EL
LADO HUMANO DE LA DESPOBLACIÓN
A modo de explicación
Hace
doce años visité las zonas más despobladas de Soria para recoger de viva
voz las causas particulares del vaciado de la provincia. Quedé
profundamente impresionada, tanto por la grandeza de los paisajes naturales
de esas zonas, como por las huellas de abandono de los pueblos ya sin vida.
Imaginaba esas laderas -ahora desdibujadas- escalonadas con esfuerzo y
sudor, plantadas con algún olivo, algo de forraje, pocas leguminosas, todo
ello protegido para evitar la erosión del suelo y el destrozo por parte de
ganado, tan abundante años atrás. Vi las ruinas de los molinos, hasta las
de una panadería en Valdeprado, los restos del trujal de Villarijo y sólo
los cementerios estaban, todavía por entonces, algo cuidados. Con el paso
de los años también las tumbas se hallan cubiertas de hierba, bien
nutridas por los que bajo ellas duermen para siempre; y hasta una lauda del
cementerio de Vea, yace ahora abandonada en lo que fuera recinto del
Concejo.
Otros
pueblos cuentan todavía con algo de población, serán los próximos en
deshabitarse, como los de la zona rayana con Aragón: Quiñonería, Reznos,
La Alameda... Y otros que, alrededor de la Sierra Pela, casi todos
pertenecientes al municipio de Retortillo, luchan contra la inclemencia del
tiempo y la poca bondad de la tierra. Vive todavía gente, pero no hay
niños ni jóvenes, y eso, lo saben bien los sorianos, significa que no hay
futuro.
El
censo no ha dejado de arrojar cifras cada año más desesperadas. Y yo,
nacida en una tierra abundante de almas, Andalucía, y moceada en otra donde
lo que sobra son habitantes, Cataluña, me pregunto, cada vez que acudo a la
Delegación de Estadística en busca de nuevos datos, cómo es posible que
se haya llegado a esta situación.
Hace
unos años comentaba esto con la profesora de Geografía en la UNED, Carmen
Sancho de Francisco. Entre sus muchos estudios, ella ha profundizado en la
zona Sur de la provincia (su lugar vinculado a la infancia) concretamente la
cuenca del río Jalón. Y me comentó la paradoja de un espacio que podría
haber supuesto el progreso, ya que, en cuanto a infraestructuras, resultaba
ideal para él: buena carretera que con el tiempo se convertiría en
autovía, paso del ferrocarril, la fértil huerta del río Jalón, los
talleres ferroviarios de Arcos y todo lo que conlleva, en cuanto a servicios
se refiere, esta situación. Pues sirvió, precisamente, para lo contrario:
los sorianos encontraron facilidades para marcharse, casi para escapar, y
así lo hicieron, llegando a convertirse en una comarca tristemente
depauperada.
Fueron
mis visitas a la comarca de Tierras Altas y estas conversaciones con Carmen
Sancho las que me animaron a continuar investigando en el tema, por aquello
de que, aunque yo ya mayor, influyó en mí –como en cualquier alumno- las
opiniones claras y razonadas del profesor –profesora en este caso- que
frente al alumno, trata de hacerle entender lo que se comenta de forma
reflexiva y dialogada, como acostumbra a hacer Carmen con sus alumnos.
En
este libro pretendo explicarlo y, al final, he llegado a una conclusión que
se resume echando mano del sabio refranero: "Entre todos la mataron y
ella sola se murió".
Como
en Soria se publica, fundamentalmente, para los que vienen a visitarnos,
debo advertir que cuando el visitante, o soriano afincado en otras
provincias de la península, llega a Soria capital, se percibe la siniestra
mentira de que aquí no pasa nada. Primero porque, en general, lo hacen
cuando el tiempo es bueno y la gente sale para dejarse invadir hasta por el
último rayo de sol; después porque arriban en fechas concretas –como
Semana Santa, verano o puentes- aquellos que tuvieron que emigrar o los que
acuden a la llamada de una tierra dura, alta, fría pero amable y hasta
grandiosa. Pero es que, aunque lo hiciera en pleno invierno, vería, sí, la
ciudad más o menos habitada y la provincia desolada, pero observaría una
actividad tal, que le llevaría a pensar "aquí no pasa nada". Dos
periódicos, varias revistas, muchas emisoras de radio, varias de
televisión y obreros de la construcción edificando viviendas, arreglando
calles, abriéndolas, metiendo el gas en el subsuelo...; y muchos
vehículos, además de comercio en abundancia, bancos cada dos portales del
centro y hasta del extrarradio y dos grandes superficies comerciales en el
polígono industrial. Resulta que estamos jugando a ser una ciudad europea.
Todo lo que ven es lo que hay.
La
provincia está vacía, salvo unos pocos pueblos. Menos de sesenta mil
habitantes se reparten por alrededor de doscientos municipios, los cuales, a
su vez, agrupan varias entidades locales menores. Los restantes, hasta
noventa mil, viven en la capital. Los promotores inmobiliarios venden todo
lo que construyen para los pocos que todavía quedan en los pueblos y no
tienen piso en la capital. En pocos años habitarán Soria capital, una
ciudad nueva, porque, al mejor estilo de las grandes ciudades, en el centro
sólo queda lo que se llama centro de negocios, en lo más vistoso, y
como ghetto para los inmigrantes el casco viejo. Mientras, se está
construyendo con edificios altos y muy densos zonas nuevas como la U-25
(entre las calles Almazán y Eduardo Saavedra y en la Avenida de Valladolid)
–igual que se hacía en la década de los setenta; se han tragado laderas
de montes, ahora que ya no pueden seguir machacando el centro, como lo han
hecho durante años, tirando palacios, iglesias y casonas de cierto
relumbre. En Soria, la codicia urbanística hace pensar en aquello de todo
te lo tragaste, de Neruda. El último acierto es tratar de pasar
el Duero para construir por los alrededores del Monte de las Ánimas.
El
lector podrá leer en periódicos, escuchar en las radios y ver en las
televisiones a personas de dentro y fuera de Soria hablando de desarrollo
sostenible, por ejemplo. La única voz sensata que he escuchado sobre el
tema fue la de la alcaldesa de Covaleda, entrevistada por José Luis Bravo,
en la SER en marzo del 2001. Decía que para el desarrollo sostenible hace
falta gente que se comporte de manera acorde con el medioambiente. El
entrevistador aprovechó que se hablaba del medioambiente para dejar claro
que no hay depuradoras en la cabecera del Duero y Madrid lo tiene parado a
la espera del plan Hidrológico.
Tanto
bombo y tanta gente opinando se debe a que en esta provincia tenemos 1407
asociaciones dadas de alta, si bien ya nos advirtió Jaime Gutiérrez
Alhambra cuando nos dio los datos, que muchas están inoperantes, pero no se
dan de baja. En el año 2000 se dieron de alta 208 nuevas, y del total, 252
son juveniles.
Entre
ellas cabe destacar, PROYNERSO, en el NE provincial, con sede en Ágreda;
ASOPIVA, en el NO y centro de acción en Pinares; ADEMA, para el SO, con
sede en Almazán; y TIERRAS DEL CID, para el SE, con sede en San Esteban de
Gormaz, encargadas las cuatro de administrar los fondos europeos y
configurando una nueva ordenación comarcal que parece razonable debería
servir de base para la estructuración escolar, sanitaria, etc.
Recientemente
ha surgido ¡Soria Ya!, Soria viva, se ha presentado un espacio
Celtiberia y ha dado a luz Soriactiva. Contamos con la renombrada Fundación
Duques de Soria, Fundación Caja Rural, Fundación Gaya Nuño, Soria
Saludable. Además se pretende, por parte de Deyna, apoyada por la familia
Marichalar, que Soria sea el centro mundial del desarrollo sostenible. Y
muchas más, pero deben perdonarme, porque no las recuerdo, lo escribo a
modo de ilustración para la reflexión siguiente. Y todo ello sucede en una
provincia donde, como en todas, existe una Delegación del Gobierno Central
con sus funcionarios; una Delegación del Gobierno autonómico, con los
suyos; una Diputación con 21 diputados; una provincia con 900 alcaldes y
concejales, diez arriba, diez abajo; una gobierno local con 21 ediles y su
correspondiente funcionariado. Sindicatos. Parlamentarios autonómicos.
Parlamentarios nacionales. Es decir, que así, grosso modo, para cada
noventa sorianos tenemos un representante político, precisamente votado por
esos ciudadanos. Yo, y conmigo mucha gente, todavía no entendemos por qué
estos políticos no frenan esta explosión de hongos –unos graciosos,
otros rentables y la mayoría inútiles- y reclaman para ellos el dinero y
las competencias que se reparten generosamente, para así poder hacer frente
al problema soriano, centralizándolo en aquellos que el pueblo vota. O eso,
o que disuelvan las instituciones –llámese ayuntamiento, diputación,
etc.- lo cual sería otra opción. Y otra más, por absurda que parezca, que
repartan el dinero entre todos los sorianos -tal y como se hace en la zona
de Pinares- y, seguro, que se verán más resultados de los que ahora mismo
se están viendo, pues que se sepa todas estas asociaciones no han
conseguido, todavía, solucionar el problema de la despoblación y sí, en
cambio, aparecer en todos los medios y en todas las fotos.
Cosa
distinta sería que los sorianos no quisieran que su tierra se repoblara,
algo por cierto muy digno y respetable; si es así, deben darse prisa en
decirlo alto y claro para que se enteren de una vez y dejen de jugar con
ellos, de marear la perdiz y de volver loca a la comunidad. No sé por qué
lo mejor es el desarrollo, que esa es otra. Ya lo decía Indira Ghandi, ya.
"Tenemos los ojos fijos en el mundo occidental. Hay mucho que aprender
de los errores de los demás. De errores fáciles de denunciar y en los que
no caeremos. Por ejemplo, en Occidente, ustedes provocan un montón de
falsas necesidades con el fin de producir y de vender bienes, a menudo
inútiles. Irradian en todas las direcciones, sobre todo, los sabios e
industriales, sin prejuzgar el efecto físico y moral de sus acciones. En la
mayor parte de los casos, me parece, ustedes tienen por costumbre seguir
ciegamente las modas, los impulsos".
Podría
también argumentarse que la poca población es beneficiosa para la tierra,
que no tiene que soportar el peso de generar frutos de forma más activa. Ya
advierte Moliní que esto no acostumbra a ser así: "el que la
emigración deje casi desiertos amplios territorios puede a veces ser
contraproducente, ya que en ocasiones este tipo de abandono no conduce a que
se respete el entorno, ni a la regeneración de las antiguas condiciones, ni
a lograr un sistema más estable". Pero no solamente existe el peligro
de la falta de respeto con el entorno. Es opinión generalizada entre los
propios agricultores que, en vistas del poco futuro de la tierra, la agotan
hasta sus últimas posibilidades, la "asuran", como dicen ellos.
Moliní se muestra muy duro con este punto y advierte que "se está
produciendo un empobrecimiento paulatino del suelo por diversas prácticas
de cultivo que, repetidas de manera continua a lo largo de los años,
provocan que los nutrientes extraídos por la cosecha no sean compensados
por el tipo de fertilización practicado".
Creo
que Soria y sus tierras no pueden soportar una carga como otras zonas del
agro español –léase la Tierra de Barros extremeña, las de pan llevar
castellana, los olivares andaluces, y otras- pero la gran extensión de
Soria, la variedad de calidad de las tierras de labor, algunas partes
montañosas ricas para pastos, las zonas de la Ribera del Duero, regadío de
Almazán, campillo de Buitrago, las tierras regadas o susceptibles de serlo
por el canal de Ines, Pinares y su riqueza maderera, el agua subterránea, y
el Campo de Gómara, acompañado por el sotobosque rico en hierbas
medicinales y hongos, podría racionalizarse y llegaría a ser
aceptablemente rentable. Para eso, naturalmente, sería necesario una
ocupación racional. Soria, según opiniones recabadas, podría muy bien
sostener alrededor de doscientos mil habitantes, teniendo en cuenta el
crecimiento del sector de servicios, en auge desde hace unos años.
En el
presente volumen he recopilado los trabajos ya publicados en Abanco/Cosas de
Soria, Cuadernos de Etnología y aquí en soria-goig.com. He seguido,
fundamentalmente, el trabajo de campo elaborado para Soria Semanal en 1990,
el cual, como se supondrá, sigue bien vigente, y he tratado de ampliarlo
con trabajos como el de Larruga, Moliní, Sandra Gimeno y otros, que pueden
consultarse en la bibliografía. Por otro lado, al final, he colocado una
serie de relatos inspirados en esa despoblación y en las historias humanas
de ella derivadas.
© Isabel Goig Soler
El
lado humano de la Despoblación
Más
sobre el libro:
A
modo de recapitulación,
prólogo de Carmen Sancho
Comentario,
Joaquín Alcalde
Texto de Lorenzo Soler
para el libro
Macorina
y
Doña
Brígida, dos
de los relatos integrados en el libro en SENDEROS IMAGINADOS
Y los artículos firmados en ésta sección por Isabel Goig
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