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Conversaciones con la Soria ausente

J. A. González Sainz

 

En Itaca, sopla el viento de Cebollera...

Javier D. Narbaiza

 

         J. A. González Sainz ( Soria 1956), acaba de publicar una novela titulada Volver al mundo. Editada por la prestigiosa editorial Anagrama, en sus seiscientas cuarenta páginas nos cuenta una historia en la que una mujer viaja hasta un lugar lejano para indagar sobre la muerte de un antiguo amor. Con la reconstrucción del suceso,  la novela narra el destino y peripecia de un grupo de amigos de los setenta. El lugar literario en el que se desarrolla la acción, el espacio trágico y mítico en el que J.A.Gonzalez Sainz sitúa a sus personajes, no es otro que el Valle, esa zona del noroeste soriano. 

J. A. Gónzalez Sainz

“ En este caso he tratado de ubicar temas universales en un espacio literario que hunde sus raíces en Valdeavellano de Tera y en todo el Valle. No he tratado de hacer novela realista o costumbrista, sino que he pretendido hacer una literatura que, utilizando como referentes lugares y elementos que existen, y que el lector soriano puede identificar a veces de modo muy preciso, trata de transfigurarlos dándoles un realce y un alcance míticos. Y ahí supongo que surgen inevitablemente las determinaciones derivadas de  mi propia biografía, en la que las primeras luces y los primeros colores que se fijaron en mi retina remiten todos a Valdeavellano. Mi familia  procede de Cervera del Río Alhama, de ese estribo sur de La Rioja que entra como una pieza de marquetería en  Soria y que antaño, incluso perteneció a nuestra provincia. De allí salió mi padre para estudiar Veterinaria, y una vez concluida la carrera en Zaragoza, uno de sus primeros destinos, recién casado, fue Valdeavellano de Tera. Valdeavellano fue el primer hogar de mis padres y  donde yo pasé los primeros años de mi infancia. El hecho de que naciera en Soria capital, en la desaparecida clínica San Saturio, situada por  detrás de La Dehesa -lugar que ocupa hoy una presuntuosa casa de estilo más o menos norteamericano-, no quita para que esa luz inicial que gravita en la memoria, esos colores y olores y silencios, la dicción de sus habitantes y la presencia de esa naturaleza de El Valle, componga todavía, según creo, buena parte de lo que, como moderno y despistado argonauta, nunca he dejado ya en la vida de buscar como si fuera un vellocino de oro. Dar muchas vueltas para intentar encontrar al final del viaje el origen. Por eso intento volver allí siempre que puedo y esté donde esté...”

 No es J.A González Sainz escritor de producción copiosa ni oportunista. Con anterioridad publicó, por los ochenta, Porque nunca se sabe, un libro colectivo de corte libertario, así como fue promotor  de la revista Archipiélago. En 1989 se incluyeron sus relatos en el libro Los Encuentros, y con posterioridad Un mundo exasperado, con el que obtuvo el prestigioso  premio Herralde de novela recibiendo el reconocimiento unánime de la crítica literaria que valoró con entusiasmo el descubrimiento de una promesa literaria. El reconocido  crítico Salvador Clotas mostraría su percepción de tener: “ El absoluto convencimiento de que dentro de unos años hablaremos de esta obra como lo hacemos hoy de El Jarama, Tiempo de Silencio, o la obra de Juan Benet...”

 “ ¿ Que te puedo decir, apresurada y resumidamente, de mi literatura? Pues que yo intento labrar, con todo el esfuerzo y esmero posible, con parsimonia y sin alharacas, retocando y volviendo a retocar según voy comprendiendo el mundo y la prosa con la que compongo- según se me va haciendo presente a la par el misterio del mundo y de la escritura-, una literatura que se enfrente a los grandes temas de la condición humana y que intente decir algo relevante sobre nuestro mundo de hoy, sobre este mundo que está dando vueltas de tuerca epocales y donde las viejas categorías para entenderlo y las viejas visiones del mundo, incluidas las progresistas, hacen ya aguas por muchas partes... Me interesan poco las historias de éxito, la literatura bisutería, que sin embargo no desdeño -cada cosa tiene su momento-, y la literatura resultona que tiene más de telefilm ruidoso lleno de efectos especiales que de literatura. Como referentes intento tener a los grandes escritores del siglo XIX y XX: Faulkner, Proust, Kafka, Bernhard, Benet, Galdós, Musil, Dostoievski...Con ellos, y con muchos otros, creo que es con quien hay que entablar un diálogo continuo porque ellos acertaron a ver y expresar de forma admirable algunos de los misterios y los problemas de la vida y la índole del hombre y del mundo...”

 Lo que llama la atención de la elección de El Valle como espacio físico para la creación literaria en un autor que si bien nacido en Soria, ha pasado lejos de la provincia casi toda su vida,  viviendo en la  actualidad en la ciudad italiana de Trieste, tras veinte años de residencia en Venecia en donde ejerció como profesor y traductor.

J. A. Gónzalez Sainz

 “ En mi anterior novela, Un mundo exasperado, ya había esbozado, de un modo metafísico si se quiere, el fondo de aquellos parajes. Pero en Volver al mundo, cualquier habitante de El Valle distinguirá caminos, calles, montes, la taberna y el hostal como lugares predominantes, y todo ello en contraste temático con las grandes ciudades de Europa, con la movilidad, la aceleración del mundo y de los valores fuera de ese pequeño lugar en el mundo que es El Valle en la novela. Y es curioso que yo, que tras mi infancia soriana, estudié, primero interno, en un colegio de jesuitas en Barcelona, donde luego cursaría la carrera de Filología, más tarde en Madrid y Venecia, y ahora en Triestre, una ciudad siempre fronteriza y en la que han vivido y viven grandes escritores, una ciudad adonde he ido a vivir para sentirme extraño, para sentirme extranjero, para estar en un sitio que es casi ningún sitio o bien todos los sitios, el caso es que yo siempre he querido volver a Soria y retornar a ese espacio que circunda la primera casa de mis padres, que alberga muchos de los momentos fundacionales de mi vida. La casa está frente a la que fue tienda de Cirilo y de Belén, y hoy es la taberna de la calle Mayor, regentada con tanto tesón por Miguel -tanto él como ese espacio aparecen transfigurados en Volver al mundo-. Allí, los recuerdos son tan netos y tersos para mí como los cielos de Soria, y fue donde tuve conciencia por primera vez de la lluvia bajo la tejavana de la leñera y también del dolor o de lo que suponían la desobediencia y el castigo, la conciencia del silencio del mundo y de la risa de mi madre. De mi memoria de las visitas a la  capital, te cuento que cuando en 1995 obtuve el premio Herralde de novela con Un mundo exasperado, creo que ningún parabién fue comparable al que me proporcionó el librero Antonio Ruiz padre, quien me pidió que le enviara una foto para ponerla en su tienda, junto a las de otros escritores. Cuando volvía a Soria, y lo he hecho  a menudo, solía pasarme por su librería, uno de los lugares que me fascinaba desde pequeño cuando compraba algún lapicero o cualquier chuchería y luego, conforme fui creciendo, rebuscaba por los estantes encontrando siempre algún libro de valor; después, procuraba hablar algo con él  mientras miraba las fotos en blanco y negro de los escritores que pendían de la viga de frente a la puerta. Esa colección de autores fue para mí una especie de olimpo literario durante los años de mi primera juventud, algo muy alto, más que aquella viga blanca. Por eso no le mandé ninguna foto, porque aunque él no pudiera saberlo, eso era para mí un premio excesivo,  mucho mayor que cualquier otro por grande que fuera, porque se trataba del olimpo de mi infancia. Este último verano, al ver cerrada la librería, con carteles donde se anunciaba el traspaso del local, fue como si se derrumbara algo muy alto y muy valioso. No me resultaba comprensible que se traspasara el Olimpo, que estuviera vacío. No sé, algún día tendré que reelaborar ese conjunto de sentimientos...”

 En Volver al mundo, uno se encuentra con tantas palabras sorianas antañonas, latiguillos y frases hechas que siempre hemos escuchado, tantas semblanzas de nuestras gentes y de su forma de masticar la existencia. Y entre sus páginas no se omite la dureza y la rutina de las labores ni la crónica de momentos en los que se produjo la gran huida de casi todos los hombres y las mujeres hacia las grandes ciudades. Y en todo, aunque sea desde la lejanía, como fondo preside “ el perfil estable, majestuoso y eterno de la mole de la Calvilla...”

 “Sigo soñando con una provincia que se vengue del destino de emigración que hasta ahora le ha tocado, cogiendo los nuevos trenes del desarrollo sostenible y la cultura, y es también curioso que, a la postre, en esos parajes haya radicado y ambientado lo más importante de mi obra. Por mi parte, sería ideal que los sorianos, superando rencillas locales y puntos de vista diferentes, se apiñasen en torno a unas ideas concretas y sencillas para promover un tejido de pequeñas industrias y actividades dentro de las coordenadas del desarrollo sostenible, la economía ecológica, la creación de centros de cultura y humanidades y cuantos factores determinen una mayor calidad de vida y recuperación demográfica. Creo que es el momento propicio para volcarse en el impulso de iniciativas empresariales en torno a productos alimenticios y ecológicos -como me consta se viene haciendo- y  propondría pedir la creación de Centros de Investigación en Tecnologías de desarrollo sostenible,  o una posible Escuela Superior de Ecología;  y por otra parte, considero que  en España todos los gobiernos vienen olvidando algo muy elemental, que es que la lengua española podría ser -de hecho ya lo es-,una fuente económica primordial, más importante que la fabricación de coches, pongo por ejemplo. El descuido de este dato macroeconómico me parece un gran fallo, ya que detrás de la lengua viene el turismo, los productos culturales y luego los otros...En tal sentido en Soria, con tantos espacios extraordinarios, con la conciencia de su nítido y rico castellano, su condición de tierra inspiradora de grandes poetas que han puesto su nombre en el mundo y su proximidad a Madrid, cabría pensar en la promoción de algún centro o iniciativa cultural -de enseñanza de la Lengua, de Humanidades, de Documentación…- que aprovechara todo eso…”

© Javier Narbaiza

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