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Pedrajas, en la actualidad Barrio
de Soria, celebra el sábado más próximo al de San Antón su luminaria.
Este año ha sido precisamente la víspera, durante una noche en la que el
viento no hizo acto de presencia y la hoguera lució con todo su
esplendor. Fueron los niños, impacientes e incansables, quienes primero
lanzaron las ramas previamente cortadas por la mañana. Antes se
encargaban los mozos de ese menester. Debieron pedir tantos deseos -de
eso se trata- que la hoguera crecía sin cesar para ser capaz de
acogerlos a todos. Ignoramos si los dioses de la naturaleza,
especialmente los de los bosques, se mostraron generosos, aunque
suponemos que así fue.

A San Antón, amparo de los animales
entre otros muchos patronazgos, se le encienden hogueras en toda España,
pero muy especialmente en Jaén y su provincia, Las Lumbres, una en cada
barrio, cuando se aprovecha para asar calabaza, allí llamada carruécano,
en las ascuas, y bailar melinchones alrededor.
El cuidado pueblo de Pedrajas, museo de
escultura al aire libre, recuperó hace unos años esta fiesta a la vez
que aumentaba el número de habitantes -algo inusual en esta provincia-,
gracias a la proximidad con la capital y a la rehabilitación de
edificios. En tiempos, cuando la población lo permitía, los mozos eran
los encargados de la fiesta y los nuevos vecinos, que habían aportado
material para el arreglo de las calles, eran oficialmente recibidos por
el resto, aprovechando para beber, en taza de plata, el vino que
regalaba el Ayuntamiento. A la vez se hacía cisco y con el producto de
la venta los mozos celebraban una merienda.

En la actualidad la luminaria conserva
la costumbre de beber el vino en la taza de plata y los asistentes -ayer
sábado 16 de enero- era de cientos, que fueron obsequiados, además de
con el vino, con chorizo y torreznos. La fiesta estuvo amenizada por el
grupo Dulzaineros de Pedrajas. Quisieron compartir la luminaria con los
vecinos de Pedrajas y visitantes, varios concejales del Ayuntamiento de
Soria, entre los que pudimos ver a Javier Antón, Adolfo Sáinz, José
Manuel Hernando y Luis Alberto Romero.

Pedrajas,
paisaje artístico
Hogueras, Luminarias, Lumbres o Candelas
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Una
fecha importante para encender el fuego eran las fiestas relacionadas
con la Navidad, especialmente la Nochebuena.
Está recogido en SORIA PUEBLO
A PUEBLO, que en los siguientes lugares se encendían hogueras por Navidad o alrededor
de ella: Alcoba de la Torre, Alcubilla de las Peñas, Andaluz, Arenillas, Candilichera,
Cañamaque, Centenera de Andaluz, Cubo de la Solana, Escobosa de Almazán, Estepa de San
Juan, Fuentecambrón, Fuentepinilla, Hinojosa del Campo, Jodra de Cardos
(encendían otra en febrero), Judes, Matalebreras, Matute de
Almazán, Muro de Ágreda, Pinilla del Campo, Pozalmuro, Soliedra, Tajahuerce, Tardajos,
Ucero, Valdegeña y Valderrodilla. En Cenegro, además, recorrían el pueblo con cencerros
atados a la cintura. En Fuentepinilla aprovechaban para celebrar una merienda en
comunidad. En Puebla de Eca se atrevían a encender la luminaria sobre la balsa helada que
se formaba próxima al caserío. En Trébago lo hacían junto al río o bajo el
campanario. En 1996 todavía se mantenía la tradición en la plaza de Viana de Duero. En
Villar del Campo (con reparto de vino para perolo) las encendían en forma de carbonera y bailaban alrededor de ellas.
En
Taroda, nos dice Carmen Sancho, también encendían
hoguera en Nochebuena, en la plaza, con gavillas recogidas por los
corrales de las casas. Y ella recordaría, hasta el día de hoy, una de
estas lumbres porque, siendo pequeña, salía de casa con una rebanada de
pan y tal vez un huevo frito encima para comerlo mientras veía el fuego,
y fueron, pan y huevo, a caerse en él, dejándole la mano vacía, y los
ojos estupefactos.
Purificación,
renovación o simplemente costumbre –que siempre tiene un origen remoto-
las lumbres, hogueras o luminarias siguen atrayendo a las gentes del
mundo rural. El pueblo se congrega alrededor de ellas en cualquier época
del año, especialmente en torno del solsticio de invierno. Nochebuena,
Carnaval, Santa Bárbara, San Antón o la Candelaria, cuando la Iglesia
Católica, muchos siglos atrás, instituyó esta festividad –Candelaria,
candela, fuego- para reunificar el encendido de hogueras, son fechas
claves para las reuniones mientras los leños, o aquello que ya no sirve
para nada, son quemados.
La hoguera, por su
forma, es ideal para que, alrededor de ella, se practiquen bailes, como
se hace en Jaén mientras se cantan los melinchones, o en Sotillo del
Rincón, donde las mujeres embarazadas pedían un buen parto mientras
echaban a la lumbre cestos o enseres viejos.
Diego Aldasoro, de La
Ventosa, nos dijo que en La Seca hacían luminaria, y allí fuimos. Como
nos contara el señor Luis Pacheco del Rincón, los prolegómenos están
perfectamente ritualizados. Los jóvenes, y todo aquel que lo desee,
acuden por la mañana al monte para cortar la leña que será quemada en la
hoguera. Esta madera se corta o bien del Monte Público en el paraje
Valdelacasa o en la dehesa boyal. La de este año de 2013 era de fresno.
Naturalmente la gente joven son descendientes de La Seca, residentes en
la capital o en otras ciudades, pero ese día acuden para celebrar la
fiesta. Aprovechan para cortar también la leña que se necesitará a lo
largo del año para los edificios comunes, el Ayuntamiento y la estufa
del bar, local que en su día fue escuela y en la actualidad, remodelado,
sirve para reunión de los vecinos. Aquellos que han ido al monte, comen
juntos, este año cocido, otros paella o aquello que se tercie.
Después, la hoguera
se enciende y mientras la leña se va quemando, los vecinos y
descendientes, cerca de ella, van hablando de la vida, de sus cosas, de
aquellos tiempos en los que el pueblo abundaba de chiquillería, de
cuando el panadero hacía las roscas, o de cuando el molino ambulante de
Elpidio acudía a la misma puerta de las casas para moler el grano.
Esperan así que las llamas se conviertan en ascuas para asar allí
chorizo, panceta, patatas, lo que sea, ya que eso es la excusa, la
reunión es lo importante. Si alguien acude, como nosotras, nos invitan,
aunque no nos quedemos.
Y así celebran Santa
Bárbara, protectora contra el rayo y el fuego, patrona de Artillería y
de los mineros. Este año no ha habido bandeo de campanas ni procesión,
pero seguro que lo recuperarán. La fiesta se paga a escote.
Vuelven a reunirse
los vecinos de La Seca y sus invitados para San Blas, aunque la fiesta
principal fuera trasladada al tercer sábado de julio para facilitar la
visita de todos los que se vieron obligados a marcharse, en esa fiesta
se ajusta música de lo que se encarga el Ayuntamiento de Quintana
Redonda. Pero San Blas, a principio de febrero, se sigue guardando. Hay
misa y roscas dulces que hacen las mujeres en sus casas –antes las hacía
el panadero- y son bendecidas.
Hoguera en La Seca, Diciembre 2013


La Seca
es un pequeño pueblo que pertenece al Ayuntamiento de Quintana Redonda.
Cualquier pueblo, por pequeño que sea, por poco ruido que haya hecho en
la Historia, nos reserva sorpresas. La noche del pasado sábado 7
diciembre, pese a la oscuridad, los faros del coche iluminaron una
hilera de árboles de gran porte, columnata jalonando la entrada al
caserío, de los que más tarde nos hablaron.
Este pueblo agrícola, cuya población ha
descendido en parecida medida a como lo han hecho el resto de
localidades, perteneció en su día a la Comunidad de Villa y Tierra de
Andaluz, después de Fuentepinilla, que estaba compuesta por diez pueblos
y dos despoblados: Centenera de Andaluz, Fuentelárbol, Fuentepinilla,
Osona, La Seca, Tajueco, Torreandaluz, Valderrodilla, Valderrueda y
Ventosa de Fuentepinilla. Más los despoblados de Fuentefresno y
Quintanar.
Fuentefresno, cuyas tierras pasaron a la
propiedad de los pueblos limítrofes cuando se despobló, se ubica a 1200
metros al norte, a la izquierda del camino de Valdeláguila y otros cien
antes de que ese camino cruce el arroyo del Chaparro, según Gonzalo
Martínez, en su “Comunidades de Villa y Tierra”.
La historia sobre su despoblación se repite
para Fuentefresno, como en tantos otros pueblecillos sorianos: Mortero,
Masegoso, Vadorrey…, se celebra una boda y alguien, siempre una mujer,
no es invitada, ésta, despechada, envenena a los invitados. Las tierras
se repartieron entre La Ventosa y La Seca, dicen que soltaron unas
gallinas y donde se encontraron allí pusieron los nuevos límites. Los
santos de la iglesia del despoblado, Santa Bárbara y San Blas, fueron a
La Seca y están custodiados en la Iglesia de Santo Tomás Apóstol, patrón
del pueblo, cuya parte más antigua indica la Enciclopedia del Románico
que es de final del siglo XII o principio del XIII. Es muy sencilla, con
tres arquivoltas de medio punto. A la misma época corresponde la pila
bautismal y la aguabenditera.


Sobre los magníficos árboles de alrededor
de La Seca, y más concretamente sobre el de San Gregorio, César-Javier
Palacios, de
http://blogs.20minutos.es
escribió, según narración de Leoncia Pacheco, que en una de las fiestas
locales, la de San Gregorio Obispo, el 9 de mayo, bajaban en procesión a
la dehesa, con el pendón, el estandarte y la cruz parroquial, hasta el
roble de San Gregorio, a bendecir desde allí los campos y conjurar las
orugas. Palacios describe este magnífico árbol como un Quercus faginea,
de más de 300 años y 12 metros de altura. Y recuerda otros árboles
notables que fueron talados: roble “Pollero”, cerca de Fuentefresno, “El
Roblón”, y la “chaparra del Tío Paulino”.