Tender hacia la sencillez
supone tender a la profundidad de la vida representada. Pero
encontrar el camino más breve entre lo que se quiere decir y lo
realmente representado en la imagen finita es una de las metas
más arduas en un proceso de creación.
Andrei
Tarkovski
Esculpir
en el tiempo
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Es posible verbalizar, formular un pensamiento, pero esta descripción
nunca le hará justicia. Una imagen se puede crear y sentir, aceptar o
rechazar, pero no se puede comprender en un sentido racional. La idea de lo
infinito no se puede expresar con palabras, ni siquiera se puede
describir.
...
- Cuando un artista crea
su imagen, está asimismo superando su pensamiento, que es una nada en
comparación con la imagen del mundo captada emocionalmente, imagen que
para él es una revelación. Pues el pensamiento es efímero, y la imagen,
absoluta. Por eso se puede hablar de un paralelismo entre la impresión
que recibe una persona espiritualmente sensible y una experiencia
exclusivamente religiosa. El arte incide sobre todo en el alma de la
persona y conforma su estructura espiritual.
El poeta es una persona con la fuerza imaginativa y la psicología de un
niño. Su impresión del mundo es inmediata, por mucho que se mueva por
las grandes ideas del universo.
Es decir, no "describe" el mundo, el mundo es suyo.
...
- En El espejo yo
no quería hablar de mí mismo, sino de los sentimientos que tengo frente
a las personas que me son próximas, de mis relaciones con ellas, de mi
perpetuo sentimiento hacia ellas, pero también de mi fracaso y del
sentimiento de culpa que por ellas siento. Los acontecimientos que el
protagonista recuerda -hasta su último detalle- en el momento de su más
grave crisis, esos acontecimientos le hacen sufrir, despiertan en él
nostalgia, inquietud.
Al leer una obra de
teatro, se puede entender su sentido. Ese sentido, en cada una de las
puestas en escena, se puede interpretar de una manera diferente. La obra
de teatro tiene, desde el principio, un perfil propio. Por el contrario,
de un guión no se desprende el perfil de la futura película. El guión
muere con la película; y aun cuando una película extraiga sus diálogos
de la literatura, el cine, en su esencia, no tiene una relación con la
literatura. Una obra de teatro se convierte en literatura, porque las
ideas son caracteres que expresan su esencia en diálogos. Y el diálogo
es algo literario. En el cine, por el contrario, el diálogo es sólo uno
de los elementos de la estructura material.
Todo aquel que en un
guión pretende hacer literatura, más tarde, en el proceso de nacimiento
de la película, por principio y de forma muy consecuente, tiene que
reelaborar su trabajo. La literatura ha de ser refundida hasta ser arte
cinematográfico. Lo que significa que deja de ser literatura una vez que
la película está hecha. Cuando ésta se ha rodado del todo, ya tan sólo
queda lista para el montaje. Y a nadie se le ocurrirá decir que eso es
literatura. Se parece más, bien a la narración de lo que ha visto un
ciego.
...
- Uno de los problemas
más serios de la representación en el cine es el de los colores. En
primer lugar, es absolutamente imprescindible reflexionar sobre la
paradoja de que el color dificulta considerablemente la reproducción fiel
de sentimientos verdaderos. El color en el cine es ante todo una exigencia
comercial, no una categoría estética. Y por eso progresivamente van
apareciendo de nuevo películas en blanco y negro.
El fijar colores de una
calidad determinada es un problema fisiológico y psicológico, y el
hombre normalmente no se fija mucho en ello. El carácter pictórico de
una toma, que a menudo es sólo consecuencia mecánica de la calidad de la
copia, recarga la representación con una convencionalidad adicional, que
hay que superar si se quiere conseguir una adecuación a la vida.
Hay que esforzarse por
neutralizar el color y evitar un efecto activo del color sobre el
espectador. Si el color como tal pasa a ser el aspecto dominante de la
toma, entonces el director y el director de fotografía están tomando
prestados de la pintura métodos eficaces para influir sobre el público.
La recepción por parte del espectador de una película corriente,
profesionalmente digna, se parece mucho a la recepción de una revista
«profusamente ilustrada». Se está planteando el interrogante de las
posibilidades expresivas de una fotografía en color.
Quizá se debería
neutralizar el efecto activo del color por medio de una combinación de
color con escenas monocromáticas, para reducir así el efecto de todo el
espectro cromático. Si la cámara, como se dice, fija sólo la vida real
en el celuloide, ¿por qué, casi siempre, le parece a uno que la
película en colores es algo falso, escasamente sincero? La explicación
me parece que se halla en el hecho de que en el caso de una reproducción
mecánicamente exacta de los colores está ausente la posición del
artista, que éste ha perdido su papel configurador y, por ello, tiene que
prescindir de la posibilidad de elegir. La gama de colores tiene su propia
lógica y el director ha perdido la batuta si la ha dejado en manos del
proceso técnico. Es prácticamente imposible obtener una selección
consciente que acentúe los elementos cromáticos del mundo real. Y por
muy extraño que nos parezca, aunque el mundo que nos rodea tiene color,
la película en blanco y negro reproduce su imagen con mayor cercanía a
la verdad psicológica, naturalista y poética, correspondiendo, por lo
tanto, mejor a la naturaleza de un arte que se basa en las
características de la visión.
En el fondo, una película en color es
el resultado de un debate que incluye la tecnología de la película en
color y el color en general.
Sobre
Solaris y Stalker
Solaris
trata de personas que se han perdido en el cosmos y que - quieran o no
- ahora tienen que aprender cosas nuevas. Este afán de saber, impuesto
aquí al hombre desde fuera, es a su modo algo tremendamente dramático,
puesto que se ve acompañado de continua intranquilidad y de carencias, de
dolor y decepción, puesto que la verdad última es inalcanzable. A ello
se añade que al hombre le ha sido dada una conciencia, que empieza a
atormentarle en cuanto su comportamiento es contrario a las leyes morales.
También la existencia de la conciencia es, en cierto modo, algo trágico.
Incluso en El espejo, que habla de los sentimientos profundos,
eternos, no de los de breve flamear, esos lazos se convierten en una
imposibilidad de comprender, en una incapacidad del protagonista, que no
entiende por qué ha de sufrir eternamente por culpa de esos sentimientos,
por ese amor y esas ataduras. En Stalker lo digo de forma abierta y
yendo hasta las últimas consecuencias: el amor humano es ese milagro
capaz de oponerse eficazmente a cualquier especulación sobre la falta de
esperanza en nuestro mundo. Lo malo es que también nos hemos olvidado de
qué es el amor.
En Stalker, el escritor reflexiona sobre el aburrimiento de la vida
en un mundo sometido a reglas, en el que incluso la casualidad es el
resultado de una ley que para nosotros era hasta entonces desconocida.
Quizá sea por eso por lo que el escritor está a gusto en la zona,
donde se encuentra con algo desconocido, capaz de sorprenderle, de
maravillarle. En realidad, lo que le maravilla es precisamente aquella
mujer sencilla, con su fidelidad y sus valores humanos. ¿Es que realmente
todo está sometido a la lógica? ¿Es que realmente todo se puede
disgregar en sus partes componentes, todo se puede calcular?
En Stalker y en Solaris si algo no me interesaba era la
ciencia-ficción. Pero, desgraciadamente, en Solaris aún hubo muchos
elementos de ciencia-ficción, que distraían de lo esencial. Todas
aquellas naves espaciales que aparecían en la novela de Stanislav Lem,
indudablemente, estaban bien elaboradas y tenían su interés, pero,
vistas las cosas desde hoy, opino que la idea fundamental de aquella
película se habría expresado con mucha más claridad si hubiéramos
prescindido de todo aquello.
La ciencia-ficción no
era en Stalker sino un punto de partida táctico, útil para
ayudarnos a destacar aún más gráficamente el conflicto moral, que era
lo esencial para nosotros. Pero en todo lo que le sucede en esa película
al protagonista no hay ciencia-ficción de ningún tipo. La película se
hizo de tal manera que el espectador podía tener la impresión de que
todo aquello podía suceder hoy mismo y de que la zona estaba muy
próxima.
A menudo se me ha
preguntado qué simboliza exactamente la zona y hay quien se ha
lanzado a las más aventuradas hipótesis y sospechas. Preguntas y
suposiciones de ese tipo siempre consiguen abocarme a la desesperación y
a la cólera. En ninguna de mis películas se simboliza algo. La zona es
sencillamente la zona. Es la vida que el hombre debe atravesar y en
la que o sucumbe o aguanta. Y que resista depende tan sólo de la
conciencia que tenga en su propio valor, de su capacidad de distinguir lo
sustancial de lo accidental.
Considero que es un
deber mío animar a la reflexión sobre lo específicamente humano y sobre
lo eterno que vive dentro de cada uno de nosotros. Pero el hombre ignora
una y otra vez lo humano y lo eterno, aunque tenga su destino en sus
propias manos. Prefiere ir a la caza de ídolos engañosos, aunque al fin
y al cabo, de todo aquello no quede más que esa partícula elemental con
la que el hombre puede realmente contar en su vida: la capacidad de amar.
Y esa partícula elemental puede ocupar en su alma una posición
existencialmente definitiva, puede dar sentido a su existencia.
Andrei
Tarkovski
Esculpir en
el tiempo, 1984 (Ediciones Rialp)
Libro recomendado de Antonio Mengs:
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