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En el Oeste de
Soria, unos pueblos que forman parte de lo que fuera Coto Redondo de
Fuentearmegil, tierras de señorío, emparentadas con las hermanas de
Burgos, cuentan en su haber ritos y tradiciones que hacen las delicias
para quienes, como nosotras, discurrimos por ellas con los ojos bien
abiertos, por donde se nos cuelan hasta el alma las imágenes sencillas
de unos pueblos que se resisten a perder tanta historia y tantas
costumbres. Formas de vivir, maneras de entender la naturaleza,
comportamientos rurales –y por tanto auténticos, con sentido- que nos
dicen, sin hablar, de unos tiempos recordados sin nostalgia, pero con
cariño y reivindicación.
Día grande en Fuentearmegil, el de su patrona Santa Isabel, que el
pueblo celebró con la alegría propia que impregnan las fiestas
patronales, donde se mezclan los ritos religiosos con los profanos. En
el caso de Fuentearmegil, la enramada para las mozas, y la formación de
arcos vegetales para la imagen, manifiesta claramente esta dicotomía.
Las enramadas y, en general, todos los ritos en los que participan
árboles, ramas de ellos, o elementos vegetales en general, están
relacionados con aquellas ceremonias primaverales de la Europa
precristiana dedicadas a la fertilidad. O, sencillamente, a la alegría
de la llegada de la primavera y, con ella, la vida de nuevo, el calor y
el agua.
En Fuentearmegil se enraman las casas de las mozas. En general. Pero
antes, cuando la población se contaba con cuatro cifras –en 1950 pasaban
los habitantes de mil doscientos, y en la actualidad residen o están
censados doscientos treinta- los ramos de los novios a las mozas se
adornaban más, se les añadía cerezas, por ejemplo, y nos contaban que
los mozos se quedaban vigilantes hasta la mañana para que los pájaros no
las picotearan antes de ser vistas por sus novias. Preciosa costumbre.
El pasado sábado, 6
de julio, las calles anchas y limpias de la villa de Fuentearmegil,
amanecieron adornadas con grandes ramas de chopos que los mozos habían
ido a cortar el día anterior y, antes del amanecer, habían colocado
delante de las casas, del Ayuntamiento y de la Iglesia.
Después, antes de la misa, tuvo lugar el rito religioso. Pendones, una
magnífica cruz de plata y la imagen de la santa patrona, procesionaron
por el pueblo, discurrieron por debajo de los arcos vegetales.
Estuvieron acompañado por los alcaldes de pueblos vecinos –San Esteban,
Langa, Burgo de Osma con Antonio Pardo en la doble representación de
alcalde de el Burgo y presidente de la Diputación- Marimar Angulo y
otros a quienes no conocíamos. Todos ellos arroparon a las autoridades
municipales de Fuentearmegil con respeto para ellos y los habitantes de
este pueblo cargado de historia, una historia que nadie, pese al
descenso de la población, podrá nunca quitarles.
Varias veces,
durante el recorrido, se subastaron los banzos, acendrada costumbre
rural, casi siempre relacionada con alguna promesa, exvoto vivo. En un
momento del camino comenzaron a bailar jotas hasta la entrada de la
iglesia. Antes era costumbre que sólo bailaran los hombres. Lo hacían –y
lo hacen- sin darle la espalda a la santa, de cara a ella, danzando
hacia atrás. Lo hemos visto también en Espejón y Trébago. Son, como nos
diría Enrique Antón, “jotas de procesión”, distintas a las otras que se
bailan sin caminar, como la propia de Fuentearmegil, que danzan en el
baile. “La galana”, “La niña”, “La serranita”, y “La peona”, con música
de gaiteros, son jotas propias para esta forma de danzarlas, y esas se
bailaron en Fuentearmegil. Hemos de recordar que Fuentearmegil contó con
un grupo musical de fama reconocida, y que paseó el nombre de la villa
por muchos lugares.
Fiestas sencillas, rurales, cargadas de sentido, las que vivieron en
este interesante rincón de las tierras de Soria.
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