Campesinado en Serón de Nágima.
La vida rural de las mujeres nagimenses en los años 50
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María Fé Egido y
Carles de Escalada, enero 2022
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En éste artículo recogemos
una serie de costumbres que formaron parte durante
siglos de la vida cotidiana de nuestros antepasados campesinos.
Tareas que gracias al desarrollo y la utilización de la
tecnología dejarían de ser necesarias a partir de la segunda mitad del
siglo XX.
Hasta mediados del siglo
XX, las familias se encargarían de sacar el máximo rendimiento de
tierras propias o alquiladas. En el secano se cultivaba y se sigue
cultivando principalmente trigo y cebada, mientras que en las del
regadio, forrajes, frutales y remolacha (hoy en día, además de las
mencionadas, también el girasol).
La fórmula empleada
consistía en contar con un elevado número de miembros dentro de la
familia para así poder sacar el máximo rendimiento de esas tierras.
Tenía entonces sentido tener familias numerosas que se ocuparan de
trabajar esos campos, ayudados por un sinfín de animales como bueyes,
vacas, mulas, yeguas, asnos, etc…
Hoy en día no hace falta
ni tener familias numerosas, ni tampoco la necesidad de aquellos
animales y por ello la imagen rural se ha convertido desgraciadamente;
casi en la de un de barrio periférico de una ciudad.
¡ Y como no!, existían un
número de eras en donde los cereales recién segados se trillarían para
ser más tarde convertidos en harina para hacer pan y piensos. Un número
de molinos dispersados por las aguas del río Nágima (hoy más con función
de alcantarillado que la de un río) . El trabajo era duro, pero los
campesinos y sus familias eran fuertes.
Actualmente la tecnología
ha procurado que un pequeño número de agricultores puedan más
cómodamente trabajar esos campos, sacándoles así el máximo rendimiento y
dejando de lado los cultivos de regadío que es donde se necesita más
mano de obra.
La toponimia del siglo
XVIII de Serón declara un número de parajes: las eras de arriba, las de
abajo, la puerta de las eras, las eras del castillo, el llano de las
eras, la hoya de las eras, camino de las eras, val de las eras y la cruz
de las eras, por nombrar algunas.
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‘Fuente Vieja’ proveía
el agua que abastecía a la Villa hasta mediados de los años 60.
Foto de 1909 por Manuel Cerrada Zoya
El papel de la mujer en
los años 50 no sólo se limitaba a las tareas del hogar, también
contribuía en las labores agrícolas y ganaderas.
Las cuatro estaciones y el
tiempo marcaban las pautas a seguir.
En primavera había que
ayudar a preparar la siembra, catar en los colmenares, preparar la
vianda para el esquilo, criar y cebar a los animales del corral ya que
suministraban: leche, carne y huevos para todo el año y jalbegar las
paredes de las viviendas.
En verano, la estación de
más trabajo, había que madrugar, preparar las comidas para llevar a las
fincas, atender la casa, adecentar a los hijos y ayudar en las tareas
del campo, tanta era la zozobra que en muchas ocasiones se tenían que
llevar los niños al tajo porque la escuela estaba cerrada por
vacaciones, en los descansos aprovechaban para lavar la ropa y
llevársela limpia a casa.
No había lavadoras, ni
cocinas de butano, ni agua corriente en las casas. Cuando terminaban de
cargar la mies en el carro y mientras los hombres la hacinaban en la
era, ellas iban a recoger los frutos del huerto: ensaladas, fruta y
verduras, a comprar en las tiendas los productos básicos que
necesitaban, llenaban las tinajas de agua cargando cántaros desde la
fuente, daban de comer a los animales del corral, recogían los huevos e
incluso mataban un conejo o un pollo que los ponían en escabeche para no
perder tanto tiempo en la cocina, ordeñaban las vacas, cabras y ovejas,
elaboraban los quesos, las conservas de verduras y mermeladas.
En Septiembre había que
vendimiar e ir a recoger espliego, hacer magdalenas y mantecados para
las Fiestas Mayores y ¡cómo no! ponerse guapas porque habían terminado
las labores más arduas y ya disponían de más horas para estar en casa
con la familia; remendaban las talegas y la ropa de verano.
En Otoño lavaban la lana
que habían guardado de esquilar las ovejas para
rellenar los colchones y hacer calcetines; los inviernos eran demasiado
crudos y los hombres se tenían que poner dos pares de calcetines debajo
de las botas; los modernos no protegían de las heladas. También hacían
jabón para la colada.
En Invierno había que
hacer jerséis, descular la remolacha, elaborar y curar la matanza más
todo lo que conllevaba las tareas cotidianas del hogar.
Sin olvidar que asistían a
los oficios religiosos, hacían cursos de manualidades y cocina con la
Sección Femenina.
Los partos, defunciones y
celebraciones de: bautismo, comunión, amonestaciones, bodas etc… se
solemnizaban dentro del ámbito familiar, acompañados de parientes y
amigos.
Durante éstos años la
mujer estaba en un segundo plano e incluso infravalorada. El marido era
el sustento familiar, según los cánones de la época su papel era de
buena esposa, obedecer al marido y la crianza de los hijos.
En las zonas rurales era
diferente, la mujer tenía que ayudar al marido y el trabajo era duro.
Sirva como ejemplo la vivencia de Juana Palacios y Juliana Gómara, las
retaron tres hombres a cada una para ver si les ganaban en las tareas de
una finca y evidentemente les ganaron.
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¿ Cuántas habría como
ellas ?
Esta descripción de las
mujeres nagimenses es un retrato de la vida rural en aquella época.
Mujeres anónimas: duras,
valientes, luchadoras, todoterreno y sobre todo…
¡¡¡Admirables!!!.
Imágenes de la tarea
del campesinado de Serón de Nágima, fotografías en blanco y negro que de
una forma no profesional, hemos restaurado y coloreado en exclusiva para
este articulo
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María Fé Egido y
Carles de Escalada, enero 2022
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