fíbula numantina de bronce

 

OCILIS (MEDINACELI)

Memoria de las excavaciones practicadas en 1924-25

José Ramón Mélida

 

La villa Vieja

Suena este nombre -Ocilis- en el Libro de las Guerras ibéricas de Apiano, el cual, refiriéndose a los sucesos del año 601 de Roma (153 antes de J.C.), dice que la sometida ciudad de Ocilis, donde los romanos tenían los víveres y el dinero, se pasó a los celtíberos, y que ante tamaña pérdida, triste remate de otras anteriores, el general romano Nobilior, desconfiado de todos, tuvo que invernar dentro de los reales, cubriéndose como pudo. Añade el historiador que al año siguiente, habiendo sucedido a Nobilior el cónsul Claudio Marcelo, consiguió éste atravesar por entre los enemigos y asentar su campo delante de Ocilis, con todo el ejército, por cuyo medio sujetó prontamente a la ciudad, a la que perdonó, después de haber recibido cierto número de rehenes y treinta talentos de plata. Se comprende cuán necesario fue para el avance dominar esta ciudad, situada cerca del nacimiento del Jalón, en una eminencia que ofrecía punto defensivo, al Oriente de Numancia, cuya rendición era el fin propuesto a la acción militar de Roma....

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Vista aérea de Medinaceli

El objeto de la exploración -excavación- era comprobar la existencia de la celtíbera Ocilis, en la llamada por sus ruinas villa Vieja, que ocupa un cerro situado al SO del que ocupa la villa actual, separados por la carretera que va a Almazán.

La altura de Medinaceli sobre el nivel del mar es de 1.202 metros; desde la vía férrea 184 metros; de ambos cerros, desde el camino que los separa, de 37 metros desde aquella villa y poco más o menos la Villa vieja. En ambos cerros, como en las montañas circundantes, que dominan del valle del Jalón, la meseta es plana; las subidas, agrias; las vertientes, erizadas de peñascos, que forman barrancos y taludes riscosos; el terreno, ingrato y pedregoso.

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Valle del Arbujuelo

Tiene su acceso la Villa vieja por dos caminos, uno por el S. y otro por el E, que ofrecen todos los caracteres de haber sido antiguas calzadas, y de los cuales el última parte de al lado de una fuente pública, situada a la izquierda de la carretera que sube a Medinaceli, y se prolonga por la meseta en una calle que va de N. a S., cuyos restos de empedrado son visibles, como en aquella.

Visibles son también los restos de muralla que defendían la meseta, ya defendida naturalmente por los accidentes de los flancos del cerro, según queda indicado. Sin dificultad se sigue el contorno de lo amurallado, aunque su fábrica se halla en tal modo deshecha, que en muchos y largos trozos se ve reducida a montones de piedras y derrumbamientos de los que restan informes frogones y pedazos. En algún trozo mejor conservado de la línea defensiva del E. Se aprecia que el recinto fue doble, existiendo un antemuro o primera línea de murallas construido en la vertiente, y una segunda línea de muralla mayor adosada al talud, del que sobresale como parapeto en el borde de la meseta. A pesar de lo destruido de los trozos mejor apreciables, se echa de ver que la fortificación se componía de lienzos y torres semicilíndricas.

La construcción de toda esta obra defensiva es de una especie de hormigón, formado con piedras no muy pequeñas, y aun sillarejos, unidos con mortero y cal, que ha adquirido extraordinaria dureza. Esta mezcla forma el relleno o parte gruesa de la construcción, y algún rarísimo resto que se descubre de paramento exterior es de sillarejos, algo más regulares, e igual mortero.

La traza general de la fortificación es irregular, por serlo en planta la meseta en que fue elevada la ciudad. Su área puede señalarse en un trapecio más bien que en un rectángulo, cuya base (S) arroja unos 606 metros de longitud, y su cabecera (N) 416 metros; y sus lados, 239 metros (E) y 208 metros (O); a lo cual hay que añadir por el lado oriental, un avance o prolongación del cerro, por cuyos bordes continúa la fortificación de aquel especie de baluarte. Con esta adición no tendrá menos la línea meridional de unos 800 metros, que en relación con los 200 de la línea E-O, da la cifra no despreciable del espacio ocupado por la antigua ciudad.

La meseta, cuyo terreno, más propio para pastor que para sembradura, a que lo dedican los propietarios, sumamente pedregoso y descubriendo en no pocos sitios la roca viva, no ofrece resto alguno de antigua construcción, salvo el que en un pequeño ribazo descubrió un curioso, consistente en un trozo de muro de sillarejos con mortero de cal.

La planicie no deja de presentar algunas pequeñas diferencias de nivel, determinadas por rocas y ribazos, sobre las cuales los labradores han levantado con cantos las cercas de sus propiedades.

Para descubrir los testimonios arqueológicos de la antigua población, hicimos abrir extensas zanjas en varios sitios de la meseta, profundizando hasta el terreno natural, que hallamos, por lo general, a unos 0,50 ó 0,70 metros, y en determinados casos a uno o dos metros. La tierra, bastante blanda casi siempre, está mezclada con cantos y material suelto de las construcciones, consistente en piedras o sillarejos, cal y tejas de la forma corriente, a veces más grandes que las modernas. Entre todo esto se ha encontrado cerámica, o sea cascos de vasijas de distintas manufacturas y tiempos, pocos objetos de cobre o hierro, alguno de hueso y monedas también de distintas épocas.

En la mayor parte de los sitios explorados han aparecido construcciones arruinadas, de piedra, bastantes sólidas, y aunque no lujosas, de alguna importancia.

Todo lo dicho merece ser ordenadamente descrito, para que puedan ser apreciados sus caracteres, por los cuales han de ser clasificadas tan varias cosas.

A este propósito, es de notar que en tal sitio no se han ofrecido, como en otros, por capas, por decirlo así, los restos de las distintas civilizaciones o gentes que poblaron la Villa vieja, sino que saludo casi siempre, en notoria y desconcertante mezcla, objetos a todas luces de diferentes épocas: monedas ibéricas y candiles árabes, monedas árabes y lucernas romanas, monedas romanas y barros vidriados moriscos, y cerámicas de manufacturas, ora de primitiva tosquedad, ora de perfección notoria, en clases ordinaria o fina y decorada; mezcla, en fin, cuya causa evidente no ha debido ser otra que el movimiento, natural, a veces, intencionado otras, de las tierras.

En algunas de las ruinas descubiertas se manifestaron huellas patentes de destrucción por incendio: maderas carbonizadas, cenizas, objetos quemados. A estas y otras vicisitudes de la Villa vieja, incluso a la rebusca de materiales de lo arruinado para aprovechamiento de los mismos, es debida la destrucción de la antigua ciudad, o mejor dicho, de las varias que, según los indicios, se han sucedido allí; y a ello se debe también la notada mezcla de objetos.

La construcción más importante de las descubiertas, situada a la parte oriental, no lejos de los dichos restos mejor conservados de murallas, manifiesta sólidos muros de mampostería, de sillarejos con mortero de barro, bien hechos, y acusan una planta regular, con habitaciones cuadradas o rectangulares. De la fachada que mira al saliente, descubrimos desde el ángulo SE. Del edificio, en una longitud de 32 metros, el largo muro, de un metro de espesor, e interrumpido por lo que debió ser la puerta, que no conserva restos de jambas ni de umbral. A la izquierda de ella, muros de 0,60 a 0,75 de grueso, normales al primero, y paralelos a éste otros transversales, forman las habitaciones. Las situadas a la parte SE, que son las que mejor han podido ser descubiertas y las mayores, vienen a ser casi cuadradas, de 4,50 por 5,20 metros, y de 4,08 por 5,20 metros, las dos de la primera crujía, y en la segunda otras dos. A la derecha de la puerta hay restos de habitaciones pequeñas, una de ellas de 1,45 metros de anchura por 3,35 de profundidad.

Ninguno de los muros conserva señales de enlucido, interior ni exteriormente, ni en esta calle se han visto restos de calle. Tan sólo en una de las habitaciones se han observado restos que parecen ser de pavimento, de piedras pequeñas, siendo de notar que desde esa línea, el aparejo de los muros está mejor hecho, con sillares pequeños mejor escuadrados que las piedras de las hiladas inferiores, correspondientes a los cimientos, en cuya base sobresalen, además, un zócalo de piedras mayores. La altura o profundidad apreciable de esta construcción arruinada es de un metro. Restos de madera quemada y tejas es todo lo demás encontrado.

Ahondada la excavación en dichas habitaciones hasta el terreno natural, llegamos a una profundidad de 1,80 a 2 metros, sin encontrar, como deseábamos, restos de construcción anterior, y sólo algún que otro objeto de distinto carácter que los muchos descubiertos entre la tierra que rellenaba aquéllas.

Idénticos caracteres muestran los restos de otra construcción descubierta en la parte central y más elevada de la meseta. Sus muros, de sillarejos, con un espesor de 0,85 metros, cierran unas habitaciones rectangulares; las dos más visibles de 5 metros de longitud por 2,55 metros de fondo, una de ellas con puerta de 0,85 metros de ancha. La profundidad alcanzada en esta excavación ha sido pequeña, y pocos los objetos hallados: cascos de vasijas en su mayoría, y tres monedas árabes, que salieron juntas.

Otra construcción curiosa es la que primeramente acertamos a descubrir en la parte más despejada de la meseta, al EN. Resto, sin duda, de un edificio destruido, manifiesta ser una canal que vertía a un pozo o aljibe. La canal es doble; esto es, hay una principal y otra confluente pequeña. Aquélla se desarrolla en una longitud de 20,50, y la segunda es tan sólo de 8,70 metros; pero no deben estar completas y no hemos hallado restos de la construcción en que tenían su punto de arranque. La traza de ambas canales no es recta, sino curva y como tortuosa. Su construcción es de sillares pequeños, sentados de canto; la anchura es de 0,37 metros y junto a un recodo de 0,43, para facilitar el paso del agua; la profundidad empieza con 0,30 y como forma declive, llega a 0,70. El aljibe se abre a un hueco de 1,50 metros de diámetro. Ni un resto de muro, y solamente material suelto se halló del edificio a que correspondía la mencionada construcción. Tan sólo a unos nueve metros del aljibe se halló algo más, en lo que fue visible un recinto con muros de piedra y machones de ladrillo, determinantes de tres huecos o entradas. De sus paredes se desprendían y fueron recogidos trozos de grueso enlucido de cal, pintado de rojo o de blanco, con fajas rojas. El pavimento era un losado grande de mármol blanco. Gran cantidad de cenizas revelan que el edificio debió ser destruido por incendio.

Apurada, como queda dicho, la excavación, hasta nivel más bajo que el de cimentación de las construcciones, ningún resto se encontró de otras anteriores, que regularmente pudiéramos suponer fuesen ibéricas y romanas, destruidas para levantar las posteriores. Estas, a juzgar por su fábrica, con ausencia, por cierto, de columnas, molduras u otros detalles expresivos y decorativos, habremos de considerarlas obra morisca.

Con el deseo de obtener datos que diesen más luz se hizo una exploración al margen del indicado camino, que en violenta pendiente baja desde la meseta a la actual carretera; y el resultado fue descubrir en la Canal, junto a la fuente pública de referencia, unos enterramientos de inhumación con la cabecera al Oeste. Una sepultura contenía restos de hombre robusto, sin utensilio alguno, ni clavos, enterrado en simple hoyo, en posición decúbito supina, son los brazos extendidos a lo largo del cuerpo; otra de niño de pocos años, en igual posición y también sin nada; otra de adolescente, de unos doce o catorce años, en la misma forma, pero la fosa de 1,20 por 0,80, guarnecida de lajas colocadas verticalmente. En esta sepultura se encontró un trozo de aguja de coses bronce. Sin duda pertenecen estos enterramientos a una necrópolis, acaso romana, pues a ella se refieren los descubrimientos de que fue testigo presencial don Gregorio Velasco y que refiere Rabal.

Igualmente antecedente hay de la existencia de otra necrópolis en el sitio llamado el Tinte, en la lejana vertiente del cerro de la Villa vieja, hacia el Jalón. Pero la exploración hecha ahora para comprobarlo ha sido infructuosa.

Más elementos de juicio para el fin propuesto aportaron los objetos recogidos en la meseta; y en efecto, dan testimonio de sucesivas poblaciones, que apreciadas en conjunto, pueden reducirse a dos: una antigua y otra medieval.

Datos elocuentes para el caso de las monedas. Recogí de ellas autónomas, de bronce, de Ampurias y, sobre todo, de Celsa: imperiales, romanas, de bronce, algunas de Claudio Y: árabes de plata, con los nombres de Abderrahmen II, Alhaquem II e Hixen II; y una cristiana, también de plata, de Enrique III de Castilla.

Como se ve, estas pocas monedas y la colección numerosa del señor Velasco, permite un cuadro numismático-cronológico apreciable.

Se han encontrado objetos anteromanos; objetos romanos; objetos árabes: bronces y cerámica.

Villa Nueva y Arco romano

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El Arco Romano de Medinaceli
A diferencia de los arcos de Bará, de Martorello, de Cabanes, del puente de Alcántara y de Mérida, que son de una sola arcada, el de Medinaceli es en España ejemplar único de triple arcada. Le componen, en efecto, un arco grande central para el tránsito rodado, y dos pequeños, uno a cada lado, para los peatones. Tiene, pues, todo el carácter de una puerta de ciudad. En sus dos frentes, sobre los arcos pequeños, destacan de relieve en los machones sendos templetes, en cuyos huecos debió haber tableros decorativos o epigráficos. En el entablamento, una serie de agujeros indican que las letras de la dedicación fueron de bronce, mas no es posible por tales indicios reconstituir la inscripción. No sabemos, pues, a quien se honró con este monumento. Desde luego son honoríficos estos arcos de España, no triunfales, como los de Roma, que conmemoran los triunfos otorgados por el senado a los emperadores victoriosos. Se ha supuesto fuese erigido el arco de Medinaceli por los ocilienses para honrar al cónsul Marcelo; pero no es verosímil le rindieran tal homenaje gentes a quienes impuso pesado tributo. Por otra parte, el monumento debe datar de los tiempos del Imperio. Como tengo dicho en otro lugar, me inclino a creer que, a semejanza del arco de Jano, del que hay noticia marcaba la frontera de la Bética la división entre provincias citerior y ulterior en tiempo de Augusto, y del de Bará, divisorio de las regiones de cosetanos e ilergetes, éste de Ocilis marcaría el límite del convento jurídico cluniense estando como está en la divisoria con el cesaraugustano.

Robustece esta creencia, por una parte, que no guarda relación la importancia del monumento con la insignificante ciudad, y por otra parte, que la calzada a que corresponde y que no tuvo más objeto que el acceso a ella, fue únicamente un ramal de la general, que fue la 25 del Itinerario de Antonino, que iba desde Toletum a Caesaraugusta, pasando por Segontia y Arcóbriga, entre cuyos dos puntos debió estar la bifurcación.

Por otra parte, la situación del arco en el borde mismo de la meseta, sobre la peña viva, de cara al S. En línea destacada del recinto y los adornos que tiene a los costados indicando no estuvo nunca unido a la muralla, dan a entender fue una antepuerta de dicho recinto.

Rastreando en la disposición de la villa, con auxilio de un plano moderno, el trazado de la ciudad romana, se aprecia que las dos clásicas vías, kardo y decumanus, se extendían la primera en una longitud de unos 610 metros, desde el arco romano hasta el sitio llamado las Herrerías, que se encuentra al N., por donde baja una senda, y la vía decumana, de E. A O., en longitud de unos 510 metros y posiblemente dando salida por donde está la puerta árabe mencionada, desde la cual baja un camino con restos de calzada a unir con la que, bordeando el cerro por SO, sale hacia el arco romano, como asimismo por el E., siendo de notar que lo escarpado de las vertiente nunca permitió ni permite otras puertas de comunicación al poblado que las indicadas, y de ellas sólo las dos actuales, que son las de los arcos, cómodamente accesibles.

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Plaza mayor de Medinaceli
En el centro de la villa, como en la intersección de las dos líneas indicadas, que mal que bien pueden seguirse en algunas calles, se halla la iglesia parroquial y al N. De ella la plaza, sitio posible del foro.

Habiéndome hecho cargo de todas las particularidades que dejo apuntadas, consideré buen sitio para la exploración el corral de referencia, situado en la plaza de la Yedra, al E. De la iglesia y a poca distancia de su ábside.

Abiertas unas zanjas en opuestos sentidos quedaron visibles unos muros de sillarejos graníticos de 0,30 a 0,70 de espesor, y a 0,70 de profundidad se halló pavimento enlosado. Hacia el N. salieron otros muros, a distintos niveles y entrecruzados, denotando la superposición de construcciones en el curso de los tiempos; y un muro, en fin, el mejor de todos, de buenos sillarejos y de 0,80 de espesor, con más de dos metros de altura. Acaso este muro pudiera considerarse como romano; los demás no ofrecían caracteres para estimarlos tan antiguos ni bastante definidos para señalar una fecha.

No siendo fácil, por otra parte, en una excavación en campo limitado, prometer el descubrimiento de los restos de un edificio, cuya disposición general pudiera ser apreciable, puse especial cuidado en los hallazgos de objetos que aportasen los datos cronológicos necesarios.

El resultado fue idéntico al obtenido en la Villa vieja: salió en abundancia cerámica, por desgracia no piezas enteras sino algunas incompletas y muchos fragmentos, y poquísimos objetos de otras materias. No salieron, como allí, monedas, salvo dos de cobre, tan perdidas, que sólo por lo delgadas se comprende son de la época de la Reconquista. Quedó, pues, reducido a la cerámica el cuadro de clasificación, marcando las mismas dos épocas que en la Villa vieja, est es, la Antigüedad y la Edad Media, aquélla representada por muy pocos restos, casi todos romanos, y siendo, en cambio, abundantes los árabes, de cerámica, que muestra las mismas variedades señaladas, aunque con notables diferencias de manufactura, que acusan época algo posterior.


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ulsar sobre los 9 recuadros para ver distintos fragmentos de mosaicos romanos encontrados en Medinaceli)

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© José Ramón Mélida

Medinaceli. Arco y Mosaicos Romanos, Emiliano Navas Sánchez
Medinaceli
CASTILLOS DE SORIA de Jaime de SosaCastillos de Soria --> Medinaceli
Aula Arqueológica de Medinaceli
Medinaceli Antigua en Cenvantes Virtual
Medinaceli Antigua en Cervantes Virtual (fotos)


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