poeta, Fernando Maestro Díez (Soria, 1959), no es nuevo en esto de utilizar la palabra, ya en forma de poesía, ya como autor teatral: El hermafrodita, Hablemos del tiempo en que vivimos (estrenada en Madrid), El juego de dados, Dionisio (un monólogo para dos monólogos), estrenada en la Sala Triángulo de Madrid, La dama de las estaciones, y el Gheto. Se mueve muy bien en el relato y ahora, como se puede apreciar, en la poesía. Pero también en la novela, La sombra de los tilos.

No es fácil la narrativa de Fernando, tampoco la poesía. Profunda, trabajada, angustiosa a veces, reivindicativa, dura como la propia vida. Sorprendente, muy sorprendente. Hay que leerla. Mucho más que bellas palabras vacías de contenido.

Recientemente ha colaborado con textos para unas fotos de David Almajano, en una exposición que ha podido verse en el Palacio de la Audiencia, unas fotos tan sorprendentes como la poesía de Fernando.

LA DAMA DE LAS ESTACIONES

En el cielo una señal. La luz que envuelve tu distancia.

Apocalipsis anunciado.

El espacio del vacío. Huidizo silencio que escucha en las callejas, nadie espera en las esquinas; ventanas sin rostro vigilan.

Domingo extraño sin tu paso alegre que mueve el boulevard.

Ningún tiempo espera al sol que arde, sin cálculos predecibles.

Versos ceniza en el reino oscuro.

Palabras nuevas forman bibliotecas perversas.

Bailamos pasos torpes bajo la luz inventada.

Reverberan los cubos de cartón donde guardas tu alma y escondes tu orgullo.

Nadie escuchará jamás la radio del indigente.

Nadie estará al otro lado.

La dama ocultará de nuevo su rostro y morirá esperando tu amor.

Pasos desconocidos invaden la calle desierta, semillas de tacón siembran poemas inservibles, mientras espero olvidar el rencor de tu voz.

La luz será testigo del abandono.

Fernando Maestro

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