Baltasar Melchor Gaspar María de
Jovellanos
en El Burgo de Osma
José Vicente de Frías
Balsa
Doscientos años se
cumplieron en el año 2011, de la muerte de Baltasar Melchor Gaspar María
de Jovellanos que fue, sin duda y al decir de Julián Marías, “la
mejor cabeza de la España de su tiempo”. También, ciento cincuenta
de su graduación de bachiller en Leyes por la Universidad de Osma. Es
obligado y de justicia, pues, que venga a estas páginas por ambas
conmemoraciones.
Estado de la cuestión
Las referencias sobre Baltasar Melchor
Gaspar María de Jovellanos –nacido el 5 de enero de 1744– son abundantes
y se pueden ver en las numerosas biografías que sobre él se han
publicado, por eso no es este el lugar para citarlas. No obstante, por
lo que se refiere a sus primeros estudios, los datos ofrecidos no son
correctos en algunas ocasiones. Casi todos los autores que se han
ocupado de estos prestan poca o ninguna atención a su graduación en la
Universidad de Osma, a la que llegó cuando contaba diecisiete años de
edad. La poca claridad es consecuencia lógica por copiarse unos a otros
logrando, así, eternizar el error del primer eslabón de la cadena.
Veamos. Cándido Nocedal escribe, en 1858,
que a los trece años fue a la Universidad de Ávila “donde emprendió
la carrera leyes y cánones… Más adelante… con su carrera concluida y ya
licenciado en ambos derechos” tuvo beca en el Colegio de San
Ildefonso de Alcalá. Miguel Artola en 1956, que en la Universidad
de Oviedo estudió Filosofía de donde marchó a Ávila, “en cuya
Universidad comenzó los de leyes y cánones…Concluidos sus estudios con
los grados de bachiller y licenciado en leyes y cánones por las
Universidades de Ávila y Osma” obtuvo beca en el citado Colegio.
José Lage, en 1983, que pasó a la Universidad de Oviedo para cursar
filosofía, hacia 1760 se traslada a estudiar la carrera eclesiástica a
Ávila. “Alcanzado el grado de Bachiller y Licenciatura en Cánones y
Leyes por la Universidad de Ávila y Osma” consiguió, en 1764, beca
en el colegio complutense. Juan Antonio Cabezas, en 1985, que próximo a
los diez años llegó a la Universidad de Oviedo para estudiar filosofía y
cánones. A los catorce continúa los estudios eclesiásticos en Ávila y “alcanza
la licenciatura en cánones y leyes por las universidades de Ávila y
Osma…” Manuel Fernández Álvarez, en 1988, que sólo estudia un curso
en la Universidad ovetense. Al año siguiente, en 1758, recala en Ávila
donde “puede Jovellanos graduarse de bachiller y después licenciado
en Leyes y Cánones”. Y José Miguel Caso González, en 1998,
que “en junio de 1761 recibe el grado de bachiller en Cánones por la
Universidad de Osma”. En 1763 incorpora este grado a la Universidad
de Ávila, “que gozaba de mucho más prestigio que de la Osma”. Y
añade, para confundir un poco más que, en diciembre de 1764, “se
gradúa como bachiller en Cánones”.
El Burgo de Osma en 1761
Cuando Jovellanos llega a El Burgo de
Osma, en junio de 1761, el núcleo de población de la Villa Episcopal se
hallaba encorsetado por el recinto murado que había mandado levantar,
hacia 1458, el obispo Pedro García de Huete o Pedro de Montoya. Sólo
unos pocos edificios singulares aparecían diseminados extramuros: El
Colegio Universidad de Santa Catalina y la ermita de San Lucas, ya
convertida en cuartel, almacén y cuadra de ganado; el convento de los
Padres Carmelitas; el Hospital de San Agustín y la ermita de la Vera
Cruz.
Varias son las
fiestas que se celebran, en acción de gracias por la buena marcha de la
causa de Juan de Palafox y Mendoza. La 1.ª, con motivo de la aprobación,
en Roma, de sus escritos, el día 4 de enero se oficia misa y canta un “Te
Deum” en acción de gracias, al que asiste el Ayuntamiento que ordena
se pregone para conocimiento de los vecinos, acudan las cofradías con
velas, se pongan luminarias y se quemen fuegos artificiales el día 3, “esperando
del celo y devoción de todos concurrirán a competencia a tan debida
celebridad y festejo poniendo luces en sus respectivos balcones y
ventanas y esta Villa las suyas en el corredor de estas Casas de
Ayuntamiento”. Otro “Te Deum” se canta, el 22, al recibirse
las remisoriales para la información de non cultu, primera
diligencia para la beatificación. Para realizarla llegan a El Burgo
Andrés de Bustamente, obispo de Palencia, y Esteban Vilanova Colomer,
obispo de Tarazona, en honor de los cuales se hace un festejo con
gaitero y danzantes, el 19 de abril, se ponen luminarias en la plaza de
la catedral y se disparan fuegos. El 8 de julio el Dr. Lucas de
Eguizábal, doctoral de la catedral, escribe, por encargo del
Ayuntamiento, una carta al Papa pidiendo el pronto despacho de la causa
de beatificación.
A finales de enero
se rumorea que el burgense Joaquín de Eleta y de la Piedra ha sido
nombrado confesor de Carlos III. El Ayuntamiento le escribe, el 26,
felicitándole y agradeciéndole las gestiones que ha hecho ante el Rey en
pro de la causa palafoxiana. Confirmada la noticia, le ratifican la
enhorabuena y visitan a Bernabé de Eleta, hermano del confesor. Éste, el
7 de febrero, agradece a la Villa su carta pidiendo no se hagan
demostraciones que deberán reservarse para tiempo de su mejor
empleo, que lo será, como lo espero, cuando veamos sobre los altares a
nuestro Santo Palafox. Otra carta remite la Corporación, el 16 de
febrero, en la que vuelve a agradecer sus desvelos a favor de la causa
del que fuera obispo de Puebla y Osma. El Ayuntamiento encarga un Vítor
en honor de Eleta a Francisco de Forcada, por el que ofrece 600 rs. si
bien el arquitecto pide 900 rs. Al no ponerse de acuerdo, a primeros de
mayo, Manuel de Oria, vecino de Aranda de Duero y maestro arquitecto,
reconoce el Vítor y regula el coste en 500 rs. cantidad con la que se
conforma Forcada, así como a satisfacer los 30 rs. de la mitad de las
dietas del arandino. El 14 de septiembre se tiene función toros y se
saca del Vítor y para que en ella no se experimente desgracia alguna
antes bien sean con lucimiento y gusto de todos se celebra, la
víspera, una misa a nuestra Señora del Espino, nuestra patrona.
Eleta, el 6 de octubre, responde al Ayuntamiento por el singular honor
que le ha hecho reconociéndose mucho más obligado a servirle en
cuanto pueda como lo ofrezco.
Al conocerse, en El
Burgo de Osma, que Claudio Sanz y Ruiz Castaño, canónigo de la catedral
de Osma, ha sido nombrado obispo de Almería el Cabildo acuerda, en
sesión de 8 de abril, ponerle almohada en el coro. Y el Ayuntamiento de
la Villa, dos días después, darle la enhorabuena. Se le consagra, en
Madrid, el 6 de septiembre, por Diego Rojas y Contreras, obispo de
Cartagena (1753-1772), asistido por Manuel Murillo Argáiz, obispo de
Segovia (1752-1765), y Francisco de San Andrés, monje jerónimo, obispo
titular de Zela y auxiliar de la diócesis de Salamanca (1758-1766).
El 29 de agosto se
produce un incendio, en la calle del Morcillón, y se convoca a todos los
vecinos para que acudan a llevar agua para apagarle lo que no fue
necesario por la gran llovida que cayó, aunque sí era forzoso quitar el
desmonte y broza que había por no poderse transitar por la calle. Se
avisa a los propietarios de algunos carros y caballerías para sacar el
desmonte a la Puerta Nueva, a paraje que no impida el paso. Pero en la
noche del 2 de septiembre vuelve a tomar cuerpo el fuego y se convoca
algunas personas para echar agua y con el fin de que no ardieran las
casas contiguas.
Diez años antes de la venida de
Jovellanos a la Villa Episcopal, en 1751, se había realizado el Catastro
del Marqués de la Ensenada por el que conocemos que los vecinos del
estado noble y general ascendían a doscientos ochenta y uno, incluidas
cincuenta y dos viudas. Los sacerdotes sumaban sesenta y cuatro: el
obispo Pedro Clemente de Aróstegui y tres familiares; en la Catedral,
diez y siete dignidades y prebendados, doce racioneros, veinticinco
capellanes de Coro y seis capellanes sueltos; dos clérigos subdiáconos.
Además, en el convento de Carmelitas Descalzos del Carmen residían
veinticuatro sacerdotes y cuatro legos. Había en El Burgo trescientas
casas, de ellas nueve cerradas y dos arruinadas y los pobres de
solemnidad eran treinta y dos viudas y otros cinco vecinos.
Graduado en Leyes
Jurídica y académicamente el insigne
Colegio Universidad de Santa Catalina se rige por los “Estatutos”
que, por encargo de Felipe III, redactaron, en 1607, los Dres. Juan de
Miranda y Juan Muñoz Borrallo basados en las Constituciones y
Estatutos anteriores, en los de las universidades de Salamanca y
Valladolid, en el parecer de la visita realizada a la de Osma por el
Lic. Bartolomé Márquez de Prado y en todo lo que se usaba y guardaba en
tiempo del obispo oxomense Francisco Tello Sandoval.
En 1761 la cancillería universitaria se
halla vacante por la muerte, el 29 de agosto de 1760, del
arzobispo-obispo Pedro Clemente de Aróstegui, gran benefactor de la
Villa. Ostenta el cargo de rector el Dr. Domingo Villanueva y el de
vicerrector el Dr. Mateo Villares. Como secretario actúa D. José
Casajús y Azpilcueta, ejerciendo la vicesecretaría D. Agustín de Miguel
María. Es decano presidente en la Facultad de Leyes el Dr. José de
Herrera. Las cargas propias del bedel corren a cargo de Miguel de la
Gala.
Así las cosas, el 9 de junio de 1761 se
presenta Jovellanos ante el rector y el decano de la Faculta de Leyes,
para graduarse de bachiller en esa materia. En conformidad con lo
ordenado por los “Estatutos”, presenta certificación de los
cursos exigidos y se le da “licencia para actuar”. El mismo día,
a las nueve de la mañana, en el Aula Pública, ante los Dres. Manuel
Remírez, Juan Martín, Antonio González y José Ramón Germán tiene el
ejercicio preceptivo y, después de ser argüido y responder con toda
suficiencia, se le otorga, “nemine discrepante”, el bachillerato
en Leyes. Son testigos, además del secretario y el bedel, Manuel Muyo y
otros estudiantes de la Universidad.
Jovellanos abandona El Burgo, con el
título conseguido en la Universidad de Osma, una de las veinticuatro que
funcionaban en la España dieciochesca. De ella se ha dicho que no se vio
libre de la acusación de fraudulenta y falsificadora de cédulas de
grados y testimonios de cursos. Caso González asegura “que era más
conocida por su descrédito y por la facilidad con que se concedían
títulos que por cualquier otra circunstancia”. Y Coronas González,
que fue “zaherida por la sátira estudiantil de la época y aún del
mismo Jovellanos en su temprana sátira contra los malos abogados”
cuando escribió contra el abuso de la abogacía y el descuido de su
estudio en las universidades:
“Haz lo
que otros: escribe tu deseo
a algún
sopista de Osma, y tendrás una
panza de
oveja a vuelta de correo;
pues hay
mil alquilones de la tuna
que,
prestando su ciencia a cualquier nombre,
saben
bachillerar aun en la cuna”.
Frente a esta opinión juvenil del
asturiano, es obligado traer a estas páginas otro parecer del mismo, si
bien ya de una época de madurez. Cuando Jovellanos propuso al ministro
de Gracia y Justicia, el 20 de mayo de 1798, el traslado del obispo
Antonio Tavira Almazán desde la diócesis de Osma a la de Salamanca,
después de asegurar que “es nuestro Bossuet y debe ser reformador de
nuestra Sorbona”, para sustituirle en la sede de San Pedro de Osma a
Ignacio Íñigo de Angulo, afirma que “es sujeto muy aficionado al
estudio de las ciencias útiles, y a la mejora de los estudios públicos,
y aun por eso, muy a propósito para Osma, donde hay una Universidad,
antes miserable y hoy estimable, por la protección que le dispensó el
rey padre [Carlos III] a ruego de su confesor [Joaquín de
Eleta] por influjo y residencia de Tavira”.
Como colofón, recordar que el epitafio
laudatorio de Jovellanos, bachiller en Leyes por la Universidad de Osma
el 9 de junio de 1761, fue redactado por los poetas Manuel José Quintana
y Juan Nicasio Gallego, éste también licenciado y doctorado en Cánones
los días 4 y 6 de octubre de 1880, en la Universidad de Santa Catalina
de El Burgo de Osma que había fundado, el año 1550, el obispo oxomense
Pedro Álvarez de Acosta.
Para saber más FRÍAS BALSA, José Vicente
de: “Aproximación documental a la biografía de Melchor Gaspar de
Jovellanos”, en Celtiberia 87 (1994) pp. 299-314. Y “Juan
Nicasio Gallego, notable poeta zamorano, doctor en Cánones por la
Universidad de Osma”, en Celtiberia, 91 (1997) pp. 115-132.
Revista Arévacos 47 (2011) pp. 5-8.
©
José Vicente de Frías
Balsa
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