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VOLVER A ALDEA Isabel Goig Soler Soria, 2019 |
PRESENTACIÓN “VOLVER A ALDEA” El día 15 de noviembre en el Salón Mudéjar del Palacio del Condestable Iranzo, en Jaén Hola a todas y todos, tengo la tarea hoy de presentar este libro e intentar despertar vuestra curiosidad hacia esta última obra de Isabel Goig. Me he permitido transmitiros mis impresiones y sin hacer “spoiler” voy a comenzar citando unas palabras casi del final “Tardé unos años más en volver. Temía hacerlo por los comentarios que escuchaba, pero algo parecía estar llamándome” Isabel Goig nos deja claro en el título de su obra que las personas que se decidan a abrir esta novela van a comenzar un viaje, un viaje no sólo en el espacio, sino también en el tiempo. Emprender un viaje, iniciar un camino, como nos recuerdan tantos cantautores y poetas es al mismo tiempo vivir, y con frecuencia llegar hasta los orígenes y descubrir quiénes somos. En el comienzo de este libro, la joven Esperanza viaja de Aldea a Sarnago, pregunta y escucha a María atentamente. María, hospitalaria, le muestra los paisajes de Sarnago, sus vecinos y las costumbres de la zona. Conocemos a Pura y a la abuela. Poco a poco, la voz de María evoca la voz de Rosa, su madre que nos relata el secreto que todos callaban y que sin saberlo, ella misma escondía. Como siempre que algo oculto sale a la luz, el secreto de su origen todo lo remueve y trastoca. La mujer madura, nos cuenta cómo ella, siendo joven decidida, inicia el viaje al Sur, a esa Aldea para encontrar sus orígenes y conocerse ella misma. Sus ojos nos muestran los avatares de la trashumancia, el carácter de aquellos pastores trashumantes que bajaban y volvían a subir buscando el sustento de sus familias y forjando sus propias vidas. Las palabras de María evocan paisajes que nos vienen a la retina y reconocemos; esos recuerdos construyen poco a poco a los personajes, principalmente femeninos, que se nos muestran en su esencia, directamente. Vamos conociendo a la orgullosa Ascensión, la cariñosa y sentida Candelaria, la joven Mercedes… Como en cualquier viaje, los lectores y lectoras tenemos tiempo de pasear junto a María y la servicial Consuelo por esa ciudad de Jaén descrita con las pinceladas de nuestra autora. Poco a poco, cuando ya hay confianza entre María y Esperanza, las conversaciones fluyen hasta que aparece el personaje denominado por la propia María como el “Monstruo” ese “señorito” al que no le falta ni el caballo, ni la escopeta, y por su puesto, digo señorito entrecomillado, obtiene bien con engaños o bien por la fuerza todo aquello que cree suyo. Isabel nos muestra a través de la voz de María, no sólo lo que sintió la protagonista, y otros de los personajes femeninos de esta novela; nuestra amiga Isabel con sus gafas violeta, nos muestra a las mujeres víctimas de abusos, abusos que se repiten en distintos escenarios en la ficción, pero que sabemos reproducen lo que se dio en otras épocas con demasiada frecuencia. Nuestra autora permite que sus personajes femeninos alcen la voz y se defiendan, como hoy ya en la vida real y en la actualidad, muchas mujeres alzan su voz y se defienden de otros monstruos con aspecto de lobos en manada, que antes acechaban en los caminos rurales, hoy, en cualquier escenario rural o urbano. Isabel nos recrea esa “vida pequeña”, la que protagonizan la mayoría de las personas que no pasan, que no pasamos a la Historia con mayúscula pero que trazan esta historia con minúscula de nuestras vidas. En sus páginas, nos muestra Isabel Goig los olores del campo, los sabores de los platos tradicionales de allí, de Sarnago y de aquí del Sur, los juegos infantiles, los objetos cotidianos, el dulzor de la fruta de las huertas… La autora nos muestra la inocencia de niñas y niños y la fortaleza de las mujeres del ámbito rural, sustento y motor de la familia. También Isabel dibuja con sus palabras a María como una mujer adelantada a su época por ciertas costumbres tan caprichosas como conducir un automóvil… Avanzan las páginas y María cede su voz a Esperanza quien denuncia con valentía y desde la perspectiva de la mirada histórica algunas de las muchas atrocidades cometidas contra tantos y tantas republicanos, hombres y mujeres que sufrieron por defender sus ideas y la legalidad. Gracias por dar voz a tantas personas sin voz que esperan todavía justicia y reparación. Gracias porque quien se acerque a esta novela y la lea, creo que se hace más humano, más humana.
Eva Espinosa
Profesora de Secundaria de Lengua
Castellana y Literatura
Prólogo Toda escritora, todo escritor, buscan la complicidad y la empatía del lector, esa deseada fórmula que atrape a su público entre las páginas de un libro, crear esa necesidad de ir avanzando en una lectura que se quiere completar, pero que al mismo tiempo se teme finalizar por miedo a dejar de disfrutar de ese momento intimo de reflexión y unión entre el lector, el autor y los personajes de una novela. Es esta fórmula, este equilibrio y esta capacidad de transmitir vivencias y emociones, ya sean reales o ficticias, lo que el músculo literario bien estrenado de Isabel Goig, consigue de nuevo con esta novela, la capacidad de empatizar con el lector a través de las historias de la «vida pequeña» de personas y de comunidades. De manera paulatina, la vida de barrios, aldeas o pueblos, se ha ido diluyendo en la individualidad del «yo», provocando una progresiva perdida de la vida en comunidad. Frente a esta tendencia, Isabel nos muestra una acertada armonía entre identidad local, sentido de pertenencia y arraigo de dos comunidades, que aún distantes geográficamente, mantienen unos mismos orígenes e innumerables nexos de unión. En esta novela se muestra la capacidad que tienen las historias de trascender más allá de sus propios protagonistas, recordando el anhelo del mismo Jorge Manrique, por alcanzar la vida de la fama. Ese resurgir, ese renacimiento real que provoca ser recordado y recreado en muchas ocasiones dentro del propio diálogo interno de las personas que nos conocieron en vida. Esta historia nos hace caminar por el constante sendero de la búsqueda de una identidad, la identidad de María, que en origen perdida o mutilada, permanece latente esperando a revelarse en las numerosas personas, situaciones e historias paralelas, que van asaltando durante una larga vida a nuestra protagonista, y que trascienden a su muerte, condicionando positívamente a las personas que ayudaron a redescrubrir y terminar de crear su identidad y personalidad. Como aldeano, tras leer esta novela me reconozco y reconozco a mi gente, los paisajes, las costumbres e incluso a los personajes, ficticios o reales, en sus actos y relaciones. Me agrada pensar que un sarnagués al leer este texto, pueda igualmente reconocerse entre sus palabras, llegando a empatizar por un momento con Aldea y sus colonos. Creo que esta es la gran virtud de la palabra, permitir que pese a la distancia en el espacio y tiempo, los integrantes de dos comunidades puedan reconocerse como iguales. Isabel con un relato narrado en clara clave femenina, consigue hacernos ver a través de sus «lentes moradas» las relaciones cotidianas de los miembros de una sociedad, saltando del medio rural, al medio urbano; de las clases sociales más acomodadas, a las más desfavorecidas, todo hilvanado por la valiente y particular visión de María, que se complementa con numerosos personajes femeninos y nos muestran cómo el origen de la familia, de una comunidad y en definitiva de la sociedad tiene a la mujer como germen y garantía de su continuidad. Espero que disfrutes de esta lectura tanto como lo he llegado a hacer yo, espero que esta historia una vez leída y recreada en tu imaginación, deje en parte de pertenecer a la autora y se convierta en una vivencia propia que de forma recurrente vuelva a tu mente al contemplar un paisaje, al pasear por tu propia Aldea o Sarnago, imaginando a María en aquellos lugares que te evoquen su historia. Juan Carlos Roldán Marín
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