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Para que el piano suene alguien tiene que matar al elefante Pedro César A. Verde
Edita:
Canalla Ediciones |
Pedro César Alcubilla Verde nació en Soria en 1972. En la solapa se lee que tiene dos hijos, que comenzó las carreras de Publicidad y Magisterio, pero las dejó antes de finalizar el primer curso. Ha trabajado en las actividades más diversas: jardinería, funeraria, y en el negocio de su padre restaurando muebles antiguos. Vive entre Zaragoza (donde trabaja para la Administración del Estado) y Soria. Su primer libro publicado, también con Canalla Ediciones, fue “Retrovisor”. Creemos que la poesía que reproducimos a continuación explica perfectamente (tal y como lo ha querido el autor), el título del poemario: Para que el piano suene alguien tiene que matar al elefante piano
uno escucha esta palabra
Rachmaninoff o
Rondo alla turca
yo escucho la palabra piano y en mi
cabeza y el zoom fija la imagen en un quinto o sexto piso ¿por qué? experiencia, simple experiencia
no sé afinarlo pero sí sé
no sé en qué parte del teclado está
situada cada nota pero te puedo
no sé lo que siente un pianista al
sentarse
no sé lo que es una suite o una sonata
no sé lo que cobra un pianista por
concierto
no sé de música, solo sé si un tema
musical
de pianos sólo sé lo que me han enseñado
por eso, cuando escucho a un pianista
porque de alguna manera al elefante.
Del prólogo de Itziar Mínguez Arnáiz (…). El nombre de las cinco partes en que se divide el libro -Prelude, Gymnopédies, Rhapsodies, Nocturnos, Réquiem- nos pone en antecedentes de que nos encontramos ante una obra ambiciosa que pretende, desde su estructura, abarcar todas las formas de contar, tocar y cantar que puede tener un poeta, dotando de banda sonora a la música que ya de por sí contienen cada una de las piezas que conforman este libro. Un libro de largo recorrido que invita –también por la extensión de alguno de sus poemas- a leerlo no de tirón, sino de forma pausada y reposada, volviendo sobre los poemas, buscando muchos de los matices que pueden escaparse en una primera lectura. Si en Retrovisor mirar atrás era una forma de alimentar la “dulce nostalgia” que nos produce rememorar el territorio mítico de la infancia, en Para que el piano suene alguien tiene que matar al elefante, el poeta mira hacia atrás para salir adelante, como un animal herido, mostrando toda esa verdad de quien ha empleado mucho tiempo en recomponerse: y sigo caminando hacia atrás/ cada vez más seguro porque conozco/ de memoria todas las trampas. Esa certeza y asunción de lo perdido es también una manera de “asesinar” la inocencia, momento al que el poeta nos hace asistir en el extraordinario poema: ‘Últimas palabras de un muñeco de nieve’: nuestro muñeco/ empezó a morir/ cuando dijimos/ que su nariz/ era aquella/ larga zanahoria. Ahondando en la certeza y asunción de lo perdido, en la superación de esa tendencia a mirar atrás, es en su ‘Balada del ascensor lento’ donde se presenta con más fuerza la certeza de que ya no hay marcha atrás, la única manera de avanzar es que se abran las puertas de ese ascensor y salgamos explusados a nuestras vidas, solos, sin un nosotros. (…). Itziar Mínguez Arnáiz
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