Se da por sabido que el pasado de un pueblo necesita para su pleno conocimiento más de un análisis. En ningún caso, además, la sociedad se manifiesta de una forma compacta. Más aún, en el caso de que ésta pudiera ser dividida en varias partes o niveles correríamos el riesgo de entender esas partes pero no del todo. Sin duda alguna para Martín de Marco hay, por lo menos, dos Sorias. Ya es algo que lo haya dejado reducido a dos: la real y la oficial. No es que él lo diga de esta forma, explícitamente, pero me atrevo a decir que así se desprende de la lectura de este libro.

La Soria real sería la que se cobija en el Casino Amistad-Numancia o la que viene cobijándose desde siempre: menestrales, comerciantes, pero, sobre todo, jubilados; aunque éstos, debido a la cobertura social existente, cuenten con otros centros para matar el tiempo. La Soria oficial vendría a ser la que se parapeta en la política que emana de las instituciones que gobiernan la ciudad y la provincia y, por supuesto, proclive a caer en la tentación de toda clase de particularismos, hasta el punto que cuando se lee este libro se percibe la sensación de estar plenamente instaladas en la España de finales del siglo XIX o comienzos del XX. Y esto es lo que nos introduce en un mar de dudas y confusiones.

¿Nos encontramos, por tanto, frente a una sociedad invertebrada? Algo de esto hay. Pues de lo contrario no se entendería la proliferación de tantos "ingrowing", los hombres que crecen hacia dentro muchas veces con la prolongada complacencia y asentimiento de los que se dejan gobernar, más partidarios de la "acción directa", de la eficacia, que de la comunicación y el diálogo. Y en estas circunstancias bueno es que haya observadores capaces de dejar constancia de la falta de equidad.