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De oficios

Isabel Goig Soler

Soria, 2020

 

Real Cédula de S.M. [Carlos III] y Señores del Consejo. Por la cual se declara, que no sólo el oficio de curtidor, sino también los demás artes y oficios de herrero, sastre, zapatero, carpintero y otros a este modo, son honestos y honrados; y que el uso de ellos no envilece a la familia, ni a la persona que los ejerce, ni la inhabilita para obtener los empleos municipales de la República en que estén avecindados los artesanos o menestrales que los ejerciten. Año 1783. En Madrid. En la imprenta de don Pedro Marín.

Para llevar a cabo esta investigación y posterior publicación, debo dar las gracias a muchas personas que, desinteresadamente, me han ayudado.

En primer lugar, y en uno muy destacado, el investigador afincado en Soria, José Ignacio Esteban Jáuregui. Muchas de las referencias facilitadas pueden no estar en el lugar correspondiente, pero han sido muchas, varias y certeras, tal y como él acostumbra a investigar.

El trabajo sobre los oficios surgió en una de las reuniones que durante algunos años mantuvimos, en distintos pueblos de la provincia, los másters de webs, pero nunca se llevó a cabo. No obstante, al principio, durante algunas mañanas, Concha Goig Soler, mi hermana, y yo, acudimos al Archivo Histórico Provincial de Soria en busca de imágenes para ilustrar ese proyecto. Unas están aquí, otras se han captado después. Gracias también a ella.

Por otro lado, agradecer con mucho afecto, a quienes me han informado de viva voz: el señor Abal Orden Gómez, de Ocenilla. Al señor Agustín Ruiz Ruiz, antiguo profesor de la Escuela de Artes. A la misma Escuela de Artes y Oficios. A la familia Cabrerizo de León (Javier, Angelines y Santiago), por los datos familiares facilitados. Al artista del hierro, riojano afincado en Soria, Isidoro Sáenz. A Ramón, de Atenea marquetería, quien, sin conocerme, puso a mi disposición todos los programas de fiestas de San Saturio. A Tomás Pérez Frías, que me ha facilitado una relación de fotógrafos sorianos de todos los tiempos. Al judeño y amigo Santiago Álvarez Bartolomé, por todo. También por todo, al sarnagués José María Carrascosa Ridruejo. Al personal del Archivo Histórico Provincial de Soria, siempre atento a las necesidades de los investigadores. Y por último (aunque quedarán algunos en el olvido momentáneo) a Carmelo Gómez Martínez, bibliotecario de El Burgo de Osma, por las fotos cedidas.

Muy especialmente a quienes han respondido a mi solicitud de escribir algo especial sobre un oficio determinado. Lo han hecho con todo el cariño e interés. Son:

Joaquín Alcalde
Manuel Castelló Rizo. Músico y compositor
Emili Boix. Mestre Terrisser (Maestro Alfarero)
Santiago Álvarez Bartolomé
Carmen Sancho de Francisco
Israel Lahoz Goig
Sergio Lahoz Dorante

A modo de explicación

Cuando el Hombre logró dominar el agua, el barro y el fuego, los oficios fueron apareciendo llegando a ser, los instrumentos que salían de la combinación de esos tres elementos con la habilidad del hombre, útiles, primero necesarios, más tarde imprescindibles muchos de ellos, a medida que el género humano se iba refinando. De la tierra y el agua salieron recipientes para pasar de la comida cruda, o asada en un hueco practicado en el suelo, a otra más digerible. Del fuego y del hierro, instrumentos, primero para la caza, más tarde para la labranza. De las plantas hilos, más o menos bastos, para cubrirse. Y la madera para construir, y la piedra para edificar todo lo bellos que se alza en nuestros pueblos y ciudades. Y así podríamos continuar hasta llegar a la sofisticación de los metales nobles para adornarse y para adornar. Todo lo que vemos hoy han salido de las manos de maestros de obra prima, herreros, albañiles, doradores, y lo que se ha perdido, también.

Hemos querido, siguiendo nuestro habitual modo de trabajar, recuperar también los oficios antiguos, tanto los que se han perdido, como los que todavía perviven, ya modificados, modernizados. Lo hicimos con las costumbres, con la gastronomía, y ahora tocaban los oficios.

Hasta en los pueblos más pequeños, con menos población, vivieron, hasta media­dos del siglo veinte, personas que realizaban tareas necesarias para el resto de convecinos, que ejercían los oficios de herrero, herrador, tejedor, barbero, carpin­tero, albañil, alpargatero, etc. Pero no abundaban las tareas que proporcionaran excedentes para exportar. Valga como ejemplo las Memorias de Eugenio Larruga (s. XVIII); en el corto espacio que dedica a la provincia de Soria es, precisamente, en los lugares que más tarde pasarían a Guadalajara por el Sur y a La Rioja y Burgos por el Norte, donde se daba el mayor volumen de trabajo. Por ejemplo, en Canales, Viguera y, muy especialmente, en Munilla, donde contaban con telares de paños, bayetas, sayales, cordellates, perchas y tableros de tundir.. También en Soto de Cameros donde llegaron a tener 55 telares. En los dos pueblos, trabajaban con la ventaja de que los hombres estaban libres de acudir a la guerra

¿Por qué casi todos los oficios aparecen en masculino? La respuesta es muy sen­cilla. La época estudiada es, fundamentalmente, el siglo veinte, hasta el comienzo de la marcha de los sorianos a otras provincias. Por otro lado, en la documentación trabajada, de los siglos diecisiete, dieciocho y diecinueve, la mujer practica­ba muy pocos oficios. En ambas zonas históricas, la mujer tal vez trabajaba más duro y variado que el hombre, pero no aparecía oficialmente, ni en unos años ni en otros. Salvo lechera, comadrona (que en lo antiguo se llamó ‘ama de parir’), mo­dista, lavandera (en Soria tenían su propia organización) y poco más, las mujeres, oficialmente, no practicaban oficio alguno. Cuidaban de la casa, hijos, ancianos, trabajaban en el huerto, con los animales, ayudaban en las faenas del campo, pero todo eso no se consideraba ‘oficio’, aunque sí obligación como mujer que era.

Hay que aclarar que durante muchos años, en especial aquellos en que los oficios se iban difuminando, o era necesario ampliar y diversificar los trabajos, una misma persona ejercía varios oficios a la vez. No así hasta que en la Constitución de 1812 se legisló la libertad de oficios. Hasta esa fecha, los oficiales debían pasar exámenes y se dedicaban sólo a aquello para lo que habían sido habilitados. Los más comunes eran herrador, herrero y albéitar, que podían ser ejercidos por una misma persona. Y lo mismo podría decirse de los barberos, sacamuelas y sangra­dores. Se trataba de personas muy hábiles, en general con muchos hijos, y que sabían hacer de todo un poco.

Para llevar a cabo este trabajo que ahora presentamos, hemos procurado conversar con personas que han ejercido esos oficios de manera tradicional, natural­mente ya jubilados, a quienes nombramos en el apartado de agradecimientos. Y hemos constatado la necesidad de Museos Etnográficos, que los hay y muy interesantes, como el de San Andrés de Soria, o el de Barca, o el de Navaleno, o el de Las Cuevas de Soria, o el de Fuentecantos, entre otros muchos. En ellos podemos informarnos sobre los instrumentos utilizados por los oficiales. Muy ilustrativo resultó la visita a Romanillos de Medinaceli, en el año 2017, para presenciar, en vivo, una muestra de oficios tradicionales.

Isabel Goig

 

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