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CASTILLEJOS Y VILLARES Eduardo Alfaro Peña
Edita:
Soria Edita |
“El trabajo que presentamos es un estudio arqueológico de poblamiento, es decir, el análisis del impacto humano sobre un espacio homogéneo y significativo durante un periodo de tiempo culturalmente preciso. El espacio elegido son dos valles de la vertiente septentrional del Sistema Ibérico, los cursos altos de los ríos Cidacos y Linares, vinculados geográficamente tanto al territorio de transición entre el medio y el alto Ebro del que son tributarios, como a la altiplanicie numantina. Ambos presentaron en el pasado y lo hacen en el presente unas características culturales y físicas uniformes”. Castillejos y Villares. Modelos de poblamiento antiguo en el interior del Sistema Ibérico. Hemos resumido la presentación que el autor hace de su trabajo. Eduardo Alfaro Peña es natural de Santa Cruz de Yanguas, un hermoso pueblo de Tierras Altas. En 1996 se licenció en Arqueología por la Universidad de Valladolid. El trabajo que ahora presentamos forma parte de sus estudios de tercer ciclo, fue presentado en 2003 y con él obtuvo la máxima calificación. Alfaro Peña demuestra con este trabajo, amén de su valor académico, cómo se puede presentar un tema, en parte árido y para entendidos, de manera amena y entendible para profanos. Se podría decir que serviría como guía, y se dice, porque los castros, como les llamamos la generalidad de los mortales, castillejos y villares como les llama él, están situados y descritos para que puedan visitarse, recorrerse y comprenderse. Esto que decimos empieza ya a verse en el estudio del medio físico y rutas naturales. Con precisión, indica los caminos a seguir “Pasado este pueblo [Vizmanos] el Cidacos se encajona unos kilómetros; comenzará a abrirse el fondo del valle cerca de Bretún, hasta llegar a formar pequeñas llanuras aluviales antes de llegar a Villar del Río. Desde aquí hasta Yanguas, a 4 km…”. El autor está describiendo la geografía de las rutas, sus particularidades, concluyendo, a partir de ellas, la actividad económica, las relaciones entre asentamientos, pero a la vez, indica la forma de llegar, de mirar y de comprender. Las rutas naturales que usarían los antiguos pobladores de Tierras Altas para ir a Numancia, o a la inversa, no deja de ser una invitación a recorrerlas, y el resultado –no sabemos si la intención, aunque suponemos que así sea- es un estudio ameno y no un peñazo, como acostumbran a ser estos estudios. Una parte importante de la publicación, la mitad aproximadamente, está dedicada al inventario: 51 castillejos o villas. En Aldealcardo, “El Castillejo”. En Bretún, “Bretuncillos”, “El Molino” y “Santa Cristina”. En Buimanco, “El Castillejo” y “Puntal de Fuentepino”. En La Cuesta, “La Lomba”. En La Laguna, “Los Castillejos”. En Oncala, “San Pedro”. En San Andrés de San Pedro, “El Prado de la Cuesta” y “Los Castellares”. En San Pedro Manrique, “Alto de los Llanos”, “El Castillo”, “Los Casares”, “Peña Ubrada”, “San Pedro el Viejo”, “Segunda Coronilla”. En Santa Cecilia, “El Collarazo”. En Santa Cruz de Yanguas, “Hoya Baos”, “Los Colmenares”, “Vados”. En Sarnago, “El Castillo”. En Taniñe, “El Castellar”, “El Castillejo” y “Necrópolis”. En Valduérteles, “El Castillejo”. En Valloria, “El Castillejo” y “La Muela”. En Vea, “Castillejo de Ambriguela”, “El Castillo”, “Los Corrales de Sansón”, “Mesa del Fuentepino” y “Socastillo”. En Ventosa de San Pedro, “El Castillo de Rabanera”. En Villar de Maya, “Cerro del Haya”, “Las Veguillas” y “Los Castillejos”. En Villar del Río, “Las Gimenas” y “Valdunco”. En Villartoso, “Entre los Prados” y “Los Corralejos”. En Villaseca Bajera, “Las Mañas” y Valdegén”. En Villaseca Somera, “El Campillo”. En Vizmanos, “Peñas de los Moros” y Valdeyuso”. En Yanguas, “Coronilla de Río Masas”, “Coronilla Negra”, “El Cementerio” y “Peña los Pesebres”. Una riqueza importantísima que los escasos habitantes de Tierras Altas recuerdan perfectamente, saben que “allí arriba hubo un pueblo, no sabemos si de moros, o de antes”. Nosotras, que hemos recorrido varias veces todos y cada uno de los pueblos mencionados, hemos escuchado muchas veces ese comentario. El resto de la publicación está dedicado al estudio de los materiales extraídos, a las defensas, estudio de la ubicación, relaciones poblado-entorno, etcétera. Todo ello acompañado de abundante material gráfico: fotos, dibujos y mapas. Un trabajo, como puede leerse en la contraportada “que pretende reconstruir el paisaje humano de hace dos mil años, un paisaje céltico, montaraz y belicoso sobre el que se impone la racionalidad y la paz romana”. Un trabajo que consigue que veamos con otros ojos esas impresionantes Tierras Altas, que comprendamos lo que significó hace siglos, que entendamos lo que es hoy. La presentación de la edición es de Jesús de Lózar. El prólogo del catedrático de Prehistoria, Fernando Romero Carnicero. El diseño de portada del Estudio Manuel Estrada. El diseño y la maquetación de Montserrat Gómez. La fotomecánica de Espiral. Y la impresión de Artes Gráficas Palermo, S.L. Isabel Goig |
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