Podría
sorprender el título del presente artículo, pero la colección de fósiles
que vamos a comentar merece ese nombre y merece también un lugar destacado
entre los museos sorianos, lo cual no es decir mucho, puesto que en Soria
si carecemos de algo es de museos. O sea que, por sí sola, la colección de
fósiles de Adrián Martínez Tierno debe tener cuanto antes
presencia, debe ser tenida en cuenta por quien proceda (y debería proceder
por parte de los políticos que son los que manejan el dinero de todos), y
debe figurar más que como reclamo turístico, como pieza importante de la
cultura soriana que se ofrece, o debería ofrecerse, a sorianos y
visitantes. En definitiva, debe ser protegido y mimado, algo que hasta la
fecha no se ha hecho.
Últimamente parece ser que el trabajo de Adrián podría comenzar a ser
tenido en cuenta como se merece, al menos algunos políticos se han
acercado ya hasta el dignísimo local que Martínez Tierno ha adecuado a
costa de su peculio, y puesto que conocer algo es interesarse por ello,
tal vez estemos en el camino adecuado, aunque sólo sea por que las
elecciones municipales y autonómicas están a la vuelta de la esquina y es
necesario comenzar a dar imagen de interés por la cultura, la última en el
escalafón de intereses.
De esta
desidia que parece envolver a los políticos sorianos, se lamenta Adrián en
el tríptico que ha editado la Diputación Provincial, única institución
sensible a temas culturales.
«Durante años, en un vano peregrinar solicitando
ayuda a entidades e instituciones, únicamente conseguí negativas y
frustraciones. Como decía en el mencionado artículo (revista de Soria,
invierno de 1997), amo a Soria profundamente, más cada día, a veces con
rabia, dolor e impotencia, por eso, por saber que lo que me proponía era
bueno para ella, no me dejé vencer por el desaliento y decidí construir
por mi cuenta, no sin gran esfuerzo, el museo que albergará mi colección».
La
colección de fósiles de Adrián Martínez Tierno está enclavada en la calle
Angel de la Guarda, muy cerca de la plaza de toros, en un local de su
propiedad, adecuado, como hemos dicho, por él mismo, con la seriedad que
exige el tema y con el saber hacer que la familia Martínez Tierno ha
improntado siempre a sus construcciones en Soria, lo que les ha valido el
ser considerados serios y respetuosos con el entorno y sus clientes.
Adrián lo muestra a estudiantes y escolares, y a todo aquel que se
interese por el tema, de manera gratuita.
Oigámosle a él de nuevo presentando su colección.
«La forma un gran número de trilobites, algunos de
gran rareza y calidad con más de 500 millones de años de antigüedad.
Moluscos de todas las clases, destacando algunos ammonites de Rusia,
Cazajistán, Madagascar, etc., y un enorme ejemplar de Marruecos. Una
extraordinaria cantidad de braquiópodos de todas las procedencias y
algunos de la provincia. Esponjas, corales, belemnitas, etc. Dignos de
mención lituites, trilobites, y sobre todo una fantástico crinoideo,
venidos de la lejana y exótica China. Equinodermos en gran cantidad y de
diversos lugares. Crustáceos de los mejores yacimientos del mundo, en fin,
todo un maravilloso mundo ...».
¿Cómo ha
conseguido Adrián Martínez esta interesante colección? En el mercadillo de
fósiles que se celebraba en Zaragoza los domingos, en otro que se hacía en
la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas de Madrid, entidad que
por cierto organiza todos los años un Certamen de Fósiles, Minerales y
Gemas; a través de las asociaciones de profesionales naturalistas de
España, y viajando, intercambiando, buscando... Así, la colección que hoy
puede visitarse (siempre y cuando Adrián pueda enseñarla, por lo que
esperamos de nuestras autoridades provinciales la colaboración a todos los
niveles para hacerla más accesible) está formada por más de mil
trescientas piezas, procedentes de ochenta países distintos.
La
más antigua de ellas, de la era arqueozóica, un estromatolito. La
más rara procede de China, sobre caliza negra, y se trata de un
traumatocrinus. La más grande fue traída desde Marruecos, un gran
ammonite. El más valioso -tal vez deberíamos
decir el más caro- es un testudo tompsono, del Oligoceno, traído
desde Dakota; es una tortuga. A nosotros nos gustó un rhacolepis,
pez fosilizado de 46 centímetros de largo. Y, por aquello de ser de la
provincia (de donde procede alrededor de un diez por ciento de la
colección) un gran ammonite encontrado en Omeñaca.
Evolucione como lo haga esta colección, podemos decir que Soria cuenta ya
con un Museo de Fósiles, el cual, junto con el de Ambrona, in situ,
y las icnitas a cielo abierto de Tierras Altas, como Bretún, Villar del
Río, Santa Cruz de Yanguas y otros que, sin duda, irán descubriéndose,
componen una interesante muestra de aquellos tiempos, de aquellas eras
geológicas que escapan a la capacidad de concretar en nuestro esquema
histórico, pero que propician el estímulo de la imaginación. Soria, un
día, estuvo cubierta por el mar, sólo el escudo precámbrico aparecía como
una isla.
La
orogenia dice que los depósitos marinos fueron levantados y nos los
enseñó, nos mostró qué tipo de vida existía allí debajo. La suma de los
dos fenómenos naturales nos dejó los fósiles, muchos de ellos pueden
satisfacer nuestra curiosidad en el Museo de Fósiles de Adrián Martínez
Tierno.
©
Isabel Goig
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