© José Tudela de la Orden, 1947
La trashumancia es una fase de la evolución de la vida
ganadera, desde sus orígenes, desde el nomadismo (inmediato a
la vida natural de los animales migratorios) a la estabulación,
que es la forma que cierra el ciclo evolutivo con el máximo
alejamiento de su origen y el apartamiento casi absoluto de la vida
natural. En medio de estas dos fases extremas, nomadismo y
estabulación, hay otras dos intermedias: la trashumancia
y la estancia.
No se debe desprender de esta gradación un obligado progreso
ganadero y considerar la estabulación como la fase más científica y
perfecta. No, no se trata de esto, sino de marcar el principal
camino que ha seguido la historia de la ganadería. Basta recordar
que un ganado no ya cerril, sino bravo, como el toro de lidia, que
vive casi constantemente en el campo es, sin embargo, una de las
grandes perfecciones zootécnicas, acaso la más lograda y perfecta de
España, y no sólo en su cualidad esencial, que es su bravura, sino
de fecundidad, resistencia física y rendimiento en carne. Lo mismo
podemos decir de la oveja merina trashumante, que vive siempre a
cielo abierto y duerme al sereno en todas las épocas del año.
Los geógrafos y prehistoriadores modernos (1) han puesto en
duda la vieja teoría de las tres etapas de la evolución de la vida
humana. No es cierto que el hombre primitivo, que fue primero
recolector y cazador, fuese gradualmente pastor y labrador, sino que
quizá naciesen a la vez la ganadería y la agricultura, habiendo
culturas pastoriles nómadas más perfectas que otras culturas vecinas
meramente agrícolas. No hay que olvidar que casi todos los pueblos
precolombinos fueron agricultores y no conocieron la ganadería.
Las formas más arcaicas del nomadismo se dan precisamente en
las zonas límite de la vida ganadera. Al Norte, en los rebaños de
renos de Escandinavia, seguidos más que guiados por los pastores
lapones, que no hacen sino seguir a su ganado, el cual, con instinto
migratorio, tiene la iniciativa del arranque estacional en busca de
fresco o de templanza. Al Sur, en los “campos” brasileños, las
vacadas cerriles, casi cimarronas, son las que en la estación seca
suben por su propia iniciativa también a los calveros de cerros y
mesetas, huyendo no tanto del calor y la sequía como de los
parásitos e insectos. Más cerca del Ecuador la mosca tsé-tsé hacía
imposible la existencia de la ganadería en la selva tropical.
El nomadismo es la migración ganadera, integral y conjunta, de
los ganados y de los pastores con sus familias. La tienda es la casa
pastoril.
El nomadismo puede ser cerrado o abierto. El
cerrado o cíclico oscila, como la trashumancia, entre dos zonas
de pastos de frescura alternativa. En cambio, el abierto o
irregular es practicado casi únicamente en algunas extensas y
uniformes regiones del Sahara, de Arabia, de Siria o del Tíbet,
donde los rebaños yerran eterna e irregularmente, buscando el pobre
pasto de estos desiertos.
La trashumancia nace del nomadismo cíclico el día en
que las familias de los pastores se fijan en poblados, haciéndose
labradoras, mientras que ellos, los hombres jóvenes y maduros,
siguen de pastores, conduciendo y careando sus ganados entre valle y
montaña, entre agostadero e invernadero.
Antes de exponer los distintos tipos de trashumancia veamos la
precisa definición que de ellos ha dado André Fribourg al comienzo
de su estudio sobre “La trashumance en Espagne” (2):
“La trashumancia es el desplazamiento alternativo y periódico
de ganados entre dos regiones determinadas de clima diferente”.
Clasificación de la trashumancia
La primera clasificación que puede hacerse de la
trashumancia se basa en la razón o motivo de la migración. Este
movimiento ganadero puede ser provocado:
1º Por la escasez de pastos.
2º Por la abundancia de ellos.
3º Por los insectos y parásitos que molestan al
ganado.
Estos tres motivos, que se corresponden con tres clases de
climas diferentes, provocan tres tipos de trashumancia:
El 1º, la trashumancia mediterránea.
El 2º la trashumancia alpina; y
El 3º la trashumancia tropical.
La trashumancia mediterránea
El
clima llamado mediterráneo, de tipo subtropical, con pocas lluvias
durante el caluroso verano, provoca la sequía, y ésta la escasez de
pastos, que se remedia en toda la cuenca del “Mare nostrum”
emigrando los ganados de las tierras bajas a las cumbres más
próximas, de cuenca a divisoria, del valle a su montaña. Veremos
luego cómo vive el ganado estante en estas tierras durante el
verano. Como casi toda esta gran cuenca tiene cerca de sus tierras
bajas altas montañas, en toda ella se da este tipo de trashumancia:
en la Francia mediterránea, en la Italia peninsular e insular, en
los Balcanes, en Palestina y en Africa Menor, saltando al desierto
líbico... y, sobre todo, en España, donde este clima afecta no sólo
al litoral, sino a las dos mesetas centrales.
No quiere decir esto que todo el ganado de esas zonas bajas
mediterráneas, tan cálidas en verano, tenga necesariamente que
emigrar en busca de los frescos pastos serranos. No. En ellas una
gran parte de la ganadería es estante o, como se decía en
términos mesteños, riveriega: que vive en régimen de
estandía, sin salir de sus fincas, de sus términos municipales o
de su comarca. Tiene en “extremos”, en el verano, menos pasto en
eriales y pastizales que en el invierno, porque no se seca
completamente todo el pasto. Donde en invierno se pueden alimentar
mil cabezas lanares, en verano tan sólo se sostienen, por ejemplo,
doscientas; pero, además, en esta época están las rastrojeras con su
derrota de mieses o espigaderos, en los que el ganado
puede aprovechar las espigas y granos que, en siega o acarreo, han
caído al suelo o no han sido alcanzados por la hoz o la cuchilla.
Además en los rastrojos crece hierba, siempre más fina que la del
pastizal, y en caso extremo de sequía se da en verano, como se hace
en invierno con el ganado riveriego de las altas mesetas, pienso o
forraje, si lo hay (3).
En Andalucía y en Extremadura el cultivo llamado al tercio, en
lugar del de año y vez, tiene su fundamento en sostener mejor al
ganado con el pasto que nace en esta tercer hoja sin labrar, que
llaman de posío.
Trashumancia alpina
Otras veces este desplazamiento de ganado lo provoca no la
escasez de pastos, sino todo lo contrario, su abundancia, para
guardar, dallar y henificar la hierba de unas praderas mientras son
aprovechadas a pico por el ganado otras hierbas o pastos.
El clima aquí ya no es mediterráneo, sino europeo o alpino,
cuya característica, más pertinente a nuestro objeto, es que hay
lluvias de verano, no sequedad. El paisaje no pierde su verde
lozanía. Hay, claro está, menos humedad en el verano que en
primavera, hasta el punto de que para intensificar la producción de
hierba se riegan, cuando se puede, algunos prados.
El ganado que realiza esta trashumancia alpina es el ganado
bovino. Durante el invierno las vacas están en los establos
alimentándose con el forraje que se ha segado durante parte de la
primavera, el verano y hasta en el otoño. En primavera sale el
ganado a los prados o los pastizales, alternando en unos o en otros,
en el pueblo o fuera de él, en la misma o en distintas alturas y
distancias, que es lo que caracteriza esta migración.
Estos desplazamientos son, por esto, muy variados; unos, los
más regulares y sencillos, son de una sola etapa de ascensión de las
vacas a zonas más altas, para que vivan allí mientras crece la
hierba en los prados del pueblo; otros son algo más complicados, de
dos etapas, una a media altura, como en el caso anterior, y otra al
“alpe” propiamente dicho, hacia los altos pastizales que brotan,
como en las cumbres mediterráneas, al fundirse las nieves
invernales.
En este caso los pastizales de media altura, al subir las
vacadas al “alpe” en esta segunda etapa, quedan, como los prados del
valle, produciendo forraje. Al descender el ganado vuelve a hacer
escala en la primera etapa, vencido ya el calor del estío, para
bajar a los prados del pueblo al comenzar el otoño. Mientras tanto,
en el valle y en la etapa intermedia se dan varios cortes a la
hierba, que recogida en heno sirve para la estabulación invernal.
Estos desplazamientos no son siempre tan regulares. Jean
Bruhnes, en su magnífica Géographie de la France (4), resume
los tipos que señala Philippe Arbos en su célebre libro sobre La
vie pastorales dans les Alpes Françaises, tipos que enriquece el
propio Bruhnes en su Géographie Humaine al referirse aquí ya
a la vida pastoril de Suiza.
Es lástima que el capítulo de la ganadería en Francia, en la
primera obra citada, en el que se hace un estudio
histórico-geográfico de todos los ganados (vacuno, caballar, asnal,
mular, cabrío, de la ganadería de corral: avicultura, cunicultura, y
hasta de las abejas) no traiga absolutamente nada de la
ganadería lanar en Francia. Esta lamentable omisión quizá fuera
debida a que debió de ser póstuma esta obra de Bruhnes y acaso no
tuviera terminado este estudio; pero conocemos algo de la
trashumancia de ganado lanar por otros buenos libros franceses (5).
Bruhnes menciona un caso extremo de irregularidad que vale la
pena de citar. Se trata de la trashumancia alpina de la aldea suiza
de Annivierds, en el Alto Ródano. Allí el ritmo de la migración
ganadera no es gradualmente ascendente y descendente. Por estar
situado el pueblo en una alta ladera del valle, al salir el ganado
de su encierro estival de los establos, en lugar de pastar en sus
prados bajan al fondo del valle del Ródano, de estación más
adelantada, donde está un mes; sube luego a los prados del pueblo,
donde come la primera hierba primaveral, para iniciar después desde
allí dos nuevas etapas ascendentes normales, con sus subidas y
bajadas; descendiento otra vez al valle del Ródano al final del
otoño, para subir al pueblo a estabular, al comenzar el invierno. Es
decir, siete u ocho etapas en otros tantos meses de descensos y
ascensiones alternadamente.
El ritmo y tipo general de trashumancia alpina, en una y hasta
en dos etapas, se da también en las montañas españolas de Santander,
en la región de Potes, y en Asturias, con los célebres “vaqueiros de
alzada”. En Castilla también hay algo parecido, en la región de
Pinares de Soria, al pie de la Sierra de Urbión y de su hijuela la
Sierra de la Humbría. El ganado vacuno de estos pueblos es de dos
clases: uno domado, de cría y trabajo, que pasta en primavera y
otoño, y en parte del verano, terminada la recolección, en los
prados, en las dehesas boyales o en el pinar cercano, volviendo a
casa todas las noches, y el ganado cerril, de vida o de
recrío, que pasa únicamente el invierno estabulado, pero el resto
del año anda suelto en el pinar sin volver a casa hasta el invierno.
Vive a su albedrío; sube, por su propio instinto, en el verano, a
las cumbres, donde lo ven frecuentemente los excursionistas que
suben al Pico de Urbión y a las lagunas, y él solo, como en el
arcaico nomadismo que hemos citado, baja a ellas, a los primeros
fríos, a resguardarse en las solanas y hondonadas del pinar, para
volver a cobijarse en el establo, cuando las nieves invernales
llegan al pueblo.
Propiamente, en lugar de llamar, como lo hacen los franceses,
a esta migración ganadera trashumancia alpina, debiera denominársela
semitrashumancia, ya que el invernadero para este ganado es el
establo. No se trata ya de dos regiones determinadas de clima
diferente, como caracteriza Fribourg a la trashumancia, definición
que realmente sólo comprende a la trashumancia mediterránea y a la
tropical. Se diferencia además esta trashumancia de las otras en
que, muchas veces, la familia o parte de ella, con alguna o algunas
mujeres, además de algunos hombres, acompañan al ganado, y no viven
en chozas, como los pastores trashumantes, sino en casas de montaña,
con sus establos, heniles, cocina, dormitorios, como en el pueblo,
sólo que más pequeñas, dedicados a ordeñar las vacas y a hacer
quesos. De esta manera estos prados son abonados por el propio
ganado y la hierba es aprovechada a pico por éste, sin tener
necesidad de subir estiércol a estos prados ni de bajar el heno al
pueblo.
Trashumancia tropical
Hay, por fin, otro tipo de trashumancia que hemos llamado
tropical porque se practica en los “campos” brasileños y en los
“llanos” de Venezuela, donde se da este clima, con el desequilibrio
entre la estación de las lluvias y la estación seca.
Aunque
pueda pastar junto a ríos y lagos en esta zona, es tal la
mortificación que producen al ganado la multitud de insectos y
parásitos, que instintivamente busca las alturas y los calveros del
bosque tropical para librarse de semejante tormento, a la vez que
encuentra arriba pasto más abundante (6).
Apenas
si tenemos a mano bibliografía suficiente para conocer la historia y
la vida ganadera de América, que esperamos estudiar algún día con
detenimiento; por eso nos limitamos a citar las pocas fuentes que
hemos utilizado.
La trashumancia en España
La trashumancia “corta” y “larga”
Hecha
la primera clasificación de la trashumancia en mediterránea, alpina
y tropical, vamos a observar las distintas modalidades de la
española, y con mayor atención, por sernos mejor conocida, la
castellana.
En
general, puede decirse que donde quiera que haya en España
importantes desniveles habrá trashumancia. Así, la hay en toda la
cuenca del Ebro. En Cataluña, estudiada por Max Sorre en su obra
sobre Los Pirineos Orientales, en la que señala las
principales cañadas catalanas. La hay en Aragón, de la Ribera a los
Pirineos centrales, por el Norte, y hacia los Montes Ibéricos
turolenses, por el Sur, y en menor grado hacia el Moncayo. La
trashumancia aragonesa tiene casi tanta tradición como la
castellana, y tuvo organizaciones ganaderas de tradición medieval
como “La Casa de Ganaderos de Zaragoza”, la “Mesta de Albarracín”,
el “Ligajo de Calatayud” y la “Cofradía de Pastores de Letux” (7).
En
Navarra tiene arraigo secular la trashumancia entre el Valle del
Roncal, en los Pirineos, y las Bardenas reales de la Rivera (8).
En la
vertiente Norte de los Pirineos cantábricos, sobre todo en sus
partes más elevadas, en la Montaña de Santander y en las de
Asturias, se da, como hemos dicho, un tipo de trashumancia alpina
del ganado vacuno entre la marina y la montaña. En el Levante
español hay trashumancia ovina entre las tierras bajas y los montes
turolenses y conquenses.
La hay
también entre las vertientes de Sierra Nevada y sus zonas bajas, más
o menos próximas, pues hasta de la provincia de Córdoba van ovejas y
yeguas a agostar en las elevadas cumbres granadinas.
Todas
estas trashumancias son trashumancias cortas, como la de toda la
cuenca mediterránea. Únicamente la vieja trashumancia castellana
regulada por el antiguo “Honrado Concejo de la Mesta”, la de las
Cabañas y Sierras de León, Soria, Segovia y Cuenca, que eran las
cuatro cuadrillas de la Mesta, es una trashumancia larga, que
no se reduce a pasar de la cuenca a su divisoria, del valle a su
montaña, sino que tiene, como las cuadrillas leonesas y sorianas,
los agostaderos en el norte de España en la divisoria norte del
Duero, y los invernaderos en el Mediodía español, en las cuencas del
Guadiana o del Guadalquivir, para lo cual sus ganados tienen que
atravesar tres grandes cuencas fluviales y dos o tres divisorias,
unos 800 kilómetros de recorrido, o sea, 1.600 kilómetros al año en
su doble viaje, con más de un mes de duración cada uno de ellos.
Este
fenómeno extraordinario no se da en ninguna otra trashumancia del
mundo, y tiene su explicación no ya en la Geografía, sino en la
Historia.
En la
época prerromana, en la zona serrana de Soria, hacia los siglos IV a
VI había, según Taracena (9), unos poblados célticos de pastores,
que debían llevar sus ganados durante el invierno aguas abajo del
Duero. Es decir, una trashumancia normal corta. Y en esta dirección
irían los ganados trashumantes de Castilla la Vieja, de la ribera a
la alta meseta o a la sierra, hasta la Reconquista, en que las
extremaduras leonesa y soriana (es decir, los terrenos
fronterizos) eran desiertos pastizales, utilizados por la
ganadería señorial, de los señores seculares (nobles) o de los
señores eclesiásticos (cabildos y monasterios). Los rebaños podían
fácilmente recogerse y cambiarse de lugar en tiempos de “algaras”.
Estas extremaduras (estas “tierras de nadie”) fueron
trasladándose poco a poco hacia el Sur, hacia el Tajo primero y
luego hacia el Guadiana, donde queda ya este nombre de Extremadura
fijado, y con él los invernaderos de las grandes dehesas de las
encomiendas de las órdenes de Alcántara, Calatrava y Santiago. Esta
es la explicación histórico-geográfica de esta larga
trashumancia castellana.
Trashumancia “directa” e “inversa”
Los
geógrafos franceses, Bruhnes, Arbos, Sorre, Blanche, distinguen
entre trashumancia directa o inversa, según la
procedencia u origen de los rebaños. Así dicen (10) que la
trashumancia de los ganados provenzales a los Alpes marítimos es
directa y, en cambio, inversa, la de los ganados de
Saboya que bajan a la Camarga. Otra diferencia, dentro de esta misma
clasificación, la de la duración de la ausencia, referida al punto
de origen. Así, la trashumancia de los rebaños de los ganaderos
zaragozanos a las cumbres pirenáicas es directa, porque su
permanencia en éstas, sólo en el verano, es más corta que su
permanencia en las riberas del Ebro durante las otras tres
estaciones. Por el contrario, la trashumancia de los rebaños
mesteños propiedad de los “Caballeros de Sierra”, que en ésta debían
de tener casas abiertas, es inversa, porque la mayor parte
del año la pasan no en sus tierras, en los agostaderos de los
quintos, sino en extremos, en los invernaderos de las dehesas
manchegas y extremeñas.
No se
puede tener en cuenta para esta clasificación, como algún autor lo
hace, el origen de los pastores, porque éstos, por lo general, son,
en toda trashumancia, oriundos de sierra.
Trashumancia de “ganaderos” y de “piareros”
Hay
además, y la hubo siempre, otra clasificación en la trashumancia
castellana, según que los rebaños sean de cabaña de un solo dueño o
ganadero o estén constituidos por una agrupación de piaras de
varios dueños, que suelen ser sus propios pastores, a los que se les
llama por esto piareros. Esta clasificación, que todavía
existe, por ejemplo, en el ganado trashumante soriano, tiene más
importancia de la que a primera vista parece.
En el
Catastro del Marqués de la Ensenada (magnífica empresa burocrática
informativa aún no superada), entre las cuarenta interesantísimas
preguntas del Interrogatorio General, hay una que dice:
“De
qué especies de ganado hay en el pueblo y término, excluyendo las
mulas de coche o caballos de regalo, y si algún vecino tiene cabaña
o yeguada que pasta fuera del término, dónde, de qué número de
cabezas, explicando el nombre del dueño”.
Pues
bien, por las contestaciones a este Interrogatorio que hicieron
todos los pueblos de la antigua Corona de Castilla podemos conocer:
si había en ellos cabaña trashumante, cuántas cabezas de cada clase
y ganado tenía cada rebaño en el pueblo, de quién era, dónde
agostaba y dónde invernaba. Así he podido conocer con todo detalle
la cabaña soriana a mediados del siglo XVIII y, en cambio, no hay
hoy documento administrativo alguno donde consten datos semejantes
para la actual ganadería.
En
estas informaciones catastrales de hace dos siglos se mencionan con
frecuencia los ganados piareros, a los que llamaba ganados
aventureros; es decir, que no tenían ganada en “extremos” (en
los invernaderos) posesión arrendaticia, según los Cuadernos
de Leyes de la Mesta; por lo cual tenían que acomodarse, a la buena
de Dios, en los sobrantes de dehesas o pastizales, en los montes y
dehesas del trayecto, ya que por entonces no había cañadas o veredas
sino en las cinco cosas vedadas, que eran: panes, vides, huertos,
dehesas boyales y prados de guadaña, pues en baldíos, dehesas y
montes no había camino, podían caminar y pastar a sus anchas, y por
eso estaba prohibida toda roturación, para que pudieran ir los
ganados a extremos con toda holgura.
Es
curioso que los ganados sorianos trashumantes, de cabaña y de
piareros, procedan de dos distintas sierras, de la Cebollera los
primeros y de la de Oncala los segundos, y que siendo ganados
merinos los dos sean, a su vez, de diferentes tipo y clase: más
chicos de talla y más cargados de lana los de los piareros que los
ganados de cabaña.
La trashumancia y la clase de ganados
Un
régimen de vida secular como la trashumancia tiene necesariamente
que influir en la clase del ganado que la practica, amoldándose una
u otra clase, como hemos visto, a una u otra especie ganadera.
La
trashumancia mediterránea es preferentemente de ganado lanar, y lo
fue también antiguamente, aunque en menor escala, de ganado cabrío;
pero éste, al cerrarse y estrecharse las cañadas y desaparecer la
jurisdicción privilegiada de la Mesta, ha desaparecido como cabrada
trashumante.
De la
meseta abulense bajan vacadas castellanas a las dehesas extremeñas,
además de los pocos rebaños de ovejas que de allí aún trashuman.
En
Soria el ganado lanar trashumante es todo él merino, a diferencia
del estante que, por lo general, es entrelino. Hay también ganado
merino estante, pero poco, efecto de la evolución que hemos de
explicar, y precisamente en la región de Yanguas y Oncala, donde
agostan los ganados piareros
Evolución de la trashumancia
a)
En cuanto a la cantidad de ganado
La
trashumancia disminuye sin cesar desde mediados del siglo XVI, casi
dos siglos antes de comenzar la reforma y luego la desaparición de
los privilegios de la Mesta; por eso es más difícil de lo que parece
explicar esta decadencia.
De
Carlos III acá, sí hay razones bastante poderosas para justificarla:
abolición de los privilegios de la Mesta en beneficio de las
labranzas, los repartos de tierras de propios, supresión de la tasa
de pastos, prohibición de roturar o plantar, la larguísima duración
de los arriendos, unificación de la jurisdicción, etc.
En las
Cortes de Cádiz, las leyes desvinculadoras, la supresión de
mayorazgos y la abolición de señoríos, y más tarde las leyes
desamortizadoras, con sus consecuentes roturaciones, y luego
plantaciones de vides, olivares y plantíos, y las roturaciones
arbitrarias, a principios de siglo, con el estímulo que daba al
reciente empleo de los abonos químicos... y, en fin, la llamada, con
razón, revolución agrícola, que mejoró la agricultura e incrementó
notablemente su producción, fueron causas determinantes de la rápida
decadencia de este régimen pastoril.
La
secular lucha entre labranzas y pastorías se decidió, con razón, a
favor de las primeras; por todo esto disminuyó notablemente la
trashumancia, el ramo ganadero más sensible a cualquier cambio
político o amenaza de guerras o alteración de orden público.
Así,
bajó considerablemente la cabaña trashumante de España, como
decíamos, desde 1526, en que, según Klein, marca el punto álgido de
la cabaña mesteña con 3.000.000 de cabezas, y no deja de bajar, en
el mismo siglo XVI, a 2.500.000; baja en los siglos XVII, XVIII y
XIX, sobre todo después de la guerra de la Independencia.
No
sólo disminuye el ganado trashumante, sino que por las mismas y
análogas razones, disminuye y desaparecen las cabañas eclesiásticas
y disminuyen las grandes cabañas señoriales.
Esta
decadencia, como todas, no fue continua y sin interrupción, sino de
modo oscilante, con altos y bajos, con una media constante de
minoración.
A la
disminución de la ganadería trashumante corresponde, sobre todo, en
los tiempos más cercanos, un aumento de ganadería estante o
riveriega (como se llamaba en términos mesteños) y una fijación en
régimen de estancia de la merina trashumante.
b)
El cuanto a clase de ganado
El
ganado de trashumancia, por la mayor regularidad del clima en que
vive, sin veranos ni inviernos, por la alimentación siempre verde,
en una cierta primavera, por su vida constante al aire libre todo el
año (11), tiene unas condiciones físicas especiales; así se
distingue perfectamente el ganado trashumante del estante, aun
siendo de la misma raza merina, que en España es la clase que
trashuma; la característica más importante es la de la lana, que es
la más fina de todas las razas españolas.
Ya
hemos dicho que, aun dentro de la raza merina trashumante, se
diferencia el ganado de cabaña del ganado piarero.
Hay
también raza merina estante, casi siempre originaria de la
trashumante, que ha cambiado el régimen migratorio por la estancia o
fijación en una localidad determinada.
De
igual modo se diferencian, dentro de su especie, los ganados bovinos
y caballar trashumantes.
c) En cuanto a los pastos
Hemos
dicho que los antiguos invernaderos eran, en su mayoría,
terrenos casi desérticos pertenecientes a las órdenes militares de
Alcántara, Santiago y Calatrava, que los tenían distribuidos en
encomiendas, con sus castillos correspondientes y sus grandes hitos
o mojones con sus escudos, como pueden verse aún por las dehesas de
La Mancha y Extremadura.
Los
agostaderos, por el contrario, eran, en su mayoría, tierras o
montes de propios de los ayuntamientos castellanos, en las sierras y
en sus estribaciones; por eso necesitaban los ganaderos ser
“caballeros de sierras” y tener casa abierta en los pueblos dueños
de estos pastizales serranos; por lo cual abundan las casonas,
palacios y torres nobiliarias en ellos. En la provincia de Soria hay
palacios ganaderos en muchos pueblos serranos: Almajano, Narros,
Aldeaseñor, Castilfrío, Gallinero, Tera, Vinuesa, Hinojosa de la
Sierra, etc. Algunos nobles tenían agostaderos e invernaderos
propios, pero no era lo corriente.
Con la
desamortización las encomiendas son divididas y enajenadas, y los
bienes de propios pasan a poder de particulares. Así se venden
“millares”, “medios millares”, en “extremos” y “quintos”, en las
sierras. Es decir, trozos de fincas, dehesas o agostaderos capaces
para mil o para quinientas cabezas. Se dice que un solo valle, el
valle de Alcudia, que pertenecía a la Orden de Calatrava, que
comprende casi toda la parte Sur de la provincia de Ciudad Real, se
dividió en 365 dehesas, tantas como días tiene el año. La cabida y
los linderos se calculaban y marcaban por jornadas a caballo, y en
su posesión intervino un célebre bandido, que cobraba su parte como
una prestación señorial.
d)
En cuanto a los ganaderos
También ha sufrido evolución la trashumancia en cuanto a los
ganaderos.
Ya
hemos visto, en el apogeo del Concejo de la Mesta, que los
principales ganaderos de cabaña eran el Rey, los nobles, la Iglesia
y después algunos pocos hidalgos, caballeros o gente del estado
llano y generalmente de pastores, como se ha dicho.
El
siglo XIX es, sin duda alguna, el siglo liquidador, en el régimen de
la tierra y del campo, del Antiguo Régimen. Además de la
transformación que las leyes desamortizadoras llevan a la propiedad
territorial, las leyes sobre los señoríos y las leyes
desvinculadoras con la supresión de mayorazgos transforman y dividen
la propiedad territorial de la nobleza, y sobre todo al final del
siglo XIX, y en lo que va del XX, esta propiedad casi desaparece en
la mitad norte de España y se reduce considerablemente en la mitad
sur.
Un
fenómeno parecido se da en las cabañas. Las eclesiásticas ya casi no
existen a comienzo del siglo XIX, desapareciendo después. Muchas de
las ganaderías de la nobleza pasan a poder de sus mayorales, lo
mismo que gran parte de la propiedad territorial nobiliaria pasó a
los arrendatarios.
Muchas
de las mejores cabañas que hoy existen fueron vendidas por sus
antiguos dueños a sus mayorales, sobre todo durante el siglo XIX y
en lo que llevamos de éste; y como los descendientes de estos
mayorales se elevaron a la alta burguesía, vuelve a repetirse ahora,
en menor escala, el mismo fenómeno que antes de venta de las
cabañas, bien a los mayorales o a otros ganaderos celosos de sus
rebaños. La venta de cabañas suele coincidir, como es natural, con
crisis ganaderas por sequía, o baja de precios, o cambios políticos,
económicos y sociales.
Hechas
estas clasificaciones y distinciones de la trashumancia en general y
de la trashumancia castellana, sólo nos resta tocar dos aspectos de
la migración ganadera en América: los caminos pecuarios del Brasil y
la introducción del Concejo de la Mesta en Méjico.
La Mesta en Nueva España
Klein
afirma al comienzo de su libro sobre la Mesta el rotundo fracaso que
acompañó a la introducción de la Mesta en la Nueva España por Cortés
y sus continuadores, muchos de los cuales estaban familiarizados con
la ganadería trashumante: “... En México, como en Santo Domingo,
todos los esfuerzos encaminados a introducir la trashumancia del
ganado lanar resultaron frustrados por la falta de condiciones
geográficas favorables y por la mayor atracción ejercida por otras
industrias, singularmente la minera. La única parte del cuaderno de
leyes de la Mesta que sobrevivió fue la referente a los concejos
semestrales para disponer de las reses descamadas”.
Este
juicio y la argumentación que los respalda induce a menospreciar el
papel de la Mesta en América.
Esto
lo rectifica Miranda (12).
La
primera objeción de Klein es cierta en las zonas bajas calientes o
tórridas, pero no en ciertas mesetas o altiplanos templados o fríos
y algunas comarcas montañosas de clima seco, donde hay una
agricultura semejante a la de las mesetas de España. Las
emigraciones periódicas se establecieron de las mesetas y tierras
altas a las templadas de México, por eso la trashumancia aparece en
Nueva España inmediatamente después de la introducción de los
ganados por los españoles.
Cuando
el Virrey don Luis de Velasco dicta las Ordenanzas del Agostadero,
incluidas en el segundo cuaderno de la Mesta de 1574, hacía ya algún
tiempo que la trashumancia se practicaba. Dicha Ordenanza lo
atestigua.
El
capítulo XXXVI es el relativo a las cañadas. No es un mero y
rutinario traslado de legislación peninsular a Indias para no
cumplirse. Las múltiples resoluciones de los virreyes en aplicación
de preceptos a casos particulares lo confirma. “Se hicieron ciertas
ordenanzas para el pueblo e provincia de Guajocingo”, en las que se
declara y manda, entre otras cosas, “que los ganados mayores y
menores que hubieran dentrar en agostadero en la dicha provincia
entren desde 1º de Enero en cada un año en adelante y no antes y
salgan a fin de Febrero del dicho año” (en un agostadero realmente
invernadero por la estación seca).
En
otra resolución de Texcoco: “por parte de los naturales de la ciudad
de Texcoco me a fecho relación que en términos de la ciudad han
entrado y entran muchos pastores con cantidad de ganados menores a
agostar antes del tiempo que conforme a las ordenanzas les a
permitido”.
La
segunda observación es también falsa.
“En
los orígenes de la colonia, exceptuando la minera, ninguna otra
industria ejerció sobre los españoles mayor atracción que la
ganadería”.
A
veces las sementeras de los indios eran asoladas por los ganados de
las estancias vecinas.
En una
reclamación se dice: “... este pueblo (Tlacotalpa) está rodeado de
muchas estancias de Juan Pérez Aparicio, que el ganado entra dentro
de las casas e yglesias, que no se puede remediar por ser mucha la
cantidad..., por lo qual se a de despoblar”.
Mientras la Mesta fue en España un gremio de ganaderos, en Nueva
España fue de estancieros, propietarios de estancia.
La
Mesta se implanta en México en 1529.
Los caminos pecuarios continentales en
América del Sur (13)
Los caminos del Brasil son una de las más notables
manifestaciones de la Geografía Económica de América del Sur; aún
más, estos caminos pecuarios, con sus recorridos a veces
asombrosamente largos, no pueden compararse con nada análogo en el
mundo.
Los caminos pecuarios de América del Sur son caminos
naturales, por los cuales el ganado, en su mayor parte vacuno,
caballar y mular, es llevado desde las regiones de producción a los
lugares de consumo (ciudades, minas). Estos caminos se desarrollan a
finales XVI y en parte están aún hoy en uso. Dada su desacostumbrada
longitud, de varios miles de kilómetros, no es posible llevar el
ganado de una vez hasta los lugares en que va a ser utilizado. Por
eso se intercalan praderas artificiales que sirven para cebar el
ganado. En estos caminos pecuarios se desarrollan también,
generalmente en las mismas praderas artificiales o en su proximidad,
mercados y ferias de ganado, que desempeñan un papel importante en
la economía del país. En algunas regiones han sido los caminos
pecuarios los precursores de líneas modernas de transporte. En la
literatura popular del noroeste del Brasil, por ejemplo, encontramos
bastantes detalles de usos y costumbres relacionados con este
transporte de ganado.
(1) Febre
“La tierra y la evolución humana”. Ed. Cervantes, 1923, Barcelona.
(2) “Annates
de Gèographie”, Tomo XIX. Año 1910. Páginas 231 a 241.
(3) En
1944 y 1945 hubo una gran sequía, sobre todo en este último, que ha
sido el más seco de que ha habido memoria, agravada por la sequía
del precedente. Murió este año mucho ganado en España. Las vacas
llegaron a comer sus propias boñigas y las ovejas, unas a otras,
vedijas de su lana.
(4) Segunda
parte de la “Historie de France” dirigida por Hanotaux
(5) Principalmente
Cavailles y Max Sorre.
(6) R.
Numelin “Les Migrations humaines” y Delfontaines, “El Brasil”.
(7) “La
Casa de Ganaderos de Zaragoza”. Tesis doctoral de Manuel Martín
Peña. Zaragoza.
(8) “Diccionario
Geográfico” de Yanguas.
(9)
Memoria de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades. Nº 103.
(10)
“L´Homme et la Montagne” por Jules Blache. París NRF.
(11) Comienzan,
con buen criterio, a construirse majadas o parideras en “extremos” o
invernaderos del mediodía de España para resguardar a las ovejas de
los temporales de aguas en la época de la paridera.
(12) “Notas
sobre la introducción de la Mesta en la Nueva España”, por José
Miranda, en Revista de Historia de América, nº 17. Junio, 1944
(México).
(13) Por
el profesor Dr. Otto Quelle, Berlín. Tomado de “Petermanns
Mittellungen”. Año 80, 1934.
© José Tudela de la Orden, 1947
Conferencia pronunciada en el Museo del Pueblo Español
Homenaje a D. Mateo Silvela
(Conferencias del curso 1946-1947) 24-5-1947
Historia
de ganadería hispanoamericana, José Tudela |