VENTAS, POSADAS Y MESONES EN LA
PROVINCIA DE SORIA
José Vicente de Frías
Balsa
UNED, Soria
(Pulsar
para ampliar las fotos)
El texto que sigue forma parte de un libro, no nato, sobre
gastronomía de la provincia de Soria. Libro que no trata de recetas,
pues el tema ha sido ya exhaustivamente tratado, entre otras, por
Isabel, Concha y Luisa Goig Soler.
En posadas y mesones -tan bien
retratados en las inmortales páginas del Quijote- se comía y, en algunos
ocasiones, los en ellos cogidos, opinaban sobre la calidad de los
productos que se les ponían en mesa y mantel y sobre otros extremos
relativos a estos establecimientos. De la calidad de los servicios
prestados por estos establecimientos han llegado a nosotros opiniones
distintas. ¿Quién mejor que los viajeros que anduvieron por éstas para
que nos informen? Vamos al tema.
Santa Teresa de
Jesús, cuando el año 1581 se dirigía a fundar el convento de la
Santísima Trinidad de Soria, reconoce que tuvo [el padre Doria]
poco trabajo en este camino. Porque el que envió el obispo [Alonso
Velázquez, obispo de Osma (1578-1582)] nos llevaba con harto regalo y
ayudó a poder dar buenas posadas, que, en entrando en el obispado de
Osma, querían tanto al obispo, que, en decir que era cosa suya, nos las
daban buenas.
Claude de Bronseval, en 1533, se refiere a la venta de Arcos de
Jalón en los siguientes términos: llegamos a una venta, esto es, una
casa nueva, hermosa y buena, llamada Las Llanas, perteneciente al primer
secretario del ya nombrado duque [de Medinaceli, Juan de la Cerda
(1485-1544), II duque]. Allí fuimos muy bien alojados hombres y
animales, y dormimos digna y apaciblemente.
Enrique Cook, notario apostólico y archero de la Guardia del Cuerpo
Real, en la
Jornada de
Tarazona, 1592, ofrece curiosas noticias
sobre la provincia y el tema que nos ocupa. El monarca y su séquito,
entre los días 5 al 11 de mayo, pasó por Ágreda, Añavieja y Dévanos,
donde nos aposentamos. Aldealpozo, donde estaba hecho el
alojamiento de su majestad, y la compañía pasó adelante tomando el
camino a mano izquierda y, siendo bien anochecido llegó a un lugar que
se dice Tosalmoro, [Tozalmoro] donde quedó la mayor parte y halló
con dificultad recudo para comer y pensar los caballos. Otros que no
cupieron fueron a otro lugar llamado Villasequina, [Villaseca] y
pasaron como pudieron.
El lunes 7 de diciembre, el rey estableció su palacio en las casas
principales de los mayorazgos de los Castilla y de los Río, junto a la
Colegiata de San Pedro, cuyas obras se habían acabado recientemente. La
tropa retrocedió hasta Velilla. Ya el miércoles, día 9, salió de Soria
para llegar a comer a un pueblo sito entre la Ciudad y Almazán, y a la
compañía se la dio licencia para dirigirse a Madrid, tomando posada en
Quintana Redonda. Felipe II pernoctó en el palacio de los Hurtado de
Mendoza, en Almazán. El jueves partió para Berlanga, donde hizo noche
para salir de la Villa hasta tomar posada en Cobertelada y Almántiga.
Luego seguirían por Villasayas y Barahona.
Del 6 de octubre de 1587 tenemos una referencia al mesón del hoy
despoblado de Horadero. Es ésta: Juan de Pedro y Juliana Diez, su mujer,
vecinos de la villa de Langa de Duero, toman a renta de Diego Baiz,
señor de Tovilla del Lago (Burgos) y vecino de la villa de Peñaranda de
Duero, en nombre de Juan Carreño de Toledo, su yerno, la casa y mesón
sita en el lugar de Horadero, jurisdicción de Langa. Por dos años de San
Juan de Junio de 1588 a 1590, por 6.375 mrs. al año.
Cuando el lugar de Torralba se eximió de la jurisdicción de la villa de
El Burgo de Osma, al posesionarse sus autoridades, nombradas el 30 de
junio de 1579, fueron a
visitar el mesón de Pedro de la Cámara, el de Rodrigo de la Cámara, el
de Juan del Burgo, labrador, y el de Catalina, viuda de Alonso Ruiz, y
las medidas, arneros, camas y pesebres de los mesones y les hizo quitar
los aranceles que tenían de las justicias puestas por el obispo y les
dio otros nuevos y les hicieron postura de paja y cebada y se les
apercibió no tengan puercos ni gallinas.
En las
Hordenanças echas por la Justiçia y Regimiento desta Villa del Burgo, el 20 de enero de 1594, en Reformacion de otras antiguas
de la orden que se a de guardar en los mantenimientos, se lee, en su
capítulo 11, lo que sigue: Iten que los mesoneros tengan las rropas
de las camas limpias y los arançeles en parte publica do se puedan bien
ber y leher
con buenas criuas y arneses y los pesebres sanos y adereçados y que no
tengan ny consientan puercos ny abes en las caballeriças y tengan
çerraduras en los aposentos por defuera y dentro para los huespedes que
pidieren camas con aposento con serviçio en cada cama para orinar.
Y como en los mesones había que hacer ciertas necesidades, al igual que
en el resto de las casa de morada de la Villa, el capítulo 23 manda,
para precaver males mayores, que de ninguna cosa se baçie agua ny
otras cosas sin avisar y dezir Agua va por las bentanas de tal manera
que se oyga y entienda por los que pasaren so pena de un rreal de pena
por cada bez y tres dias de carçel y mas que pague el daño.
Bartolomé Joly, consejero y limosnero el rey de Francia, viajó a
España, en 1603 y 1604, acompañando a M. Baucherat, general de la Orden
del Císter. En su relación del viaje, a veces bastante brutal y de un
realismo truculento, al llegar a Almazán, después de besar la mano
de Francisco Hurtado de Mendoza y Cárdenas, II marqués de Almazán y V
conde de Monteagudo, escribe: De Almagro pasamos a la villa de
Almazán, sobre el río Duero, bien cerrada con muros con picos llamados
almenas. Besamos la mano al señor marqués, que ha sido virrey de
Navarra, y vimos a la marquesa [Ana Portocarrero] que iba a tomar
el fresco a los jardines, llevada en una silla de brazos, sus hijas
seguían a pie, sin capas y pintadas en lo posible. Y continúa:
Fuera de la villa, cerca del puente del Duero, fuimos bastante bien
alojados pero al día siguiente muy mal, tanto al comer como al dormir,
en Osma, que es una villa contenida en diez o doce casas hechas de
adobera que son ladrillos de barro secados al sol, usados de ese modo en
todas las casas de este país por no haber madera para hacerlas… Saliendo
de Burgo de Osma nos alojamos en una pobre y miserable villa de Velilla
[de San Esteban] donde me confirmé en el dicho que los campesinos de
Castilla son verdaderos cenicientos mucho más sometidos al rey que los
otros españoles.
Antonio de Brunel, en 1656, después de haberse refrescado en
Sigüenza se fue, con sus compañeros, a dormir a Fuencaliente de
Medinaceli. Dice: Nos fuimos a dormir a Fuencaliente, es decir, a
hacer penitencia de ese poco gusto que habíamos tenido a mediodía.
Porque si el nombre de ese lugar quiere decir fuente caliente, puedo
decir que estaba bien bautizado. Tanto sufrimos allí de calor y tan mal
nos vimos acomodados en todas las casas. Era el huésped, además, una
persona completamente bárbara, huraña y digna del lugar que habitaba,
que es bastante salvaje. Al día siguiente tuvo un incidente con los
empleados de la aduana de Arcos
de Jalón y después de un tira y afloja le
dijeron que podía ir a la posada y que toda nuestra ropa estaba
decomisada.
No está de más recordar que los ayuntamientos, en los que se
ofrecían servicios de alojamiento, dictaron normas para el correcto
funcionamiento de este tipo de alojamientos. Sólo citaremos, por no ser
farragoso, el caso de Retortillo, de 16 de enero de 1739. José de Ayuso,
alcalde ordinario de la villa, de la que era señor el marqués de Lérida,
ordenaba a Pedro Ucero, mozo mesonero, que no llevéis a los
viandantes, pasajeros y arrieros que con ganado entren a vuestra casa
más precio que a quince quartos pro cada un celemín de cebada en que
entre la paja que diésedes para los ganados. Que tengáis vuestra
casa abierta asta las diez de la noche y en ella no
consintiéredes personas de mala fama ni de gremios que no sean católicos
ni a personas de esta villa que ocupen el hogar de la lumbre.
También, que la cuadra y pesebres se vuestra casa los tengáis bien
aderezados y curiosos y con buen abrigo y que los arneses y cribas los
tengáis compuestos y de buen espacio para limpiar y acribar la paja y
cebada para los ganados. Y finalmente, que no consintiéredes que
los arrieros ni otras personas que estuvieren en vuestra casa no levante
la pleitos algunos ni blasfemos contra la Magestad Divina y caso que
sucediere daréis cuenta a mi persona para proveer lo que hubiese lugar
en este caso. De no cumplir con lo establecido se multaría al
mesonero con 1.000 mrs. aplicados para la cámara del conde de Lérida,
que lo era 2º titular, Agustín José de Torres la Cerda Río y Bolea,
casado con Antonia Leonarda Manso de Zúñiga y López del Río, hija de
Antonia López del Río, señora de Gómara y Almenar, y su 2º marido Pedro
Manso de Zúñiga y Salcedo.
Un viajero anónimo, en 1770, da cuenta de su estancia en Jadraque
(Guadalajara) y luego asegura que la tarde no fue menos fastidiosa,
para ir a dormir a una mala aldea Rebolloza (Rebollosa). El día
siguiente, dice, fuimos a comer a Baraona que es una aldea muy
sombría. Otro día anduvimos cinco leguas largas por grandes
campiñas para comer en un pueblo llamado Almenar, situado en unas
tierras de labor y en un llano muy hermoso, semejante a Beance. Pensamos
ser allí muy mal tratados por la imprudencia de la dueña de la posada en
donde estábamos alojados. Era una tunanta que decía haber perdido dos
servilletas y que debían haber sido cogidas por nuestros criados que
siempre hemos tenido por muy fieles, pero a fin de acabar la disputa se
le ofreció pagar mucho más de lo que valían y, llegando el bruto de su
marido dijo que no quería dinero, que quería tener sus servilletas que
habían ocultado tanto como un plato de plata que nuestro oficial
encontró. Persistiendo en su insolencia ese tunante, uno de la compañía,
no pudiendo sufrir le dio algunos puñetazos que le arrojaron por
tierra en una charca llena de agua helada. Inmediatamente aquel
miserable corrió a la iglesia para hacer tocar a rebato y, en poco
tiempo, vimos llegar todos los habitantes armados dispuestos a
asesinarnos, pero el alcalde del lugar habiendo oido nuestras razones y
la manera que habíamos obrado, reprendió a aquella mujer con severidad.
Continuando en su ruta llegaron a Almazán, una villa muy pequeña, muy
linda, que fue el mejor alojamiento y el más agradable de ese
camino y quizá de toda España.
Melchor Gaspar de Jovellanos Ramírez, que había conseguido el
título de bachiller en Leyes por la Universidad de Osma el 9 de junio de
1761, cuando libre de la prisión mallorquina se dirigía a Jadraque
(Guadalajara), viajó por Soria los días 29 a 31 de mayo de 1808, pasando
por Ágreda, Hinojosa del Campo, Almenar, Zamajón, Almarail, Almazán,
Cobertelada, Villasayas y Barahona. Dos hospederías cita de la
provincia: la de Hinojosa del Campo y la de Cobertelada, una por sucia y
la otra por ruin. De la primera, que había sido reconstruida entre 1790
y 1791 y en la que se hospedó el lunes 30 de mayo, escribe: A comer a
Hinojosa del Campo, en la venta que está a su lado y sobre el camino;
harto buena, mas en cuanto a limpieza, ¡puf!. Salida a las tres. En la
Venta un Archivero de la Secretaría de Hacienda con su mujer y familia
en coche; y en una calesa iba en su compañía uno que dijo ser médico del
Retiro y censor de la Sociedad de Madrid… El territorio de Hinojosa,
bien cultivado, tiene mucho y buen centeno. De la de Cobertelada, en
la que se halló el martes 31 de mayo, dice: hallamos una ruinísima
posada con un solo cuarto. Por ello hubo de hospedarse en la casa de
Julián de la Torre Alonso, párroco de la localidad.
Volviendo a Hinojosa, el 9 de septiembre de 1789, una vez concedida
licencia por el Supremo Consejo para edificar la posada, que se
presupuestó en 32.000 rs., el Concejo del lugar se vio precisado a
empeñar la dehesa borregil por el tiempo necesario para cubrir su
importe. Sacados los pastos a subasta se remataron a favor de Francisco
González de Castejón y Veraiz, marques del Vadillo, quien se comprometió
a pagar 1.250 rs. anuales con la condición de aprontar por de contado
la de los enunciados 32.000 rs. para la construcción de la expresada
obra. Una vez edificada, el 30 de enero de 1792, como era costumbre
se reunieron los vecinos del lugar para sacar a pública subasta la
prestación, durante cuatro años, del servicio de la Posada. Solía ser
costumbre el reunirse todos los vecinos para hacerlo. En esa ocasión se
remató en Manuel Alonso y Antonia Gaspar, su mujer, en la cantidad de
300 ducados, lo que equivalía a 3.300 rs. Entre las condiciones para la
explotación se citan que ha de dar buen trato a los pasajeros,
llevarles sólo lo justo, tener siempre dispuesto el puchero y sopa con
algún principio y postre, leña abundante para las quatro chimineas
francesasa, sobrecamas buenas y lo demás necesario al excesivo frío que
se experimenta en este País, cumpliendo las demás condiciones de tener
surtida la Posada y asistir a los viajeros que le concurran. Había
de dar posada a todo viandante trayendo caballería, mas a los que no
la lleven será su voluntad, y por lo que pueda ocurrir dar razón a la
Justicia de los que en ella se hospeden. No podía impedir a las
personas del pueblo que vayan a la Posada, habiendo pasajeros, a
vender huevos, gallinas, pollos y demás comestibles, exceptuando pan y
vino. Además había de dar dos camas, cuando se lo ordenara la
Justicia local, para el alojamiento de soldados de infantería, pagándole
por cada una 16 rs. si era de noche y la mitad a medio día y lo mismo
por los soldados de caballería y por razón de luz y paja 12 mrs. de
noche y 6 mrs. de medio día.
Sólo unos años después, el 7 de noviembre de 1794,
el
doctor Domino de Aguilar, presbítero, cura propio de la parroquia de
El Burgo de Osma, instituida canónicamente en la catedral de Santa María
de Osma, informa que en la villa de Langa de Duero, distante de la
capital del obispado de Osma cinco leguas, se halla establecido un mesón
donde se acoge todo género de trajinantes. Y añade que con motivo de
no tener la comodidad necesaria para todos los que concurren, muchos de
ellos tienen la precisión de quedarse en la calle o replicar a deshora
de la noche a los vecinos tengan a bien recogerles en sus casas, lo que
da motivo a que sufran unos y otros varias incomodidades y mucho más
cuando pasa tropa por dicho pueblo, pues siendo como es una calzada que
abraza todas las castillas, Aragón, Cataluña, Galicia, Extremadura y
otras provincias y hallarse dicha villa a mitad de camino entre Aranda
de Duero y esta villa del Burgo son inmensos los que hacen pensión en
ella, faltándoles a los unos disposición de cuadras para la colocación
de sus ganados y a otros proporción de camas para su descanso por
carecer de ellas la posada única que hay endicha Villa, de que se siguen
notorios perjuicios no sólo a dichos trajinantes sino también a la misma
tropa especialmente a la de caballería porque con motivo de ser pequeñas
las casa de dicha población para entrar en ellas los caballos es preciso
quitarles antes las sillas por no poder entrar con ellas en dichas
cuadras y tenerlo como tengo yo en dicha Villa una casa grande con bella
disposición de poderse poner cuantas camas se quieran, con grandes
cuadras, corral y un pozo de agua saludables donde a poca costa y sin
trabajo puedan beber los ganados que concurran a ella sin necesidad de
bajar al río Duero que se halla a bastante distancia del pueblo,
mirando por la utilidad pública de las tropas y trajinantes me he
propuesto hacer en ella un mesón de los de mayor utilidad de la comarca
y deseando establecerse con real facultad para perpetuidad y
subsistencia y que ninguno por fines particulares pueda embarazarlo”
apodera a Hipólito, agente de negocios, para que se me libre la Real
facultad correspondiente para el establecimiento de dicha casa mesón con
la de poder poner en ella una tarjeta que diga mesón con Real Facultad y
Supremo Consejo imponiendo a los que se opusieren a tan justo como noble
pensamiento las penas, multa y apercibimiento que fuere de su real
agrado.
Por el Catastro del marqués de la Ensenada conocemos que, a
mediados del siglo XVIII, existían mesones, cuando menos, en los
siguientes pueblos de la geografía soriana: Abejar, Abioncillo, Ágreda
(2), Alaló, Alconaba, Alcubilla de Avellaneda, Aldealafuente,
Aldealpozo, Almajano (2), Almarail, Almarza (2), Almazán (4), Almazul,
Almenar, Arcos, Arenillas, Barahona, La Barbolla, Barcones (2), Bayubas
de Arriba, Bea, Berlanga (2), Blacos, Bocigas de Perales, Bordecorex, El
Burgo de Osma (3), Cabrejas del Pinar, Cabreriza, Calatañazor (2),
Cañicera, Caracena, Carazuelo, Carrascosa de Arriba, Casarejos,
Castilfrío, Castillejo de Robledo, Castro, Cigudosa, Ciria, Covaleda, La
Cuenca, Cubilla, Deza, Espeja, Esteras del Ducado, Fresno de Caracena,
Fuensauco, Fuentecambrón, Fentelpuerco (hoy Fuentetovar), Fuentepinilla
(posada), Las Fuentes de San Pedro, Fuentetecha, Garray, Gómara,
Guijosa, Herreros, La Hinojosa, Hinojosa del Campo, Ines, Iruecha, Langa
(taberna-mesón), Laina, Losana, Lubia, Madruédano, La Mallona,
Martialay, Matalebreras, Medinaceli, La Mercadera, Miño de San Esteban,
Molinos, Monasterio, Montabes, Montenegro de Cameros, Morcuera, Morón de
Almazán, La Muedra, Muro de Ágreda, Nafría de Calatañazor, Nódalo,
Noviercas, Ojuel, Ólvega, Oncala, Ontalvilla de Valcorba, Osma,
Orillares, Palacio de San Pedro, Paones, Pedro, Peralejo de los
Escuderos, La Perera, La Póveda un mesón y una venta, Radona, Rebollo,
Rebollosa de Pedro, Recuerda, Rejas de San Esteban, Rello, Renieblas, La
Revilla, La Riba de Escalote, Romanillos de Medinaceli, San Esteban de
Gormaz (2), San Leonardo, San Pedro Manrique (2), Santa María de Huerta,
Sarnago, Serón de Nágima, Soria (7), Sotillos de Caracena, Taniñe,
Taracueña, Torlengua, Torralba, Tozalmoro, Trévago, Ures de Medinaceli,
Valdenebro, Valderromán, Valvenedizo, Velilla de la Sierra, Velilla de
Medinaceli, Viana, Villaciervos, Villarraso, Villasayas, Yanguas, Zayas
de Torre…
La misma fuente informa de la existencia de un mesonero en cada uno
de los siguientes lugares: Alentisque, Borjabad, Frechilla,
Fuentecantos, Maján, Momblona, Nolay, Ontalvilla de Almazán,
Portelrubio, Valdenebro… Y posaderos en Ciadueña, Nepas, Ribarroya,
Valdealvillo, Velilla de San Esteban…
El mesón de la villa de Velilla de San Esteban, con rollo
jurisdiccional de madera –sólo conocemos en este material constructivo
el de Muriel de la Fuente y el de Santiuste– perteneció a los señores de
la susodicha villa, sita en la margen del Duero Soriano, señores, a la
vez, del despoblado, desde
1709,
de Santuy. Estos fueron, entre otros, algunos de sus titulares:
Jerónimo de Quincoces. Jerónimo de Olaso. Melchor de Olaso
Queipo de Llano. Melchor Antonio de Olaso Queipo y Quincoces. Gaspar
Olaso Queipo de Llano Peña Fernández de Córdoba y de Velasco Sevilla San
Severino y Quincoces. Juan Santiago de Olaso…
En concreto el mesón de Arcos de Jalón pertenecía al duque de
Medinaceli quien lo solía arrendar. Así, el 20 de diciembre de 1784, lo
tenía en renta José Morales, quien además regentaba el horno de poya,
también del duque. En esa fecha debía a su propietario 3.736 rs. y 6
mrs., comprometiéndose a pagarlos a José Mariano Rodríguez de Mora,
contador del de Medinaceli, en el plazo de nueve meses.
El 26 de enero de 1830 el abad, prior y monjes del real monasterio
de Santa María de Huerta solicitaban a su general licencia para tomar un
censo destinado a la fábrica de un Parador o Posada pública en el
nueva carretera de Aragón, que pasa al frente del Monasterio, y que
comenzó a edificarse con la cantidad de 63.733 reales que para el efecto
presto nuestro reverendísimo padre maestro don fray Clemente Barbajero
[abad que había sido del monasterio en 1795]. Pero como para que la
obra fuera útil y sólida se necesitaba más dinero y como el
monasterio, por un conjunto de fatales circunstancias, no se halla en
el día en estado de concluirlas, sin recurrir a medios extraordinarios,
acordaron tomar el censo. Fray Felipe Candamo, general reformador de la
Orden de San Bernardo en Castilla y León, les autorizó, el 10 de
febrero, a hacerlo hasta de 120.000 reales, que deberán invertirse
exclusivamente en la obra del Parador. El establecimiento se puso
bajo la abvocación de San Roque y en él se colocó un cuadro del santo,
que se trajo de Madrid y por el que se pagaron 400 reales. Poco tiempo
disfrutaron los religiosos de los beneficios del parador, pues
las leyes desamortizadoras del ministro Juan Álvarez Mendizábal
desposeyeron a los cistercienses de sus numerosas y legítimas
propiedades.
Las leyes desamortizadoras del siglo XIX y la exclaustración, que
dieron al traste con más de la mitad del patrimonio histórico,
artístico, etnológico… de España, pusieron en venta los bienes de los
conventos y monasterios que pasaron a ser, por real decreto, Bienes
Nacionales. Entre ellos, por no presentarse comprador, el
arrendamiento del parador de San Roque… del monasterio de Santa María de
Huerta, anunciado en el Boletín Oficial de la Provincia de Soria,
en su número del 10 noviembre 1837. Anuncio que se repite el 23 de
febrero del año siguiente por no haberse presentado postor. En el número
de 11 octubre 1843 se anuncia su remate, tasado en 170.526 rs. y
capitalizado por 153.450 rs. En el de 13 noviembre 1843, se lee que
no habiéndose verificado en esta capital los remates publicados en
los Boletines oficiales de 29 de Septiembre y 9 y 11 de octubre últimos
para al subasta de dos molinos harineros y cuatro casas, sitas en la
villa del Burgo de Osma, cuya fincas han pertenecido al Ilmo. Cabildo
Catedral de Osma, como igualmente el Parador de S. Roque, sito en la
carretera de Aragón, que correspondió al Monasterio de Santa María de
Huerta; se anuncia nuevamente para el remate que ha de celebrarse a los
15 días de la fecha de este anuncio, que se cumplirán el día 2 de
Diciembre próximo. Al final se vendió como predica el precitado
boletín el 8 diciembre 1843, al informar del remate, en 450.000 rs. por
Fausto Jiménez, para ceder a Manuel Andrea, del parador de San Roque,
sito en la carretera de Aragón, que perteneció al Monasterio de
Santa María Huerta.
La misma fuente de información, el 8 julio 1839, anunció el
arrendamiento de la casa posada de Villaciervos, perteneciente al
convento de las monjas Clarisas de Soria.
El 28 de septiembre de 1850 Pedro Ágreda, vecino de El Burgo y
administrador del III marqués de Gerona y vizconde de Castro y Orozco,
José Castro y Pérez Orozco (1808-1869), arrendaba, a Andrés
Sevillano, vecino de Cascante, la casa posada del marqués, sita en
Villaciervos, por dos años y dos meses y 850 rs. anuales a satisfacer
anticipadamente cada un plazo de seis meses incluso el primero. Más
tarde, el 9 de noviembre, volvía a arrendar una posada, en el mismo
lugar, a Ángel Rodrigo, vecino de Soria, por un año y siete meses y
1.208 rs. 14 mrs. En El Burgo de Osma, el mismo administrador, el 17 de
julio de 1850, arrendaba, a Agustín Gallo, vecino de la Villa, la Posada
del Sol, en la Calle Mayor, por tres años menos un mes, por 2.000 rs.
anuales, a pagar en dos plazos iguales. Los límites del inmueble eran:
fachada, Calle Mayor; poniente propiedades de Juan de la Torre y
Ceballos; norte, arroyo que baja del Hospital de San Agustín y saliente,
casa en que vive Mariana López. La misma posada se había arrendado, el
29 de agosto de 1629, por Rodrigo López de Rivera, hijo de Rui López y
María de Cogollos, a Francisco Rodríguez, cirujano, vecino de El Burgo
de Osma.
El Boletín Oficial de Ventas de Bienes Nacionales de la Provincia de
Soria, de 20 de enero de 1860, sacaba a subasta la posada de Ágreda,
titulada Los Mesones. El anuncio nos dice que constaba de
planta baja, principal y desvanes, hallándose en la planta baja cuatro
cuadras con pesebres para 70 caballerías. La de Matalebreras, según
la misma fuente, tenía planta baja y principal, y en la baja se
hallan una espaciosa cuadra con pesebre para 70 caballerías. De la
de Morón informa que tenía, a la entrada, un corral con 185 metros y 60
centímetros, otro corral de 167 metros cuadrados, dos cuadras con 154
pesebreras y un pajar con 186 metros y 50 centímetros. Contaba, además,
con portal, cuarto, despensa y cocina. En el piso principal tiene
recibidor, una sala, y tres cuartos.
En el viaje que realizaron los hermanos Baroja a las fuentes del Duero,
cuya crónica publicaron en El Imparcial (1901), se hacen alusión
a las posadas de Soria, Toledillo, Covaleda, Vinuesa y Herreros, que
es la posada más pobre y la gente más afable.
Entramos en Vinuesa
–escriben-, preguntamos por una posada y no sindican una que tiene un
soportalillo en la puerta. Cruzamos el zaguán; en el fondo, en un
cuartucho, hablan una cuantas viejas.
-¿Se puede comer aquí? -preguntamos.
-Pagando… –dice una de las viejas.
-Se pagará… ¿Qué hay para comer?
-Usted dirá.
-¿Hay huevos?
-No señor, no hay.
-¿Habrá carne?
-¡Carne! Ja, ja… Es comida cara.
-Pues, ¿qué demonios hay? ¿O es que en este pueblo no se come?
-¡Ya lo creo que se come! –y todo el montón de viejas se ríe
sarcásticamente como brujas de Goya.
-Bueno, vámonos, -digo yo.
-Vayan, vayan ustedes donde quiera.
Indudablemente, las viejas de Vinuesa son muy finas. Salimos a buscar
otra posada, preguntamos aquí y allá y por una calle que tiene a ambos
lados casas grandes y hermosas con blasones llegamos a otro mesón en
donde llamamos. El mesonero, un hombre rechoncho, gordo y rojizo, con la
cara tapada por un pañuelo negro, sale a la puerta. Nos estudia, vacila
en responder a la pregunta nuestra de si habrá de comer o no en su casa
y por último decida y contesta que sí. Nos dice que esperemos una hora.
… Al volver a la posada el posadero quiere ponernos la mesa en un cuarto
oscuro, en una de cuyas paredes se ve la imagen de no sé que santo.
Pedimos que nos sirva de comer en un patio donde da el son y esta
exigencia produce en el hombre un efecto de asombro y de desconfianza
verdaderamente terrible: sacamos nosotros la mesa al patio. Al poco
tiempo viene el hombre del mesón con un salero, deja caer sobre la mesa
algunos granos de sal y coloca el salero en la puerta del patio.
Indudablemente, conjura así nuestra perversa intención.
Va trayendo después las viandas, y al notar que comemos como los demás
mortales, que no tenemos cola ni cuernos, esto por muchas razones, una
de ellas por la solteronía que nos distingue, adquiere el hombre alguna
confianza y nos cuenta detalles de la pinochada, una fiesta que se
celebra en el pueblo el día de San Roque.
… Creyendo haber conseguido la confianza de los posaderos –se presenta
la posadera, una mujer de ojos ribeteados-, les digo yo que en un pueblo
del Guadarrama nos tomaron por destripadores de dichos, y la mujer
exclama:
-Y todo podía ser.
Por lo que a ventas se refiere Emilio Ruiz Ruiz ha recogido algunas
de ellas. Así cita la Venta del Hambre, en el camino de Deza a
Cihuela, de la que asegura que no debió ser lugar apropiado para
restaurar el hombre a juzgar por su nombre. La de Mazalvete, en la
que se hacía el cambio de tiro de las diligencias de Gómara y
Torrelapaja. La de Ciria, a la entrada de la importante aduana o puerto
seco en tiempos de Felipe II, en la Vigornia, pasto de las llamas en la
primera década del siglo XXI. La de Valcorba, la Venta Nueva, etc.
Es obliga citar, en este capítulo, lo que Antonio Machado escribió
de la más famosa, literariamente hablando, de las ventas sorianas:
La venta de Cidones está en la carretera
que va de Soria a Burgos. Leonarda, la ventera,
que llaman la Ruipérez, es una viejecita
que aviva el fuego donde borbolla la marmita.
Ruipérez, el ventero, un viejo diminuto
-bajo las cejas grises, dos ojos de hombre astuto-,
contempla silencioso la lumbre del hogar.
Se oye la marmita al fuego borbollar.
Recordar, también, que
En el mesón al campo abierto
se ve el hogar donde la leña humea
y la olla al hervir borbollonea.
Sin olvidar este otra referencia a los establecimientos de los que
tratamos:
¡Oh, venta de los montes -Fuencebada,
Fonfría, Oncala, Manzanal, Robledo!-,
¡Mesón de los caminos y posada
de Esquivias, Salas, Almazán, Olmedo!
En otro orden de cosas también ha pasado a la historia, si bien en
su capítulo de la crónica negra, la venta de La Laguna, entre Ágreda y
Matalebreras, en la que, el 10 de diciembre de 1907, Antonio Mallada,
sobrino del ingeniero de minas, geólogo y escritor regeneracionista
Lucas Mallada y Pueyo (1841-1921), dio muerte, en teatrales
circunstancias, a Alejandra Hernández y Agustina García, su hija, que se
ocupaban de prestar los servicios requeridos por los trajinantes.
©
José Vicente de Frías
Balsa
UNED, Soria
(Pulsar
para ampliar las fotos)
|