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BASURA MUNDI Ángeles Maeso
Editorial
Huerga y Fierro Editores |
Tengo que decir que ya desde el título de su último libro de poemas, Basura Mundi, su autora, María Angeles Maeso capta nuestra atención con una mezcla de espanto y belleza a la vez. Dos sustantivos, dos esencias que dichas de otro modo –“la basura del mundo”, por ejemplo- no nos golpearían con esa mezcla imposible que sólo la poesía puede conseguir: atraer y repeler a la vez. Me interesa subrayar esto porque ya desde el título aparece la condensación que caracteriza toda la obra de nuestra autora, capaz de mostrarnos lo más abyecto con palabras llenas de fulgor y precisión. Este libro, el cuarto de poemas suyo, me parece que culmina un esfuerzo desarrollado a lo largo de casi dos décadas, y digo que culmina porque en mi opinión es quizás el más redondo de Maeso. Desde que tuve el honor de seleccionarla para “Ellas tienen la palabra: dos décadas de poesía española” (Hiperión, 1997 y 3ª ed. 2006), antología que elaboramos con Jesús Munárriz y que recoge a las principales poetas de la segunda mitad del siglo XX español- hasta ahora, creo que se ha producido una progresión contante y sonante, bien visible en su arte. La sorpresa al leer sus primero poemas hace ya una década fue mayúscula. Me encontré con una poeta que manejaba una masa verbal vertiginosa, pero exquisitamente controlada. Qué quiero decir con esto. Pues que dada su juventud y su pertenencia a este país se movía con soltura entre varias tradiciones literarias no sólo del castellano sino de otras lenguas, como si de una poeta americana se tratase. Y explico porqué. Es común en el Río de la Plata y otros países de América que los poetas, al menos los de su generación, hayan bebido de diversas fuentes dado el enorme contingente emigratorio de gentes venidas de todas partes de Europa. Esto ha producido que en nuestra juventud, y aún hoy, se tradujera y estuvieran disponibles autores de lenguas aparte del castellano, y se generara debate alrededor de esas novedades venidas del extranjero. De tal modo, que un poeta venezolano o argentino puede pertenecer por origen a un país del este europeo –ruso, polaco o alemán, pongamos por caso-, hablar castellano y leer mucha poesía italiana, francesa, o americana del norte en inglés, aparte del acervo español y el de los propios poetas del continente. Bien, pues abrir un libro de Maeso permite espigar ramas de un árbol genealógico ancho y compacto. Ella misma en su poética de mi antología desgrana sus influencias: los surrealistas Franceses y la generación del 27 –pensemos en el rescate que tanto unos como otros hacen respectivamente de la imagen onírica o de la gongorina-, junto a figuras como César Vallejo y su sintaxis rota donde suena toda la América Indígena, o el ruso Maiakovsky, que enhebra pedrerías en sus versos, a lo que se suman apreciaciones de un Roland Barthes, por ejemplo, a través de quien Maeso descubre que el asunto radica en dotar a la palabra de una finalidad, como, según dice el francés, hacen los hombres transitivos. Y ahí aparece la inmediata tradición española de mano de Blas de Otero y Gamoneda, que le abren camino en lo que va a ser su tema esencial. Entonces, tenemos una poeta con una lengua riquísima que ha bebido de muchas fuentes, pero, que en lugar de quedarse en un preciosismo retórico puramente sonoro, utiliza ese dominio del verbo, ese Versalles verbal con su salón de espejos y sus fuentes y jardines atemporales para decir cosas de hoy. Como sí, pienso, hubiera “aggiornado”, “puesto a punto”, “hecho las cuentas al día de hoy” de todas esas riquezas de surrealistas y neogongorinos para inervar con su palabra la falta de hoy, para señalar el lugar de la llaga, la purulencia de este momento, de esta sociedad, la máxima pobreza con los fastos de una lengua por una vez sacada de cuajo de su pura función estetizante, depurada a fuerza de verdad: los fastos del latín: Basura Mundi, para decir que el rey esta desnudo. La intertextualidad manejada con oído de tísico. Hay aquí trozos del informe de Lugano sobre la situación del mundo; hay paráfrasis de “Hijos de la Ira”, por ejemplo, aquel poemario que no se sabe cómo surgió en plena posguerra española, más específicamente, aquella “Mujer con Alcuza” hoy trasmutada en “Mujer con finiquito en la mano”. Toda una lección. Y también me parece que este libro es la culminación del proyecto de Maeso, porque creo que la función de la poesía, o al menos como su autora la entiende, consiste en: Actuar radicalmente. Desde muy abajo. Donde el caos aún hierve en conciencia soterrada, según afirma en su poética de la antología mencionada más arriba. Entonces, cómo contar, cómo volver a contar que a las mujeres se les acaba la vida útil dentro del mercado a partir de los cuarenta, con palabras que no sean las archisabidas de la prensa o la televisión, cómo despertar conciencias, sino utilizando esos bisturíes de diamante que rajan, abren la herida y muestran, de modo memorable. Cómo contar que dado que a nadie le importa nada de ellas, conviene recordar (y cito las palabras del poema de Maeso ya para concluir) que: Aún es el instante en el que sabes
Que puedes serlo todo.
Apúralo. © Noni Benegas En SENDEROS IMAGINADOSLa estufa que llegó de América De la importancia de la trilla Ficha de la autora |
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