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60+1, POEMAS DE AMOR Y HOMBRE
Carlos Robredo Hernández-Coronado
robredo.cr@gmail.com

 

Edición propia, 2012

 

Finalizaba el mes de enero, casi sin haber sentido el frío todavía. Frente al Convento de Carmelitas de El Burgo, a la izquierda la Puerta de San Miguel, al final del puente, que habrá visto pasar miles de arévacos, de romanos, de pastores trashumantes, José Vicente Frías y yo cambiábamos impresiones sobre la posibilidad de que a la orilla del Ucero, en tiempos, hubieran existido huertas. Al fondo, el Castillo de Osma, difuminado por la neblina. Apareció Carlos Robredo, quien nos había escuchado hablar debajo de la ventana de su casa, privilegiado lugar, desde donde divisa, día y noche (si quiere), la fachada de la Catedral. Como acostumbra llegó, alto y erguido, con paso ligero y las manos cruzadas en la espalda. Las extendió y me regaló un libro dedicado, “60+1, poemas de amor y hombre”. Le dije que no sabía comentar poesía.

No leí en ese momento la dedicatoria por no sacar las gafas del bolso, pero sí alcancé a leer algún poema, “este irá al comienzo de la novela sobre la panadera de El Burgo”, le dije, y así será. Después, comiendo en Barcebalejo con José Vicente Frías, leí la dedicatoria y otros poemas y me sentí sorprendida de que me gustaran y emocionaran tanto, siempre digo que desde la Generación del 27, sólo algunos poetas, Celaya, De Otero, Benedetti…, me han llegado a turbar, y sentí un a modo de alegría al darme cuenta de que cerca, en El Burgo, Carlos Robredo es capaz de sentir y escribir poemas emocionantes. Pero, insisto, no sé comentar poesía, así que he seleccionado algún párrafo del prólogo que para este poemario ha hecho Javier Nicolás, con los que me identifico y, sobre todo, un poema, el que puede leerse en la contraportada. Creo que con esto, aunque insuficiente, los lectores se podrán hacer una idea.

“(…) He leído ya varias veces este librito de poemas de Carlos Robredo, el buen amigo Carlos, y la verdad es que no deja de sorprenderme cómo unas líneas tan bien trazadas puedan estar ocultas, y de ahí el título de este proemio.

Ocultas al mundo de las letras, ocultas al ojo avizor del buen lector de literatura, al mundo de la literatura, oculto poeta, nato poeta, sin provocar en ellos –esos lectores y críticos- un signo de admiración o de sorpresa al leer estas excelsas páginas”.

¡No exagero, no! Ávido lector de mucha poesía y teatro clásico, se asombra uno de tener por fin en sus manos un texto, unas glosas, unas rimas, de tan bella factura. Y al leer estas poesías, que vienen del fondo del desgarre de un alma romántica y telúrica, le traen a uno a la memoria viejas páginas de Manuel Machado o G.A. Bécquer”.

Del prólogo “Prefacio para un poeta oculto”, de Javier Nicolás.

  

MADUREZ

  

No, no quise decir que las cosas hayan errado el rumbo,

ni que las gentes en sí mismas sean perversas,

tampoco he pretendido lamentarme de este mundo

y menos aún del otro, aunque pudiera.

 

Las cosas son los vientos que nos llegan

y en la lucha nuestro hacer las modifica.

Son las gentes como niños que se alejan

sin que hayamos apreciado su sonrisa.

 

¡Ay de mi! si pretendiera

cambiar en su talante a los cercanos.

¡Ay de mi! si tan siquiera,

intentara retenerles con mis manos.

 

Porque somos individuos clandestinos

como mundos precintados en la nada,

como cielos alejados del camino,

como estrellas solitarias y apagadas.

 

© Carlos Robredo

© Isabel Goig

Ficha del autor

Web de Carlos Robredo

 

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