La peculiar luminaria de
Pedrajas
En las cuatro estaciones del año se encienden
hogueras en todo el mundo. Frazer divide los ciclos del fuego en Fuegos
cuaresmales, Fuegos pascuales, Fuegos de Beltane, Fuegos del solsticio
estival, Fuegos de la víspera de Todos los Santos, y Fuegos del
solsticio invernal. Este capítulo que hemos denominado Pequeño ciclo de
invierno, y donde recogemos las fiestas de la Candelaria, San Blas y
Santa Águeda, no encaja en ninguno de los apartados que Frazer estudia.
Pero en un pie de página de “La rama dorada”, anota algo sobre santa
Brígida, de quien sus hagiógrafos dicen que, además de patrona de
Irlanda, era la diosa del fuego y de la fertilidad. Su fiesta
conmemorativa se celebra el día 1 de febrero, y al día siguiente el de
la Candelaria, coincidiendo con la fiesta del fuego y de la fertilidad
en la pagana Roma a finales del siglo V, en la que el papa Gelasio, no
pudiendo suprimirla, la sustituyó.
Es necesario reconocer la deuda que el mundo
occidental tiene con la antigua Roma cuyos dirigentes, hasta la
cristianización, aceptaron como suyos ritos y dioses de todos los
pueblos que conquistaban incorporándolos a su propio panteón. Debían
pensar algo parecido a aquello de algo tendrá el agua cuando la
bendicen.
Nada escribe Frazer de una fiesta celta que tenía
lugar en una de las cuatro divisiones que hacían del año, la de Imbolc,
y cuyas celebraciones se hacían los primeros días de febrero. Sólo lo
anotamos al no poder comprobarlo, ni oral ni documentalmente.
La iglesia Católica hizo coincidir la fiesta de la
Candelaria o de las Candelas con la Presentación de Jesús y la
Purificación de María tras el parto. Más tarde se añadiría San Blas y
Santa Águeda, dando lugar a tres días seguidos. Candelaria, 2 de
febrero; San Blas, 3 de febrero; y Santa Águeda, 5 de febrero. No
resulta descabellado decir, pese a la carencia de documentos, que este
pequeño ciclo festivo de invierno está relacionado con aquella fiesta
celta. (…) Tal y como vivíamos (Isabel
Goig)
En el ciclo festivo de invierno, relacionado con el
fuego es necesario añadir las lumbres en honor de San Antón, que se
encienden alrededor del 17 de enero, fecha en la que se conmemora su
festividad. Este monje egipcio, patrón de los animales, es homenajeado
en muchas localidades. En Jaén son famosas las “lumbres de San Antón”,
que se encienden por toda la ciudad con los trastos viejos que los
muchachos han ido recogiendo por las casas. Alrededor de la lumbre se
bailan los melenchones, canciones típicas de Jaén de temática algo
picante.
En Soria se encienden luminarias en muchos pueblos,
pero en uno de ellos, concretamente en Pedrajas (Barrio de Soria en la
actualidad), tiene lugar el sábado más próximo a la festividad del
santo, una hoguera muy peculiar, toda vez que todo el que acude
contribuye al buen y gran fuego lanzando ramas. Previamente, por la
mañana, los mozos y no tan mozos, acuden al monte para cortar ramas de
roble y hacer con ellas dos montones. Sobre las 20,30 encienden con
troncos la base de la hoguera. Cuando las llamas han alcanzado una buena
apariencia, el presidente de la Asociación de Vecinos de Pedrajas (este
año de 2024 José Alberto García), abre la veda para lanzar ramas al
fuego. Momento especial para los niños (y también para los mayores), que
lanzan ramas hasta que los dos montones desaparecen. La fiesta la
amenizan los gaiteros y mientras la lumbre se va consumiendo, los
miembros de la Asociación reparten entre todos los asistentes pan,
chorizo y torreznos, y las botas de vino corren entre la gente para que
pase bien el chorizo, que ya se sabe, como dijo Francisco de Quevedo:
“No hay cuestión ni pesadumbre que sepa, amigo, nadar, Todas se ahogan
en vino, todas se atascan en pan”.
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Fotos: Leonor Lahoz
y Javier Sáinz
La Luminaria de San
Antón, en Pedrajas, 2017
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El pasado sábado, 21 de enero, día más
próximo a la celebración de San Antón (17 de enero) se encendió en
Pedrajas, Barrio de Soria desde 1972, la gran luminaria, como cada año.
Allí se dieron cita los vecinos de una población que aumenta el censo
rompiendo la estadística soriana. Muchos niños siguen la tradición y
lanzan ramas al fuego mientras solicitan favores que sólo ellos conocen.
Música de Óscar Fernando Pérez y su grupo y reparto de productos tan
sorianos como pan, vino, chorizo y torrezno, acompañaron a la luminaria
de este interesante pueblo a diez kilómetros de la capital.
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Fotos: Leonor Lahoz
La Hoguera de los Deseos, Pedrajas 2016
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Pedrajas, en la actualidad Barrio
de Soria, celebra el sábado más próximo al de San Antón su luminaria.
Este año ha sido precisamente la víspera, durante una noche en la que el
viento no hizo acto de presencia y la hoguera lució con todo su
esplendor. Fueron los niños, impacientes e incansables, quienes primero
lanzaron las ramas previamente cortadas por la mañana. Antes se
encargaban los mozos de ese menester. Debieron pedir tantos deseos -de
eso se trata- que la hoguera crecía sin cesar para ser capaz de
acogerlos a todos. Ignoramos si los dioses de la naturaleza,
especialmente los de los bosques, se mostraron generosos, aunque
suponemos que así fue.
A San Antón, amparo de los animales
entre otros muchos patronazgos, se le encienden hogueras en toda España,
pero muy especialmente en Jaén y su provincia, Las Lumbres, una en cada
barrio, cuando se aprovecha para asar calabaza, allí llamada carruécano,
en las ascuas, y bailar melinchones alrededor.
El cuidado pueblo de Pedrajas, museo de
escultura al aire libre, recuperó hace unos años esta fiesta a la vez
que aumentaba el número de habitantes -algo inusual en esta provincia-,
gracias a la proximidad con la capital y a la rehabilitación de
edificios. En tiempos, cuando la población lo permitía, los mozos eran
los encargados de la fiesta y los nuevos vecinos, que habían aportado
material para el arreglo de las calles, eran oficialmente recibidos por
el resto, aprovechando para beber, en taza de plata, el vino que
regalaba el Ayuntamiento. A la vez se hacía cisco y con el producto de
la venta los mozos celebraban una merienda.
En la actualidad la luminaria conserva
la costumbre de beber el vino en la taza de plata y los asistentes -ayer
sábado 16 de enero- era de cientos, que fueron obsequiados, además de
con el vino, con chorizo y torreznos. La fiesta estuvo amenizada por el
grupo Dulzaineros de Pedrajas. Quisieron compartir la luminaria con los
vecinos de Pedrajas y visitantes, varios concejales del Ayuntamiento de
Soria, entre los que pudimos ver a Javier Antón, Adolfo Sáinz, José
Manuel Hernando y Luis Alberto Romero.
Pedrajas,
paisaje artístico
Hogueras, Luminarias, Lumbres o Candelas
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Una
fecha importante para encender el fuego eran las fiestas relacionadas
con la Navidad, especialmente la Nochebuena.
Está recogido en SORIA PUEBLO
A PUEBLO, que en los siguientes lugares se encendían hogueras por Navidad o alrededor
de ella: Alcoba de la Torre, Alcubilla de las Peñas, Andaluz, Arenillas, Candilichera,
Cañamaque, Centenera de Andaluz, Cubo de la Solana, Escobosa de Almazán, Estepa de San
Juan, Fuentecambrón, Fuentepinilla, Hinojosa del Campo, Jodra de Cardos
(encendían otra en febrero), Judes, Matalebreras, Matute de
Almazán, Muro de Ágreda, Pinilla del Campo, Pozalmuro, Soliedra, Tajahuerce, Tardajos,
Ucero, Valdegeña y Valderrodilla. En Cenegro, además, recorrían el pueblo con cencerros
atados a la cintura. En Fuentepinilla aprovechaban para celebrar una merienda en
comunidad. En Puebla de Eca se atrevían a encender la luminaria sobre la balsa helada que
se formaba próxima al caserío. En Trébago lo hacían junto al río o bajo el
campanario. En 1996 todavía se mantenía la tradición en la plaza de Viana de Duero. En
Villar del Campo (con reparto de vino para perolo) las encendían en forma de carbonera y bailaban alrededor de ellas.
En
Taroda, nos dice Carmen Sancho, también encendían
hoguera en Nochebuena, en la plaza, con gavillas recogidas por los
corrales de las casas. Y ella recordaría, hasta el día de hoy, una de
estas lumbres porque, siendo pequeña, salía de casa con una rebanada de
pan y tal vez un huevo frito encima para comerlo mientras veía el fuego,
y fueron, pan y huevo, a caerse en él, dejándole la mano vacía, y los
ojos estupefactos.
Purificación,
renovación o simplemente costumbre –que siempre tiene un origen remoto-
las lumbres, hogueras o luminarias siguen atrayendo a las gentes del
mundo rural. El pueblo se congrega alrededor de ellas en cualquier época
del año, especialmente en torno del solsticio de invierno. Nochebuena,
Carnaval, Santa Bárbara, San Antón o la Candelaria, cuando la Iglesia
Católica, muchos siglos atrás, instituyó esta festividad –Candelaria,
candela, fuego- para reunificar el encendido de hogueras, son fechas
claves para las reuniones mientras los leños, o aquello que ya no sirve
para nada, son quemados.
La hoguera, por su
forma, es ideal para que, alrededor de ella, se practiquen bailes, como
se hace en Jaén mientras se cantan los melinchones, o en Sotillo del
Rincón, donde las mujeres embarazadas pedían un buen parto mientras
echaban a la lumbre cestos o enseres viejos.
Diego Aldasoro, de La
Ventosa, nos dijo que en La Seca hacían luminaria, y allí fuimos. Como
nos contara el señor Luis Pacheco del Rincón, los prolegómenos están
perfectamente ritualizados. Los jóvenes, y todo aquel que lo desee,
acuden por la mañana al monte para cortar la leña que será quemada en la
hoguera. Esta madera se corta o bien del Monte Público en el paraje
Valdelacasa o en la dehesa boyal. La de este año de 2013 era de fresno.
Naturalmente la gente joven son descendientes de La Seca, residentes en
la capital o en otras ciudades, pero ese día acuden para celebrar la
fiesta. Aprovechan para cortar también la leña que se necesitará a lo
largo del año para los edificios comunes, el Ayuntamiento y la estufa
del bar, local que en su día fue escuela y en la actualidad, remodelado,
sirve para reunión de los vecinos. Aquellos que han ido al monte, comen
juntos, este año cocido, otros paella o aquello que se tercie.
Después, la hoguera
se enciende y mientras la leña se va quemando, los vecinos y
descendientes, cerca de ella, van hablando de la vida, de sus cosas, de
aquellos tiempos en los que el pueblo abundaba de chiquillería, de
cuando el panadero hacía las roscas, o de cuando el molino ambulante de
Elpidio acudía a la misma puerta de las casas para moler el grano.
Esperan así que las llamas se conviertan en ascuas para asar allí
chorizo, panceta, patatas, lo que sea, ya que eso es la excusa, la
reunión es lo importante. Si alguien acude, como nosotras, nos invitan,
aunque no nos quedemos.
Y así celebran Santa
Bárbara, protectora contra el rayo y el fuego, patrona de Artillería y
de los mineros. Este año no ha habido bandeo de campanas ni procesión,
pero seguro que lo recuperarán. La fiesta se paga a escote.
Vuelven a reunirse
los vecinos de La Seca y sus invitados para San Blas, aunque la fiesta
principal fuera trasladada al tercer sábado de julio para facilitar la
visita de todos los que se vieron obligados a marcharse, en esa fiesta
se ajusta música de lo que se encarga el Ayuntamiento de Quintana
Redonda. Pero San Blas, a principio de febrero, se sigue guardando. Hay
misa y roscas dulces que hacen las mujeres en sus casas –antes las hacía
el panadero- y son bendecidas.
Hoguera en La Seca, Diciembre 2013
La Seca
es un pequeño pueblo que pertenece al Ayuntamiento de Quintana Redonda.
Cualquier pueblo, por pequeño que sea, por poco ruido que haya hecho en
la Historia, nos reserva sorpresas. La noche del pasado sábado 7
diciembre, pese a la oscuridad, los faros del coche iluminaron una
hilera de árboles de gran porte, columnata jalonando la entrada al
caserío, de los que más tarde nos hablaron.
Este pueblo agrícola, cuya población ha
descendido en parecida medida a como lo han hecho el resto de
localidades, perteneció en su día a la Comunidad de Villa y Tierra de
Andaluz, después de Fuentepinilla, que estaba compuesta por diez pueblos
y dos despoblados: Centenera de Andaluz, Fuentelárbol, Fuentepinilla,
Osona, La Seca, Tajueco, Torreandaluz, Valderrodilla, Valderrueda y
Ventosa de Fuentepinilla. Más los despoblados de Fuentefresno y
Quintanar.
Fuentefresno, cuyas tierras pasaron a la
propiedad de los pueblos limítrofes cuando se despobló, se ubica a 1200
metros al norte, a la izquierda del camino de Valdeláguila y otros cien
antes de que ese camino cruce el arroyo del Chaparro, según Gonzalo
Martínez, en su “Comunidades de Villa y Tierra”.
La historia sobre su despoblación se repite
para Fuentefresno, como en tantos otros pueblecillos sorianos: Mortero,
Masegoso, Vadorrey…, se celebra una boda y alguien, siempre una mujer,
no es invitada, ésta, despechada, envenena a los invitados. Las tierras
se repartieron entre La Ventosa y La Seca, dicen que soltaron unas
gallinas y donde se encontraron allí pusieron los nuevos límites. Los
santos de la iglesia del despoblado, Santa Bárbara y San Blas, fueron a
La Seca y están custodiados en la Iglesia de Santo Tomás Apóstol, patrón
del pueblo, cuya parte más antigua indica la Enciclopedia del Románico
que es de final del siglo XII o principio del XIII. Es muy sencilla, con
tres arquivoltas de medio punto. A la misma época corresponde la pila
bautismal y la aguabenditera.
Sobre los magníficos árboles de alrededor
de La Seca, y más concretamente sobre el de San Gregorio, César-Javier
Palacios, de
http://blogs.20minutos.es
escribió, según narración de Leoncia Pacheco, que en una de las fiestas
locales, la de San Gregorio Obispo, el 9 de mayo, bajaban en procesión a
la dehesa, con el pendón, el estandarte y la cruz parroquial, hasta el
roble de San Gregorio, a bendecir desde allí los campos y conjurar las
orugas. Palacios describe este magnífico árbol como un Quercus faginea,
de más de 300 años y 12 metros de altura. Y recuerda otros árboles
notables que fueron talados: roble “Pollero”, cerca de Fuentefresno, “El
Roblón”, y la “chaparra del Tío Paulino”. |