¿Te acuerdas amada? Nunca ha sido
nuestro
amor frío ni soledad de invierno. Siempre ha estado
hecho de templada y pura luz la vereda de nuestros
anhelos; de nuestras torturadas esperas. De cumbres y
de valles; de fuentes, de ríos y de océanos están ahítas
nuestras almas, que quieren el reposo de nuestros brazos
uniendo el calor de nuestros cuerpos.
Vencido está, amada, el invierno de nuestros
incontenibles deseos. Ya están tu corazón y el mío al
borde de la primavera. Ya puedo, cariño, dejar a una
orilla la insoportable espera de mis besos buscando los
tuyos; de que mis ojos en los tuyos se acuesten.
Ya otra vez y por siempre, ha sido llegada la
hora de poderte decir, con cadencias de abrasador
amor, en júbilo de alborotada eterna: Buenos días, amor.
Ya es, ¡qué alegría! de nuevo y para siempre,
infinita y eterna primavera.