(pulsar sobre las
fotos para ampliar)
Queríamos recorrer una parte de las tierras
riojanas que antaño habían pertenecido a la provincia de Soria y, desde
1833, cuando se formó la provincia de Logroño, pasó a su administración.
Teníamos otra motivación, la redacción de la próxima novela que transcurrirá
por tierras de la Sierra de la Alcarama, espacio compartido por La Rioja y
Soria. Íbamos, pues, con los ojos puestos más allá de lo artístico y
monumental, que apenas existe en la zona, fijándonos especialmente en lo
humano, abundante, y en esa agricultura humanizada también, tan nuestra, tan
mediterránea, como es el cultivo del olivo, de la vid, de la almendra. Y
siempre con la Alcarama de fondo, sierra de tierra degradada, de calizas
sueltas, gris y rala de vegetación, por donde hombres y animales han
transitado desde la noche de los tiempos.
Entramos por San Felices, pueblo soriano,
posicionado, como indica un cartel situado sobre el lavadero, en contra de
la fractura hidráulica que amenaza con infiltrar arena, agua, gases, o
aquello que inyecten en las mismas entrañas de la tierra, a fin de obtener
combustible. La ruta continuó por Aguilar del Río Alhama, Cervera del Río
Alhama, Igea y Cornago. La vuelta la hicimos por Enciso y Yanguas.
Los dos ríos que atraviesan estas tierras,
afluentes del Ebro, nacen en Soria, el Alhama en Suellacabras, al pie de la
Sierra del Almuerzo, y el Linares en Oncala, de las fuentes de El Espino y
de El Tocón. Así describe el discurrir del río Linares el geógrafo y
cartógrafo madrileño don Tomás López (1730-1802).
(…) y éste [río Linares] antes de llegar a la
villa[de San Pedro Manrique] por otros cuatro[puentes] de piedra y de madera
hasta llegar cerca de Bea por dos, y debajo de él por uno de madera y otro
de piedra que llaman el puente de San Miguel y sigue por debajo de
Peñazcurna y Villarejo recibiendo varios arroyuelos en todo este curso, que
sigue por la villa de Cornago, debajo de la cual pasa un puente de piedra de
dos ojos y por la de Igea por otro de uno solo pero muy grande; y a
distancia de esta villa, como una legua, entre Oriente y medio día, pasa por
un pueblo, que llamas Las Casetas y debajo de él se junta en donde dicen el
Arrate, famosa posesión del marqués de Casa Torre, con el río Alama y corren
sus aguas por las villas de Fitero, Cintruénigo, ciudades de Corella y
Alfaro regando sus aguas los términos por donde pasan y debajo de la ciudad
de Alfaro entra en el Ebro.
La importancia de estos dos ríos fue
fundamental durante siglos, cuando el agua era imprescindible para la
transformación de las materias primas hasta la revolución de la industria.
En San Pedro Manrique eran numerosos los molinos ubicados a la orilla del
Linares, y casi todos los pueblos de su vera tenían su molino harinero o
trujales, como el de Villarijo. En los años de Tomás López y también del
Catastro del Marqués de la Ensenada, entre Igea y Cornago, contabilizaban
cinco molinos de aceite, seis molinos harineros, cuatro batanes y siete
tenerías. Además de servir el agua de fuerza motriz para estos artefactos,
regaba huertos y frutales. En ambos pueblos abundaban los olivos, las viñas
y los frutales (como ahora mismo), entre los que destacaban los manzanos con
sus variaciones de esperiega fina y camuesa, y la judía perona. Esta
abundancia de aceite y vino hacía que los pueblos sorianos de la Alcarama
acudieran con caballerías para comprar y, a la vez, trajineros y
comerciantes de esas localidades, se desplazaban hasta ellos para vender, en
especial a los que componían el Sexmo del Río Vea y a Fuentebella y Acrijos,
Barrios de la villa de San Pedro Manrique.
En lo administrativo, por la época a la que
nos referimos, ambas localidades eran de señorío y compartían señor, de
nombre Joseph Rodríguez Zisneros y Caniego, descendientes de la familia
Luna, de quien escribiremos más abajo. Y también en ambas localidades,
tenían un hospital que servía de hospedería para pobres.
Antes de esto, y durante siglos, desde el XV
hasta la abolición de los señoríos por las Cortes de Cádiz, con entrada en
vigor definitiva en 1837, lucharon los vecinos de Igea, junto con los de
Cornago, en contra de los privilegios otorgados al todopoderoso arzobispo de
Toledo, Alonso Carrillo, por la posesión de una mina de donde se extraía
pirofilita y jarosita, de donde obtenían el alumbre. Más que por la propia
explotación, los problemas se acentuaron por la pretensión de cercar la
propiedad y elevar elementos defensivos. De aquellos siglos permanece el
topónimo de Casacarrillo y Las Minas. La historia está explicada en “La
Mitra y la roca: intereses de Alfonso Carrillo, arzobispo de Toledo en la
Ribera del Ebro”, escrito por Edwar Cooper y Salvador Mirete Mayo, y editado
por la Diputación Provincial de Toledo en el año 2001.
A día de hoy y en cuanto a población se
refiere, han corrido Igea y Cornago una suerte parecida a algunos pueblos de
la provincia a la que pertenecieron, Soria, sin llegar a la deshabitación
total de muchos pueblos de la Alcarama.
Igea alcanzó una población en 1950 de 1594
habitantes, en el censo del año 2010 se había reducido a la mitad, 744. En
su término hay cinco yacimientos protegidos, cuatro de icnitas y uno con un
enorme árbol fosilizado. Abundan en sus calles las casas con arcos de medio
punto, de piedra, pero destaca entre todos los edificios el palacio del
marqués de Casa Torre, cuyo primer titular, Oveja de apellido, era natural
de Igea y debió enriquecerse en Perú, donde fue gobernador. El edificio es
del siglo XVIII. Importante también es la iglesia barroca de La Asunción y
varias ermitas que la devoción popular edificó en montes de alrededor y
entre las que destaca la de Santa Ana, en un pequeño altozano, desde donde
se ve, acercándose a un pequeño barranco, la esbelta torre de la iglesia,
posiblemente edificada por moriscos. La piedra de alrededor de la ermita,
suelta, brilla con fuerza si le da el sol, por la gran cantidad de pirita
que forma parte de su composición.
A las afueras pueden verse las ruinas de un
edificio, en la margen derecha del río Linares, conocido como Casa de los
Moros. Recuerda mucho a otros restos que dominan el río Manubles en la
localidad de Moros (Zaragoza).
A la entrada nos llamó la atención un
precioso casino, decimonónico, donde se proyectaban películas, y que
conserva todo su encanto.
A escasos diez kilómetros de Igea está la
villa de Cornago, que ha perdido mayor número de habitantes que Igea. En
1920 estaban censados 1994 personas, en 2010 tan solo 453. Aquí destaca,
dominando el caserío, el castillo, de planta rectangular y cuatro torres,
residencia durante algunos años de la familia Luna. Conforma, como buena
parte de La Rioja y Tierras Altas de Soria, la ruta de las icnitas, con el
yacimiento de Los Cayos y cuatro más. Su mayor encanto se encuentra en el
casco viejo, con las callejuelas empedradas y algunas casas blasonadas, como
la de los Baroja, familia hidalga de origen cántabro. Y aquí también la
devoción popular edificó ermitas, en número de siete. La iglesia está
dedicada a San Pedro.
De aquellos años de pertenencia a la
provincia de Soria, se conservan en la sección de Protocolos Notariales del
Archivo Histórico Provincial de Soria, gran número de documentos
relacionados con Cornago. Entre ellos, hay uno, fechado el 17 de octubre de
1704, en el que se protocoliza la decisión de ejecutar un retablo dedicado a
San Pedro, que se instalaría en la capilla mayor de la iglesia. Lo firmaron
Francisco Martínez del Villar, como principal, Miguel Martínez del Barranco,
familiar y notario del Santo Oficio de la Inquisición, ambos vecinos de
Soria, y por otro lado Ambrosio de Baraja, cura de la Iglesia de San Pedro
de la Villa de Cornago y cabildo de ella. El retablo se acabará en año y
medio, y su caja principal estará dedicada al santo de la advocación. Se
estipuló la cantidad de 13.850 reales de vellón para su ejecución.
Monasterio de Nuestra Señora de Gracia de
Campolapuente
Si por una parte queríamos sentirnos rodeadas
por la otra cara de la Alcarama, también teníamos interés en visitar las
ruinas del antiguo monasterio franciscano, edificado junto al río Linares.
Son numerosas las mandas encontradas en el Archivo Histórico de Soria que
testan a favor de este cenobio, encargándoles misas y recomendando el envío
de cera y aceite para la luminaria. Ese hecho despertó nuestra curiosidad y
también el conocer que unos miembros de la familia Luna fueron inhumados
bajo su suelo, al estar estos nobles estrechamente vinculados con villas y
aldeas sorianas.
El escolapio Manuel Ovejas se fijó en este
monasterio y el resultado de su estudio está colgado en Dialnet, en la red.
Dice en él que se edificó junto a una granja y pequeña iglesia dedicada a la
Virgen de Ntra. Sra. de Campolapuente propiedad de los monjes cistercienses
de Fitero. Los señores de Cornago la compraron por 300 florines de oro.
Los fundadores y señores de Cornago en la
fecha de la fundación, año de 1458, eran Juan de Luna y Mendoza y su prima y
esposa María de Luna (nacida el 6-6-1436), hija bastarda legitimada más
tarde, del condestable Álvaro de Luna. Él era guarda mayor del rey y de su
consejo, alcaide de los castillos de Soria, Clavijo y Alfaro y,
posteriormente señor de la villa soriana de Magaña. Cooper y Mirete, citados
líneas arriba, reproducen el documento sobre este enlace que tuvo lugar en
la iglesia de San Pedro de la ciudad de Soria, el 8 de febrero de 1449,
siendo uno de los testigos fray Rodrigo de Soria, guardián del convento de
San Francisco. María de Luna dejó el patronazgo del monasterio de Cornago en
1466. Posteriormente, en 1582, otro Álvaro de Luna, casado con María de
Curiel, señores de Cornago, tuvieron el de la capilla Mayor, adquiriendo así
el derecho a ser enterrados en ella.
A Juan de Luna se le considera (según el
padre Ovejero) “como inductor de los asesinatos que el 11 de enero de 1449
se perpetraron en Soria, en las personas de don Alonso de San Clemente y de
Hernán Martínez de San Clemente, miembros de una de las más ilustres
familias de la ciudad, por haberse opuesto el segundo como fiel que era de
la Ciudad y su Tierra a un impuesto que don Juan de Luna exigía para el
sostenimiento del castillo de Soria”.
Desmiente enterramientos de Lunas más
importantes, y según los libros parroquiales, fueron enterrados Mariana de
Luna, muerta el 15 de abril de 1577, hija de Pedro de Luna y de Ana de
Vinuesa. Isabel Eugenia de Luna, esposa de Diego José de Gante, señor de
Quel y de Fontellas, muerta en Tudela en 1651 y trasladada al convento.
En Cornago se fabricaban sayales que
compraban los franciscanos de Cornago y de las provincias de Burgos y
Cantabria. 17 tejedores de sayales y lienzos, 3 peraires, 12 cardadores, 1
oficial.
Había
un puente anterior enfrente de la capilla de los de Fitero, que
desaparecería en una crecida del Linares.
Esta es una muestra de los numerosos
documentos conservados en el Archivo de Soria, donde se mandan donativos
para el monasterio de Nuestra Señora de Campolapuente, de Cornago:
20-4-1609. Fray Joan Ximenez, guardián del convento, da poder a Joan
Beltran, vecino de San Pedro Manrique, yerno de Jorge Lopez, para que
cobre cuatro ducados a Diego Corchon, vecino de San Pedro Manrique, que
le debe al convento de una manda de la mujer de Diego por un hábito con
la que se sepultó.
18-10-1612.
Testamento de María Martínez, viuda, vecina de Valdenegrillos. Manda que
se digan doce misas rezadas de réquiem en el monasterio de Nuestra
Señora de Campolapuente, en Cornago.
13-1-1632,
testamento de los cónyuges Diego Bermejo y María de Bea, de
Valdenegrillos, estantes en Sarnago, enfermos, se mandan enterrar en la
iglesia de San Bartolomé, de Sarnago, y cien misas rezadas para cada
uno, veinte de ellas en el monasterio de Santa María de Campolapuente.
18-1-1632,
María Beltrán, mujer de Diego López de la Lobera, cien misas en el
monasterio de Cornago.
22-9-1633,
testamento de Alonso Ramírez, boticario, vecino de San Pedro. Cien misas
en Nuestra Señora de Campolapuente.
14-3-1607,
testamento de Pedro Benito y Catalina Ximenez, cónyuges, cada uno, a su
fallecimiento, 30 misas en el monasterio de Cornago, de las doscientas
mandadas. Dichas por los frailes.
Marzo 1608,
testamento de Lucía Beltrán, vda. de Blas Saenz, vecina de San Pedro
Manrique. 25 misas a real y medio cada una. Al agosto siguiente, cuando
hace codicilo, añade una media de trigo para los frailes del monasterio.
Nos imaginamos a los frailecicos subiendo por
la Sierra de la Alcarama a predicar por los pueblos de la Villa y Tierra de
San Pedro Manrique y, de paso, fidelizar a los católicos a fin de que les
tuvieran en cuenta, no sólo en sus oraciones, si no también en el momento de
su muerte.
© Texto: soria-goig.com
© Fotos: Leonor Lahoz Goig
El
valle del Linares
Por
el río Alhama
Monasterio de Nuestra Señora de Gracia de
Campolapuente
Donde comer y dormir
Volver a Rutas por las Comarcas
Volver a A pie por
Soria
Y aún hay más en otras Webs sorianas, inténtalo con el
|