Isabel Goig, en su libro Tal y como vivíamos (De
costumbres) comienza el capítulo que trata sobre la infancia
diciendo: “En el mundo rural la infancia era muy corta. En cuanto
un muchacho alcanzaba los siete u ocho años debía ayudar en las
tareas de la hacienda, siempre pequeña.” Esto me hace pensar en
la duración de infancia en nuestros tiempos. En la actualidad, en
cuanto los niños tienen algo de autonomía les exigimos que aprendan
a tocar un instrumento, que se esfuercen por las cosas que hacen,
que lean, que se aficionen por algún deporte. En fin, que aprovechen
su tiempo. Quizá sea fruto del deseo de que nuestros hijos e hijas
tengan lo que no tuvimos o de que, como queremos lo mejor para
ellos, deseamos que sean los mejores… En fin, no quiero entrar en
los motivos porque, a menudo, son muy personales.
Al continuar leyendo nos damos cuenta de que las labores que tenían
los pequeños en el mundo rural soriano eran, todas ellas, de
obligado cumplimiento. Si exceptuamos esta obligatoriedad, muchas de
ellas me recuerdan en lo que los niños y niñas dedican parte de su
tiempo en Papoula: a atender animales que están criando, pequeños
huertos, ir a la fuente a por agua cuando es necesario o tareas más
bien destinadas a las chicas en aquella época, como preparar el
almuerzo, coser o confeccionar accesorios, ir a visitar los animales
del vecino o salir a recoger lo que la naturaleza tiene preparado
para ellos. Todas estas tareas sirven a los niños para desarrollar
su autonomía, comprender lo que cuesta coordinarse con los demás,
vivir su vida.
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Pero algunos se preguntarán todavía ¿qué es eso de Papoula? Pues
bien, es un espacio ubicado en la zona rural norte de nuestra
provincia donde niños y niñas se convierten en los protagonistas de
su propio aprendizaje. Allí cuentan con todo tipo de materiales
educativos y experiencias que les permiten ir creciendo en un
espacio de respeto y confianza. Van tomando sus decisiones desde
bien pequeñitos y adquiriendo los recursos necesarios para conectar
con sus intereses y trabajar de la manera más autónoma posible.
Los niños en Papoula tienen la oportunidad de descubrir su entorno
cercano y lejano haciendo, jugando, experimentando, tocando, riendo
y, si así lo necesitan, llorando. Diariamente son habituales los
momentos de trabajo en grupo e individuales, con propuestas de
actividades que las acompañantes (las maestras que acompañan sus
procesos de desarrollo) les traen para responder a sus intereses,
completar sus aprendizajes significativos o porque simplemente,
aparece de la nada un recurso, ya sea humano o material,
interesantísimo a su alcance.
Por ejemplo, el segundo día de este curso salimos a mostrar a los
recién llegados el pueblo. Sin duda el lugar estrella de la mañana
fue una pequeña cuesta donde los niños encontraron diferentes
minerales. Recogieron sus muestras, las coleccionaron y analizaron
con ayuda de las actividades propuestas los siguientes días. A
partir de ahí las diferentes derivas personales empezaron a
florecer. Unos estaban más interesados en las piedras preciosas,
otros en conocer los usos de los minerales, otros simplemente
querían hacer experimentos (de cristalización, disolución…). Con tan
buena suerte que a las dos semanas teníamos a dos geólogas en el
espacio que nos explicaban su trabajo (las grandes máquinas
utilizadas, las explotaciones mineras que conocían, los métodos de
extracción incluidos los explosivos…) Los niños también tenían mucho
que contar. Mostraron a las geólogas su zona de extracción y juntos
confeccionaron un mapeo del lugar para delimitar los minerales que
se podían encontrar en el pueblo.
Esto es un ejemplo de un gran proyecto de aprendizaje, que surgió
sin planificación previa, sin libros de texto y adaptándose el
proyecto a los niños y niñas, y no al revés. Pero son muchas las
experiencias diarias que surgen de un simple juego sin objetivo
pedagógico visible, de la utilización de un material porque sí o de
un conflicto que se ha dado entre niños.
Parece que pensar un lugar así se sale totalmente de la idea de aula
que tenemos, donde los alumnos van al son de un bien intencionado
maestro o maestra o, en el peor de los casos, de libros de texto,
que poco saben de los niños de esa clase. Pero precisamente es el
propio currículum educativo el que establece desde la etapa infantil
que: “Uno de los principios que orientan la labor docente en este
ciclo es que el niño realice aprendizajes significativos, para lo
cual es necesario que estos sean cercanos y próximos a sus
intereses”, “Los métodos de trabajo se basarán en las experiencias,
actividades y el juego y se aplicarán en un ambiente de afecto y
confianza, para potenciar su autoestima e integración social”, “La
intervención educativa se adecuará al nivel de desarrollo y al ritmo
de aprendizaje del niño y la niña. Es esencial dar tiempo a los
procesos de maduración individual sin afán de acelerar el cursos
normal del desarrollo y el aprendizaje.” y un largo etcétera que
no voy a incluir en este rincón. *1
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Aunque en Papoula los verdaderos protagonistas son los niños, las
personas que acompañamos su desarrollo, junto con sus familias,
hacemos un arduo trabajo para hacer que el proyecto siga adelante.
Que tenga un espacio, un ambiente relajado, rico en experiencias de
aprendizaje, siempre reflexionando para ver qué es lo que necesitan,
creando material didáctico manipulativo para ellos. Juegos, momentos
y lugares que salen de nuestras manos y de nuestros corazones.
Papoula es un proyecto pequeño, de corazón muy grande, que va
creciendo al ritmo que crecen los niños, poco a poco a su son,
respondiendo a las necesidades que van surgiendo en el grupo de las
maravillosas personas que lo componen.
Dejando nostalgias a parte, está claro que nada tiene que ver con lo
que los niños sorianos vivían antes. Sólo espero que, con el paso
del tiempo, a estos niños les quede un recuerdo como el que explica
Isabel Goig que tienen los mayores que vivieron esos momentos: “El
recuerdo de aquellos tiempos es feliz, rico, creativo y con
sentido”.
©
Cristina Antoñanzas Cazador
Cofundadora y acompañante en Papoula.
*1 B.O.C.y
L.-N.º 1 Miércoles, 2 de enero 2008
DECRETO 122/2007, de
27 de diciembre, por el que se establece el currículo de segundo
ciclo de la Edcuación Infantil en la Comunidad de Castilla y León.
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