Profunda Voz

 

Meridiano

Discóbolo. Columnas que van, bustos, estatuas...
La cima alta que ascendía. Discóbolo. Lucernario.
Al fondo el mar y las caletas. Luz. Meridiano...
Océano... Las islas que van deshabitadas...
Ribereño. Se jundían los vanos de las aguas
en el silencio que flota en las escuadras. Conchas...
Y hacia un saliente que se esfuma, el mar y el ámbar.

***

 

Discóbolo. Perdido... Penumbra que se alzaba,
majestuosa sima que me inspira, indeleble,
como un volcán de mármol... Sin aliento, sin voz...
Por la retina del tiempo se escapaba. Súbito,
como un volcán sin dueño. Errante. De un misterio...
Y en las sondas del enigma me sumerjo. Ámbar...
Hacia la luz los cuerpos ascendían. Discóbolo...

***

Tramontana, meseta. Los olivares rojos
que el devenir del astro me acercaba. Calizo,
el ámbar. Fondeadas caracolas en el cielo,
discóbolos de la luz. Meridiano. Más ámbar.
Cúpulas de estaño... Autogiro, escafandras...
Susaves matices de sombra. Atenuado, llano...
Montado en las hélices del aire te veía...

***

Discóbolo. Sin dueño. Serenamente, grave...
Las lejanías del valle se marchaban. Barcos.
Innumerables puntos sobre el agua. Dispersos...
Desde la altura el mar se transformaba. discóbolo.
Asombro... Hacia una gruta, marejada... Verde...
En los entrantes del orto se mecían. Olas...
El hombre que nadaba hacia la orilla. Discóbolo.

 

Soledad de nieve

Habrá de un lugar donde yace el mundo...
Sierras blancas y rocas de ceniza...
Donde no hay pasado ni presente

...

Hay un lugar donde la piedra duerme
su soledad inmensa de granito
...

Memoria, sueños de infancia

Sin duda el tiempo lo cambió todo,
el miramar, el ruiseñor del aire...
La vieja rueca del tiempo giraba
dando vuelta y vuelta sobre sí misma.
Todo lo que aprendí, cuanto recuerdo,
quedó lejos, en el confín del sueño
...

© Jesús Gaspar Alcubilla 2001
(del libro "Profunda Voz")

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