Peculiaridades
de la Gastronomía Tarraconense
Isabel
y Luisa
Goig
Si
algo distingue a unos pueblos de otros es la comida, la gastronomía en
término más al uso en la actualidad. Entre las varias divisiones que los
romanos hicieron de nuestra península, se recuerda una que hacía
referencia a la forma de alimentarse; por un lado estaban los bárbaros
que usaban la manteca para cocinar y por otro los civilizados que hacían
uso del aceite de oliva. La razón era el clima, continental y oceánico
para los primeros y mediterráneo para los civilizados. Esta
división es harto simplista, pero sirve para ilustrar el tema. Lo de la
materia prima de cada lugar es más completo, aunque hace años que no
importa gracias a la buena red de transportes. Pero es cierto que
todavía, por mucho que se empeñen las grandes superficies y la comida
basura introducida de ese lugar llamado EE.UU., en España cada región
consume lo que produce antes de exportarlo. El ahora llamado turismo
gastronómico es buena prueba de ello. A nadie se le ocurre volverse de
Cuenca sin probar el morteruelo o de Jaén sin comprar ochíos o de
Almería sin haber comido una buena ración de pescaíco recién
sacado del mar.
La
gastronomía de Tarragona, más concretamente del Tarragonés, está
marcada por ese clima mediterráneo que produce aceite de oliva, frutos
secos y buen vino, además del arroz, proveniente de la comunidad
valenciana, lindante con Tarragona. El cultivo de aceite, vino, almendras
y avellanas fue introducido por los pueblos del mediterráneo anteriores a
los romanos y éstos, atentos a todo lo interesante, se ocuparon de
potenciarlo y sacarle el mayor partido posible.
En
Tarragona capital existe una asociación llamada Tàrraco a Taula, cuyo
presidente es David Solé (propietario del restaurante Barquet) que se
ocupa de dar a conocer de qué forma se deleitaban en esa zona
privilegiada de Cataluña los romanos más o menos pudientes. Otras casas
de comida –nos gusta más llamarlas así- se esmeran en elaborar platos
romanos, como el Palau Baró o el Thermopolium. En mayo tuvieron lugar
unas jornadas llamadas Tàrraco Viva, en las que se ofreció tapeo romano
como pasta de aceitunas negras, sepia con guisantes, pollo con especies,
vino de rosas, pan romano. Gracias a estas iniciativas sabemos que los
romanos, además de lo anterior, comían higos al horno con hígado de
pato, salteado de setas reducidas al vino y especies, mejillones con vino
de pasas reducido, pulpitos con pimienta y garum y arroz con escórpora y
rábanos, y finalizaban el condumio con dátiles rellenos de piñones y
rebozados en miel. Postres parecidos a este pudimos degustar en la feria
de artesanía celebrada en mayo en la localidad de Torredembarra, donde
junto con el pan de higo coexistían unas deliciosas barritas de dátiles
y frutos secos cocidos en miel y prensados.
A
niveles más populares hemos de hablar de las comidas comunitarias. Y si
costumbre celtíbera eran los banquetes y de ellos queda recuerdo en los
pueblos asentados en la antigua Celtiberia con la elaboración de las
calderetas en festividades, en lugares del Tarragonés ese banquete se
celebra con productos locales, como las calçotadas, las sardinadas y las
arrossadas.
Podéis leer el
artículo completo y consultar varias recetas del Tarragonés en nuestra web
http://tarragona-goig.com
Uno
de los platos más representativos de la cocina del Tarragonés, y más
concretamente de Torredembarra, es el bull, nombre que se da
a la tripa y las entrañas del atún, saladas y secas. Ha pasado a
convertirse de una comida pobre a una exquisitez. El origen está en la
necesidad de conservar el pescado cuando no había a disposición de los
pescadores más producto para hacerlo que la sal; ellos salaban el atún y
las tripas, el bull, que se vendía a precios muy bajos. Para
cocinarlo ha de ponerse en remojo varios días, rasparlo para limpiarlo
bien y después ponerlo a hervir hasta que se ablande. Después se guisa,
troceado, con romesco y patatas. Algunos lo degustan con una cucharadita
de alioli diluída en el caldo. Miguel A. Román nos ha enviado un correo
electrónico en el que nos amplía, a petición nuestra, las
características de este especial guiso, además de recomendarnos un libro
que ya hemos consultado y una página web de Ernest Núñez. Nos dice
Miguel que "tal salazón recibe tal denominación en un largo trecho
de la costa mediterránea,así que no tan solo es propia de Torredembarra
sino ya desde las playas alicantinas (siendo uno de los emblemas
culinarios de Calpe)". También nos aclara que la etimología viene
del catalán "hervir, guisar".
Las recetas y comentarios sobre
el Bull de Miguel
A. Román y Pepe Miralles
podéis leerlos
en ésta página de nuestro web sobre el Tarragonès
http://tarragona-goig.com
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Isabel y Luisa Goig
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