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	Apreciaciones aparte, Quintanilla 
	de Tres Barrios no deja de ser un pueblo singular porque siempre le han 
	colgado sus tres barrios sin inmutarse, aunque todo hay que decirlo, ya se 
	note renqueante. 
	
	A vueltas con la historia, acaso 
	hoy este pueblo de rancio abolengo sea un enigma histórico porque no le sale 
	una arquitectura aparente a su ancestral condición. Pero no por ello deja de 
	ser milenario. Las fuentes documentales así lo confirman en el Libro de 
	Memorias y en la Tabla de Aniversarios de la Iglesia de San 
	Miguel, de San Esteban de Gormaz, en cuya parroquia se hacía en todas las 
	misas un responso en memoria de la condesa de Castilla, Sancha Ballestero, 
	mujer de Fernán González, reconquistador del alfoz de San Esteban allá por 
	el año 955, en agradecimiento por un prado que concedió a los vecinos de 
	Quintanilla. 
	
	Pero sus orígenes debieron 
	remontarse mucho antes, a la época romana, puesto que Quintanilla toma su 
	nombre de una casa de campo, denominada quinta o quintana, cuyos colonos 
	pagaban la quinta parte de los frutos recogidos. 
	
	En el paraje conocido como la 
	Piedra Rodada hay restos de lo que pudo ser un yacimiento arqueológico. 
	El subsuelo está perforado por una galería conectada a tres recipientes 
	redondos hechos con argamasa cuya finalidad parece ser que fuera la recogida 
	de aguas, aunque no se descarta que pudiera tratarse de depósitos o 
	graneros.
	
	Debió ser por los siglos X y XI 
	cuando en lo que hoy es su jurisdicción se asentaran dos núcleos de 
	población: La Aldehuela y La Torrecilla (1) enclaves 
	opuestos en lo que hoy es el término municipal. Del primero no queda ningún 
	vestigio como testimonio de su identidad, sólo en el Archivo municipal se 
	hace mención del nombre. Del segundo se conoce su ubicación gracias a los 
	restos encontrados. Por sus inmediaciones, atravesando todo el término, 
	pasaba la calzada romana que unía Clunia con Uxama. Como muestra el paraje
	La Calzadilla, no lejos de los lindes con Osma, donde restos de 
	piedra labrada aparecidos demuestran su confirmación. 
	
	Entre la ganadería y el laboreo 
	del campo debieron pasar el tiempo sus habitantes hasta que les vinieron a 
	molestar los sarracenos. En plena línea fronteriza del valle del Duero, la 
	mejor defensa fueron los castillos y las atalayas. Aquí se construyó una de 
	las atalayas (conocida como de San Esteban), única obra arquitectónica de 
	consideración del lugar donde hay románico por doquier. 
	
	Pero personajes sí que les hubo. 
	Aquí vivió Juan Ruy Pérez, sobrino del obispo Pedro de Osma, 
	que a su muerte le dejó en testamento la nada despreciable cantidad de 2.000 
	maravedíes. Es posible que incluso llegara a acuñar moneda propia.
	
	Allá por el año 1598, el concejo 
	de Quintanilla de San Esteban (que así se llamaba todavía) y la Mesta 
	mantuvieron un largo pleito por la legitimidad de unas tierras en el paraje 
	conocido como Fuente Ximeno, situado al pie de la torre vigía, que la 
	organización ganadera entendía como paso de cañada y estabulación, pero que 
	la Chancillería de Valladolid falló a favor de los de Quintanilla por 
	habérselas concedido la condesa de Castilla, Sancha Ballestero, para 
	su repoblación. De aquí lo del responso en todas las misas. 
	
		
		
	 Quintanilla de Tres Barrios está 
	bien aireada y a ello contribuye su altitud, con un promedio de 900 metros. 
	Todo su término es paisaje inmenso y horizonte lejano. Si algún día decides 
	visitarlo, déjate llevar por el susurro del viento y piérdete en la paz del 
	silencio, que también es recuerdo. Tienes por delante un camino por andar. 
	Camina por su extenso término y goza de la diversidad de panorámicas y 
	paisajes. Pisarás historia. Desde Valdecastilla (punto culminante, 
	1024 mtrs.), en el límite con Osma - donde cuentan las crónicas que en 
	el año 1325 el hijo de Garcilaso vengó la muerte de su padre matando a 
	catorce caballeros y al cabecilla principal, natural de Morcuera- la 
	panorámica es inmensa: se divisa a la perfección desde la sierra de Urbión 
	hasta la de Guadarrama. Muy cerca de donde te hallas se encuentra un paisaje 
	arcilloso, Las Chorreras, en forma de crestas agudas que el contraste 
	de luz y de sombra le confiere un atractivo espectacular. Resulta muy 
	fotogénico.
Quintanilla de Tres Barrios está 
	bien aireada y a ello contribuye su altitud, con un promedio de 900 metros. 
	Todo su término es paisaje inmenso y horizonte lejano. Si algún día decides 
	visitarlo, déjate llevar por el susurro del viento y piérdete en la paz del 
	silencio, que también es recuerdo. Tienes por delante un camino por andar. 
	Camina por su extenso término y goza de la diversidad de panorámicas y 
	paisajes. Pisarás historia. Desde Valdecastilla (punto culminante, 
	1024 mtrs.), en el límite con Osma - donde cuentan las crónicas que en 
	el año 1325 el hijo de Garcilaso vengó la muerte de su padre matando a 
	catorce caballeros y al cabecilla principal, natural de Morcuera- la 
	panorámica es inmensa: se divisa a la perfección desde la sierra de Urbión 
	hasta la de Guadarrama. Muy cerca de donde te hallas se encuentra un paisaje 
	arcilloso, Las Chorreras, en forma de crestas agudas que el contraste 
	de luz y de sombra le confiere un atractivo espectacular. Resulta muy 
	fotogénico. 
	
	Tómate un respiro y continúa por 
	la Cañada Real. Siguiendo la ruta merinera hacia el oeste se halla 
	enclavada la Atalaya (en la que tiene lugar la tradición de mayor raigambre 
	entre los del lugar) desde donde podrás divisar a la perfección los 
	castillos de Gormaz, Uxama y San Esteban, y muchos pueblos 
	diseminados de alrededor sobre el valle del Duero y el inmenso horizonte que 
	se abre a tus pies. Por la parte norte, la panorámica se extiende más allá 
	de la tierra de los Avellaneda y de la Galiana de Ucero. Si te acercas por 
	mayo, el sábado víspera de la Ascensión, podrás participar en una singular 
	romería a la que sólo pueden asistir los varones (no es cosa del machismo 
	sino porque así ha estado establecida desde sus orígenes). Es de mucha 
	algarabía y ancestral tradición y marca el inicio de una alegre fiesta, 
	empezando por un buen almuerzo entre letanías y buen vino.
	
	Párate a escuchar el flamear del 
	viento y el cántico de las aves. Oirás la sinfonía del silencio con notas 
	melodiosas. Decídete a visitarlo al declinar la primavera cuando los campos 
	ondulan sus granadas espigas y el ababol florece con todo su esplendor. Si 
	al caer la noche reposas tumbado mirando el firmamento estrellado y sientes 
	el griterío ensordecedor de grillos y renacuajos, te parecerá que estás en 
	pleno paraíso. ¡No lo dudes!
	
		
		
	 A poder ser, vuelve apenas 
	iniciado el otoño, momento en que la naturaleza explota en mil colores y el 
	campo se viste de ensueño. Si te acercas por el mes de octubre es posible 
	que participes en la vendimia y puedas ver cómo se hace el vino por el 
	método tradicional. Que alguien te cuente todo lo que llevaba aparejado 
	antaño las ” mosterías”. Octubre siempre ha sido un mes de 
	órdago tradicional: la vendimia, la segunda fiesta del pueblo (antiguamente 
	la principal) y correr La Machorra (31 de octubre) que aún pervive. Y tantas 
	otras costumbres que se han perdido. Pero queda el recuerdo con sus 
	anécdotas. A poder ser que te las cuenten en una de esas veladas entrañables 
	en la bodega (en Quintanilla son gente muy acogedora) en las que sólo las 
	cubas conocen todos los secretos, y son tantos... O al calor ambiental y 
	rústico de la Peña. En cualquier caso estarás como en tu casa.
A poder ser, vuelve apenas 
	iniciado el otoño, momento en que la naturaleza explota en mil colores y el 
	campo se viste de ensueño. Si te acercas por el mes de octubre es posible 
	que participes en la vendimia y puedas ver cómo se hace el vino por el 
	método tradicional. Que alguien te cuente todo lo que llevaba aparejado 
	antaño las ” mosterías”. Octubre siempre ha sido un mes de 
	órdago tradicional: la vendimia, la segunda fiesta del pueblo (antiguamente 
	la principal) y correr La Machorra (31 de octubre) que aún pervive. Y tantas 
	otras costumbres que se han perdido. Pero queda el recuerdo con sus 
	anécdotas. A poder ser que te las cuenten en una de esas veladas entrañables 
	en la bodega (en Quintanilla son gente muy acogedora) en las que sólo las 
	cubas conocen todos los secretos, y son tantos... O al calor ambiental y 
	rústico de la Peña. En cualquier caso estarás como en tu casa. 
	
	En este cúmulo de historia, 
	paisaje y tradición hay que situar a Quintanilla de Tres Barrios en su lugar 
	correspondiente. Se trata de uno de tantos pueblos diseminados de la 
	geografía soriana cuya ubicación se ha de buscar al ladito de San Esteban de 
	Gormaz, a 3,8 kilómetros del desvío de la carretera N-122. En un alto, para 
	que se le oreen bien las entrañas, se levanta erguido, con su estatura de 
	934 metros. A cada una de sus faldas, formando pequeñas vegas, surcan dos 
	arroyos, Torderón y Estacada, que se las ven y se las desean 
	para llevar agua continua. Corrientes de tan parvo caudal nunca fueron 
	regalo divino para regar sus tierras, otrora exprimidas hasta la saciedad. 
	Hoy lo que se cultiva es cereal y viñedo, el fruto de este último de notoria 
	calidad en grados del caldo, con su correspondiente etiqueta de denominación 
	de origen Ribera del Duero. Ya hemos hablado del calor de las bodegas, de 
	las costumbres de merendar en ellas hasta altas horas de la noche, del 
	ambiente excepcional y de los secretos que guardan entre sus paredes. 
	
	
	No todo el campo es orégano. El 
	regadío no puede entenderse como tal y los campos se cultivan para llenar 
	los graneros. Al paisaje de onduladas espigas le salen muchas manchas 
	negruzcas y verdosas a modo de pinceladas entre las espigas amarillentas y 
	las tierras rojizas. Son grandes manchas de chaparras que salpican por 
	doquier el cuadro, si bien la mayor masa aparece en comunidad. Goza 
	Quintanilla de Tres Barrios de un extenso terreno de monte de encinas que lo 
	coronan por su parte este y sureste, limitando su mojonera con la de 
	 Alcubilla del Marqués, Osma, Valdegrulla, Berzosa y Matanza. Un monte 
	comunal dividido en suertes de propiedad particular agostado en el tiempo 
	que permanece sin explotar. ¡Cuánta piara podría ser alimentada con sus 
	bellotas! O ganado ovino, cada vez más escaso por estos parajes, que se 
	nutre de alimento natural para regusto de la calidad de su carne. 
	
	
	Claro que lo que no va en 
	lágrimas va en suspiros. El efluvio de los olores invade el ambiente cuando 
	rezuman la flor de la aliaga, del tomillo y de la retama fundidos con las de 
	otras yerbas que de muchas clases y tipos imperan por doquier.  
	
		
		
	 Resulta evidente que por aquí las 
	rutas se hacen doblemente placenteras porque sus paisajes alegran la vista y 
	sus olores los ánimos. Falta hace para compensar la decadencia del lugar que 
	como todo pueblo sufridor de Soria ha tenido que padecer los rigores del 
	desarraigo. Por eso resulta un sin sentido sacar a colación las costumbres y 
	las tradiciones de años pretéritos por ser motivos para la añoranza. Mejor 
	quedarse con la copla de la realidad y evidenciar lo que se cuece, no ya en 
	pucheros de barro sino en un futuro comprometedor. Para abrir boca y 
	levantar los ánimos aún persisten motivos que relanzan y vitalizan el 
	ambiente. Perviven costumbres muy arraigadas como la conmemoración de la 
	Atalaya (una romería con misa, letanía y procesión con insignias desde 
	el pueblo hasta la torre vigía donde tiene lugar un almuerzo), que ha ido 
	adquiriendo resonancia y participación con los años. También las fiestas 
	patronales (9 y 10 de agosto) han conseguido un nivel considerable hasta el 
	extremo de haber sido un referente en la zona con sus vaquillas, su 
	caldereta y su tremenda algarabía y no menos ambiente parrandero.
Resulta evidente que por aquí las 
	rutas se hacen doblemente placenteras porque sus paisajes alegran la vista y 
	sus olores los ánimos. Falta hace para compensar la decadencia del lugar que 
	como todo pueblo sufridor de Soria ha tenido que padecer los rigores del 
	desarraigo. Por eso resulta un sin sentido sacar a colación las costumbres y 
	las tradiciones de años pretéritos por ser motivos para la añoranza. Mejor 
	quedarse con la copla de la realidad y evidenciar lo que se cuece, no ya en 
	pucheros de barro sino en un futuro comprometedor. Para abrir boca y 
	levantar los ánimos aún persisten motivos que relanzan y vitalizan el 
	ambiente. Perviven costumbres muy arraigadas como la conmemoración de la 
	Atalaya (una romería con misa, letanía y procesión con insignias desde 
	el pueblo hasta la torre vigía donde tiene lugar un almuerzo), que ha ido 
	adquiriendo resonancia y participación con los años. También las fiestas 
	patronales (9 y 10 de agosto) han conseguido un nivel considerable hasta el 
	extremo de haber sido un referente en la zona con sus vaquillas, su 
	caldereta y su tremenda algarabía y no menos ambiente parrandero.   
	
	En cualquier caso siempre existe 
	la ocasión de quitarse las penas con una buena merienda de chuletas asadas a 
	la puerta de la bodega y darle unos buenos tientos al jarro de vino hasta 
	que el cuerpo aguante su voluntad. Y porqué no, canciones hasta repasarlas 
	todas, como en los buenos tiempos. Y que salga el sol por donde salga.
	
	Datos de 
	interés.
	Ayto. Plaza Mayor, s/n 
	42352 Quintanilla de Tres Barrios.
	Habitantes censados: 48
	Extensión del municipio: 2.575 hectáreas.
	Altitud: 934 mtrs. 
	Distancia a Soria: 72 kilómetros. 
	Vías de acceso: Desde la N-122 enlace con la SO-P-5006, en el término de San 
	Esteban de Gormaz. 
	Fiestas patronales: San Lorenzo (9 y 10 de agosto). Otras fiestas de 
	interés: La Atalaya, víspera del día de la Ascensión. La Machorra, día 31 de 
	octubre. 
	Iglesia: San Lorenzo Mártir. Ermita de Ntra. Sra. de la Piedra. 
	Lugares de interés: La Atalaya (paisaje y panorámica) y Las Chorreras 
	(orografía original). 
	
	(1)  
	
       Al 
	respecto, ver el trabajo, ambientado en este imaginario lugar, Donde se 
	da cuenta de la aventura que le sucedió al valeroso don Quijote en el camino 
	de las brujas, en la web de Alcozar, escrito por quien suscribe este 
	texto.
Al 
	respecto, ver el trabajo, ambientado en este imaginario lugar, Donde se 
	da cuenta de la aventura que le sucedió al valeroso don Quijote en el camino 
	de las brujas, en la web de Alcozar, escrito por quien suscribe este 
	texto.
	
	 
	
	 
    
	De siempre hubo una sana 
	rivalidad entre los mozos y las mozas de Quintanilla de Tres Barrios, aunque 
	la canción hable bien de ellas:
	
	Somos de un pueblo, señores, / de 
	Quintanilla la guapa 
	si quieres saber su nombre / no te fijes en el mapa
	no tie’ sierra ni tie’ puerto / pero sí mucha alegría
	y además unas chavalas / que son una monería.
	
		
		
	 En la tradición del día de la 
	Atalaya las mujeres no pueden participar. Es sólo y exclusivamente para 
	hombres. No se sabe si debido a ello, el martes de Carnaval mozos y mozas 
	solían enzarzarse en una batalla por la supremacía. Los mozos, haciendo uso 
	de pelusas de las espadañas, les daban vardascazos donde podían hasta 
	explotárselas encima. Las mozas se defendían con uñas y dientes sin 
	miramientos y si habían heridas de por medio solían lanzarles aquello de 
	“por Carnaval todo pasa”. No quedaba aquí la cosa porque en las” mosterías” 
	las lavaban la cara con uvas y cuando se sacaba el vino mosto del lagar, las 
	mujeres volvían a ser objeto de los acarreadores que de vuelta de la bodega 
	las perseguían por doquier para lavarlas la cara o el culo con la boca del 
	pellejo. Se la tenían jurada ellas y en la matanza del cerdo se vengaban 
	untándoles la cara con el mondongo. Así pasaban la vida, como el perro y el 
	gato, pero en buena armonía. Porque a nadie se le escapa que las noches de 
	rondas y las enramadas de por San Juan no eran más que para hacerse notar 
	que allí estaban ellos para recordarles un posible compromiso.
En la tradición del día de la 
	Atalaya las mujeres no pueden participar. Es sólo y exclusivamente para 
	hombres. No se sabe si debido a ello, el martes de Carnaval mozos y mozas 
	solían enzarzarse en una batalla por la supremacía. Los mozos, haciendo uso 
	de pelusas de las espadañas, les daban vardascazos donde podían hasta 
	explotárselas encima. Las mozas se defendían con uñas y dientes sin 
	miramientos y si habían heridas de por medio solían lanzarles aquello de 
	“por Carnaval todo pasa”. No quedaba aquí la cosa porque en las” mosterías” 
	las lavaban la cara con uvas y cuando se sacaba el vino mosto del lagar, las 
	mujeres volvían a ser objeto de los acarreadores que de vuelta de la bodega 
	las perseguían por doquier para lavarlas la cara o el culo con la boca del 
	pellejo. Se la tenían jurada ellas y en la matanza del cerdo se vengaban 
	untándoles la cara con el mondongo. Así pasaban la vida, como el perro y el 
	gato, pero en buena armonía. Porque a nadie se le escapa que las noches de 
	rondas y las enramadas de por San Juan no eran más que para hacerse notar 
	que allí estaban ellos para recordarles un posible compromiso. 
	
		
		
	 En Quintanilla de Tres Barrios, 
	los hombres siempre han sido recios. Los chicos pasaban a la categoría de 
	mozos a través de un rito de lo más brutal. Esta barrera solía coincidir con 
	los dieciséis o los dieciocho años y para entrar en la comunidad tenían que 
	“dar la Cuartilla”, que era invitar con cuatro litros de vino al 
	conjunto de los mozos. Se hacía una merienda para la ocasión y al final de 
	la misma tenía lugar la prueba de la pajilla, para demostrar la 
	virilidad del mozo entrante. Para ello tenía que colocar su miembro sobre 
	una mesa y sobre éste una paja de centeno a la que se le golpeaba 
	repetidamente con una piedra para comprobar su fortaleza. Que se sepa 
	ninguna paja de centeno quedó sin romper.
En Quintanilla de Tres Barrios, 
	los hombres siempre han sido recios. Los chicos pasaban a la categoría de 
	mozos a través de un rito de lo más brutal. Esta barrera solía coincidir con 
	los dieciséis o los dieciocho años y para entrar en la comunidad tenían que 
	“dar la Cuartilla”, que era invitar con cuatro litros de vino al 
	conjunto de los mozos. Se hacía una merienda para la ocasión y al final de 
	la misma tenía lugar la prueba de la pajilla, para demostrar la 
	virilidad del mozo entrante. Para ello tenía que colocar su miembro sobre 
	una mesa y sobre éste una paja de centeno a la que se le golpeaba 
	repetidamente con una piedra para comprobar su fortaleza. Que se sepa 
	ninguna paja de centeno quedó sin romper. 
	
	Las inclemencias meteorológicas 
	trajeron en jaque a las gentes del campo. Raro era el año que las Novenas y 
	las Rogativas no salían a la palestra. El novenario tenía lugar en el pueblo 
	pero a las Rogativas acudían los pueblos de la comarca, que por lo general 
	se juntaban en San Esteban de Gormaz o en El Burgo de Osma. Ocurrió un año 
	que de regreso de El Burgo, el que llevaba el Santo Cristo, cabreado porque 
	no había llovido, cogió y lo metió en un pilón de agua para que se 
	refrescase un poco y ver si así se recordaba de la lluvia. La respuesta no 
	se hizo esperar, fue tal la pedregada que cayó que arrasó por completo los 
	cultivos y hasta los pájaros sufrieron las consecuencias. Aquel año nunca se 
	borró de sus mentes. 
	
		
		
	 El ansia del agua y la escasez de 
	ésta hacían que su demanda fuera tremendamente solicitada. Durante los meses 
	de verano los chicos se dedicaban a guardar el agua de regadera en regadera, 
	o sea de paraje en paraje. Para guardar el turno tenían que permanecer en el 
	lugar de riego y allí pasaban días y noches, a veces semanas enteras. Se 
	juntaban hasta una docena de chicos o personas bien entradas en años 
	esperando la vez. En cierta ocasión, como en muchas otras, el agua les llegó 
	de sopetón y a borbotones. Durante la noche les pilló de sorpresa una 
	tremenda tormenta que puso en peligro sus vidas. La tormenta desbordó el 
	arroyo y anegó todo a su alrededor. Los padres de los chicos salieron a 
	buscarles pero no encontraron ni rastro de ellos. Se mascó la tragedia 
	cuando rastrearon de arriba abajo el lugar sin encontrarles. Todo el pueblo 
	salió en su auxilio pero su búsqueda resultó infructuosa. Lloraron su 
	desaparición y dieron por ahogados a los pequeños. El pueblo fue un llanto 
	en pena. La sorpresa fue mayúscula cuando al amanecer del día siguiente los 
	chicos aparecieron sanos y salvos. Al parecer, en medio de la tromba de 
	agua, consiguieron pasar al otro lado del puente antes de que sus márgenes 
	se lo imposibilitaran y se  hicieran impracticables. Un hombre les llevó a 
	un corral donde pasaron la noche. Fueron los momentos más trágicos para la 
	historia de Quintanilla de Tres Barrios.
El ansia del agua y la escasez de 
	ésta hacían que su demanda fuera tremendamente solicitada. Durante los meses 
	de verano los chicos se dedicaban a guardar el agua de regadera en regadera, 
	o sea de paraje en paraje. Para guardar el turno tenían que permanecer en el 
	lugar de riego y allí pasaban días y noches, a veces semanas enteras. Se 
	juntaban hasta una docena de chicos o personas bien entradas en años 
	esperando la vez. En cierta ocasión, como en muchas otras, el agua les llegó 
	de sopetón y a borbotones. Durante la noche les pilló de sorpresa una 
	tremenda tormenta que puso en peligro sus vidas. La tormenta desbordó el 
	arroyo y anegó todo a su alrededor. Los padres de los chicos salieron a 
	buscarles pero no encontraron ni rastro de ellos. Se mascó la tragedia 
	cuando rastrearon de arriba abajo el lugar sin encontrarles. Todo el pueblo 
	salió en su auxilio pero su búsqueda resultó infructuosa. Lloraron su 
	desaparición y dieron por ahogados a los pequeños. El pueblo fue un llanto 
	en pena. La sorpresa fue mayúscula cuando al amanecer del día siguiente los 
	chicos aparecieron sanos y salvos. Al parecer, en medio de la tromba de 
	agua, consiguieron pasar al otro lado del puente antes de que sus márgenes 
	se lo imposibilitaran y se  hicieran impracticables. Un hombre les llevó a 
	un corral donde pasaron la noche. Fueron los momentos más trágicos para la 
	historia de Quintanilla de Tres Barrios.  
	
	Anécdotas e historias tiene mil 
	amontonadas este pueblo, como la mayoría de los de su condición. Algunas 
	generales y otras singulares. Sucesos, acontecimientos y hasta apariciones. 
	Se cuenta que un día de mayo desapareció Marina, una niña de apenas dos 
	añitos. Al echarla de menos, todo el pueblo salió en su búsqueda. Cuando 
	toda esperanza estaba perdida y empezaba a cundir el desánimo se oyeron unos 
	toques de campana de la iglesia. Ante el asombro de todos, estando la puerta 
	cerrada, se procedió a abrirla para ver lo que pasaba y cual no sería la 
	sorpresa al ver allí a la niña. No fue por casualidad puesto que su hermana 
	la había llevado a la iglesia durante el rosario y, despistada, se había 
	olvidado de ella al salir. La pequeña se quedó dormida y cuando despertó, al 
	verse sola en la oscuridad comenzó a llorar hasta que “la Virgen guapa” se 
	le apareció y le dijo que tirara de la soga de la campana para que vinieran 
	a buscarla. Y así lo hizo.