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La Bestia (Una historia real)

Antonio Ruiz Vega

 

2018

 

PRÓLOGO

La Bestia de Gavaudan (Gévaudan, en francés) forma parte de un grupo de animales, como el Shunka warak’in del noroeste de los Estados Unidos, o el canadiense Waheela, que no han sido catalogados científicamente por los zoólogos, bien por no haber llegado hasta nosotros, porque tal vez nunca existieron en el modo en que fueron recordados por la memoria popular, o porque siguen siendo evanescentes avistamientos el único testimonio de su existencia. Lo real, eso sí, son las víctimas de sus ataques, y que, siglos después de sus muertes, más parecen responder a estadísticas anodinas que a vidas truncadas de cuajo.

Resulta extraño, además, que algunos de estos animales fuesen, en principio, ejemplares únicos, que actuaran en un período de tiempo muy circunscrito, y después nunca más se volviera a oír de nada parecido. Basta con pensar que la Bestia causó más de cien muertes de mujeres y niños, además de víctimas no mortales, tan sólo entre 1764 y 1767, para percibir la magnitud del pánico que debió de extenderse en una zona acostumbrada a otro tipo de persecuciones (Gavaudan era el nombre de una región a caballo entre Francia y Occitania donde la fe protestante había prendido de manera más intensa).

La Bestia, para lo popular que se hizo en el país vecino, con películas, novelas, ensayos, esculturas al aire libre, y hoy día todo tipo de merchandising turístico, no fue objeto de harta dedicación a este lado de los Pirineos, de ahí que la presente obra de Antonio Ruiz Vega (Ibiza, 1955) sea una posibilidad no usual de conocer la historia de aquel(los) “animal(es)”, los principales personajes históricos que intervinieron en los sucesos, y, al mismo tiempo, acercarse a una prosa que, entre ficción y ensayo, dice verdad; la verdad que suele ocultarse y que siempre se sitúa allí donde no lo esperamos. Por detrás de la Bestia, probablemente no hubo experimentos biológicos extraterrestres, sino algo que el lector descubrirá por sí mismo al final de este relato, y que aterra mucho más.

Cuando se conoce la historia de la Bestia de Gavaudan, y el hecho de que no estén en absoluto cerradas todas sus implicaciones, resulta complejo olvidarla. Era fácil pensar que Antonio Ruiz Vega, receptivo a fábulas y leyendas populares, verídicas o apócrifas, hallaría en la historia de la Bestia un campo propicio para la recreación literaria, y no sólo esa, pues también ha realizado piezas escultóricas y pictóricas sobre el tema, una de las cuales podría ilustrar la portada de este volumen.

De las siete obras narrativas escritas hasta el momento por Antonio Ruiz Vega, La Bestia es la quinta que ve la letra impresa. Y a pesar de que el tema es inédito en la producción de nuestro autor, por varios elementos podemos descubrir una clara continuidad entre sus libros anteriores y esta nouvelle.

Primero de todo, su componente extraño, salvaje, misterioso, inesperado, ya presente en el recopilatorio Historias de fantasmas sorianos (1999) y en la novela Últimas palabras de Kate Eddowes (2006; Premio “Ciudad de Majadahonda”), la cual pone en escena a una de las mujeres asesinadas por Jack el Destripador. Un manuscrito encontrado insospechadamente será el recurso, como en La Bestia, que dará pie a Ruiz Vega para su relato.

En segundo lugar, el anclaje en Soria. La Bestia es narrada por la voz de Anselmo Pedroviejo, un caballero soriano nacido en Francia del que un descendiente (donde observamos un trasunto del mismo Antonio Ruiz Vega) encuentra una pequeña libreta en la casa familiar. Soria –es fácil descubrirlo– aparece en todos los libros de Ruiz Vega, y no sólo en los ensayísticos, sino en las novelas ya mencionadas, a las que habría de añadir La isla suspendida (2004) y El sueño del spahi (2014), en las cuales la provincia de Soria o los sorianos son el personaje central del argumento. Ahora bien, y para que no haya dudas: el recurso de Antonio Ruiz Vega a Soria no se debe a la reductio ad provinciam, sino a reclamarse universal, y nadie puede serlo si reniega de sus raíces. La Soria de Ruiz Vega, en su narrativa y en sus estudios (también en su fotografía, pintura y escultura), es, a este nivel, como el Manhattan de Woody Allen, o el Tokio de Haruki Murakami…, y, además, mucho más nuestro.

Por último, quiero señalar el lirismo que palpita bajo novelas tan distintas como Últimas palabras de Kate Eddowes o El sueño del spahi, y en ensayos como el Diccionario de la España mágica (1997) o Los hijos de Túbal (2002), un lirismo que se aferra a la impotencia de que las cosas no sean como pueden ser soñadas. Al final de La Bestia, escribe Anselmo en su diario: “me vence la nostalgia de lo que no he conocido”.

Este libro de Antonio Ruiz Vega ha de ser para nosotros motivo de celebración. Se trata leer una nueva aportación de uno de los autores españoles más libres, heterodoxos, arraigados y felices en su condición de emboscado: un escritor que escribe porque las letras le palpitan dentro y se desbocan hacia el papel.

Josep Carles Laínez
Transcurrido un mes desde el Equinoccio de Otoño
Fiesta de las Apaturias–Fiesta de los Kuretes
Valentia Edetanorum, 2015 e. v.

 

 

Una historia real”

 

El tiempo pasa. Pasan los siglos, los años, las horas, los minutos, los incesantes segundos.

Lo que queda, es la historia. Historia que sea como fuere, debe ser recordada. En ocasiones, por honor, algunas otras para no permitir que esa historia vuelva a suceder. Algunas nos arrancará una sonrisa, otras lágrimas, sentimientos de rabia, impotencia, de anhelo, de añoranza. Siempre serán recuerdos, y los recuerdos no dejan de ser, historias vividas. Da igual, la forma en la que lleguen a nosotros. Llegan y como tal, se quedan, formando así parte de nuestra vida. Para Siempre.

 

Cuando conocí personalmente a Antonio Ruíz Vega, me sorprendió por varias razones.

La primera vez, fue en una conferencia, en la cual quedé embelesada, porque su voz y con ella sus palabras, transmitían magia, y es que hablar de Antonio, es hablar de magia.

Había leído algunos libros suyos. En uno de ellos me topé, con la descripción de un erudito que, entre muchos halagos, le tachó de “aspecto hosco”. ¿Cómo podía rebatir a una persona tan conocida y admirada por muchos, alguien como yo? Pero sí, esa frase que leí, me parecía cuanto menos, poco acertada.

Al finalizar la conferencia, todo el mundo salía y pocos reparaban en su presencia, sentado en una silla, cualquiera diría que, tenía aspecto cansado, sin embargo, yo me acerqué, le apreté la mano, y me despedí “hasta luego, Don Antonio, un placer”.

Ahí lo certifiqué, Don Antonio, es una de esas personas que pasean por la calle, sin ser vistas, solo algunos afortunados podemos percatarnos de que es un ser mágico, un ser que no obtiene el reconocimiento que merece.

No termina aquí, era aún mayor mi estupefacción, cuando fui a adquirir uno de sus libros, a una librería de Soria, “¿Antonio Ruiz Vega? Pues no me suena” me dijo sin miramientos el tendero. Tuve que buscar durante más de una hora, hasta que por fin lo encontré, escondido, detrás de muchos otros libros, en una zona aislada. ¿Cómo podía ser? Cuando fui a pagar, era tal mi perplejidad que, tan solo acerté a decir porque llevo prisa, después de estar sola, más de una hora buscando el libro, que si no, te iba a decir cuatro cositas muy claritas.

Pero, aún no acaba mi asombro. No logro localizar otro de los libros, que quiero tener en mi poder. Así que, tras hablar con gente en común, consigo hablar con el propio autor, Antonio, y tan amable y dispuesto, queda conmigo para entregarme él mismo, el libro que tanto deseo.

Quedamos en un bar de Soria… ¡Ay Soria! Cuanto te quejas, de cuan olvidada has sido y, que poco valor le das a quien te lleva en alza y lucha para que te mantengas en pie.

Si hubiera sido un futbolista, un actor o cantante, Antonio, no podría dar dos pasos, sin que le parasen, sin embargo, nadie parecía conocerle. Sí, DON ANTONIO, Don Antonio Ruiz Vega, persona que entre muchas otras cosas, lucha por Soria, para que no caiga en ruinas, para encumbrar sus tierras, para elevar su nombre, es por ello que no es Antonio, es DON ANTONIO RUIZ VEGA.

Cierto es, que al ser una persona tan humilde, cercana, no da lugar a ese reconocimiento, tan real, como que, tal vez ni quiera ese apelativo. No merece menos. Dado que no he visto jamás a nadie, como él, no caer en el desaliento. Que la palabra “imposible” no pertenezca a su vocabulario cuando a la tierra de Soria se refiere, y lo que lo hace aún más increíble es que lo hace con un brillo de ilusión y esperanza que lo envuelve todo.

Toda esta información, me he tomado la licencia de darla, para dejar claro, que Antonio Ruiz Vega, es una persona real, que cuenta hechos reales, que tal y como cambia la vida, él lucha en vez de con espada, con la palabra, una lucha ardua, una lucha en solitario, que pocos reconocen o comprenden, y no obstante, ahí continua.

Una persona real sí, un mago también. Quien tenga o haya tenido el placer, de leer cualquiera de sus libros, de visitar su casa en La Rubia, de compartir una conversación con él, pude dar fe de mis ciertas palabras. Porque hay que ser mago, para ir por la calle y que no te den el reconocimiento que mereces, aunque no lo quieras. Mago para transmitir con palabras un código secreto, y lograr que las personas lo descifremos, enmascarando -con una sonrisa- un hecho real.

Para poner sentimientos personales encima de la mesa, y llegar a lo más profundo del alma de otra persona.

Hay que ser un mago, para pasear mientras la luna y Marte te vigilan, y adentrarte en la dehesa, dejar a un lado el lenguaje frívolo e intelectual, y hacerlo sencillo para que, todos se puedan enamorar de ese paisaje, oír el cauce del rio murmurar, escuchar los gemidos de los robles, sentir desde el más grande caballo a la más pequeña hormiga aparecer y hacerse ver, notar la esencia de esas plantas que nos invitan a tocar su veneno, y todo ello acompañado de ese brillo, que no todos son capaces de visualizar, solo algunos pocos afortunados, nos llegamos a deslumbrar.

Eso es lo que transmite Antonio Ruiz Vega. Y todo ello sin pretensiones de hacerlo. Sin darse la importancia que tiene, dentro de su humildad y sencillez. Eso es heroísmo, eso es magia.

En este nuevo libro, no vamos a encontrarnos con leyendas o con mitos, no hay nada de fantasía en él.

Nos encontramos con la llave hacía lo real, con información privilegiada, perfectamente documentada y contrastada.

La Bestia”, la bestia existió, acarreando trágicas y desgarradoras muertes con ella.

Existió, dejando preguntas sin, respuesta. Adquiriendo el poder de permitirnos, seguir en nuestro inconsciente más consciente, reflexionar sobre quién es la bestia, o quién es más bestia, ¿aquel que desgarra, y arranca una vida o quien adiestra y alimenta a la bestia, para que acometa tales atrocidades?

Ya que, al saber que es un hecho real, sabemos que las bestias son bestias, no por nacimiento, si no por creación… ¿o tal vez no?... un lobo es una bestia, para aquel pastor que ve, como tal animal, abate a su burro, lo desgarra, desentraña, se alimenta y marcha.

Con Antonio Ruiz Vega y su antepasado Anselmo, recorremos un camino descomunal, horrendo, terrible, espantoso, que nos llevará a la indignación, a la ira, que nos trasladará al sentimiento de lucha que, ellos llevan con tanto honor.

Vamos a ser testigos de los asesinatos más salvajes, pues he ahí la Bestia.

Veremos enfrentarse a muchos en vano, con la impotencia ya para siempre en su memoria.

Imploraremos, descubrir la verdad, quedándonos exhaustos al reconocer que, no siempre lo que parece es lo real. Hay más…

Igualmente, nos invitan a volver a nuestras raíces, a no perdernos en el camino y seguir nuestro hilo.

Por muy lejos que estemos -quizás algunos ni la hayan pisado- la llamada de la Vieja Castilla es fuerte.

Nos enseñan a no dejar perecer, a no dejar morir, lo que ya no está presente pero sigue vivo en esencia.

Por mucho que las quieran enterrar, las semillas del ayer vuelven a florecer.

Mónica, la nieta del Pintor, Bragança, 2018

 

Ficha del autor

 

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