La
navidad
siempre ha sido una de las fiestas mas entrañables del año.
Era
un frío día de invierno allá por la década de los 50, y como cada año al
llegar el 22 de diciembre, se escuchaba por la radio el estribillo de: “
5.000 pts.”, un estribillo con el que le ponían música a la navidad, los
niños de San Ildefonso como cada año por estas fechas
Para los chavales de la escuela de Brias, esto aparte de un periodo de
vacaciones, significa una época en la que la ilusión podría llegar a hacerse
realidad. En pleno invierno y bajo esos fríos tan crudos a los que esta
tierra nos tiene acostumbrados, llegábamos al día de la noche buena.
La
noche buena, al igual que lo seguirá siendo en años posteriores, es una
fiesta entrañable y familiar, la mas familiar de todo el año. En el colegio
ya están los chavales de vacaciones, y pasan los días entretenidos con sus
juegos; juegos en los que de cuando en cuando hacen un inciso para darse
alguna vuelta para controlar los cepos, y comprobar si han conseguido
engañar con el cebo a algún ingenuo pajarillo, que atraído por los dos
apetitosos granos de trigo que asoman sobre las pajas, no ha sido capaz de
sospechar de la mortal trampa que estaba camuflada bajo los desmenuzados
trocitos de basura que hay sobre el muladar. Ocultos entre un hueco
existente entre la pared y unas támaras que sobresalen del tamarero,
permanecen silenciosos los tres chavales que tienen camuflados sus cepos
sobre el muladar, de pronto, aparece un bando de gorriones que se posan
sobre la barda mas próxima al montón de basura, uno a uno los hambrientos
pajarillos se van lanzando sobre el muladar y picotean todo lo que
encuentran apetitoso de ser comido.
Los
chavales que permanecen inmóviles observando el escenario del crimen,
parecen querer empujar al pajarillo hacia la zona donde tiene plantado uno
de sus cepos, y el nerviosismo aumenta en su cuerpo, cuando ve al pequeño
gorrioncillo picoteando los granos de trigo cocido que ha clavado en el
enganche de su cepo. El pajarillo sigue picoteando, pero el cepo no se
dispara, después el gorrión parece alejarse y se mantiene la calma en el
muladar. De pronto, todos los pájaros salen volando en una misma dirección,
y sobre el muladar queda el revoloteo de un pobre pajarillo, que ha tenido
la mala suerte de quedar atrapado entre los acerados alambres de uno de los
cepos. Los chavales se aproximan a la carrera hacia el muladar, ¡es el
mío!,¡ha sido el mío!, grita uno de los chavales, que poco a poco va dejando
atrás a sus dos compañeros de peripecias. Después de soltar de entre las dos
alambres la cabeza del pajarillo que todavía vivo revolotea entre las manos
del chaval, este vuelve a cargar su engañosa y mortal trampa y de nuevo,
vuelta a esperar.
La noche buena:
La
copiosa nevada caída en el día de la lotería de navidad, ha dejado sobre los
campos un tupido manto de nieve, algo que alegra a los mas jóvenes del
lugar, que se acercan a la era para intentar construir su muñeco de nieve.
El frío de la tarde es tan intenso, que casi llega a paralizar las
entumecidas manos de los jóvenes, pero esto no será ningún obstáculo que les
haga renunciar de su intención por levantar el muñeco de nieve mas grande
que jamás se haya levantado en el lugar, mayor aun que el del año pasado,
que parecía haber sido fabricado por algún gigante, incluso se hacen
competiciones entre grupos, por ver cual es el que consigue hacer rodar la
bola de nieve mas grande.
Al
caer la tarde, las calles se vacían antes de lo que lo suelen hacer en un
día normal, es la noche buena, y el que mas o el que menos, pasara la noche
en una entrañable reunión familiar. Somos muchos los que pasamos la
nochebuena en casa de los abuelos, una reunión que no contara con la visita
de todos los hijos de la abuela, no vendrán los que viven en la ciudad, y no
lo harán, por la dificultad que supone el ponerse de viaje en estos tiempos,
unos tiempos en los que las carreteras no se libran de las duras condiciones
climatológicas de los crudos inviernos, y son muy pocos los que disponen de
coches particulares para poder viajar con un poco de autonomía. Por eso en
las navidades, no suelen venir por el pueblo toda la juventud que desde hace
unos años esta empezando a emigrar a las grandes ciudades, ciudades como
Madrid, Barcelona o Zaragoza.
Una
avivada llama que asciende con fuerza hacia la chimenea, va poco a poco
transformando en brasas los gruesos troncos de carrasca que se apoyan sobre
el hogar, en torno a las brasas se apiñan un buen numero de pucheros de
barro, son tantos que esta noche no hay suficientes murillos para todos.
Inclinada hacia el fuego esta la abuela, que con la mano izquierda sujeta el
mango de la sartén, una sartén que descansa sobre las entizonadas trébedes
que esconden sus patas sobre las rusientes brasas de los troncos de encina,
y con la mano derecha, coge la abuela la cucharean, con la que da una y otra
vuelta a esos trozos de pollo que se están empezando a dorar, sumidos en el
aceite de la vieja y ennegrecida sartén de hierro. Se siente un ligero
chirrido en la puerta del portal, cuando entran los nietos corriendo en la
cocina, y sin mediar palabra a su paso, se acercan presurosos a la lumbre
extendiendo sus sonrosadas manos hacia el fuego, y con el calor que se
desprende del hogar, tratan de calmar el dolor de sus entumecidos dedos que
están arrecidos de frío. ¡Que frío que hace en la calle abuela!, comentan
casi al unísono los nietos, cuando el calor del fuego que les ha hecho
reaccionar, parece haberles descongelado la lengua.
Una
pequeña reprimenda es la primera respuesta de la abuela cuando al ver llegar
a los nietos desenfrenados y acercarse por el fuego sin ninguna precaución,
teme ver rodando por el hogar alguno de sus puchero, con el peligro de que
se pueden llegar a quemar los traviesos jovenzuelos. Hoy la lumbre es
grande, y el calor se extiende por toda la cocina, aunque la gran chimenea
absorbe mezclado con el humo, la mayor parte del intenso calor que emana de
los troncos de carrasca, un humo que desde lo mas alto del tejado, lanzará
la ennegrecida chimenea al oscuro cielo de esta fría noche invernal. ¿Puedo
echar otra támara a la lumbre abuela?, pregunta uno de los nietos, mientras
que disfruta contemplando la voracidad con la que el fuego consume las
pequeñas hojarascas de la seca rama de encina, ¡está bien! responde la
abuela, pero procura que sean ramas de támaras ¡é! no cojas ninguna ramera,
que luego saltan las hojas a la sartén y nos amargara toda la cena.
Al
otro lado de la cocina esta el abuelo, del que los nietos todavía no se han
percatado de su presencia, esta sentado en un taburete junto a la mesa
pequeña, sobre la que apoya un pequeño cesto de mimbre. ¿Me
das una pera abuelo? le pregunta el nieto al acercarse a su mesa, son
cambrones, no peras, responde el abuelo, y además, no te van a gustar, que
son muy amargas y antes hay que cocerlas con vino y azúcar . Es igual, dame
una que si que me gustara, insiste el nieto al que parece apetecerle
cualquier cosa que se pueda llevar a la boca. El abuelo accede a su
insistencia, y rebuscando entre el cesto uno de los cambrones mas maduros,
se lo alarga al nieto, este lo toma en su mano y de inmediato le lanza una
dentellada que lo secciona por la mitad, al darle el primer mordisco a la
pequeña pera, la cara del nieto se convierte en un poema, la boca se le ha
quedado tan tosca y tan seca, que apenas si puede articular una palabra:
¡que mala¡ exclama en voz susurrante, a la vez que sale a la carrera hacia
la calle para escupir en el suelo los trozos de perejón que parecen haberse
quedado pegados en su boca, ya te lo decía yo, se queda murmurando el
abuelo, que desde que vio aparecer las muecas en la cara de su nieto, no ha
podido disimular una sonrisa en la suya. El abuelo sigue con la elaboración
del tradicional postre, ese que todos los años prepara para noche buena con
sus pequeñas peras, las que cada año, el mismo se encarga de recolectar en
los perales de su pueblo natal (Lumias).
La
abuela Felisa, que observa con temor las travesuras de los nietos al rededor
del fuego, no cesa de advertirles una y otra vez: ¡no enredéis junto al
fuego!, que me vais a tirar algún puchero y os vais a quemar vosotros que
será lo peor, pero los traviesos nietos, no parecen muy decididos a seguir
los consejos de su abuela, y continúan jugando y enredando junto ala lumbre.
Ayudada de las tenazas, la abuela escarriza las brasas del hogar y con la
pequeña vadileta va rellenando el brasero, una vez colmado el recipiente, lo
coloca en el centro de la cocina y arroja sobre las brasas un puñado de sal
gorda, a continuación introduce en una orilla entre las rusientes brasas, un
trozo de herradura. ¡Para que haces eso abuela!, comenta uno de los nietos
que no ha dejado de observar con interés las operaciones de la abuela con el
brasero. Esto se hace para que no nos de el tufo, responde la abuela a su
interesado nieto.
La
abuela ha preparado el brasero para calentar la sala, y alejarse así a los
traviesos nietos, a los que ve peligrar merodeando junto al fuego entre los
pucheros y las sartenes. ¡Vamos, subiros con migo a la sala!, que os voy a
sacar el juego de la oca y el domino, para que os entretengáis jugando un
rato hasta la hora de la cena. Sin pensarlo dos veces, los chavales salen de
la cocina y a la carrera suben por las escaleras que conducen a la sala, el
estruendo que preparan al subir corriendo por las escaleras de madera,
despierta las iras del abuelo, que se ha quedado relatando en la cocina. No
me rompáis nada, advierte la abuela a los nietos cuando se juntan entorno a
la mesa observando ese hule tan curioso que siempre les ha llamado la
atención, es el hule que pone la abuela para los días señalados: la fiesta,
la matanza, el esquilo etc., ese que tiene el mapa de España con todas las
capitales y pueblos importantes.
A
los jóvenes siempre les gusta estar un rato observando el mapa, incluso
intentan poner a prueba sus conocimientos de geografía con los juegos de
preguntas y respuestas que ellos mismos suelen improvisar. En la sala no hay
ningún tipo de decorado que nos haga pensar que es navidad, tan solo unas
figurinas de escayola sobre una ligera capa de musgo, intentan representar
un portal de Belén. Sobre la cómoda están los platos y las copas para la
cena, platos por los que teme la abuela con la presencia de los nietos solos
en la habitación, y antes de bajar de nuevo a la cocina, vuelve a advertir
por enésima vez a los traviesos jovenzuelos, sobre el peligro que corren sus
bajillas, que vuestra madre os dará una buena zurra si me rompéis algo.
En
el mismo rellano de la cómoda están las bandejas que la abuela tiene
preparadas para las celebraciones, en la bandeja mas pequeña, la de cristal,
están las copas, y junto a ellas las tres botellas de licor, la de
aguardiente la de coñac y la del vino rancio, en la bandeja metálica tiene
la abuela las galletas y las pastas, las galletas de vainilla, esas que
tanto les gustan a los nietos, por eso antes de bajarse a la cocina para
seguir con los preparativos de la cena, la abuela les ha dejado sobre la
mesa a los pequeños un puñado de galletas,¡no me cojáis mas galletas!,
advierte de nuevo a los nietos después de desaparecer tras la puerta de la
sala, que luego se os quitan las ganas de cenar. Cada hora, el viejo reloj
dentro de su armazón de madera, con su peculiar sonido metálico, irrumpe en
la algarabía de la sala marcando cada hora con sus campanadas, es un momento
en el que los traviesos críos, parecen quedarse por un instante paralizados,
escuchando los acordes del viejo reloj. Pero los chavales, no pueden
permanecer mucho rato jugando juntos, y menos sin que entre ellos surjan
discusiones por el juego, todos son malos perdedores, y el que va perdiendo
siempre aprovecha cualquier desliz del contrincante para acusarle de
tramposo.
Así
empiezan las peleas de los críos, unas discusiones que pronto terminan con
el final del juego y con los jóvenes cada uno por su sitio, eso en los
mejores casos, que en otras ocasiones, también las manos participan en la
discusión, discusión que suele terminar, cuando uno de los chavales baja
llorando por las escaleras, para contarle su versión de victima a la abuela.
Mientras, en la cocina donde ya están también los padres, se terminan los
preparativos de la cena, y nadie parece interesarse por las lagrimas y el
refunfuñó del joven perdedor. La abuela se encuentra junto al fuego, esta
dándole los últimos toques al guiso del gallo que mato el día anterior, el
exquisito aroma que sale de la sartén, se extiende por toda la cocina y el
sentido del apetito empieza a excitarse en los estómagos de los nietos.
Suenan en la sala las campanadas de las diez de la noche y se aproxima la
hora de la cena, el abuelo ya está sentado a la mesa con los nietos, la
abuela y la madre están repartiendo los últimos cubiertos sobre el mantel,
el padre es el ultimo en sumarse a la mesa. En el centro de la mesa, esta el
porrón, la hogaza de pan del día, y la cazuela de barro con el guiso de las
judías pintas con chorizo, detrás de la mesa, junto a la pared, esta el
botijo lleno de agua, el que uno de los nietos se encargo de traer esta
tarde de la fuente. La madre es la encargada de servir la comida en los
platos, los chavales que por su inquietud parecen ser los que mas cosquillas
sienten en el estomago, no pueden resistirse a coger la primera cucharada
apenas su madre les deja el plato sobre la mesa, están muy buenas las judías
le dicen a la abuela, que por fin después de un largo día de preparativos en
la cocina, puede sentarse a la mesa con toda la familia. El ambiente entorno
a la mesa es relajado, las preocupaciones y los problemas han quedado
apartados, es noche buena y la alegría esta presente con toda la familia en
torno a esta mesa navideña.
La
cena es relajada y distendida, se habla de la navidad, del frío que hacia
esta mañana en el campo, o del muñeco de nieve, el que los chavales han
estado construyendo esta tarde en la era, también se habla del aguinaldo, o
de la misa de mañana en la iglesia, del gordo de la lotería que este año ha
caído en Valencia, se habla de la escuela y de los reyes, pero esta noche no
se hablara de problemas, eso se quedara para otra ocasión. Cuando sube la
abuela con la fuente del pollo, las cabezas de todos los invitados se giran
casi al unísono, el aroma del guiso parece haber alcanzado a todos a la vez.
Si hay un plato que resulta exquisito para todos, ese es el pollo de corral
que guisa la abuela, el rey de la mesa en la nochebuena, es un plato
delicado y extraordinario, el mejor manjar de estos tiempos, no solo por la
exquisitez de esa carne tan sabrosa que tiene el pollo de corral, sino por
la paciencia y el esmero que ha puesto la cocinera en elaboración del guiso
durante toda la tarde en la cocina.
En
la mesa, todos los comensales comentan la buena mano que tiene la abuela con
el pollo, ¡échame salsa “aguela”! le pide uno de los nietos, el pequeño no
sabría decir que es lo que mas le gusta del guiso, si esa carne roja tan
fina y sabrosa, o el pan untado en la salsa, con el que no termina de
rebañar el plato, hasta dejarlo tan limpio como cuando su madre lo ponía
sobre la mesa. ¿Os ha gustado el guiso? pregunta la abuela a los nietos,
pero no es necesario que contesten, en sus caras queda reflejada la
respuesta, hasta los dedos gelatinosos se han rechupado de gusto los
chavales. Los estómagos parecen haber quedado satisfechos, sobre todo los de
los mas pequeños, los que parecían tan hambrientos antes de sentarse a la
mesa, pero la abuela aun guarda algún otro plato para los invitados. Venga,
que hay que hacer un esfuerzo, no me digáis que ya no podéis más, con tan
buena gana que teníais antes de cenar, que para eso estamos en nochebuena.
Se
hace un inciso en la cena para rebajar un poco el estomago y se continua con
el pescado. A los chavales no les hace tanta gracia el pescado, pero para su
padre y para el abuelo, el congrio fresco es uno de sus platos favoritos, y
la abuela también tiene para este pescado un guiso particular, con el que
hará rechuparse los dedos a sus invitados, por ese sabor tan especial que
solo la abuela les da a todos sus guisos, y a algunos en particular. El
postre es obra del abuelo, los cambrones con los que nos obsequia cada
nochebuena, son de su pueblo, por eso es él el encargado de preparar la
elaboración de este exquisito postre ya tradicional en la cena familiar de
la nochebuena. Los cambrones cocidos con el vino tinto y la canela, están
deliciosos, es por eso, por lo que siempre se intenta hacer un pequeño
hueco, en los saturado estómagos con tan suculenta cena. Después de un
pequeño relax, que las mujeres aprovechan para dejar la mesa despejada,
llega la parte mas esperada por los nietos, los turrones. Los mejores son
los que ha traído su padre, los del paquete del aguinaldo de la empresa. Son
tiempos en los que los dulces no se suelen comer a diario, por eso mismo al
ver tantos dulces sobre la mesa, provoca el delirio de los mas pequeños.
Turrón del blando, del duro, guirlaches, peladillas, polvorones y
mantecados, pasas, higos, ¡si! los higos están presentes en todos los
aguinaldos, castañas etc. La sobre mesa se alarga hasta la hora de la misa
del gallo, otra de las tradiciones mas arraigadas en la noche buena de
Brias.
El
silencio de las frías y oscuras calles de la población, es roto por el
sonido de las campanas que voltean en la alto del campanario, un sonido que
a eso de las doce de la noche, desde la torre de la iglesia se reparte a los
cuatro vientos e irrumpe en los hogares a los que lleva el sonido de la
fiesta, es el sonido de las grandes celebraciones, con el que se llama a los
fieles a la iglesia, las campanas indican que es la hora de hacer un receso
en la cena y acudir a la misa del gallo.
Es
una misa solemne, una misa cantada como un día de fiesta grande. Desde lo
alto del coro a los pies de la iglesia, suenan hoy los cánticos de la misa
con mas fuerza que de costumbre, hoy las voces de los mozos se imponen sobre
las de las mujeres, unas voces que resuenan por toda la nave de la iglesia,
como si de un coro de cantores gregorianos se tratara. Yo no se si la mayor
fuerza con la que hoy suenan los cánticos de los mozos será por que estos
están ensayando para la noche de ronda que les espera, o si serán los
efectos de las copas de después de la cena, las que hacen subir el volumen
de sus voces hasta unos limites difíciles de alcanzar otro día cualquiera.
El acto mas emblemático de la misa del gallo, es la adoración del Niño Jesús
en la Noche Buena, algo que se hace con gran devoción por parte de todos los
asistentes a la ceremonia, especialmente por los mas pequeños, los que se
han podido mantenerse despiertos para poder asistir a estas horas a la
iglesia.
Los
fríos y aterecidos dedos de la mano derecha, apenas si pueden sujetar la púa
con la que tratan de templar las cuerdas de la guitarra, el aire viene
helador, los charcos que hay por las calles ya tienen un buen tolmo de
hielo, las chimeneas ya no humean como antes de la cena, y son pocas las
luces que se observan tras los cristales de las ventanas, es en este
desolado escenario, en el que los mozos van acudiendo a la cita en la plaza,
cada uno con su instrumento musical en la mano, mientras unos terminan de
templar sus guitarras y laúdes, otros se lían un cigarro de cuarterón
intentando calentarse un poco los dedos, que buena falta les hará, para que
no se corten al presionar las aceradas cuerdas sobre los trastes de la
guitarra. Todos los mozos tienen sus instrumentos preparados, hay variedad
de sonidos para formar la rondalla: hay guitarras y laúdes, armónicas y
acordeón, zambombas y panderetas, incluso una flauta de caña construida de
forma artesanal, también hay castañuelas algún almirez y unas botellas de
anís, a las que se hace sonar con la ayuda de una cuchara o cuchillo de
acero, cada cual toca lo que puede o lo que sabe tocar, pero en conjunto
forman un sonido que resulta difícil de imaginar, y menos sabiendo que no
haya sido ensayado con anterioridad.
Es
una tradición muy arraigada en esta tierra, y los mozos del pueblo se
preparan para cumplir con la costumbre mas popular de la noche buena, la de
“la ronda”, una ronda que recorrerá de puerta en puerta durante toda
la noche, todas y cada una de las calles, callejas y callejones de la
localidad. A cada vecino, a cada oficio, a cada funcionario o a cada moza,
le dedican su cantar, su jota o su coplilla. Hay cantares con alusiones para
todos los oficios que se realizan en esta tierra, cantares para los
funcionarios, para los padres de las mozas y como no, para las mozas en
especial, cantares de picarescas y coplillas con dedicados mensajes
amorosos. La noche es larga y da para mucho y como el repertorio es bastante
amplio, tampoco es preciso improvisar nuevas canciones, aunque de vez en
cuando el anís y el coñac que se ofrece en cada puerta a los rondadores,
inspiren a algunos mozos nuevas coplillas para sus cantares. En cada casa
una copa, y unas pastas, un poco de turrón, unos mantecados o unas
rosquillas, y entre copa y copa, el frío se olvida y la voz se anima, y
hasta la noche entera se hace corta para rondar por las calles de Brías en
esta fría noche de nochebuena.
Son
muchas las canciones que forman parte del amplio repertorio tradicional de
esta noche navideña, pero el cantar mas arraigado y popular, el que mas
pasiones despierta, el que mas dará que hablar en los próximos días, el mas
deseado de cantar por los mozos y a su vez el mas esperado de escuchar por
las mozas, es el cantar de “la cristalina”, un cantar propio de la
localidad, un cantar de arraigada tradición en la villa, un cantar que solo
se escucha cada año en esta noche tan especial. Esta canción que sera
repetida varias veces a lo largo de la noche, es una canción que se la
dedicara a cada moza, el mozo que pretende cortejarla y obtener su amistad,
por aquel que directamente no es capaz de explicarle sus sentimientos, por
el que no ha encontrado la ocasión para decírselo directamente a su moza
preferida, o el que quiere hacer publicas sus intenciones de cortejar a la
mujer de sus sueños, también es la ocasión ideal, para los que han decidido
dar a conocer algunos de los numerosos secretos que permanecerán parta
siempre ocultos en la cálida soledad de los pajares, o simplemente será la
dedicatoria del mozo, para su novia que ilusionada se mantiene despierta al
otro lado del balcón.
"
La Cristalina "
Cristalina niña hermosa
hija de padres honrados
te venimos a cantar
todos tus enamorados
Enamorados somos todos
para todos tu no has de ser
solo serás para uno
tu lo debes de saber
Tu lo debes de sabes
cara de luna serena
vengo a cantar tu hermosura
en esta la nochebuena
Y puesto que es noche buena
bueno es mi pensamiento
pero mejor seria señora
si pudiera lograr lo que intento
Lo que yo intento esta noche
es de casarme con vos
eso será si tu quieres
primero si quiere Dios
Dios lo quiera vida mía
dama por talle y ternura
tu te casaras con migo
por orden del señor cura |
Y si conmigo no quiere
aquí vengo acompañado
con otros amigos míos
que nos tienes hechizados
Con esos hermosos ojos
y tus bellísimas cejas
con ese tu hablar tan sonoro
a todos nos embelesas
Con muchas hay que cumplir
con muchas de nuestro agrado
pero tu eres la primera
de las que hemos señalado
En el centro yo te tengo
en el centro del corazón
mañana por la mañana
espero tu contestación
La contestación que yo espero
es que me digas que si
para disfrutar muchos años
acompañado por ti
Y con esto me despido
con todos mis compañeros
y cuando estemos casados
muy felices viviremos |
Son
casi las seis de la madrugada, cuando a través de la ventana, entra el
sonido de la ronda que se dispone a entonar sus canciones bajo los barrotes
del balcón. La sorprendida madre que se siente inquieta al escuchar el
cantar de los mozos frente a su portal, se levanta para comprobar con sus
propios ojos, lo que incrédula esta escuchando con sus agudizados oídos.
Abajo, junto al viejo portón de madera, el grupo de mozos entona la canción
de la cristalina, el cantante sabedor de que unos avispados ojos le observan
expectantes tras la ventana, oculta su identidad entre el resto del grupo,
ayudado con la complicidad de la oscuridad de la noche. Arriba, tras los
cristales del balcón, una cara de mujer intenta abrirse un hueco entre el
encaje de los visillos, y trata de identificar la cara del mozo que lleva la
voz cantante del grupo.
La
hija que no parece tan sorprendida como la madre al escuchar la ronda frente
a su balcón, observa al grupo de rondadores unos pasos mas atrás de la
madre, ¡tendrá que preparar unas pastas madre! susurra con voz baja y tímida
a la vez. Una vez recuperada de su sorpresa inicial, la madre se viste para
bajar a ofrecerles unas copas a los mozos, unos mozos que para protegerse
del intenso frío de la madrugada, se refugian en el interior del portal.
Pero la intriga y la curiosidad de la madre no había quedado satisfecha
cuando observaba desde el otro lado de la ventana, por eso ahora, con todos
los mozos al alcance de su mirada, tratara de encontrar un mueca, un gesto o
una palabra, con la que poder identificar al mozo que ha venido a rondar a
su hija. Al no encontrar ninguna culpabilidad en las caras de los mozos,
intenta establecer un comentario con los muchachos mas allegados, tratando
de sonsacarle aluna prueba que de una pista a su inquietante curiosidad,
pero la complicidad del grupo hace que la intrigada madre tenga que dejar
sin satisfacer su inquietud de madre por esta noche.
La
ronda que sigue recorriendo las frías y desoladas calles de la localidad, se
ha detenido ahora frente al portal de otra de las pocas mozas casaderas que
todavía quedan en el pueblo, pero en este caso todo el pueblo es conocedor
de la relación existente entre la pareja, es por eso que el mozo que va a
dedicar esta canción, se ha situado unos pasos por delante del grupo, y será
el mismo quien entone las primeras frases de la melodía que van a entonar
frente a la ventana, se trata de la canción de “el Vestido”.
El
vestido es otro de los cantares populares y de arraigada tradición en la
noche buena de Brias. Al igual que sucede con la cristalina, esta canción se
la canta a cada moza su pretendiente, otro de los objetivos de este cantar,
es hacer llegar a los padres de la moza, las intenciones que tiene el
soltero para con su hija.
"
El vestido "
Licencia pido a tus padres
para cantarte el vestido
que nadie le ponga faltas
y a ti te venga cumplido
Me pide la prenda mía
camisa con un bordado
y yo por tanto quererla
camisa y enaguas la he dado
Me pide la prenda mía
una saya de percal
y yo por tanto quererla
le di saya y delantal
Me pide la prenda mía
un jubón de terciopelo
y yo de tanto quererla
le di jubón y pañuelo
Me pide la prenda mía
medias de punto calado
y yo de tanto quererla
medias y ligas la he dado
Me pide la prenda mía
los zapatos de charol
y yo por quererla tanto
le di zapato y cordón |
También me pide mi novia
una bonita peineta
y yo que tanto la quiero
se la di de palometa
Me pide la prenda mía
una casa para vivir
y yo por tanto quererla
casa con balcón le di
Ahora que estas casada
de los pies a la cabeza
te has enamorado de otro
y a mi en la calle me dejas
En asuntos de mujeres
hay que tener buen cuidado
porque tienen mucho cuento
y dan muchos desengaños
Si me vuelvo a enamorar
lo llevare mas despacio
y mientras que no este casado
no han de sacarme ni un chabo
Yo me despido diciendo
donde llegan las mujeres
pues mientras les das el aire
consiguen lo que ellas quieren |
Hay
otras muchas canciones que también se les canta a las mozas el día de noche
buena, pero de ellas podríamos destacar la de “los sacramentos”, que a
diferencia de las dos canciones anteriores, en esta no esta establecido cual
es el mozo que la ha de cantar, por eso el primero que se arranca, será el
que lleve la voz cantante.
La pascua:
Ha
quedado atrás una larga noche y ya estamos en el día de la navidad. El día
de la pascua como aquí lo conocemos, es un día de fiesta de gran solemnidad,
el acto mas representativo y solemne en este día, es la misa que se
celebrara en la iglesia a eso del mediodía, pero antes de la misa, es
costumbre que los mozos vallan a pedir el aguinaldo por cada una de las
casas en las que han estado rondado durante toda la noche anterior, como los
mozos a estas horas están descansando de la larga y agitada velada, delegan
la responsabilidad de recoger los aguinaldos a los alguaciles, que recorren
todas y cada una de las casas del pueblo, acompañados ya a estas horas mas
cálidas de la mañana, por los mas jóvenes del lugar.
Los
chavales que acompañan a los alguaciles en su recorrido, se arremolinan
ilusionados junto a cada portal, esperando que la generosidad del vecino de
la casa, les haga extensible a ellos también una parte del aguinaldo, unas
bolas de caramelo, o unas pasas, unos higos o unas pocas paciencias serán
suficientes para satisfacer las ilusiones de los mas pequeños, unos
cantarines jóvenes que sabrán agradecérselo sonoramente. Con todos los
aguinaldos recogidos por los mozos: unos huevos, algún poyo, unos conejos,
unas botellas de vino o de licores etc., y con los cuartos que han recaudado
de aguinaldo, hacen estos una buena merienda el mismo día de navidad. El
volteo de las campanas señalan la hora de la misa, una misa de gran
solemnidad la del día de la pascua navideña. Terminada la ceremonia
religiosa llega el momento mas esperado, el la adoración de la imagen del
niño Jesús. Una fila de a uno que partiendo de los pies del altar, se
extiende hacia el coro por el pasillo central de la iglesia, delante van las
mujeres, detrás los hombres y por último las chicas y los chicos. A los pies
de las escaleras, bajo el monumental retablo, encima de una pequeña mesa
cubierta por un mantel blanco, esta la pequeña cuna de mimbres rellena de
finas virutas de paja, una cuna sobre la que descansa la alegre figura del
niño Jesús.
A
ambos lados de la cuna están los monaguillos, con sus típicas vestimentas
rojas y blancas, el de la izquierda lleva un paño de seda blanca en la mano,
con el que limpia la suave rodilla de Jesús cada vez que le da un beso uno
de los fieles, el joven monaguillo que queda a la derecha de la cuna, sujeta
entre sus manos la bandeja sobre la que los fieles depositan su donativo
para la iglesia, junto a ellos esta el señor cura, que a la vez que entona
los populares villancicos que tradicionalmente acompañan a esta ceremonia,
supervisa de reojo la generosidad de sus feligreses. Ya han pasado los
mayores, ahora es el turno de los mas pequeños, que caminan despacio y en
silencio hacia la cuna, llevando en la mano la perra gorda que harán sonar
sobre la bandeja que porta uno de los monaguillos, una vez delante de la
pequeña cuna del niño Jesús, se hace una reverencia sobre la imagen y antes
de darle un emocionado y respetuoso beso sobre la rodilla, se observa al
niño con gran devoción y admiración, algo que hoy en día resultara mas
difícil de saber valorar.
Año nuevo:
La
cena de la noche vieja es igual de suculenta o mas aun si cabe, que la del
día de nochebuena, pero lo cierto es que la noche vieja no tiene tanta
tradición como la cena de noche buena, pues esta celebración adquiere un
mayor arraigo en la sociedad en años posteriores a las décadas de los 50 o
los 60.
La
mañana es fría, una de esas mañanas tan frías del invierno por estas tierras
sorianas. Una fría y espesa niebla apenas si nos deja ver el otro lado de la
calle. Son las once de la mañana, y todavía no se siente el sonido de las
canales, el intenso frío de esta cruda mañana del mes de enero, no deja que
las cristalinas gotas de agua que surgen de la nieve que aún permanece sobre
los tejados, se deslicen sobre la superficie helada de los trasparentes
chupones de hielo, unos chupones que hace ya varios días que se mantienen
colgando de los tejados. A pesar del frío ambiente que reina en las calles
del pueblo, un grupo de chavales han decidido subir a patinar a la poza
(lavadero) de la fuente vieja. A medio camino entre el pueblo y la fuente de
las bolas, los chavales se detienen en la fuente del Pilar. El pilón esta
cubierto de una gruesa capa de hielo, una capa de hielo a la que las algas
que crecen en el fondo del pequeño estanque, le han dado una mayor
vistosidad con una amplia gama de tonalidades y colores; verdosos, granates
y marrones.
Los
traviesos escolares, tratan de romper el hielo del pilón con el lanzamiento
de las piedras que extraen de una pared cercana. Una vez que una piedra
consigue hacer brotar unos borbotones de agua sobre la corteza helada que
cubre el pilón, los chavales prosiguen su camino hacia el lavadero. Uno de
los jóvenes, el mas decidido del grupo, es el primero en deslizarse sobre la
capa de hielo que cubre la poza, tras él van accediendo a la improvisada
pista de patinaje el resto del grupo. Unos mas veces que otros, pero todos
terminaran dando con sus frágiles huesos sobre la dura corteza helada que
cubre todo el lavadero. El toque de las campanas se escucha lejano, es un
sonido mas débil y seco que de costumbre, parece sonar a hueco, es como si
el sonido de las campanas saliera de dentro de una caja de cartón, pero no
hay nada extraño en las campanas, como tampoco lo hay en las expertas manos
del “tió sacristán” (el campanero). El extraño sonido que hoy emiten las
campanas, tan solo es una consecuencia de la espesa niebla, una niebla que
hace de barrera, impidiendo que el sonido se difunda a los cuatro vientos,
con esa melódica claridad a la que siempre nos tienen acostumbrados.
Al
escuchar las campanadas que anuncian el mediodía, los chavales abandonan su
pequeña pista de hielo y se dirigen hacia el pueblo, donde se sumaran al
grupo que les esta esperando en la plaza, para iniciar el recorrido por las
casas mas distinguidas del pueblo, para pedir el aguinaldo. El sol que por
fin ha conseguido imponer su autoridad sobre las frías nubes, luce ahora
esplendoroso en lo mas alto del cielo, con ese fondo tan azul, que se
muestra ante nosotros mas limpio y puro que nunca. Las frías nieblas que
ahora aparecen tan blancas alejándose por la dehesa de camino hacia la
pedriza, van dejando tras de sí unas bellas postales de blanca navidad. Las
voluminosas copas de los dos viejos olmos centenarios que presiden la plaza,
aparecen ahora ante nuestros ojos en una preciosa estampa, una de las
postales mas vistosas de todo el invierno, con todas sus ramas cubiertas por
un tupido manto de color blanco, parece que los dos elegantes árboles hayan
sido decorados para la navidad, y sobre ellos el propio sol aporta su
singular toque de fantasía, al producir unos pequeños destellos sobre los
diminutos cristales de la escarcha que cubre sus abundantes ramas.
La noche de reyes:
Siempre le piden a su madre que les limpie los zapatos, pero hoy están los
chavales de la casa intentando dar brillo unos zapatos que estratégicamente
colocaran junto a la ventana. La noche de reyes es una noche especial,
después de muchos días esperando los regalos, resulta difícil marcharse a la
cama, y mas aun, conciliar el sueño en una noche de tanta emoción, como es
esta noche tan mágica para los mas pequeños de la casa.
Siempre han tenido el deseo de permanecer despiertos hasta ver la figura de
los reyes magos pasar por delante de la ventana pero a pesar del gran
interés por ver la figura de los reyes, el sueño termina por imponerse a la
voluntad de los pequeños, que agotados descansan relajados hasta que la luz
del día haga su entrada por la ventana. El aliento se convierte en vapor, al
sacar la cabeza de entre las sabanas cuando ya la luz del día ilumina la
alcoba a través de la ventana, esta mañana, la luz parece mas blanca y
luminosa que de costumbre, los cristales están empavonados, es por lo no se
pueden ver los tejados de las casas, que han amanecido cubiertos por una
blanca capa de nieve caída durante la noche. A pesar del frío que se siente
en la habitación, el primero de los jóvenes en despertarse, no pueden
resistir la tentación de salir de la habitación para dirigirse a la sala y
ser el primero en descubrir los regalos que hay junto a los zapatos.
La
emoción al descubrir los juguetes junto a la ventana es incontenible, y le
falta tiempo al chaval para salir corriendo hacia la habitación y compartir
su alegría con el resto de los hermanos, unos jóvenes que por extraño que
parezca todavía no se han despertado, pero estos nada mas abrir los ojos, y
sin apenas escuchar las palabras de su emocionado hermano, de un salto se
incorporan de la cama y salen a la carrera hacia el salón en busca de sus
regalos. Una cartera a mi me han traído la cartera, pues a mi las pinturas
de cera, le replica la hermana rebosante de felicidad. La madre que acaba de
despertarse con la algarabía que han preparado los críos, termina por
levantarse de la cama para compartir la alegría de los hermanos, pero al
momento se da cuenta de que los pequeños están descalzos y semidesnudos y
termina echándoles una pequeña reprimenda para que vuelvan raudos a la cama,
“que vais a coger una pulmonía y luego tendréis que estar 15 días en la
cama” les grita con síntomas de estar bastante enfadada la madre, aunque al
momento cambie su tono y les deje volver a por sus regalos una vez que han
arropado sus cuerpos semidesnudos.
El
ambiente en la sala es fresco, casi mas fresco que de costumbre, los
cristales tienen una fina capa de hielo en el interior de la habitación,
pero con la emoción de los regalos nadie se ha percatado de que hay mas de
un palmo de nieve sobre los tejados, al comentarles la madre la noticia
desde su habitación, esto da a los chavales una alegría mas, en una mañana
ya de por si bastante cargada de emociones. Además de los regalos que cada
uno había pedido en su carta a los reyes, regalos todos ellos prácticos y de
uso cotidiano, además, digo, se complementan estos regalos con un buen
numero de golosinas y chucherías, como higos, pasas, galletas, peladillas,
garrapiñadas, piñones, cañamones, algunos caramelos, chupachups y piruletas,
algo que por estos tiempos no es de consumo muy cotidiano que digamos, por
lo que provoca mayor entusiasmo entre los jóvenes de la casa.
Muy
lentamente una tras otra, van cayendo las gotas de agua desde el tejado,
pero apenas han tenido tiempo de estrellarse sobre el frió suelo junto a la
pared, cuando ya se han vuelto a quedar congeladas, pero los rayos del sol
que han conseguido abrirse paso entre las tupidas nubes que dejaron este
blanco paisaje la noche anterior, son los que van fundiendo la nieve que se
posa sobre los tejados, y el agua que poco a poco empieza a deslizarse sobre
las tejas bajo ese manto blanco, se desliza sobre los churrulitos de hielo
que cuelgan de los aleros del tejado o de las canaleras que decimos nosotros
por estas tierras, unos churros que en las zonas mas hombrías, se siguen
engordando con el discurrir de cada gota de agua, y que en las fachadas mas
soleadas de la casa, empiezan a fundirse al contacto con los rayos del sol
de mediodía. “Ya suenan las canaleras, el día empieza a blandear” es una
típica expresión muy utilizada en estas tierras por los labradores, antes de
partir con la yunta hacia el campo para labrar. Es este el momento ya
próximo al medio día, cuando una vez que han guardado sus regalos los
chavales, se disponen a partir para pedir el aguinaldo a casa de las abuelas
y de los tíos mas allegados.
Van
los hermanos juntos a casa de la abuela Felisa en busca de sus regalos, unos
regalos que van a ser los mismos o muy parecidos a los que han dejado los
reyes en su casa, tal vez habría que añadir alguna sorpresa que les tiene
preparada la abuela, como unas bolsas de paciencias, unos polvorones o unas
castañas para asar en la lumbre y algunos duros de propina, que es uno de
los regalos mas valorados por los chiquillos, de entre los numerosos regalos
que reciben de aguinaldo, y digo lo de unos duros, porque una moneda de
cinco duros ya esta considerada por los chavales como una estupenda propina,
unas monedas que pasaran a engrosar las huchas de barro, unas huchas que
aumentan considerablemente su peso por estas fechas.
“A
esta puerta hemos llegado a pedir el aguinaldo......” es una parte del
estribillo que se escucha cantar delante de la casa del Sr. Medico, cuando
un grupo de chavales se arremolinan frente a la puerta de la casa entonando
las populares canciones que se cantan para pedir el aguinaldo, una vieja
tradición que repiten todos los chicos de la escuela en grupo por un lado y
las chicas en otro grupo por su parte. Juntos pero no revueltos, como en
todos los ámbitos de la sociedad actual, lo mismo que sucede en la escuela y
en la iglesia, o en los juegos en la calle, nunca se verán juntos a los
chicos con las chicas.
Los
chavales van provistos de panderetas y zambombas, también llevan algún
almirez, unos campanillos y alguna botella de anís, cualquier instrumento es
bueno para intentar hacer un ligero ruido que suene a música, una música con
la que acompañar los cantares y villancicos que los escolares van cantando
delante de las puertas de los funcionarios, alas que llegan para pedir el
aguinaldo. Se va a casa del médico, del cura, y del secretario, a la casa
del farmacéutico, y a la del alcalde, etc., también se ira a las tiendas y a
la taberna. Delante de cada puerta se cantan varias canciones, todo depende
de la disposición del inquilino de la casa a tardar mas o menos en bajar a
la puerta a entregarles el aguinaldo. Siempre se empieza con uno de esos
cantares de los que tradicionalmente siempre se han cantado para invitar a
los dueños de la casa a obsequiar a los chavales con su aguinaldo, luego se
cantara también un villancico o varios si el dueño se lo pide a los
chavales. El que mejores aguinaldos suele dar es el Sr. Cura, que a su vez
es también el que mas se entretiene con los chavales, sumándose a cantar con
el grupo algunos de los villancicos. Todos tienen preparados los aguinaldos
para los colegiales de la localidad, que después de hacer la ronda por todo
el pueblo, ilusionados se reparten el botín obtenido entre todos los
participantes.
Hubo un tiempo, en el que los grandes centros comerciales, no constituían el
centro del universo por la navidad, un tiempo, en el que los dioses no se
ocultaban tras los escaparates; hubo un tiempo, en el que la televisión no
era la que marcaba el camino hacia el portal de Belén, un tiempo, en el que
la palabra publicidad no tenia sentido en la sociedad, era un tiempo, en el
que las personas no vivían victimas del consumismo, un tiempo, en el que el
dinero no era la llave de la navidad; hubo un tiempo, en el que se cocinaba
para comer y no para aparentar; hubo un tiempo, en el que se hacían regalos
por navidad, y no era tan solo una época de regalos al que se le llamara
navidad. Hubo un tiempo, en el que era mas pura y mas sincera, mas humilde y
mas autentica la navidad.
Hubo un tiempo, en el que existió porque se vivía, la navidad.
©
Víctor
García Pascual
Zaragoza 22 de diciembre de 2002
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