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FRAY TOMAS DE BERLANGA. Estrella Figueras Vallés Ochoa Impresores Soria 2010 |
De fray Tomás de Berlanga apenas sabíamos nada, y lo que conocíamos, como bien escribe don Julián Gorostiza en la presentación, era escaso, disperso y carente de rigor histórico. Para quienes hemos tenido relación estrecha con la villa de Berlanga de Duero, lugar de nacimiento del dominico, fray Tomás era un mito local de quien apenas sabíamos cuatro cosas, tres de ellas pertenecientes a la leyenda, o al menos erróneamente interpretadas a lo largo de los siglos, como ahora comprobamos, y la cuarta cierta, el lugar donde reposan todavía sus restos mortales. Las otras tres eran su casa natal, que fue el introductor del plátano en América, y el famoso lagarto de Berlanga. Ahora, después de la lectura sosegada, como recomienda don Julián, nos damos cuenta de que Tomás Martínez Gómez, fray Tomás de Berlanga, era un personaje en busca de autor, pero no de un autor cualquiera. Tendría que llegar a interesarse por él alguien que, como Estrella Figueras, doctora en Historia de América, supiera relacionar la historia personal de este personaje con la general de la América conquistada por los españoles del siglo XVI. Figueras Vallés ha recorrido todos aquellos archivos en los que se pudieran custodiar algún documento alusivo a su biografiado, y ha logrado reunir cuatrocientos de ellos, entre los que se encuentra el testamento, clave en cualquier investigación por los datos que aporta para personajes que no pertenecen a la nobleza. Además, ha visitado todos los lugares, españoles y americanos, donde su biografiado residió. Hace ya muchos años que los personajes que contribuyeron a la conquista de América, en especial si son religiosos, no merecen especial atención por parte de los investigadores, como si el pudor de aquel hecho trascendental nos hiciera sentir todavía, a los descendientes de aquellos españoles, culpables de lo que allí sucedió. Sin embargo fueron hijos de su tiempo y resulta pueril, cuando no incorrecto, mirarlos y enjuiciarlos con la visión moderna, desde la que, necesariamente, no resultan bien parados. Tomás Martínez nació en Berlanga de Duero, hacia 1490, hijo de una familia numerosa dedicada a la agricultura. Con veinte años, formando ya parte de la Orden de Santo Domingo, partió para el Nuevo Mundo en la segunda expedición de frailes predicadores, antes había residido en Salamanca. Era un hecho habitual entre el clero regular acudir a esa parte del mundo para evangelizar. Fray Tomás comenzó su estancia en la isla de La Española donde, en 1517, le vemos como superior del convento de Santo Domingo, ideal este de fundar y dirigir conventos, de todo miembro del clero regular que se precie. Lo que después se encontraron allí, tanto fray Tomás como otros, entre los que se encontraba fray Bartolomé de las Casas, fue motivo para que, además de cumplir su misión principal de evangelización, se vieran obligados a posicionarse, en algunos casos, como los dos citados, a favor de los nativos y en contra de los encomenderos, dirigiéndose reiteradamente al rey o a la reina gobernadora (Isabel, la mujer de Carlos V), denunciando esos abusos. Pero los reyes respondían con tibieza. El interés de la monarquía por el Nuevo Mundo, al igual que el de los encomenderos, era obtener riquezas sin importarles demasiado cómo se conseguían. Fray Tomás, ante esta actitud, no dudó en buscarse aliados en la persona del gobernador de los Países Bajos, para que intercediera ante Carlos I. La Orden a la que pertenecía fray Tomás luchó durante toda su historia en América para que se suprimieran las Encomiendas, donde a los nativos se les esclavizaba y se les diezmaba. Es significativo que en 1513, además de la Casa de Santo Domingo, tuvieran otra, levantada por Tomás con otros seis dominicos, en Santiago de los Caballeros, donde los comerciantes esclavistas tenían su centro de poder. En 1528, el berlangués viene a España, sin que se tengan noticias de su estancia en Berlanga de Duero, junto con otro fraile de su Orden, para hablar directamente con el rey y explicarle lo que estaba sucediendo en sus tierras del Nuevo Mundo, dejando los hechos por escrito con los nombres y apellidos de los españoles que infligían los abusos contra los nativos. En 1530 se funda la primera provincia dominica del Nuevo Mundo, la de Santa Cruz, convirtiéndose fray Tomás en el primer prior provincial. Dos años más tarde era obispo de Castilla del Oro, con sede en Panamá, cargo que juró en 1534. A Panamá llegó acompañado por seis frailes de la Orden. Por encargo del rey hizo un viaje a Perú, en 1535, donde se empieza a comprobar que el biografiado hace honor a la generación a la que pertenece. No olvidemos que fray Tomás fue un hombre del Renacimiento, coetáneo de Copérnico, Lutero, Da Vinci y tantos otros, entre los que se encuentra el no tan brillante, pero sí soriano, Francisco López de Gómara, quien escribiría una Historia de América sin haber viajado nunca allí. Y es en este viaje, donde vamos a ver, gracias a Estrella Figueras, a un fray Tomás científico. Ya un año antes, impactado por la visión del río Chagres, presentó una propuesta para la mejora de comunicaciones en tierras del Istmo, cruzándose cartas con la reina gobernadora. En el viaje a Perú, en comisión real, se encontró con las Islas Galápagos, tal vez el hecho, como se demostró después, sobre todo en la expedición de Charles Darwin en el Beagle, como importantísima para la teoría de la Evolución. Las Galápagos lo forman trece islas mayores con sesenta y cuatro islotes, de origen volcánico. La descripción que de ellas hace fray Tomás es una maravilla de sencillez interesante, mezclada con el relato del problema que les hizo detenerse en ellas, la carencia de agua en la nave y la búsqueda de la misma en una de las islas. Otro tanto podría decirse de la explicación que da del porqué llegaron a ellas, por la confluencia de cuatro corrientes oceánicas, que Figueras Vallés aclara, como todos los acontecimientos narrados, con profusión de mapas explicados. En este viaje vemos a fray Tomás utilizando el astrolabio y, sin ser el responsable de la nave, haciéndose cargo de la navegación. Volviendo al río Chagres y a su propuesta de mejora de comunicaciones, la reina gobernadora le concedió permiso para que él mismo acometiera por su cuenta un camino, a cambio se le concedió, como fray Tomás había pedido, cien fanegas de tierra en la ribera del río donde él mandó construir una casa, para cobrar impuestos de paso, con la condición de que nadie pudiera construir otra. Esto nos lleva a decir que el obispo de Panamá llegó a convertirse en un hombre rico. En aquella época era habitual que se enriquecieran, no solo la Iglesia, como institución, sino también sus miembros relevantes, entre los que se encontraban los obispos, que cobraban parte de los diezmos, según el sistema impositivo que duró hasta el siglo XIX. Fray Tomás, con la construcción de la casa a la orilla del río Chagres cobraba, también, las alcabalas, otro impuesto de origen medieval sobre el comercio. El oro era enviado por su propietario a sus albaceas en España, donde le encontramos de nuevo en 1539, y esta vez también en Berlanga de Duero, donde trató de la compra de una capilla, por si al morir no estuviera acabado “su convento”, y para que fuera enterrada su familia. A su vuelta a Panamá lo hizo con algunos miembros de su familia, alguno de los cuales fallecieron en el viaje durante un naufragio: un sobrino (hijo de hermana) y el marido de una sobrina (hija de hermano), “con quien pensaba tomar algún descanso en la vejez”. Viajaban también otro sobrino y una sobrina-nieta de 5 años, que sobrevivieron. Junto a ellos fallecerían unas treinta personas más, que iban a construir la catedral de Panamá. A final del año 1542, se promulgaron las Leyes Nuevas, por las que tanto habían luchado tanto fray Tomás como fray Bartolomé de las Casas. En ellas quedaba tajantemente prohibido la esclavitud de los indios, y que las encomiendas fueran hereditarias. Varias de estas normas hubieron de ser derogadas por presiones de los encomenderos. Este hecho, y la salud de fray Tomás, ya resquebrajada, hizo que el dominico tomara la decisión de volver a España, concretamente a su pueblo natal, a donde llegó en junio de 1543. Un año después el príncipe Felipe (después Felipe II), le conminó a la vuelta a su diócesis, y el obispo decidió jubilarse. Se jubiló muy rico, y decidió acometer la ilusión de toda su vida, la fundación de un convento de dominicos en Berlanga de Duero, donde se formaran los misioneros para acudir al Nuevo Mundo. Y comenzó su construcción, concretamente frente al palacio de los condestables de Castilla, donde Estrella Figueras dice que aún puede verse parte de un muro formando parte de lo que después llegaría a ser convento de Concepcionistas que fundara doña Juana Enríquez, de la familia Fernández de Velasco. Tomás Martínez Gómez, dominico, obispo electo de Castilla del Oro, con sede en Panamá, descubridor de las Islas Galápagos, falleció en la villa donde había nacido, el siete de junio de 1551, a la edad aproximada de sesenta años. El documento que anuncia su muerte está firmado por fray Gaspar de Vitoria, vicario del monasterio del señor Santo Domingo, que se estaba construyendo en Berlanga. Su testamento es una pieza muy interesante. En él funda capellanías, favorece a su numerosa familia y manda que, una vez cumplidas las dieciséis disposiciones, sean sus herederos universales el monasterio que se estaba construyendo y los frailes que lo habían de habitar. Tan interesante y fructífera vida, no habría de verse compensada en la muerte, en cuanto a sus deseos se refiere. El convento se hizo, finalmente, en Medina de Rioseco, y llevó el nombre, no de Santo Domingo, sino de San Pedro Mártir. Por fortuna sus restos mortales, que habían de reposar en el monasterio de Berlanga, no fueron trasladados al pueblo vallisoletano, y permanecen en la Colegiata de Berlanga de Duero. Aquí hemos resumido la historia de fray Tomás de Berlanga, pero la publicación de la doctora Estrella Figueras es, además de documentadísima y didáctica, una Historia de la parte de América donde el berlangués pasó tantos años de su vida. Un interesante relato de las distintas facetas del dominico, con reproducción de sus escritos, en especial a los reyes. Es, en fin, un libro de referencia indispensable, no sólo en el pueblo donde nació, sino en Soria, España y parte del Nuevo Mundo. soria-goig.com
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