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A PROPÓSITO DE LA 3ª EDICIÓN DEL FORO SOCIAL LA ALCARAMA
 

BREVE APUNTE CRÍTICO Por Juan Manuel Martínez

 

El pasado sábado 22 de Agosto tuvo lugar en Fuentes de Magaña ( Tierras Altas de Soria ) la tercera sesión del Foro Social La Alcarama. Estuvo dedicada, como no podía ser menos habida cuenta del año electoral en que nos encontramos, al debate político acerca de la crisis social multidimensional en que todavía estamos sumidos. En mi condición de coordinador, presentador y moderador del Foro quiero agradecer a todos los medios de comunicación sorianos que se hicieron eco de dicho acto su generosidad y amabilidad, agradecimiento que hago extensivo al público participante y, claro está, a cada uno de los cinco ponentes designados por los cinco partidos políticos nacionales en Soria más importantes, siquiera sea desde el punto de vista de sus respectivas expectativas electorales: por el PP, Pedro Antonio Heras, procurador autonómico y empresario; por el PSOE, Félix Lavilla, diputado nacional y profesor de educación de adultos; por Podemos, Carmelo Romero, cabeza de lista por Soria a las próximas elecciones generales, profesor titular de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza y escritor;  por C`s, José Luis Alonso, cabeza de lista por Soria a las próximas elecciones generales y empresario; y por IU, Enrique García, concejal del Ayuntamiento de Soria y operario industrial.

Dado el escaso espacio de que dispongo, quisiera esbozar, ahora en mi condición de ciudadano que hace uso de su derecho a la libertad de pensamiento y de expresión ( tanto más rica esta última cuanto más rica sea la primera ), un breve apunte filosófico-político crítico que hurga en los fundamentos ideológicos de los distintos partidos no siempre suficientemente explicitados y esclarecidos. Utilizaré para ello como piedra de toque las nociones de “libertad” e “igualdad”, nociones capitales en la historia del pensamiento político. Así, la derecha política liberal siempre ha puesto el acento en la libertad relegando la igualdad a un segundo plano, hasta el punto de que el ejercicio de aquella ( entendida como libertad empresarial en una sociedad capitalista ) solo está sometido a unas restricciones igualitarias puramente formales. Pero entonces, ¿no podría generar la práctica cada vez más irrestricta de esa libertad una distribución económica tan desigualitaria que hace que unos pocos sean cada vez más ricos y unos muchos cada vez más pobres? ¿No es esto precisamente lo que está ocurriendo en nuestros días? Aún más, ¿cabría decir que esas masas de trabajadores precarios de nuestro tiempo son realmente libres? ¿Y no caeríamos entonces en la suprema paradoja según la cual el ejercicio desregulado de la libertad empresarial capitalista produce la no-libertad real del precariado ( Guy Standing ), de los parados y de los excluidos del y por el sistema  –aunque siempre podría decirse que uno cualquiera de estos es formalmente libre de dormir debajo de un puente, como decía el escritor francés Anatole France-? Pues, en efecto, tanto el sr. Pedro Antonio Heras ( PP ) como el sr. José Luis Alonso ( C´s ) coincidieron en este punto, a saber: que la libre iniciativa empresarial privada capitalista no debe ser interferida en modo alguno por la acción política del Gobierno ( lo que monta tanto como decir: que la acción político-legislativa de este debe favorecer los intereses de la libre empresa capitalista: ¿en qué otra cosa, sino en esto, consiste precisamente la contrarreforma del mercado de trabajo implementada ya por el sr. Zapatero y profundizada sin ninguna misericordia  por el sr. Rajoy? ). Es cierto también que ambos defendían la provisión pública de los servicios de educación, sanidad y pensiones; y que el sr. Alonso incluso iba más allá asignando al Estado la función de redistribución de la riqueza. Pero entonces, y por lo que hace al PP, ¿por qué, al menos en la Comunidad de Madrid, se transfiere más dinero a la educación privada que a la pública? ¿Por qué se ha intentado y aun materializado la gestión privada de algunos hospitales públicos madrileños? ¿Por qué a lo largo de esta legislatura se ha dado un tajo más que considerable a la hucha de la Seguridad Social? ¿Por qué, si se dice defender un Estado de Bienestar universal y de calidad, se recortan prestaciones, no se acomete una reforma fiscal progresiva, no se ataja la enorme bolsa de fraude fiscal ni se actúa contra la economía sumergida ( en torno al 25% del PIB )? ¿Estaría, por su parte, C´s dispuesto a una profunda redistribución de la riqueza, si así fuera demandado socialmente, que exigiera poner límites a la acumulación de capital privado? ¿Qué garantías existen, esto es, de que el crecimiento económico capitalista fluyera redistributivamente hacia las clases sociales más vulnerables y no se perdiera por el desagüe del ahorro, la especulación, las rentas, los desplazamientos de capital, etc., tal como nos enseñó John Maynard Keynes? ¿No exigiría ello, en efecto, un Estado fuerte, con músculo socializante, que convirtiera “los beneficios de hoy en puestos de trabajo para mañana” ( Leontieff )? ¿Y cómo sortear el salvaje atentado contra la libertad empresarial, contra los derechos de propiedad capitalista, que semejante acción estatal supondría si no es creando una agencia pública de socialización de la inversión estratégica, como el propio Keynes reclamaba? Por lo demás, creer, como cree el sr. Alonso e imagino que también el sr. Heras, que el exceso de avaricia está en el origen de la actual crisis es caer en la ilusión psicologista de que los individuos se conducen en un vacío histórico, normativo e institucional verdaderamente fantasmal: sin negar, como bien sabían los clásicos, que las pasiones forman parte de la naturaleza humana, ¿acaso la desregulación neoliberal de los mercados financieros no abonó un campo de cultivo fecundísimo en el que dar rienda suelta a uno de los peores vicios humanos?

                                                               II

En su discurso el sr. Félix Lavilla( PSOE ) vinculó el ejercicio de la libertad empresarial capitalista al respeto a los derechos laborales, sociales y medioambientales, como quedó claro cuando fue preguntado por el hasta hace poco secretamente negociado TTIP ( Tratado Transátlantico de Comercio e Inversiones ). Ello implica la asunción por parte del sr. Lavilla de un concepto de igualdad más robusto que el asumido por sus dos compañeros de mesa antes vistos. Ahora bien, a juzgar por el reciclaje social- y aun neo-liberal de la socialdemocracia europea ocurrido a partir de la década de los ochenta y noventa ( recuérdese que Tony Blair llegó a ser el discípulo más aventajado de Margaret Thatcher ), parece razonable dudar de la credibilidadde las palabras del sr. Lavilla. ¿Cómo explicar si no la contrarreforma del mercado de trabajo iniciada por el sr. Zapatero en junio de 2010? ¿Y cómo dar razón de la modificación del artículo 135 de la Constitución Española del 78 pactada con nocturnidad y alevosía por el PSOE y el PP en septiembre de 2011 a propuesta precisamente del sr. Zapatero? El sr. Lavilla tendría que haber caído en la cuenta de que sendas contrarreforma y modificación suponían asestar un golpe fatal tanto a la libertad real de los trabajadores y de las clases populares como a cierta razonable igualdad relativa de recursos materiales entre dichas clases trabajadoras y populares y el resto de la sociedad. Yerra asimismo el sr. Lavilla cuando compara el Estado con una familia a la hora de explicar el origen de la crisis. Se trata de un error muy extendido. Es verdad que una familia no puede gastar más de lo que ingresa, porque entonces no tiene más remedio que endeudarse. Mas, a diferencia del Estado, ninguna familia tiene la capacidad de fijar y cobrar impuestos ni tampoco la de imprimir moneda. Es cierto que esta última competencia se perdió cuando el Estado español entró a formar parte de la zona euro. Pero lo que quiero decir es que históricamente los Estados  han podido financiarse a través de la emisión de deuda pública porque tenían soberanía monetaria, lo que les permitía también ganar competitividad económica devaluando la moneda. Estas dos medidas contracíclicas de la política económica de un país, fundamentales para salir de las crisis, están ahora vetadas a los Estados de la zona euro, que son de este modo financieramente rehenes de la banca privada y del Banco Central Europeo ( BCE ), al servicio a su vez de esta última ( valga para ilustrar esto último el ejemplo que aparece en el párrafo siguiente ). Por lo demás, coincido con el sr. Lavilla, y con todos los demás ponentes, en la honda preocupación que mostraron por el gran problema de la despoblación que asola a la provincia de Soria y, en particular, a estas mis desangeladas Tierras Altas sorianas de la Sierra de La Alcarama ( palabra árabe que significa “dignidad” ), que junto con la Laponia es la zona más despoblada de Europa. Espero que ese gran proyecto de inversión integrada para la zona anunciado por el sr. Lavilla vea pronto la luz.

                                                               III

Voy acabando. Aunque no excesivamente profunda, la explicación del origen y desarrollo de la crisis dada por el sr. Enrique García ( IU ) es, a mi juicio, la más plausible de todas cuantas se dieron. Por lo que concierne a nuestro país, el sr. García cifró ese origen en un modelo de desarrollo económico basado en el ladrillo, que hundía sus raíces en una desregulación del mercado financiero-inmobiliario que permitió la creación de una inflación de los precios de los activos inmobiliarios verdaderamente espectacular. Cuando la burbuja explotó, las pérdidas de los bancos privados y de las cajas de ahorros ( que antes de la Ley 26/2013 eran, desde el punto de vista jurídico, fundaciones de naturaleza privada con finalidad social, finalidad mayormente traicionada por sus consejeros políticos extraviados ) amasaron una deuda privada que fue convertida en deuda pública poco después. Por si semejante socialización de las pérdidas bancarias no fuera suficiente, los bancos gozan del privilegio de recibir préstamos del BCE a un tipo de interés muy bajo con los que compran deuda pública a un tipo de interés notablemente más alto, negocio que les reporta suculentos beneficios. No parece verosímil que la socialización de las pérdidas y la privatización de las ganancias represente mecanismo económico de distribución ninguno que pueda generar bienestar social, igualdad relativa de recursos materiales ni, por tanto, libertad real. Más bien, sumisión a un parasitismo económico improductivo que extrae rentas no ganadas por el trabajo de la propiedad financiera e inmobiliaria y de mercados oligopolistas con barreras de entrada. Si a ello añadimos, como nos recordó el sr. García, el diseño neoliberal de la unión monetaria europea ( que, como vimos parcialmente más arriba, significó la pérdida de soberanía monetaria de los países de la zona euro y la sustitución del mecanismo de devaluación de la moneda por el mecanismo de devaluación interna competitiva mediante la bajada de salarios, el trabajo precario, la fiscalidad regresiva y la congelación de las pensiones-mecanismo este último claramente visible en los países del Sur de Europa-) nos encontramos ante un panorama social ciertamente desolador. Con todo: uno habría esperado de un representante de la izquierda real que, tal y como le espetó uno del público, defendiera a las empresas cooperativas socialistas antes que a las empresas capitalistas medianas y pequeñas, por mucho que estas constituyan el grueso del tejido económico de este país y den trabajo a muchas personas.

Estoy de acuerdo, por último, con la tesis del sr. Carmelo Romero                   (Podemos ) según la cual, y contra lo que dice la propaganda política oficial, estamos atravesando un periodo histórico en nuestro país en el que hemos pasado de la sociedad de la confianza ( con un modesto Estado de Bienestar ) a una sociedad neoliberal de la incertidumbre. No hace falta, en efecto, más que recordar el dato espeluznante de que la mitad de los jóvenes de este país no tienen trabajo ( y no nos olvidemos de los ciento de miles que han tenido que abandonarlo ). ¿Qué futuro les aguarda? ¿Disfrutarán de pensiones públicas? ¿Estarán en condiciones psicológicas adecuadas para vivir una vida decente? ¿No nos da vergüenza que, según nos informaba el sr. Romero, solo 100 familias españolas atesoran más riqueza que la mitad de la población? ¿Es esta una sociedad civilizada? No es extraño, por consiguiente, que el sr. Romero abogara por revertir esta contrarrevolución neoliberal al servicio del gran capital mediante un proceso constituyente que devuelva la esperanza al pueblo español. Más allá de ello, no cabe echar en saco roto las enseñanzas que se desprenden del largo proceso negociador del Gobierno de Syriza con el llamado Eurogrupo. La izquierda real española y europea debe aprender, al menos, dos lecciones: primera, que las personas que están al frente de las instituciones que gobiernan en Europa, señaladamente el espectral y nada democrático Eurogrupo, no atienden a razones; y segunda, que solo un gran movimiento social y político paneuropeo, como parece sugerir el genial economista político greco-australiano, Yanis Varoufakis, puede revertir democráticamente la injusta e insoportable situación de los pueblos del Sur de Europa.

En resumidas cuentas, la derecha política (neo)liberal concibe la relación entre libertad e igualdad como conectadas muy débilmente, donde una libertad empresarial capitalista genera en su despliegue casi irrestricto el sometimiento de buena parte de la sociedad. La izquierda política socialista real, en cambio, concibe la relación entre libertad e igualdad como conectadas decisivamente, del siguiente modo: una libertad real es aquella que no genera ningún tipo de dominación, para conseguir lo cual debe haber una igualdad material entre los hombres tal que, por decirlo con Jean-Jacques Rousseau, “nadie debe ser tan rico como para poder comprar a otro ni tan pobre como para verse obligado a venderse a otro”. Una sociedad civilizada es aquella que ha garantizado, en efecto, a todos sus miembros la existencia material de por vida ( y hay varias formas de lograrlo; entre ellas, la tan manoseada como pésimamente entendida Renta Básica Universal ). La izquierda debe alzaprimar la libertad a la posición original que siempre ha tenido en la tradición secular del republicanismo democrático y concebir la igualdad como un mero instrumento al servicio de aquella.

( Este texto es una versión ligeramente corregida y completada del  artículo original que fue publicado por entregas y en papel en El Diario de Soria los días 2 y 3 del mes en curso )

© Juan Manuel Martínez

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