DESPOBLACIÓN

INDUSTRIA Y DESPOBLACIÓN

 

Labrando en TarancueñaDurante el año 1990 y para el entonces periódico Soria Semanal, llevamos a cabo un concienzudo trabajo de campo, apoyado por datos estadísticos, para analizar las causas que habían hecho posible la despoblación de la provincia de Soria. Una durísima y severa migración que benefició a algunos. Por ejemplo los que se quedaron con las tierras en renta de los que marcharon, en aquellos lugares donde las tierras eran rentables, como es el Campo de Gómara, algunas fincas de la Tierra de Almazán y poco más. Como nos dijeron en Ausejo, "a los que nos hemos quedado nos han hecho polvo por todos los lados. Los que se marcharon, después de la parcelación, nos pusieron unas rentas insoportables". Benefició también a algunos empresarios –muy pocos, casi habría que emplear el singular- que se hicieron con bastantes tierras del sur provincial para dedicarlas a explotaciones ganaderas. Y también a vascos y riojanos, más o menos emparentados con esta tierra, para solaz de fin de semana en cotos de caza.

En general, según se desprendió de aquel trabajo de campo y según hemos ido viviendo estos diez años, aquél éxodo que convirtió la provincia en un erial humano pudo dar algún beneficio a personas o personajes concretos, pero para la mayoría supuso un auténtico drama. El ser humano en general tiende al conservadurismo entendido como necesidad de quedarse con y en lo que ha servido de escenario, de sustento de sus ascentros, ese lugar donde se inició su raíz y más que eso, donde se ha mantenido durante generaciones. Es eso lo que da seguridad, sentido y continuidad. Toda huída –sobre todo si es obligada- significa un desgaje traumático, también para los que se quedan, como nos diría Encarna García, de La Hinojosa: "La emigración fue muy dura para los que nos quedamos. Se iban sin despedirse, como si les avergonzara dejar sus casas. Nosotros nos dábamos cuenta al otro día y decíamos ¡ya se han marchado otros! Los que éramos entonces jóvenes nos quedábamos sin gente de nuestra edad. Al principio volvían poco, pero cuando lo hacían era para llevarse a más gente, y siempre volvían con una moto o buenas ropas que daban envidia a los que vivían aquí y que acababan marchándose. Otros, ni tan siquiera se acordaban de lo que habían dejado en su pueblo y tardaron en volver, quizá hasta que les fue bien".

ArmejúnSe ha escrito bastante sobre la despoblación de Soria. Desde este medio, hace unos meses, introdujimos un nuevo elemento causante en parte, ayudador diríamos, del éxodo; me refiero a la presión social. Con este trabajo, además de repasar las causas directas recogidas hace diez años y renovadas a lo largo de ellos, quisiéramos introducir al final el papel que jugó la industria a lo largo de los años de la emigración.

Para todo el mundo rural hubo unas causas generales que dirigieron a ese mundo a una crisis. La primera que los sociólogos esgrimen es la revolución agraria. Para Soria esta no fue relevante toda vez que por entonces lo que existía era minifundismo y la llegada de las máquinas se produjo cuando ya había emigrado la mayoría. Esta causa puede aplicarse sólo a una zona soriana, la denominada "Campo de Gómara". Fernando Moliní Fernández, en su estudio sobre la despoblación del mundo rural, donde hace alguna referencia a Soria, dice, concretamente para el Campo de Gómara, que "la potencia y modelo de los tractores empleados no han sido por lo general determinados según las necesidades del agricultor y la tierra que se va a labrar, sino en función de consideraciones sociales, algunas tan absurdas como poseer uno mejor que el vecino". Pero, si bien no tuvo tanta importancia esta causa como otras, hay que tener en cuenta que, por pequeña que fuera la explotación agraria, al mecanizarla, no solamente se producía un excedente de mano de obra directamente relacionada con el campo, también los oficios dependientes del mundo rural se resentían seriamente llegando algunos a desaparecer en pocos años.
Siguen como causas generales la irregularidad de la producción e inseguridad de la perspectiva económica que el campo presenta. Explosión demográfica. Defecto de estructura agraria: minifundismo, esta resultó definitiva en nuestra provincia; en 1960, según datos del Servicio de Concentración Parcelaria, sólo se habían concentrado 4.500 hectáreas; en 1965, en pleno éxodo, alrededor de quince mil; todavía la concentración no ha finalizado. Falta de servicios comunitarios. Falta de lugares de diversión y de centros de capacitación cultural y profesional. Falta de industria mínima básica.
Junto a las generales se dieron en el pequeño universo provincial unas causas más cercanas, más propias. Son, en realidad, derivadas de las mayores, pero, al ser nombradas y explicadas por los que las sufrieron, adquieren la categoría de causa en sí, tanto más importantes y, desde luego, con más interés para la provincia, que las generales. Digamos que son las que definen el éxodo soriano.

La falta de agua corriente en las casas es una causa recurrente. La imagen de las mozas aguerridas portando un cántaro en la cabeza sobre un rodete, otro en la cadera y un tercero colgando de la mano, resulta muy vistosa en retratos antiguos, pero a la larga ha producido artrosis de cervicales en un elevado porcentaje de mujeres, amén de lo que representaba este trabajo de mulo de carga. Otro tanto puede decirse de las coladas a la orilla del río o en los nacimientos de los manantiales, sobre todo en pleno invierno. El visionado en los teleclubs de películas, reportajes o anuncios donde la mujer sólo tenía que girar un grifo para que el agua saliera por él, y no digamos lo de apretar un botón para lavar la ropa, debía resultar la gloria prometida. Porqué un servicio tan elemental como el del agua a domicilio tardó tanto en llegar a Soria no resulta de fácil explicación. En el caso de Monteagudo de las Vicarías hay que tener en cuenta que la población rondaba los 700 habitantes antes del éxodo, pero el agua no llegó a las casas, como sucedería en otros tantos pueblos, hasta la década de los setenta, cuando la gente ya se había marchado.

Relacionado con la falta de servicios mínimos, recogimos el testimonio de un vecino de Espeja de San Marcelino, el cual se expresaba en estos términos: "desde 1951 a 1958, en Espeja no había más luz eléctrica que la que llegaba de un molino de Quintana Raya, en la provincia de Burgos. Las casas que estaban próximas al transformador conseguían algo de luz, el resto a base de carburo, petróleo y velas. De 1958 a 1964 se empezaron a hacer los caminos vecinales. Hasta esa fecha para ir a Soria había que andar diez kilómetros por la sierra del Costalazo, hasta Hontoria del Pinar y allí coger el tren de la línea Burgos-Calatayud, que nos dejaba en Soria. Más tarde tomábamos un coche en Alcoba de la Torre hasta San Leonardo, y ahí cogíamos el coche de la Exquisita, hasta Soria".

La segunda causa esgrimida entonces y mantenida por los que todavía habitan esta provincia resultó ser la falta de mujeres. Ellas serían las primeras en marcharse, ya solas, ya en familia, al no hallarse tan ligadas como el hombre a las tareas del campo. Muchas irían a las grandes capitales "a servir", pero otras, algunos años más tarde y cuando habían podido conseguir un título de Magisterio, se irían a escuelas de cualquier parte de España. En Suellacabras, por ejemplo, fueron muy explícitos al decir que primero se fueron las mujeres a servir y después los hombres, cuando ya en el pueblo apenas quedaban mujeres.

Escuelas de Quintanas de GormazEl cierre de escuelas es otra de las causas importantes relacionadas con la emigración. En la actualidad se mantienen las escuelas rurales con cuatro niños, pero durante los años sesenta y setenta el cierre de ellas formó parte de la trama urdida para conseguir que la provincia se deshabitara. No puede explicarse si no, porqué en zonas como el sur provincial, localidades con niños suficientes como para mantener la escuela in situ, éstos debían desplazarse a Santa María de Huerta, concretamente al colegio regentado por las religiosas de la Sociedad del Sagrado Corazón. El palacio de la marquesa de Huerta fue donado a la orden para que fuera dedicado "a la educación cristiana", con la cláusula específica de que sería vendido el edificio y enviado el dinero a misiones si se cambiaba el fín del legado. Es comprensible que hicieran todo lo posible para conseguir 250 alumnos en 1962 y convertirse más tarde –1972- en escuela-hogar y colegio subvencionado, atrayendo a todos los niños de la zona y propiciando el cierre de muchas escuelas.

Siguiendo con el cierre de las escuelas, en El Collado, una señora que se hallaba pasando parte del verano en la casa familiar nos dijo que se había marchado en 1972, "cuando se cerró la escuela; porque no quedó ninguna chica con quien hablar". Petra Gómez, de Villar del Ala, explicaba así el auténtico drama social que supuso el cierre de las escuelas: "Esto no rendía para comer. No han dado muchas facilidades desde la Administración. Ahora dicen que nos dan, pero en realidad nos engañan como a niños, sobre todo con las ayudas a zonas de Alta Montaña. Es como el que tiene una moneda de cinco duros y se la cambian por tres de a duro. Aquí en Villar del Ala, desde que nos quitaron las escuelas se ha perdido hasta la alegría. Los niños son la alegría de los pueblos. Cuando nos cerraron la escuela todavía quedaban nueve niños que llevamos a Rollamienta. Hace 18 años (en 1990) una tarde los chicos no llegaban, había caído una nevada y los padres estábamos angustiados. Salimos a buscarlos y venían con chupones de hielo que les caían desde la cabeza".

Resulta delicado tratar el exceso de carreras universitarias como un agravante provincial en el tema de la despoblación. Tal vez sería más adecuado darle el enfoque de que se han dado a los hijos carreras universitarias que luego no iban a poder aplicar a una provincia agrícola y ganadera con un sector de servicios, entonces, todavía exiguo. Hace diez años tuvimos algún problema al decir esto, tal vez porque no se entendió. Andrés Marín, entonces alcalde de Almenar, lo explicó en estos términos: "La ambición cultural lleva a las gentes de esta provincia a educar a sus hijos para que abandonen sus tierras, en lugar de hacerlo para que recuperen el patrimonio de sus pueblos. Si tiene que ser así, adiós a la provincia de Soria. Soriano a soriano nos estamos cargando la provincia". Se trata de una verdad tan evidente como que la abundancia de maestros en Retortillo ayudó, y mucho, a que perdiera el ochenta por ciento de la población en veinte años.

RENFE, para muchos observadores, puso su montón de arena en el tema de la despoblación y lo hizo desde dos frentes; el primero de ellos gracias a la, por entonces, buena infraestructura, o sea, buenos caminos de hierro por los que desfilar hacia las grandes ciudades, sobre todo a Barcelona. Resulta curioso que una vez cumplida la misión de vaciar la provincia se desmantelara esa infraestructura. Y ahí entra en juego el segundo frente que se esgrimió desde RENFE: en Arcos de Jalón se lleva resintiendo más de treinta años del cierre de los talleres de la compañía ferroviaria en 1968. Este hecho se llevó a la provincia de Madrid, concretamente a Villaverde Bajo, a 500 familias. Toda la pequeña industria desapareció con los talleres y por la misma fecha, para acabar de agravar la situación, dejaron de funcionar las minas de hierro de Sagides y Velilla. En Adradas, al cierre de RENFE se unió el fuera de servicio de las canteras de piedra. En Arancón el fuera de servicio de "la carretera de hierro" supuso la marcha de las cuatro familias que dependían de la estación y el cierre de las escuelas.
En el lamento de Encarna García, recogido líneas arriba, se halla otra de las causas de la despoblación soriana. Los que se marchaban volvían, generalmente para las fiestas patronales, con buenas ropas –adquiridas sin duda para la ocasión- y el coche más o menos utilitario, apoyando lo que las televisiones de los teleclubs mostraba a los que se habían quedado. A todos los iba bien en las grandes capitales, aquello era el paraíso prometido, un pobre paraíso compuesto de duro trabajo en fábricas y vivienda de sesenta metros cuadros en alguna ciudad satélite del cinturón industrial. Decididamente, a partir de los años cincuenta-sesenta, el pueblo se quedaba pequeño.

En 1970 desapareció la actividad relacionada con la extracción de resina por la importación de este producto en forma sintética desde China, Japón y Rusia y los bajos salarios pagados en Portugal lo que propició la importación desde allí. Para la zona de Pinares Medios (Matamala, Tardelcuende, Matute de Almazán, Santa María del Prado) esto supuso un duro golpe y la desaparición de la fábrica de La Concepción, en Matamala. En otra zona alejada de esta, Espeja y Orillares, se dedicaban a la extracción de resina quince familias, las cuales se vieron obligadas a buscarse la vida lejos de sus pueblos.
Otros lugares sufrieron su particular causa en un suma y sigue con otras más o menos relevantes. Para la zona de Medinaceli y alrededores, tuvo especial importancia las relaciones personales de un señor, nos dijeron que era natural de Anguita, y que tenía "mucha mano" en Telefónica, a cuyos talleres y oficinas fueron a parar los jóvenes "colocados" por él. Para Borobia el cierre de la fábrica de zapatos y el declive de la minería, hizo que los jóvenes y los no tanto tomaran el rumbo a Aragón, Zaragoza más concretamente. Para Cihuela y Serón de Nágima, el cierre de las azucareras de Terrel y Calatayud, en 1960, donde iban a parar el producto de las mil hectáreas de tierra dedicada a la remolacha, obró "el milagro" de la pérdida vecinal.

En El Valle el comienzo del éxodo fue el cierre de la fábrica de lanas de Primitivo Renta, en 1929, que daba trabajo a 82 personas. El declive de la trashumancia y ya, en épocas más recientes, las imposiciones de la Comunidad Europea para los productos lácteos, hicieron el resto. La gente de esta zona, acostumbrada a emigrar ya en el siglo pasado a Sudamérica, después a Andalucía (temporalmente como cagarraches) el seguir emigrando supuso la continuación de una forma de vida. En Abejar el primero que se marchó "tiró" del resto y todos fueron a parar a Montornés del Vallés donde, a decir del alcalde, hay una segunda Abejar.

Molino abandonado en VillarijoHay una zona soriana especial, sobre la que unos y otros hemos escrito largo y tendido por lo sangrante que resultó su despoblación y la estela de abandono que dejó. Se trata de lo que se conoce como "La Sierra", a secas. Allí, ya lo sabemos, se trataba de adquirir las tierras para repoblación forestal por parte de Patrimonio. Puesto que es tan bien conocida esa despoblación, nos limitaremos a reseñar comentarios directos y esclarecedores. En Ausejo, lugar de la Antesierra, se dolían de las facilidades que el gobierno dio para que la gente se marchara. Muchos de los que se quedaron hablaban, y lo siguen haciendo, de verdaderas amenazas para conseguir las tierras y repoblar. Una repoblación que, a decir del alcalde de Villar del Río en aquel entonces (1990) "fue el mayor desastre de toda la provincia. Los pinos se están secando y no van a crecer en la vida. La tierra hubiera servido para pastos que mantuvieran bien el doble de ganado. La puntilla fue la repoblación porque no sólo echó a la gente entonces, es que además ahora no se puede vivir. En todo el término de Villar del Río (once núcleos) no queda un solo niño". Hay quién ve la mano negra de la Administración en las fusiones en un solo ayuntamiento como primer paso para la deshabitación. Luego vendría la compra para la repoblación.
Los vecinos de Sarnago, entre ellos uno que había sido cartero y sabía mucho de las idas y venidas de documentos certificados, dijeron que "buena parte de lo que sucedió en Sarnago la tuvo el gobernador Pacheco. Aquí muchos nos sentimos amenazados por las cartas que regularmente llegaban dándonos tres alternativas: venta, expropiación forzosa o consorcio". "La técnica empleada por las altas instancias fue amargarnos la vida. Nos cerraron las escuelas, nos anexionaron a San Pedro en contra de nuestra voluntad, arreglaron el camino cuando se fue el último vecino. Antes, para ir a San Pedro, si había llovido mucho, había que hacerlo a punta de pico y pala". Cerraron todas las escuelas y no arreglaron ningún camino, este era el comentario más repetido en toda la comarca de La Sierra. Pero, incluso después de conseguir las tierras y repoblar, como nos dijeron en Villar de Maya, siguieron sin arreglar los caminos, tal y como habían prometido, para que los vecinos, que no habían vendido las casas, se olvidaran definitivamente de sus pueblos.

Otra zona de Sierra, en este caso la del Madero, fue depauperada a causa de la repoblación forestal, lo que hizo imposible que el elevado número de ganado caprino de la zona (unas 4.000), pudiera pastar. Castellanos, Lubia, Suellacabras, perdieron su población. Como nos dirían en Oncala "con el dinero de la venta de las ovejas compraron pisos en grandes ciudades y los chicos llevaban el sobre cada semana a casa. Por lo menos tenían ciertas seguridades". O en El Collado "es muy triste la soledad y aunque tengamos televisión pasamos casi todo el año solos". Aunque, soportando la presión de las altas instancias, algunos no vendieron sus tierras y no pasó nada, tal vez porque Patrimonio ya había conseguido suficientes. Por ejemplo a Santa Cecilia acuden cada año a cosechar.

En la Sierra fue la adquisición de tierras por parte de Patrimonio para repoblación. Aunque es bien cierto que esa comarca natural soriana no hubiera podido soportar una densidad de población como el Campo de Gómara o Tierra de Almazán. Tal vez por ello, algunos destacados oriundos serranos "echaron una mano", no tanto para colaborar con la despoblación como para ayudar a jóvenes que buscaban un futuro mejor. En Oncala fue Evaristo Redondo, con 13 sobrinos, el que abrió la senda de la migración colocándolos a casi todos en su tienda del Collado. Estos se quedaron en Soria, por lo menos. No sucedió lo mismo con los jóvenes de Matasejún, los cuales fueron ayudados por un maestro. Los primeros fueron enviados a Sanlúcar de Barrameda, a un establecimiento de coloniales cuyo dueño era amigo del maestro, y a partir de ahí cada cual buscó la vida para familiares y amigos por la misma comarca. "El comercio de Cádiz y San Fernando está en manos de sorianos de Matasejún", nos dijeron.

Los que se marcharon trabajaron, sobre todo, en fábricas, en la construcción, dependientes de comercio, taxistas, conductores de camiones, Altos Hornos de Bilbao y Telefónica. Las mujeres, además de en fábricas, en el servicio doméstico. Otra emigración distinta y más diseminada sería la provocada por carreras.

Comportamiento de la industria en los años de la emigración

ArmejúnMientras la explosión demográfica era imparable, la escasa industria no se renovaba y las inversiones eran risibles, ajenas al desangrado de la provincia. El economista Emilio Ruiz Ruiz, en un trabajo publicado en CELTIBERIA del año 1966, referencia la aparición en el año 1962 del Informe del Banco Mundial y la puesta en vigor del I Plan Cuatrienal Español 1964-67. En él se dice que "cada región o zona debe especializarse en aquello que posea respecto a otras posibilidades una mayor ventaja comparativa. A la zona de Soria se le indica que debe ser ante todo agrícola y ganadera. Aunque no se descartan lejanas posibilidades de indrustrialización de momento su renta tendrá que ser la que genere el sector primario". Y, en efecto, en este Plan Cuatrienal Soria queda descartada, aunque queda abierta la posibilidad, pero, como sigue escribiendo el profesor Ruiz "es tal la altura y exigencias del legislador en esta materia que prácticamente es imposible realizar semejante intento". Y se llevó a rajatabla.

En 1953 no se autorizó industria alguna nueva con capital superior al millón de pesetas, o que por su novedad técnica mereciera ser destacada. Una empresa de lejías –35.000 pesetas de inversión- y otra de galvanoplastia –15.000 pesetas- son las más reseñables. El Ministerio de Industria, en su análisis final de este año tacha de triste el panorama industrial soriano: "Grandes posibilidades, como la destilación de madera. En Fuentetoba existen unos yacimientos asfálticos que podrían dar origen a una importante industria química". Destaca la ampliación de producción de fécula de patata de una fábrica de Osma, hasta las 250 Tm/año y la ampliación de un taller mecánico en San Esteban de Gormaz que permite fabricar maquinaria agrícola.

En 1954, apunta que la actividad, en el apartado de "piedras y tierras" podría haber sido mayor de no ser por la dificultad de transportes y escasez de cemento blanco para fabricar mosaicos. Las tejeras carecen de secaderos artificiales y el duro clima hace que permanezcan inactivas. Destaca la de Santa María de Huerta, con modernas técnicas de trabajo. En cuanto a las industrias químicas –llamadas así a las casi familiares de lejías, jabones y asperón- se encontraba la producción considerablemente mermada por la falta de álcalis y dificultades en el transporte ferroviario.

Por estos años de la década de los 50 insisten desde las memorias del Ministerio de Industria en la necesidad de aprovechar todos los subproductos leñosos y en la dificultad de los transportes por ferrocarril. "Una de las riquezas insuficientemente explotadas consiste en las mieras procedentes de pinares. Inmejorables posibilidades de implantar en la zona forestal soriana industria de productos plásticos y otro tanto en cuanto a los derivados de las resinas naturales".

En 1958 no se implanta ninguna nueva industria con capital superior a los 5 millones. Tampoco en 1960 ni 1961. La memoria de este año insiste de nuevo en que se debe industrializar los productos forestales, del campo y de la ganadería "activando primeramente sus producciones respectivas, mejorando y repoblando sus montes, pastos y posibilidades agrarias; fomentando la concentración parcelaria y regadíos, ordenación de cultivos y fertilización racional del suelo". Aconsejaban la instalación de una azucarera, cuatro deshidratadores de alfalfa, seis secaderos de maíz y almacenes reguladores para la conservación y exportación de patatas y manzanas. En lo ganadero las industrias de embutidos deberían unirse con las derivadas de huesos, colas y grasas.

En 1962 el informe termina con este párrafo: "La banca privada dispone de capitales, pero tal vez por el temperamento del pueblo soriano, probablemente algo conservador, o por la tendencia a emigrar, no es quizá demasiado emprendedor dentro de su provincia, por lo cual esta financiación debe ser respaldada por los organismos competentes". Por este año Soria y su provincia había pasado de 161.182 habitantes (en 1950) a 147.053 en 1960, o sea, había perdido el 18% de la población.

La memoria de 1963 termina así: "Otros aspectos que dificultan el desarrollo son la presión tributaria, que en estas zonas de escasa actividad es más fácil controlar, y las trabas para adquirir terrenos apropiados y baratos, que pueden ser resueltos por el Estado o los propios ayuntamientos".

En 1964 se tramitaba un expediente a través de la Dirección General de Industrias Textiles y Varias para acogerse al plan de reestructuración de la industria textil lanera. "De haber resultado aprobado –no llegó nunca a cuajar- hubiera movido 90 millones de pesetas; la industria se hubiera ubicado en Morón de Almazán y hubiera estado dedicada a factoría para fabricar tejidos de lana, habiendo solucionado el problema laboral de la zona".

En 1965, el informe del Ministerio de Industria concluye: "abundancia de mano de obra de la que se desplaza del campo, aunque no formada profesionalmente y capitales que rellenan las cartillas de cajas de ahorro y bancos".

En 1972, la inversión total en Soria y provincia, tanto para la creación de nueva industria como para ampliación, fue de 72 millones de pesetas. Este mismo año en Badajoz se invertía 232 y en Burgos 1.583 millones.

Diez años después de haber llevado a cabo el trabajo del cual se han extraído la mayoría de los datos expuestos más arriba, la situación de Soria ha empeorado. La zona rayana con Aragón lleva camino de convertirse en otro desierto como la norte, o Sierra. Esta franja limítrofe contaba en 1981 con una densidad de población de 1,7 h/km2. En Reznos y Quiñonería el agua se instaló alrededor de 1980, otro tanto puede decirse del asfaltado de las calles. En Reznos, con una población en 1950 de 271 habitantes, la población se dedicaba a la traginería de aceite y jabón; compraban el género en Calatayud y vendían por toda la zona Este de la provincia de Soria y parte de la de Zaragoza. Llegó a tener seis tiendas abiertas. Hasta hace pocos años consiguió mantener abierta la escuela, pero en la actualidad, toda esta zona, incluidos los lugares de La Alameda, Carabantes, Quiñonería y Torrubia no tienen coche de línea desde 1985.

La zona de Retortillo se ha quedado con el 10% de la población que tenía en los años 50. Losana, Madruédano, Modamio, Sauquillo de Paredes, Torrevicente, Valvenedizo y Castro fueron anexionados o fusionados en 1970. Tarancueña y Cañicera lo hicieron en 1981. Sumados los habitantes de estos municipios, en 1950, sumaban 2.098 habitantes. En el censo de 1981 población total era de 541 habitantes. En 1998 ha bajado a menos de la mitad: 258 habitantes.

Si a muchas zonas de esta tierra de Soria se le puede buscar –y encontrar- explicación o explicaciones para la sangrante emigración, hay una donde resulta, cuanto menos, raro. Se trata de Serón de Nágima y Monteagudo de las Vicarías. Situadas en un valle, a 943 y 799 metros de altitud respectivamente, regadas pos ríos y con embalse de regadío Monteagudo, podría decirse que en ambos términos municipales se daban las condiciones para haber mantenido la población. Ya en la época en que Madoz recogiera los datos sobre municipios –1845/1850-, contabilizaba Serón de Nágima 4 molinos harineros, 4 zapateros, 4 sastres, 13 tejedores y varios cardadores. En 1970 se instaló una fábrica de harinas de cilindro. En 1980 dos fábricas de losetas y ladrillos, una de Hijos de Valentín Sanz. Pero su tierra, muy productiva, ha dado remolacha, maíz, espárragos. Tuvo vid, cáñamo, lino y azafranares. Cuenta con 248 hectáreas de regadío, 42 de ellas en la dehesa administradas por el propio ayuntamiento. A pesar de todo lo anterior, no cesa de perder población.

En Monteagudo de las Vicarías, en 1786, según la Memoria de Eugenio Larruga, había telares. En 1845, según Madoz, contaban con telares, cedaceros y una feria a finales de septiembre, primeros de octubre. En 1897, Anastasio González, anota una fábrica de tejas y otra de aguardiente Ya en 1960, según datos oficiales, se registra una fábrica de harinas de Juan Llaugué, que debió cerrar por esas fechas y dejó en la calle a cinco familias. Por esas fechas salían cada año de Monteagudo tres millones de kilos de manzanas. También Monteagudo, como Serón, como toda la provincia, pierde cada año población, de forma imparable.

En el año 1996 el censo decía que en Soria vivíamos 92.848 personas. En 1998, dos años después, dice que "se han perdido 1.255". Pero ya sabemos que el censo se infla, o sea, que si nos pusiéramos en fila y nos contaran seríamos bastantes menos, como sucedió cuando a la Seguridad Social se le ocurrió contar a los beneficiarios y faltaban cuatro o cinco mil no recuerdo.

Evolución de la población en algunos lugares

Quiñonería

1990 1920 1940 1950 1960 1970 1981 1990 1996 1998
147 188 183 142 105 40 30 25 15 15

Reznos

1990 1920 1940 1950 1960 1970 1981 1990 1996 1998
458 343 299 271 185 88 60 - 55 51

Serón

1990 1920 1940 1950 1960 1970 1981 1990 1996 1998
875 924 815 773 642 453 376 370 319 284

Morón de Almazán

1990 1920 1940 1960 1981 1990 1998      
1121 1112 1094 917 502 386 287      

Monteagudo

1990 1920 1940 1950 1960 1970 1981 1990 1998  
771 888 940 797 695 553 421 398 309  

Ausejo, Fuentelfresno y Cuéllar de la Sierra

1990 1920 1940 1960 1981 1990 1996 1998    
383 306 346 266 63 59 55 53    

Oncala, El Collado, Navabellida y San Andrés de San Pedro

1990 1920 1940 1960 1981 1990 1998      
643 713 600 454 124 102 107      

 

© Isabel Goig Soler
(artículo publicado en el número 7 de CUADERNOS DE ETNOLOGÍA SORIANA)
El lado humano de la Despoblación

Más sobre el libro:

A modo de recapitulación, prólogo de Carmen Sancho
Comentario, Joaquín Alcalde
Texto de Lorenzo Soler para el libro
Macorina y Doña Brígida, dos de los relatos integrados en el libro en SENDEROS IMAGINADOS
 Y los artículos firmados en ésta sección por Isabel Goig

 

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