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PASEO DE PORTALES Javier Narbaiza Edita: Libros de la memoria |
Recibí con emoción el manuscrito enviado por mi amigo Narbaiza. Sabía, porque así me lo había comentado, que esta novela nada tenía que ver con su anterior libro de relatos que tanto me había gustado. No puedo, es cierto, debido a mi vinculación con Soria, distanciarme de los lugares que los que conocemos estas tierras sabemos mágicos. Vuelvo a encontrarme con una narración fluída y unos personajes que van perfilándose a lo largo del libro y que finalmente, al cerrar el libro, adquieren una verdadera dimensión humana. Una vez más, el distanciamiento, salva el peligro de la nostalgia y fortalece la narración. Dejaré de lado aquellos personajes estrictamentes sorianos y hablaremos un poco del protagonista de la historia. Este protagonista lo conforman un coro de voces y todos ellos dan vida y cuerpo a uno solo: Soria capital; porque este es el verdadero personaje de nuestra historia. Muchas son las páginas que componen este itinerario personal. Por ellas vamos redescubriendo junto a Narbaiza rincones, lugares, iglesias, bares... de esta pequeña capital, tan a la mano y a veces, para los que la conocemos bien, un tanto olvidada. Son los lugares, la excusa para el recuerdo y la creación. La distancia y el reencuentro después de 33 años, hace que la mirada de Narbaiza hacia su tierra natal no sea ingenua ni añorada, su luz personal ilumina y hace de Soria una ciudad menos recoleta, pero más translúcida y amplia. Es sorprendente la memoria de Narbaiza, y el dominio de sus mecanismos. Gracias a ella y a su asombrosa capacidad de sigilo al administrar los detalles, tenemos un cuadro con relieves, ángulos y múltiples luces de la década de los 60. Tres son los puntales donde se apoya la construcción de su Soria: los recuerdos de infancia y adolescencia, la memoria del padre y el reencuentro minucioso y provechoso de un reciente viaje, pero la trayectoria vital del narrador es, seguramente, la que podríamos tener cada uno de nosotros ante una vivencia parecida. El sabor de un vino, un nombre en una tumba, unos rasgos en un rostro, una luz violeta del atarder, el cierzo soriano, una película, unas barcas o unos pinchos de escabeche... nos evocan una experiencia pasada: "(con la delectación con la que el personaje de Marcel Proust pudo padalear la magdalena de la memoria)". Este va-y-ven no hace perder el ritmo, sino que es precisamente este mecanismo tan familiar e inconsciente lo que hace mantener un ritmo apasionante al relato. Me ha gustado sobremanera descubrir una Soria intelectual, activa y nada provinciana. Lo cual nos lleva, una vez más, a redescubrir que la REALIDAD, así con mayúsculas no existe, sino que nuestra realidad se construye y a veces se reinventa bajo nuestras propias experiencias, bajo nuestra capacidad individual de transformarla. Es por ello que este libro se aleja de lugares comunes (en la reflexión) y estos lugares tantas veces visitados adquieren una relevancia especial tras la lectura del libro. Soria también merece esa visión calidoscópica de las cosas y nosotros cuando volvemos a un lugar tampoco somos los mismos de ayer. Javier, ahonda en esa diferencia. Me ha pedido Javier, que publique el II capítulo, lo entiendo porque es el inicio y el porqué de este viaje, pero a mí personalmente, el capítulo XX es una muestra del buen hacer de Narbaiza; como si de un relato se tratara, abre y cierra un recorrido físico y sensorial por los lugares más destacados de la capital soriana dejándonos un profundo suspiro en el aire del recuerdo de nuestros propios paseos. Es este libro un magnífico ejercicio de la memoria, como el nombre de la colección indica, es gracias a la memoria indivual que vamos conformando la colectiva. Al fín y al cabo, la historia, no es más que una leyenda contada por todas aquellas voces que hemos podido escuchar y cuántas más oigamos, más rica en matices será nuestra visión y nuestra vida. © Celia Duañez Segundo capítulo de la novela Paseo de Portales Ficha del autor |
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