La
sabina es quizás la especie vegetal más severa, concienzuda, austera que
medre por nuestro paisaje. Emana seguridad, en tanto que atisbo de
permanencia en un inmisericordemente mutable Mundo. Subyacente al duro
tronco existe un sentimiento que nos remite a tiempos remotos, a tiempos
donde las explicaciones científicas aún eran sumamente primordiales y el
hombre necesitaba buscar la razón de su existencia en otras ideas y
creencias, en definitiva, en otros lugares.
Ante
la percepción del cambio el árbol permanece como algo familiar.
Manifestación de lo divino, el árbol se renueva; cada año parece morir
en otoño para renacer en primavera. Quizás para ello sea más expresivo
el caduco roble, sin embargo, la perenne sabina me emite mayor
serenidad, fortaleza, un seductor sentimiento de anarquía que lucha
contra la marea de los tiempos siendo tanto naufraga como a la vez
maestra. El viejo árbol recuerda los orígenes del hombre anguiteño, de
sus creencias de antaño, tan importantes para entrever los contornos de
lo venidero.
La
fiesta de los mayos es un patrimonio que no nos pertenece en exclusiva,
su origen es tan arcaico, como pagano, habiendo sido objeto de crítica
por la Iglesia en no pocas ocasiones. Su significado se fundamenta en el
carnal contacto con lo Divino, la manifestación de la renovación vegetal
dentro de un organismo eterno. Tan arraigada tradición tiene
manifestaciones en múltiples países europeos, ya sea en Suecia con los
Palos de Mayo, pasando por el Reino Unido o el Walber bávaro. Des de
luego, no existe fecha más señalada para incorporar una fiesta global
como es la del Día del Trabajo. Se trata de un día de felicidad en el
que los chavales, en muchas tradiciones, se sumergen en las
profundidades del bosque en busca de su “palo de mayo”. El del año
anterior pasará a quemarse, simbolizando sus cenizas la fertilización,
de nuevo, del suelo. Sus reminiscencias encontrarán traducción en otras
fiestas como el San Juan, pero el significado es el mismo, el ser un
ritual de fertilización. No deja de parecer curioso cómo una tradición
tan antigua encuentra traducción en manifestaciones actuales. La verdad
es que el monoteísmo jamás ha conseguido incorporarse íntegramente a
nuestra psique colectiva.
Un
viaje, aunque sea virtual, por cualquier templo islámico nos producirá
la sensación de sobriedad que impregna, a veces, lo austero. Templos
como la Mezquita Azul o la de Córdoba nos enseñan cómo a los devotos de
Alá no les está permitida mayor representación que la de lo geométrico,
queriendo ver en las matemáticas la máxima encarnación de lo divino. Los
santos están prohibidos, como lo están también las vírgenes, beatos y
demás individuos sagrados auxiliares del Dios unificado. Esa es la mayor
crítica que esgrime el Islam frente al Cristianismo, el decir que sólo
ellos han llegado a la perfección del monoteísmo. Una reflexión sobre la
religiosidad de nuestros pueblos nos hace ver los atisbos de realidad
que presenta tal argumento.
Nuestro
culto a la Virgen de la Lastra, a la Macarena, a la del Rocío o a la de
Montserrat no dejan de ser manifestaciones de un pasado politeísta. El
devoto atribuye propiedades milagrosas a tallas que fácticamente no
dejan de ser ídolos.Ello viene complementado por la multiplicidad de
santos y beatos de los que dispone la religión cristiana. Los orígenes
politeístas se manifiestan en celebraciones como los mayos y cultos como
el de la Virgen de la Lastra. Con todo, no deja de ser significativo
como la virgen patrona de Anguita encuentra su adjetivación en una
Lastra, una gigantesca lancha de piedra en la que apoya el núcleo del
pueblo. Lo inexplicable de lo natural de nuevo acontece Divinidad. La
piedra, el árbol… todo nos lleva al rastro de una antigua Religión que
procesaban los antiguos habitantes de este término.
Hay
quien opina que la situación de la Iglesia de San Pedro, próxima al río
Tajuña, no deja de ser una reminiscencia de un antiguo culto acuático.
Quizás nos hallemos ante los restos de un tributo al renovador elemento,
dador de vida, y para las cosechas, inexcusable sustento. Es posible.
Aunque nos parezca mentira, las pistas del Pasado quedan ancladas en
representaciones presentes, cómo queriendo ser denunciantes de ritos
olvidados, cómo queriendo recordar tiempos en que el hombre no dejaba a
la Naturaleza de lado.
©
Javier Serrano Copete
Blog
de Javier Serrano
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