Es
el soriano, en general, mal cantador y poco bailador. Antonio Machado,
nuestro caro poeta, ya observó la pobreza lírica, armónica y rítmica de
nuestros campesinos "sin danzas ni canciones".
Pero
esta observación de Machado, si es exacta en el sentido que la hizo el
poeta, esto es, en relación con la riqueza coreográfica y musical de
otras regiones españoles, no lo es, claro está, en términos absolutos,
puesto que no hay pueblo desprovisto por completo de sentimiento musical
más o menos rudimentario.
Es
verdad que por los campos de la alta meseta castellana, se oye rara vez
la voz del labrador que alivia con el canto el peso de sus faenas; pero
no es menos cierto que en estas tierras del Alto Duero y por estos
montes ibéricos, se cantan bellas canciones y se bailan danzas
originales y pintorescas.
No
es que haya gran variedad de bailes y cantos, ni que se cante y se baile
con profusión; lo importante en el escaso tesoro de nuestra música
popular está, más que en su brillantez y cromatismo, en su interés
retrospectivo, en su valor como documento musical, ya que las
tradiciones y costumbres se han conservado más puras y con mayor
tenacidad en este islote ibérico, aislado del mundo por un cerco de
cordilleras y páramos, que en otras regiones españolas más frecuentadas
y recorridad por los múltiples pueblos que han vivido y cruzado el
territorio español, dejando todos la huella de su paso.
El
baile más generalizado en Soria, como en media España, es la JOTA;
y aquí, como en otras comarcas y regiones, ha tomado su especial
fisonomía y carácter.
La
jota que se baila en Soria, como la jota castellana, se baila a
saltitos, un poco picada, y es menos movida y airosa que la de Aragón.
Según el malogrado músico oxomense Federico Olmeda, autor del Cancionero
de Burgos enriquecido con varias canciones de Burgo de Osma, acaso la
jota no naciera en Aragón, sino en Castilla, llegando a adquirir carta
preferente de naturaleza en la región del Ebro, porque los gestos y el
carácter de los aragoneses se prestaban mejor al ritmo de este baile
popular.
Con
esta teoría de Olmeda no podrá estar de acuerdo, seguramente, el docto
escritor aragonés "Iñigo Arista", que ha dedicado un sabio trabajo al
estudio de la joya.
Hay
otras danzas menos corrientes que la jota; pero desde luego, más
originales y más raras.
Hay
un baile, al parecer propio y exclusivo de las tierras del Alto Duero
–Segovia, Burgos, Soria–, que es la RUEDA.
Este
baile no lo puede bailar una sola pareja, pues se requieren muchas para
que sea verdaderamente una rueda. Es un baile de masas, sencillo y
elegante. Las parejas bailan sueltas, y todas hacen lo mismo.
El
tamborilero ataca con brío un redoble avisador, y el dulzainero lanza
vibrantes notas de atención; los mozos buscan sus parejas, colocándose
en corro y comenzando la rueda.
Las
parejas –los mozos fuera; las mozas dentro del cerco–inician el
movimiento rotatorio bailando unas tras otras en rueda. Lentamente, poco
a poco, la danza se anima: el gaitero aligera algo el ritmo; el cerco se
hace más tenso; el giro más rápido –nunca apresurado–, y la rueda forma
un espléndido y pintoresco carrusel.
Es
un baile grave y gracioso. Su aparato y su uniforme sencillez le dan
cierta prestancia y empaque, bien en armonía con el carácter reposado y
solemne del viejo castellano.
Requiere la rueda para bailarse, grandes espacios: las amplias salas del
Concejo, y mejor todavía, las plazas de los pueblos o de las villas en
rededor del rollo.
También se bailan en tierras de Soria, como en otras comarcas
castellanas, las clásicas AGACHADAS o agachadillas.
En
un pueblo de la provincia rayano ya con Aragón, en Ciria, este baile
presenta una variedad llamada CHIMILINDRÓN.
Las
agachadas son bastante conocidas en otras provincias; son una especie de
juego cantado y bailado; un corro, alternado de mozos y mozas en el que
de vez en vez se intercalan en la rotación, cuando el canto lo indica
las agachadas, agachándose o levantándose los bailadores a tenor de la
letra y el aire.
Hay,
además, otro baile curiosísimo que se baila en tierras de la Revilla,
llamado con el bello y extraño nombre de PALOMAS CHICLANERAS.
Este
baile, que sólo algunos viejos apenas llegan a recordar, está a punto de
desaparecer. Es una especie de rústico minué, que conserva a través de
sus evoluciones la galantería y finura del minué cortesano.
También
se bailan todavía, aunque cada vez con menos frecuencia, las DANZAS
DE DANZANTES.
Estas danzas, generalizadas en otras regiones, son bastante conocidas,
–sobre todo las que en Basconia bailan los espatadanyzaris.
Son
las danzas por excelencia; los demás, son bailes, y así como éstos los
baila el que quiere, la danza solamente la bailan los danzantes, la
cuadrilla de bailadores regularmente organizada, ataviada a su estilo y
convenientemente ensayada para danzar.
Toda
cuadrilla de danzantes lleva su correspondiente zarragón, vestido
grotescamente y con un rabo de toro por zurriago para hacer paso y plaza
entre el público y la danza. El zarragón bufonea continuamente y es el
payaso de la cuadrilla.
Bailan los danzantes muchos cuadros de danza, los palos, las espadas
(espatadantzaris) la cruz, el arco, el cordón... y cada cuadro tiene su
aire su melodía y su romanza.
Como
todos los bailes y cantos al pasar de una a otra región pierden o
adquieren algunas características o particularidades, seguramente que
estas danzas han logrado personalidad en esta provincia.
Sería curioso conocer su origen, los caminos que han seguido en sus
emigraciones las variedades y evoluciones que han experimentado las
danzas de danzantes; pero esto, como todo lo referente al arte popular,
es, hoy por hoy, todavía desconocido.
Se
está iniciando en España un estudio sistemático y técnico del folklore
español.
Apenas si se han publicado algunos trabajos serios de valor científico y
artístico.
El
folklore soriano está hoy completamente inexplorado y sospechamos, por
las razones enunciadas, que el saber del pueblo de esta alta meseta de
la cuenca del Duero, ha de tener un gran valor documental.
Esta
relación de bailes y danzas de Soria no es, ni pretende ser, otra cosa
que un avance hecho a la ligera, sin conocimientos técnicos en la
materia, que puede servir de orientación o rastro a investigadores
debidamente preparados, ya que lo expuesto no son otra cosa que
observaciones de un apasionado gustador de las múltiples y sabrosas
bellezas que encierra el alma popular.
© José Tudela de la Orden
Publicado en Voz de Soria, 29-11-1924
(Publicado en el nº 8 de Cuadernos de Etnología)
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