INDUSTRIA
Y DESPOBLACIÓN
Durante el año 1990 y para el entonces periódico Soria Semanal,
llevamos a cabo un concienzudo trabajo de campo, apoyado por datos estadísticos, para
analizar las causas que habían hecho posible la despoblación de la provincia de Soria.
Una durísima y severa migración que benefició a algunos. Por ejemplo los que se
quedaron con las tierras en renta de los que marcharon, en aquellos lugares donde las
tierras eran rentables, como es el Campo de Gómara, algunas fincas de la Tierra de
Almazán y poco más. Como nos dijeron en Ausejo, "a los que nos hemos quedado nos
han hecho polvo por todos los lados. Los que se marcharon, después de la parcelación,
nos pusieron unas rentas insoportables". Benefició también a algunos empresarios
muy pocos, casi habría que emplear el singular- que se hicieron con bastantes
tierras del sur provincial para dedicarlas a explotaciones ganaderas. Y también a vascos
y riojanos, más o menos emparentados con esta tierra, para solaz de fin de semana en
cotos de caza.
En general, según se desprendió de aquel trabajo de campo y según hemos
ido viviendo estos diez años, aquél éxodo que convirtió la provincia en un erial
humano pudo dar algún beneficio a personas o personajes concretos, pero para la mayoría
supuso un auténtico drama. El ser humano en general tiende al conservadurismo entendido
como necesidad de quedarse con y en lo que ha servido de escenario, de sustento de sus
ascentros, ese lugar donde se inició su raíz y más que eso, donde se ha mantenido
durante generaciones. Es eso lo que da seguridad, sentido y continuidad. Toda huída
sobre todo si es obligada- significa un desgaje traumático, también para los que
se quedan, como nos diría Encarna García, de La Hinojosa: "La emigración fue muy
dura para los que nos quedamos. Se iban sin despedirse, como si les avergonzara dejar sus
casas. Nosotros nos dábamos cuenta al otro día y decíamos ¡ya se han marchado otros!
Los que éramos entonces jóvenes nos quedábamos sin gente de nuestra edad. Al principio
volvían poco, pero cuando lo hacían era para llevarse a más gente, y siempre volvían
con una moto o buenas ropas que daban envidia a los que vivían aquí y que acababan
marchándose. Otros, ni tan siquiera se acordaban de lo que habían dejado en su pueblo y
tardaron en volver, quizá hasta que les fue bien".
Se ha escrito bastante sobre la despoblación de Soria. Desde este medio,
hace unos meses, introdujimos un nuevo elemento causante en parte,
ayudador diríamos, del éxodo; me refiero a la presión social. Con este trabajo, además
de repasar las causas directas recogidas hace diez años y renovadas a lo largo de ellos,
quisiéramos introducir al final el papel que jugó la industria a lo largo de los años
de la emigración.
Para todo el mundo rural hubo unas causas generales que dirigieron a ese
mundo a una crisis. La primera que los sociólogos esgrimen es la revolución agraria.
Para Soria esta no fue relevante toda vez que por entonces lo que existía era
minifundismo y la llegada de las máquinas se produjo cuando ya había emigrado la
mayoría. Esta causa puede aplicarse sólo a una zona soriana, la denominada "Campo
de Gómara". Fernando Moliní Fernández, en su estudio sobre la despoblación del
mundo rural, donde hace alguna referencia a Soria, dice, concretamente para el Campo de
Gómara, que "la potencia y modelo de los tractores empleados no han sido por lo
general determinados según las necesidades del agricultor y la tierra que se va a labrar,
sino en función de consideraciones sociales, algunas tan absurdas como poseer uno mejor
que el vecino". Pero, si bien no tuvo tanta importancia esta causa como otras, hay
que tener en cuenta que, por pequeña que fuera la explotación agraria, al mecanizarla,
no solamente se producía un excedente de mano de obra directamente relacionada con el
campo, también los oficios dependientes del mundo rural se resentían seriamente llegando
algunos a desaparecer en pocos años.
Siguen como causas generales la irregularidad de la producción e inseguridad de la
perspectiva económica que el campo presenta. Explosión demográfica. Defecto de
estructura agraria: minifundismo, esta resultó definitiva en nuestra provincia; en 1960,
según datos del Servicio de Concentración Parcelaria, sólo se habían concentrado 4.500
hectáreas; en 1965, en pleno éxodo, alrededor de quince mil; todavía la concentración
no ha finalizado. Falta de servicios comunitarios. Falta de lugares de diversión y de
centros de capacitación cultural y profesional. Falta de industria mínima básica.
Junto a las generales se dieron en el pequeño universo provincial unas causas más
cercanas, más propias. Son, en realidad, derivadas de las mayores, pero, al ser nombradas
y explicadas por los que las sufrieron, adquieren la categoría de causa en sí, tanto
más importantes y, desde luego, con más interés para la provincia, que las generales.
Digamos que son las que definen el éxodo soriano.
La falta de agua corriente en las casas es una causa recurrente. La imagen
de las mozas aguerridas portando un cántaro en la cabeza sobre un rodete, otro en la
cadera y un tercero colgando de la mano, resulta muy vistosa en retratos antiguos, pero a
la larga ha producido artrosis de cervicales en un elevado porcentaje de mujeres, amén de
lo que representaba este trabajo de mulo de carga. Otro tanto puede decirse de las coladas
a la orilla del río o en los nacimientos de los manantiales, sobre todo en pleno
invierno. El visionado en los teleclubs de películas, reportajes o anuncios donde la
mujer sólo tenía que girar un grifo para que el agua saliera por él, y no digamos lo de
apretar un botón para lavar la ropa, debía resultar la gloria prometida. Porqué un
servicio tan elemental como el del agua a domicilio tardó tanto en llegar a Soria no
resulta de fácil explicación. En el caso de Monteagudo de las Vicarías hay que tener en
cuenta que la población rondaba los 700 habitantes antes del éxodo, pero el agua no
llegó a las casas, como sucedería en otros tantos pueblos, hasta la década de los
setenta, cuando la gente ya se había marchado.
Relacionado con la falta de servicios mínimos, recogimos el testimonio de
un vecino de Espeja de San Marcelino, el cual se expresaba en estos términos: "desde
1951 a 1958, en Espeja no había más luz eléctrica que la que llegaba de un molino de
Quintana Raya, en la provincia de Burgos. Las casas que estaban próximas al transformador
conseguían algo de luz, el resto a base de carburo, petróleo y velas. De 1958 a 1964 se
empezaron a hacer los caminos vecinales. Hasta esa fecha para ir a Soria había que andar
diez kilómetros por la sierra del Costalazo, hasta Hontoria del Pinar y allí coger el
tren de la línea Burgos-Calatayud, que nos dejaba en Soria. Más tarde tomábamos un
coche en Alcoba de la Torre hasta San Leonardo, y ahí cogíamos el coche de la Exquisita,
hasta Soria".
La segunda causa esgrimida entonces y mantenida por los que todavía
habitan esta provincia resultó ser la falta de mujeres. Ellas serían las primeras en
marcharse, ya solas, ya en familia, al no hallarse tan ligadas como el hombre a las tareas
del campo. Muchas irían a las grandes capitales "a servir", pero otras, algunos
años más tarde y cuando habían podido conseguir un título de Magisterio, se irían a
escuelas de cualquier parte de España. En Suellacabras, por ejemplo, fueron muy
explícitos al decir que primero se fueron las mujeres a servir y después los hombres,
cuando ya en el pueblo apenas quedaban mujeres.
El cierre de escuelas
es otra de las causas importantes relacionadas con la emigración. En la actualidad se
mantienen las escuelas rurales con cuatro niños, pero durante los años sesenta y setenta
el cierre de ellas formó parte de la trama urdida para conseguir que la provincia se
deshabitara. No puede explicarse si no, porqué en zonas como el sur provincial,
localidades con niños suficientes como para mantener la escuela in situ, éstos debían
desplazarse a Santa María de Huerta, concretamente al colegio regentado por las
religiosas de la Sociedad del Sagrado Corazón. El palacio de la marquesa de Huerta fue
donado a la orden para que fuera dedicado "a la educación cristiana", con la
cláusula específica de que sería vendido el edificio y enviado el dinero a misiones si
se cambiaba el fín del legado. Es comprensible que hicieran todo lo posible para
conseguir 250 alumnos en 1962 y convertirse más tarde 1972- en escuela-hogar y
colegio subvencionado, atrayendo a todos los niños de la zona y propiciando el cierre de
muchas escuelas.
Siguiendo con el cierre de las escuelas, en El Collado, una señora que se
hallaba pasando parte del verano en la casa familiar nos dijo que se había marchado en
1972, "cuando se cerró la escuela; porque no quedó ninguna chica con quien
hablar". Petra Gómez, de Villar del Ala, explicaba así el auténtico drama social
que supuso el cierre de las escuelas: "Esto no rendía para comer. No han dado muchas
facilidades desde la Administración. Ahora dicen que nos dan, pero en realidad nos
engañan como a niños, sobre todo con las ayudas a zonas de Alta Montaña. Es como el que
tiene una moneda de cinco duros y se la cambian por tres de a duro. Aquí en Villar del
Ala, desde que nos quitaron las escuelas se ha perdido hasta la alegría. Los niños son
la alegría de los pueblos. Cuando nos cerraron la escuela todavía quedaban nueve niños
que llevamos a Rollamienta. Hace 18 años (en 1990) una tarde los chicos no llegaban,
había caído una nevada y los padres estábamos angustiados. Salimos a buscarlos y
venían con chupones de hielo que les caían desde la cabeza".
Resulta delicado tratar el exceso de carreras universitarias como un
agravante provincial en el tema de la despoblación. Tal vez sería más adecuado darle el
enfoque de que se han dado a los hijos carreras universitarias que luego no iban a poder
aplicar a una provincia agrícola y ganadera con un sector de servicios, entonces,
todavía exiguo. Hace diez años tuvimos algún problema al decir esto, tal vez porque no
se entendió. Andrés Marín, entonces alcalde de Almenar, lo explicó en estos términos:
"La ambición cultural lleva a las gentes de esta provincia a educar a sus hijos para
que abandonen sus tierras, en lugar de hacerlo para que recuperen el patrimonio de sus
pueblos. Si tiene que ser así, adiós a la provincia de Soria. Soriano a soriano nos
estamos cargando la provincia". Se trata de una verdad tan evidente como que la
abundancia de maestros en Retortillo ayudó, y mucho, a que perdiera el ochenta por ciento
de la población en veinte años.
RENFE, para muchos observadores, puso su montón de arena en el tema de la
despoblación y lo hizo desde dos frentes; el primero de ellos gracias a la, por entonces,
buena infraestructura, o sea, buenos caminos de hierro por los que desfilar hacia las
grandes ciudades, sobre todo a Barcelona. Resulta curioso que una vez cumplida la misión
de vaciar la provincia se desmantelara esa infraestructura. Y ahí entra en juego el
segundo frente que se esgrimió desde RENFE: en Arcos de Jalón se lleva resintiendo más
de treinta años del cierre de los talleres de la compañía ferroviaria en 1968. Este
hecho se llevó a la provincia de Madrid, concretamente a Villaverde Bajo, a 500 familias.
Toda la pequeña industria desapareció con los talleres y por la misma fecha, para acabar
de agravar la situación, dejaron de funcionar las minas de hierro de Sagides y Velilla.
En Adradas, al cierre de RENFE se unió el fuera de servicio de las canteras de piedra. En
Arancón el fuera de servicio de "la carretera de hierro" supuso la marcha de
las cuatro familias que dependían de la estación y el cierre de las escuelas.
En el lamento de Encarna García, recogido líneas arriba, se halla otra de las causas de
la despoblación soriana. Los que se marchaban volvían, generalmente para las fiestas
patronales, con buenas ropas adquiridas sin duda para la ocasión- y el coche más o
menos utilitario, apoyando lo que las televisiones de los teleclubs mostraba a los que se
habían quedado. A todos los iba bien en las grandes capitales, aquello era el paraíso
prometido, un pobre paraíso compuesto de duro trabajo en fábricas y vivienda de sesenta
metros cuadros en alguna ciudad satélite del cinturón industrial. Decididamente, a
partir de los años cincuenta-sesenta, el pueblo se quedaba pequeño.
En 1970 desapareció la actividad relacionada con la extracción de resina
por la importación de este producto en forma sintética desde China, Japón y Rusia y los
bajos salarios pagados en Portugal lo que propició la importación desde allí. Para la
zona de Pinares Medios (Matamala, Tardelcuende, Matute de Almazán, Santa María del
Prado) esto supuso un duro golpe y la desaparición de la fábrica de La Concepción, en
Matamala. En otra zona alejada de esta, Espeja y Orillares, se dedicaban a la extracción
de resina quince familias, las cuales se vieron obligadas a buscarse la vida lejos de sus
pueblos.
Otros lugares sufrieron su particular causa en un suma y sigue con otras más o menos
relevantes. Para la zona de Medinaceli y alrededores, tuvo especial importancia las
relaciones personales de un señor, nos dijeron que era natural de Anguita, y que tenía
"mucha mano" en Telefónica, a cuyos talleres y oficinas fueron a parar los
jóvenes "colocados" por él. Para Borobia el cierre de la fábrica de zapatos y
el declive de la minería, hizo que los jóvenes y los no tanto tomaran el rumbo a
Aragón, Zaragoza más concretamente. Para Cihuela y Serón de Nágima, el cierre de las
azucareras de Terrel y Calatayud, en 1960, donde iban a parar el producto de las mil
hectáreas de tierra dedicada a la remolacha, obró "el milagro" de la pérdida
vecinal.
En El Valle el comienzo del éxodo fue el cierre de la fábrica de lanas
de Primitivo Renta, en 1929, que daba trabajo a 82 personas. El declive de la trashumancia
y ya, en épocas más recientes, las imposiciones de la Comunidad Europea para los
productos lácteos, hicieron el resto. La gente de esta zona, acostumbrada a emigrar ya en
el siglo pasado a Sudamérica, después a Andalucía (temporalmente como cagarraches) el
seguir emigrando supuso la continuación de una forma de vida. En Abejar el primero que se
marchó "tiró" del resto y todos fueron a parar a Montornés del Vallés donde,
a decir del alcalde, hay una segunda Abejar.
Hay una zona soriana
especial, sobre la que unos y otros hemos escrito largo y tendido por lo sangrante que
resultó su despoblación y la estela de abandono que dejó. Se trata de lo que se conoce
como "La Sierra", a secas. Allí, ya lo sabemos, se trataba de adquirir las
tierras para repoblación forestal por parte de Patrimonio. Puesto que es tan bien
conocida esa despoblación, nos limitaremos a reseñar comentarios directos y
esclarecedores. En Ausejo, lugar de la Antesierra, se dolían de las facilidades que el
gobierno dio para que la gente se marchara. Muchos de los que se quedaron hablaban, y lo
siguen haciendo, de verdaderas amenazas para conseguir las tierras y repoblar. Una
repoblación que, a decir del alcalde de Villar del Río en aquel entonces (1990)
"fue el mayor desastre de toda la provincia. Los pinos se están secando y no van a
crecer en la vida. La tierra hubiera servido para pastos que mantuvieran bien el doble de
ganado. La puntilla fue la repoblación porque no sólo echó a la gente entonces, es que
además ahora no se puede vivir. En todo el término de Villar del Río (once núcleos) no
queda un solo niño". Hay quién ve la mano negra de la Administración en las
fusiones en un solo ayuntamiento como primer paso para la deshabitación. Luego vendría
la compra para la repoblación.
Los vecinos de Sarnago, entre ellos uno que había sido cartero y sabía mucho de las idas
y venidas de documentos certificados, dijeron que "buena parte de lo que sucedió en
Sarnago la tuvo el gobernador Pacheco. Aquí muchos nos sentimos amenazados por las cartas
que regularmente llegaban dándonos tres alternativas: venta, expropiación forzosa o
consorcio". "La técnica empleada por las altas instancias fue amargarnos la
vida. Nos cerraron las escuelas, nos anexionaron a San Pedro en contra de nuestra
voluntad, arreglaron el camino cuando se fue el último vecino. Antes, para ir a San
Pedro, si había llovido mucho, había que hacerlo a punta de pico y pala". Cerraron
todas las escuelas y no arreglaron ningún camino, este era el comentario más repetido en
toda la comarca de La Sierra. Pero, incluso después de conseguir las tierras y repoblar,
como nos dijeron en Villar de Maya, siguieron sin arreglar los caminos, tal y como habían
prometido, para que los vecinos, que no habían vendido las casas, se olvidaran
definitivamente de sus pueblos.
Otra zona de Sierra, en este caso la del Madero, fue depauperada a causa
de la repoblación forestal, lo que hizo imposible que el elevado número de ganado
caprino de la zona (unas 4.000), pudiera pastar. Castellanos, Lubia, Suellacabras,
perdieron su población. Como nos dirían en Oncala "con el dinero de la venta de las
ovejas compraron pisos en grandes ciudades y los chicos llevaban el sobre cada semana a
casa. Por lo menos tenían ciertas seguridades". O en El Collado "es muy triste
la soledad y aunque tengamos televisión pasamos casi todo el año solos". Aunque,
soportando la presión de las altas instancias, algunos no vendieron sus tierras y no
pasó nada, tal vez porque Patrimonio ya había conseguido suficientes. Por ejemplo a
Santa Cecilia acuden cada año a cosechar.
En la Sierra fue la adquisición de tierras por parte de Patrimonio para
repoblación. Aunque es bien cierto que esa comarca natural soriana no hubiera podido
soportar una densidad de población como el Campo de Gómara o Tierra de Almazán. Tal vez
por ello, algunos destacados oriundos serranos "echaron una mano", no tanto para
colaborar con la despoblación como para ayudar a jóvenes que buscaban un futuro mejor.
En Oncala fue Evaristo Redondo, con 13 sobrinos, el que abrió la senda de la migración
colocándolos a casi todos en su tienda del Collado. Estos se quedaron en Soria, por lo
menos. No sucedió lo mismo con los jóvenes de Matasejún, los cuales fueron ayudados por
un maestro. Los primeros fueron enviados a Sanlúcar de Barrameda, a un establecimiento de
coloniales cuyo dueño era amigo del maestro, y a partir de ahí cada cual buscó la vida
para familiares y amigos por la misma comarca. "El comercio de Cádiz y San Fernando
está en manos de sorianos de Matasejún", nos dijeron.
Los que se marcharon trabajaron, sobre todo, en fábricas, en la
construcción, dependientes de comercio, taxistas, conductores de camiones, Altos Hornos
de Bilbao y Telefónica. Las mujeres, además de en fábricas, en el servicio doméstico.
Otra emigración distinta y más diseminada sería la provocada por carreras.
Comportamiento de la industria en los años de la emigración
Mientras la explosión demográfica era imparable, la escasa
industria no se renovaba y las inversiones eran risibles, ajenas al desangrado de la
provincia. El economista Emilio Ruiz Ruiz, en un trabajo publicado en CELTIBERIA del año
1966, referencia la aparición en el año 1962 del Informe del Banco Mundial y la puesta
en vigor del I Plan Cuatrienal Español 1964-67. En él se dice que "cada región o
zona debe especializarse en aquello que posea respecto a otras posibilidades una mayor
ventaja comparativa. A la zona de Soria se le indica que debe ser ante todo agrícola y
ganadera. Aunque no se descartan lejanas posibilidades de indrustrialización de momento
su renta tendrá que ser la que genere el sector primario". Y, en efecto, en este
Plan Cuatrienal Soria queda descartada, aunque queda abierta la posibilidad, pero, como
sigue escribiendo el profesor Ruiz "es tal la altura y exigencias del legislador en
esta materia que prácticamente es imposible realizar semejante intento". Y se llevó
a rajatabla.
En 1953 no se autorizó industria alguna nueva con capital superior al
millón de pesetas, o que por su novedad técnica mereciera ser destacada. Una empresa de
lejías 35.000 pesetas de inversión- y otra de galvanoplastia 15.000 pesetas-
son las más reseñables. El Ministerio de Industria, en su análisis final de este año
tacha de triste el panorama industrial soriano: "Grandes posibilidades, como la
destilación de madera. En Fuentetoba existen unos yacimientos asfálticos que podrían
dar origen a una importante industria química". Destaca la ampliación de
producción de fécula de patata de una fábrica de Osma, hasta las 250 Tm/año y la
ampliación de un taller mecánico en San Esteban de Gormaz que permite fabricar
maquinaria agrícola.
En 1954, apunta que la actividad, en el apartado de "piedras y
tierras" podría haber sido mayor de no ser por la dificultad de transportes y
escasez de cemento blanco para fabricar mosaicos. Las tejeras carecen de secaderos
artificiales y el duro clima hace que permanezcan inactivas. Destaca la de Santa María de
Huerta, con modernas técnicas de trabajo. En cuanto a las industrias químicas
llamadas así a las casi familiares de lejías, jabones y asperón- se encontraba la
producción considerablemente mermada por la falta de álcalis y dificultades en el
transporte ferroviario.
Por estos años de la década de los 50 insisten desde las memorias del
Ministerio de Industria en la necesidad de aprovechar todos los subproductos leñosos y en
la dificultad de los transportes por ferrocarril. "Una de las riquezas
insuficientemente explotadas consiste en las mieras procedentes de pinares. Inmejorables
posibilidades de implantar en la zona forestal soriana industria de productos plásticos y
otro tanto en cuanto a los derivados de las resinas naturales".
En 1958 no se implanta ninguna nueva industria con capital superior a los
5 millones. Tampoco en 1960 ni 1961. La memoria de este año insiste de nuevo en que se
debe industrializar los productos forestales, del campo y de la ganadería "activando
primeramente sus producciones respectivas, mejorando y repoblando sus montes, pastos y
posibilidades agrarias; fomentando la concentración parcelaria y regadíos, ordenación
de cultivos y fertilización racional del suelo". Aconsejaban la instalación de una
azucarera, cuatro deshidratadores de alfalfa, seis secaderos de maíz y almacenes
reguladores para la conservación y exportación de patatas y manzanas. En lo ganadero las
industrias de embutidos deberían unirse con las derivadas de huesos, colas y grasas.
En 1962 el informe termina con este párrafo: "La banca privada
dispone de capitales, pero tal vez por el temperamento del pueblo soriano, probablemente
algo conservador, o por la tendencia a emigrar, no es quizá demasiado emprendedor dentro
de su provincia, por lo cual esta financiación debe ser respaldada por los organismos
competentes". Por este año Soria y su provincia había pasado de 161.182 habitantes
(en 1950) a 147.053 en 1960, o sea, había perdido el 18% de la población.
La memoria de 1963 termina así: "Otros aspectos que dificultan el
desarrollo son la presión tributaria, que en estas zonas de escasa actividad es más
fácil controlar, y las trabas para adquirir terrenos apropiados y baratos, que pueden ser
resueltos por el Estado o los propios ayuntamientos".
En 1964 se tramitaba un expediente a través de la Dirección General de
Industrias Textiles y Varias para acogerse al plan de reestructuración de la industria
textil lanera. "De haber resultado aprobado no llegó nunca a cuajar- hubiera
movido 90 millones de pesetas; la industria se hubiera ubicado en Morón de Almazán y
hubiera estado dedicada a factoría para fabricar tejidos de lana, habiendo solucionado el
problema laboral de la zona".
En 1965, el informe del Ministerio de Industria concluye: "abundancia
de mano de obra de la que se desplaza del campo, aunque no formada profesionalmente y
capitales que rellenan las cartillas de cajas de ahorro y bancos".
En 1972, la inversión total en Soria y provincia, tanto para la creación
de nueva industria como para ampliación, fue de 72 millones de pesetas. Este mismo año
en Badajoz se invertía 232 y en Burgos 1.583 millones.
Diez años después de haber llevado a cabo el trabajo del cual se han
extraído la mayoría de los datos expuestos más arriba, la situación de Soria ha
empeorado. La zona rayana con Aragón lleva camino de convertirse en otro desierto como la
norte, o Sierra. Esta franja limítrofe contaba en 1981 con una densidad de población de
1,7 h/km2. En Reznos y Quiñonería el agua se instaló alrededor de 1980, otro tanto
puede decirse del asfaltado de las calles. En Reznos, con una población en 1950 de 271
habitantes, la población se dedicaba a la traginería de aceite y jabón; compraban el
género en Calatayud y vendían por toda la zona Este de la provincia de Soria y parte de
la de Zaragoza. Llegó a tener seis tiendas abiertas. Hasta hace pocos años consiguió
mantener abierta la escuela, pero en la actualidad, toda esta zona, incluidos los lugares
de La Alameda, Carabantes, Quiñonería y Torrubia no tienen coche de línea desde 1985.
La zona de Retortillo se ha quedado con el
10% de la población que tenía en los años 50. Losana, Madruédano, Modamio, Sauquillo
de Paredes, Torrevicente, Valvenedizo y Castro fueron anexionados o fusionados en 1970.
Tarancueña y Cañicera lo hicieron en 1981. Sumados los habitantes de estos municipios,
en 1950, sumaban 2.098 habitantes. En el censo de 1981 población total era de 541
habitantes. En 1998 ha bajado a menos de la mitad: 258 habitantes.
Si a muchas zonas de esta tierra de Soria se le puede buscar y
encontrar- explicación o explicaciones para la sangrante emigración, hay una donde
resulta, cuanto menos, raro. Se trata de Serón de Nágima y Monteagudo de las Vicarías.
Situadas en un valle, a 943 y 799 metros de altitud respectivamente, regadas pos ríos y
con embalse de regadío Monteagudo, podría decirse que en ambos términos municipales se
daban las condiciones para haber mantenido la población. Ya en la época en que Madoz
recogiera los datos sobre municipios 1845/1850-, contabilizaba Serón de Nágima 4
molinos harineros, 4 zapateros, 4 sastres, 13 tejedores y varios cardadores. En 1970 se
instaló una fábrica de harinas de cilindro. En 1980 dos fábricas de losetas y
ladrillos, una de Hijos de Valentín Sanz. Pero su tierra, muy productiva, ha dado
remolacha, maíz, espárragos. Tuvo vid, cáñamo, lino y azafranares. Cuenta con 248
hectáreas de regadío, 42 de ellas en la dehesa administradas por el propio ayuntamiento.
A pesar de todo lo anterior, no cesa de perder población.
En Monteagudo de las Vicarías, en 1786, según la Memoria de Eugenio
Larruga, había telares. En 1845, según Madoz, contaban con telares, cedaceros y una
feria a finales de septiembre, primeros de octubre. En 1897, Anastasio González, anota
una fábrica de tejas y otra de aguardiente Ya en 1960, según datos oficiales, se
registra una fábrica de harinas de Juan Llaugué, que debió cerrar por esas fechas y
dejó en la calle a cinco familias. Por esas fechas salían cada año de Monteagudo tres
millones de kilos de manzanas. También Monteagudo, como Serón, como toda la provincia,
pierde cada año población, de forma imparable.
En el año 1996 el censo decía que en Soria vivíamos 92.848 personas. En
1998, dos años después, dice que "se han perdido 1.255". Pero ya sabemos que
el censo se infla, o sea, que si nos pusiéramos en fila y nos contaran seríamos
bastantes menos, como sucedió cuando a la Seguridad Social se le ocurrió contar a los
beneficiarios y faltaban cuatro o cinco mil no recuerdo.
Evolución
de la población en algunos lugares
Quiñonería |
1990 |
1920 |
1940 |
1950 |
1960 |
1970 |
1981 |
1990 |
1996 |
1998 |
147 |
188 |
183 |
142 |
105 |
40 |
30 |
25 |
15 |
15 |
Reznos |
1990 |
1920 |
1940 |
1950 |
1960 |
1970 |
1981 |
1990 |
1996 |
1998 |
458 |
343 |
299 |
271 |
185 |
88 |
60 |
- |
55 |
51 |
Serón |
1990 |
1920 |
1940 |
1950 |
1960 |
1970 |
1981 |
1990 |
1996 |
1998 |
875 |
924 |
815 |
773 |
642 |
453 |
376 |
370 |
319 |
284 |
Morón de
Almazán |
1990 |
1920 |
1940 |
1960 |
1981 |
1990 |
1998 |
|
|
|
1121 |
1112 |
1094 |
917 |
502 |
386 |
287 |
|
|
|
Monteagudo |
1990 |
1920 |
1940 |
1950 |
1960 |
1970 |
1981 |
1990 |
1998 |
|
771 |
888 |
940 |
797 |
695 |
553 |
421 |
398 |
309 |
|
Ausejo,
Fuentelfresno y Cuéllar de la Sierra |
1990 |
1920 |
1940 |
1960 |
1981 |
1990 |
1996 |
1998 |
|
|
383 |
306 |
346 |
266 |
63 |
59 |
55 |
53 |
|
|
Oncala,
El Collado, Navabellida y San Andrés de San Pedro |
1990 |
1920 |
1940 |
1960 |
1981 |
1990 |
1998 |
|
|
|
643 |
713 |
600 |
454 |
124 |
102 |
107 |
|
|
|
© Isabel Goig Soler
(artículo publicado en
el número 7 de CUADERNOS DE ETNOLOGÍA SORIANA)
El
lado humano de la Despoblación
Más
sobre el libro:
A
modo de recapitulación,
prólogo de Carmen Sancho
Comentario,
Joaquín Alcalde
Texto de Lorenzo Soler
para el libro
Macorina
y
Doña
Brígida, dos
de los relatos integrados en el libro en SENDEROS IMAGINADOS
Y los artículos firmados en ésta sección por Isabel Goig
|