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¿Hay vida más allá del turismo?

Expertos en el medio rural lamentan las trabas para fijar y recuperar población aunque confían en los programas de desarrollo

 RAÚL CONDE

En pos del cielo

En las calles de los pueblos de la España en blanco y negro, Guadalajara incluida, los niños correteaban en cuadrillas, las mujeres fregaban la ropa en los lavaderos públicos y el tabernero era natural de la villa. Hoy no. Las calles de esos mismos pueblos se han quedado casi vacías. Ya nadie lava al aire libre porque lo hace una máquina y las tabernas han dejado a oler a vino peleón para convertirse -con la ayuda de foráneos- en cómodas y modernas casas rurales. Los pueblos son en la actualidad unos suministradores de ocio para los habitantes de la gran ciudad. El objetivo consiste en combatir el estrés y olvidar la rutina. Los turistas buscan conocer las formas de vida de antaño, comer bien y, algunos, hasta conocer algo sobre las huellas culturales del lugar de destino. Pero, además del turismo, ¿cuál es la clave para fijar y recuperar población en eso que los técnicos llaman “medio rural”?

Los especialistas en desarrollo rural son, esencialmente, profesores de Geografía, promotores políticos de la materia y los gestores de programas de ayudas. Aunque, desde luego, quiénes más saben de toda esta problemática son los propios lugareños. Con motivo de la difusión del proyecto de asentamiento de nuevos pobladores en la comarca de la Sierra Norte de Guadalajara, los llamados “neorrurales”, Telemadrid, junto a otros muchos medios de comunicación, dedicaba un reportaje al asunto. El alcalde de Tamajón, Eugenio Esteban de la Morena, contaba con claridad cómo la gravedad de la situación estriba en que, sencillamente, se acaba la vida. La mayoría de los vecinos pasa de 65 años y así es difícil pintar el futuro de colores. La residencia de ancianos de Tamajón, por cierto, no tiene quien la atienda. 

Despoblación

Las cifras referentes a la desertización del medio rural en España son alarmantes. Según publicaciones del grupo “Leader”, más de 6.000 municipios españoles, lo que representa un 75% del total, tienen menos de 2.000 habitantes. En ellos sólo vive un 7% de la población. Estos datos son el resultado de la emigración a las grandes capitales durante las décadas de los sesenta y setenta. La población rural está masculinizada y envejecida. Afecta sobre todo a las provincias de la gran meseta central. Junto a Guadalajara, las menores densidades de población (inferiores a 25 habitantes/km2) se dan en Teruel, Huesca, Soria, Burgos, Palencia, Zamora, Ávila, Segovia, Cuenca, Albacete y Cáceres.

Las comarcas rurales se han visto afectadas por este éxodo, pero cada una de diferente manera. A partir de la década de los ochenta, “se asiste a una cierta recuperación demográfica de la que se benefician sólo algunas de ellas: las que se localizan en la proximidad de las grandes ciudades, las comarcas del litoral y de montaña, cuyos recursos naturales atraen al turismo y a los emigrantes retornados, y las de alta productividad agrícola”. En el resto, la llama sólo se mantiene gracias al aguante de la población autóctona y los programas de fomento del medio rural. Y ahí se encuentran las asociaciones locales, administraciones públicas, sindicatos, etcétera. Pero, detrás de la propaganda, cunden los problemas porque la misión es compleja.

Alternativas de empleo

Es difícil encontrar soluciones para el campo. Xavier Carbonell es colaborador del Consorcio para el Fomento del Desarrollo Socioeconómico de los Valles, comarca de la provincia de Huesca que, según las estadísticas, ostenta el triste récord de ser la provincia española con más pueblos deshabitados, cerca de trescientos. Este experto es uno de los cerebros del documento “Oficina de Acogida de Nuevos Pobladores – Pautas para su puesta en marcha”. Se trata de un proyecto de cooperación transregional en el que van a implicarse varios grupos de acción local de España. La idea pretende dar las claves en la fijación y recuperación de población en el medio rural, lo cual resulta muy complejo. “Si la estrategia fuera simplemente dotar de determinados servicios e infraestructuras al medio rural, terminaríamos pronto, pues la solución pasaría por activar políticas públicas de reequilibrio territorial, planificando adecuadamente los servicios a la población. Si se trata de apoyar iniciativas puntuales, innovadoras que espontáneamente o con el apoyo de determinadas líneas de subvención se están concretando en todas la geografía española, ya tenemos una herramienta en marcha como son los programas Leader y los Proder, que también pueden contribuir a atraer y fijar población a través de la promoción, difusión y revalorización del patrimonio cultural y natural”.

Aquellos que pretenden materializar iniciativas empresariales se topan con múltiples obstáculos. Hay promotores con muy buenas ideas, pero sin aval económico para arrancar. También hay dificultades para alquilar locales o acceder a una vivienda. Las líneas de ayuda, en su mayoría financiadas en gran parte por la Unión Europea, han ayudado a fomentar esta clase de industria turística. Pero el dinero comunitario se acaba en 2006 para algunas comunidades autónomas, entre ellas Castilla-La Mancha, que perderá así una fuente importante de financiación para las comarcas deprimidas. Aunque independientemente de las subvenciones, la cuestión que se plantean los gestores de programas de desarrollo local es la que sigue: ¿estamos dispuestos en los pueblos a acoger a más gente? ¿Estamos dispuestos, realmente, a ir a vivir a un pueblo? “Han sido casi más numerosas –escribe Carbonell-, y casi más estables también, las experiencias que han surgido espontáneamente, fuera de los programas de acogida”.

Encontrar vivienda

La principal lacra de los pueblos de la meseta es la despoblación. “Como somos pocos no nos llegan los servicios y como no llegan los servicios cada vez somos menos”. De esta forma, la emigración es causa y efecto del problema. Según cuenta Carbonell, “esta frase resumiría las razones por las cuales las familias abandonan los pueblos, especialmente en los núcleos pequeños (de menos de 1.000 habitantes), unido a la falta de puestos de trabajo diversificados (más allá de la agricultura y la construcción) y, sobre todo, a la falta de trabajo para la mujer”.

Los vecinos, a tenor de los programas ejecutados, valoran de forma positiva la llegada de nuevos pobladores. Pero advierten de los dos principales obstáculos: encontrar un trabajo y una vivienda. “En realidad la respuesta tiene más matices y los lugareños aluden a que también el déficit de servicios a la población en general, y la carencia de servicios específicos para los recién llegados, unido a posibles dificultades de adaptación entre los recién llegados y los locales, pueden complicar la acogida de nuevos pobladores”. Carbonell formula preguntas a modo de reflexión: ¿cómo explicamos la cantidad de casas vacías imposibles de alquilar? ¿cómo explicamos que no se contrate a la mano de obra que tanto reclaman determinadas empresas del ámbito rural? Y responde: “digamos que en los pueblos se desea que venga gente a vivir, pero cada uno tiene “su perfil” deseable o imaginado que no coincide forzosamente ni con el imaginado por los demás ni con las personas, no simplemente mano de obra, que finalmente se presentan a vivir en un pueblo”.

Perfil “neorrural”

El trabajo de campo realizado por varios grupos de acción local ha servido para trazar el perfil que debe concitar el “nuevo poblador”. Con matices, éste podría reunir las características siguientes: “1º) Personas de origen urbano, con escasa relación con el pueblo, que acuden por el efecto reclamo de alguna de las experiencias desarrolladas en la zona, especialmente por la promoción hecha a través de los medios de comunicación. 2º) Personas de nacionalidad extracomunitaria que vienen al pueblo con la esperanza de iniciar una nueva vida. Vienen atraídos por la diferencia de nivel de vida entre su país de origen y el país de destino. No discriminan zona rural o zona urbana ni a menudo el tipo de trabajo. Prevalece la diferencia de niveles de vida entre los países. 3º) Personas de la Unión Europea que deciden emprender en zonas rurales especialmente por las oportunidades y ventajas comparativas que les pueda ofrecer ese medio frente al medio urbano. 4º) Personas que van a los pueblos en búsqueda de una calidad de vida que consideran propia de las zonas rurales, y procuran seguir desarrollando su actividad profesional habitual en un pueblo, apoyándose en la libertad que le da ser profesional libre, la relativa cercanía a una capital de comarca, la disponibilidad de nuevas tecnologías, etc. 5º) Personas mayores que quieren jubilarse en su pueblo de origen”.

Estos condicionantes pueden varias en función del lugar y de sus gentes y, en todo caso, buscan una respuesta para la pregunta del millón que recuerda Carbonell: ¿qué hacer para que no nos entre la pena en invierno? Y más todavía: “cuando al fin les cogemos cariño a los recién llegados, esperamos veladamente que no se vayan, que echen raíces para siempre en el lugar de acogida sin plantearnos, por ejemplo, que una pareja que decide vivir en un pueblo puede decidir abandonarlo si cuando sus hijos crezcan se ven en la obligación de internarlos con 12 años lejos de casa”.

Más ayudas

Expertos del grupo “Leader” proponen lo siguiente para intentar atraer y fijar nueva población en el medio rural: a) Deben aplicarse políticas de reequilibrio territorial, altamente dependientes de voluntades políticas, poco sensibles al escaso peso demográfico de las zonas rurales. b) Los programas de desarrollo rural deben abrirse a estrategias que vayan más allá de lo que es promoción, difusión y apoyo a iniciativas empresariales. Han de apostar fuerte por medidas, que hasta ahora no se contemplaban, como son los avales e emprendedores y facilitar el acceso al alquiler de viviendas y locales. c) Si queremos que se quede y venga gente hay que dejarse de fundamentalismos identitarios. No podemos pensar que la integración debe ser unidireccional, y los propios programas de desarrollo en su dinamización deberían contemplar, para los que vengan, iniciativas que den pistas, por ejemplo, de lo que es la vida en un pueblo, así como promover, para los que se quedaron, intercambio con personas de otros mundos (urbanos, regiones, países) aparentemente lejanos y tan cercanos en realidad. La buena compañía es un lenguaje corporal universal.

Leader +, la última oportunidad para la Sierra

La asociación que ha gestionado los programas de desarrollo rural de la Unión Europea en la Sierra Norte de Guadalajara es ADEL. Trabaja desde 1994 y agrupa a 140 socios de la comarca, entre ayuntamientos, Cámara de Comercio, Asociación Provincial de Agricultores y Ganaderos, empresarios y otros agentes sociales y económicos. Su actual gerente, Laura Ruiz, asegura que la inversión en estos últimos años, con el Leader 2, sobrepasa los dos mil millones de las antiguas pesetas y que, gracias a ese dinero, ha sido posible la creación de más ciento cuarenta empleos, además de pequeñas empresas y, sobre todo, la habilitación de casas rurales y establecimientos similares. Los promotores que han certificado el final de las obras por las cuales recibieron la subvención, ya han cobrado. El resto, no. Ahora, con el Leader +, entre 2000 y 2006, la entidad tiene otros dos mil millones aprobados. “Estamos seguros que esto cala y que la comarca lo nota, de hecho, ahora mismo la línea de ayudas para casas rurales está agotada y hay lista de espera”. Hay requisitos de valoración: “si hay esa empresa en el lugar demandado, el tipo de persona que lo solicita, si va a ser autoempleo o a cuantas personas va a emplear, si son mujeres o jóvenes ganan puntos, y si son productos locales, qué grado de calidad, viabilidad del proyecto, financiación, en fin, todos los parámetros”. Los promotores de turismo rural, a juicio de Ruiz, suelen ser gente de fuera de la provincia, y el resto de líneas, como la del comercio, gente de aquí. La Sierra Norte de Guadalajara comprende 85 municipios minúsculos en los que viven dispersos en 170 entidades de población, un total de 14.022 habitantes. La cifra es pírrica si la comparamos con otras zonas rurales del Estado. Con una superficie de 3.340 kilómetros cuadrados, la densidad media arroja, con un índice de 4,2 habitantes por kilómetro cuadrado, un profundo nivel de despoblamiento. Esa ha sido la cruz desde los años del éxodo a las grandes ciudades. Y no es fácil recuperar población porque intervienen muchos factores geográficos y socio-económicos. Para ello, en conjunto con la Universidad de Alcalá, ADEL ha impulsado el proyecto de los “neorrurales”, con el cual se pretende gestionar y coordinar con los ayuntamientos la llegada de nuevos habitantes que cubran puestos de trabajo vacantes o, sencillamente, de nueva creación. Advierte Laura Ruiz que “estamos en la primera fase, así que hay que esperar”. Han respondido más de mil interesados, potenciales “neorrurales” en el futuro, mayoritariamente españoles, gente cansada de las ciudades. Llaman y exponen en aquello que les gustaría trabajar. El trabajo de la Universidad de Alcalá y ADEL es adecuar esa petición al interés de los ayuntamientos. Interesan, sobre todo, jóvenes con hijos y con ganas de trabajar. Francisco Domingo es el alcalde de Sigüenza y presidente de la mencionada asociación. Desde su despacho en el ayuntamiento seguntino explica que “el futuro que tiene la comarca es el turismo y muchas veces me pregunto cómo no hay una agencia de que guíe al turista por toda la comarca, queda mucho camino por hacer. También el futuro de medio rural lo veo claramente por internet y el teletrabajo. Vamos a intentar que la gente que se ha ido, regrese, y con un empleo”.

© Raúl Conde
raulconde@galvedesorbe.com
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