El tipismo perdido del Mercado semanal

© Joaquín Alcalde

Los comercios no cerraban al mediodía y la Plaza de Abastos y la calle Estudios se llenaban de puestos de vendedores

SORIA.- De unos años a esta parte los mercados medievales proliferan como las setas en otoño. En realidad se trata de mercadillos al uso aunque los personajes ataviados con ropajes propios de otras épocas y de vendedores que llegan en muchas ocasiones desde fuera de la provincia y de la comunidad con los productos típicos de su zona. Y lo que empezó constituyendo una singularidad y llamaba la atención por lo novedoso ha terminado por generalizarse hasta perder buena parte del encanto con que nacieron y el público los recibió.

         Junto a estas manifestaciones extraordinarias, que generalmente tienen por costumbre incluir los ayuntamientos en los programas de fiestas patronales o de verano, muy de moda ahora, hay algunas en la provincia que aún teniendo lugar también una sola vez al año pretenden, en la medida de lo posible, recrear lo más fielmente los antiguos mercados semanales que se celebraban en las cabeceras de comarca y en la propia capital, muchos de ellos desaparecidos. San Pedro Manrique, Ágreda, Gómara, Arcos de Jalón, Rioseco, Almazán, San Leonardo de Yagüe, El Burgo de Osma, Almarza, San Esteban de Gormaz, Ólvega, Berlanga de Duero y Soria –alguno se habrá quedado a buen seguro- eran referencias obligadas a lo largo de la semana. Algunos continúan como siempre aunque, como no puede ser de otra forma, con el tinte de modernidad propio de los tiempos que corren.

En Soria capital era –y es- los jueves, y tradicionalmente un día especial aunque bien diferente al de antaño, porque el mercado como tal ha desparecido. Lo que queda es una mayor afluencia que de ordinario de vendedores de fuera a la plaza de abastos y como consecuencia derivada la de quienes se resisten a dejar pasar la oportunidad de acudir a ella cada semana, de la que por la rutina adquirida con el paso de los años y por la fuerza de la costumbre les resulta difícil prescindir; el mercadillo en su deambular por diversas zonas de la ciudad hasta su actual acomodo, que es relativamente moderno, pero, sobre todo, la nutrida concurrencia a media mañana delante del Torcuato en el buen tiempo o en la plaza de San Esteban los días de frío si es que no en alguna de las nuevas cafeterías del entorno de la Plaza de Herradores en caso de lluvia, de las gentes de nuestros pueblos que han venido a la capital siguiendo la vieja costumbre que en la mayoría de los casos han heredado de sus antepasados. Es esto último lo que, efectivamente, denota que el jueves no es un día más. En la ciudad se respira un ambiente que no es el habitual. Pudiera decirse que es el punto de inflexión de la semana incluso ahora en que se anticipa el final al disponer de más tiempo para el ocio.

         En los años cuarenta y cincuenta, sí había mercado y estaba muy concurrido. Claro que en la provincia había gente y era predominantemente joven, al contrario que ahora en que los pueblos se han quedado muchos de ellos vacíos y los pocos que viven en ellos ya no están para la danza semanal que supone viajar a la capital, además de no resultar tan imprescindible hacerlo como antaño, porque la sociedad soriana, en definitiva, y sus necesidades eran otras.

         Entonces, además del de verduras en la plaza de abastos, funcionaba también mercado de cochinos, que se colocaba en las traseras de Correos y del Museo Numantino, en la actual calle de Sagunto, cuando el entorno estaba sin urbanizar y las escasas edificaciones que existían eran menores, para trasladarse más tarde a Las Pedrizas, obligado por las necesidades que planteaba el ensanche de la zona. Era el verdadero mercado. Más tarde, aunque por poco tiempo, se quiso recuperar el antiguo de cereales en la plaza Mayor y de hecho vino celebrándose durante algún tiempo, también los jueves, en las inmediaciones del actual Palacio de la Audiencia, entonces todavía sede de las tétricas y destartaladas dependencias judiciales y la no menos cochambrosa cárcel, pero apenas tuvo vida y terminó extinguiéndose por sí mismo.

         Los jueves, también el de La Saca que entonces todavía no era fiesta local y por lo tanto a efectos comerciales uno más, o los miércoles en el supuesto de que fuera festivo, la ciudad rompía con la rutina diaria y adquiría un colorido especial. La Plaza de Abastos y la calle Estudios, en la que también se colocaban puestos de venta huevos, gallinas, conejos…, eran un hervidero. Los comercios –las tiendas-, que durante la semana abrían a las nueve de la mañana y “echaban los tableros” a las siete de la tarde –incluso los sábados-, no cerraban al mediodía como a diario, hora en la que por cierto registraban una concurrencia importante de quienes acudían a comprar lo que necesitaban, desde abarcas, una gorra, un traje de pana y mantas para el invierno hasta bacalao seco, tocino bien gordo y salado –de aquel que venía en grandes cajas de madera- o jabón, arenques en los ultramarinos, y pintura que hacían a la carta en la misma droguería. El jueves anterior al Domingo de Ramos –por señalar una cita puntual-, no faltaban los manojos de romero. El horario continuado que se dice hoy permitía atender las necesidades de las gentes desplazadas desde muchos puntos de la provincia y especialmente de los pueblos cercanos, de manera que podían regresar a una hora prudente a sus localidades de origen bien en los coches de línea o en el tren y naturalmente quienes por la proximidad preferían hacer el desplazamiento en caballería y algunos andando, que también los solía haber. El viaje a la capital en automóvil particular además de ser un lujo reservado a unos pocos no se llevaba porque prácticamente no existían, y hablar de parque de vehículos era un eufemismo y en según que casos hasta una burla. Eso sí, antes se había comido a base de bien en La Oficina, La Apolonia o Casa Félix y los más distinguidos en el Hotel Comercio.

         La evolución de la sociedad acabó como con otras tantas cosas con el día de mercado semanal. El que sigue denominándose así y continúa celebrándose cada jueves –a veces miércoles, según lo dicho- tiene que ver muy poco, casi nada, con el de aquella época.

© Joaquín Alcalde
Publicado en El Mundo-Diario de Soria
domingo 29.10.06


 

  volver a
GASTRONOMÍA

  volver a 
PÁGINAS DE ETNOLOGÍA

 

FORMULARIO  esperamos vuestras Colaboraciones

© Aviso legal todos los textos de las secciones de Pueblos y Rutas, pertenecen a la obra general Paseando Soria de Isabel y Luisa Goig Soler y tienen su número de Registro General de la Propiedad Intelectual: 00/2003/9219.
Los trabajos originales de Etnología, Historia y Heráldica también están registrados por sus autores.
Así mismo los textos de los libros de las autoras están protegidos con su correspondiente ISBN

página principal soria-goig.com