A Pie por Soria

Soria y el tren

Matías Ortega Carmona

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Soria y el tren. Matías OrtegaNo hay nada más triste, para los que amamos el ferrocarril, que contemplar las vías llenas de maleza, los carriles enterrados -como si el acero de que están hechos, quisiera volver a las entrañas de la tierra, de donde un día salió- o las viejas estaciones convertidas en edificios ruinosos. Este paisaje que acabo de describir que, lamentablemente, se puede ver en muchos rincones de nuestra geografía, me llena el corazón de pena y melancolía.

El ferrocarril ha sido, y es, una parte importante de mi vida y me ha acompañado desde la cuna. Ferroviario era mi padre y el tren fue, desde siempre, el medio de transporte que me permitía viajar a la tierra de mis antepasados y disfrutar de la compañía de familiares que sólo veía unos pocos días al año. Desde la ventanilla de aquellos trenes de madera podía ver la casa en la que vivían mis abuelos, situada en plena huerta entre dos pueblos, pues la vía estaba a escasos metros de ella. Desgraciadamente, “en aras de la modernización y el progreso”, aquella vía fue una de las primeras que se desmanteló en un país que ha vuelto, en muchas ocasiones, la espalda al tren.

Cuando me hice adulto pude cumplir uno de aquellos sueños que tenía de niño y emular a aquellos ferroviarios que, con su gorra y banderín rojo, daban la salida a los trenes que me llevaban a aquella casa de campo en la que recibía tanto cariño. Empecé a trabajar en el ferrocarril y ya, desde dentro, pude ver y sufrir como la mala gestión, en muchos casos, y las decisiones políticas, en otros, continuaban atentando contra el ferrocarril convencional a la vez que se desataba la fiebre por el tren de Alta Velocidad.

Soria, donde estuve siete años como Jefe de Estación, era y es, por lo que pude ver en mi última y reciente visita, uno de los lugares en los que mejor se puede apreciar ese desfase entre el antiguo y moderno ferrocarril. Creo que ninguna provincia ha sufrido, tanto como ésta, la recesión de este modo de transporte. El cierre masivo de líneas en el año 1985 y la construcción de la línea AVE de Madrid a Barcelona está dejando el tren como algo testimonial. Cierto que el nuevo ferrocarril de Alta Velocidad atraviesa y seguirá haciéndolo la tierra soriana pero, puede pasar, si nadie lo remedia, como con los aviones a reacción, que nos dejan su surco en el cielo sin que apenas los veamos pasar ni podamos subirnos a ellos.

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Soria y el tren. Matías OrtegaSería muy fácil caer en la tentación de establecer quien tiene la culpa de que se haya llegado a esta situación e igual de fácil equivocarse poniendo nombre a los culpables. No se puede decir, sin faltar a la verdad, que las decisiones equivocadas o la mala planificación de los gestores del ferrocarril han sido las únicas causas. También sería injusto acusar a los sorianos de reclamar el mantenimiento de algo que escasamente utilizan, cuando durante unos años prácticamente se les empujó, con los malos servicios, a buscar medios de transporte alternativo. Tengo mis dudas también de que desde el propio colectivo ferroviario –me incluyo personalmente- no se haya contribuido a este deterioro. La idea de un sueldo seguro para toda la vida, sin la contrapartida de un puesto de trabajo que genere una producción que tenga demanda, es inviable en la sociedad actual, pero es cierto también que, teniendo la opción de cambiar su situación personal, los ferroviarios no tienen en su mano la posibilidad de buscar un futuro mejor para el ferrocarril en Soria. Quedan los políticos y estos sí que tendrán que tomar las decisiones que correspondan para que en Soria el tren deje de ser una reliquia del pasado. Seguramente los políticos de hoy pagan hipotecas que establecieron sus antecesores en el pasado, obligando a los sorianos a emigrar en busca de una vida mejor. En todo caso a ellos les corresponde ser lo suficientemente imaginativos para que Soria siga estando viva cuando, después del “Adiós, adiós San Juan”, llega el ”Martes a Escuela”.

Quizás, toda esta disertación no sea importante para nadie y eso que llaman pragmatismo lleve a que las cosas continúen como están. Quizás estas líneas sean, tan sólo, una forma de mitigar la tristeza que sintió quien las escribe la última vez que visitó la estación del Cañuelo. A la misma le han dado una mano de pintura que la hace más llamativa, pero que no puede disimular el aspecto fantasmagórico que le confieren sus dependencias vacías y la falta de actividad.

© Matías Ortega Carmona

«Páginas Sorianas» por Matías Ortega Carmona

 

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