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Cineasta
Luis Herrero, muestra en un reportaje de algo más de veinte minutos, los acontecimientos, dramáticos, que sucedieron en Vitoria los primeros días de marzo del año 1976. Muerto Franco, muchos españoles pensábamos que, una vez la dictadura finalizada, los problemas se iban a solucionar, o al menos se iban a suavizar. Nada más lejos. Los obreros, siempre los más damnificados, decidieron acudir a la huelga pacífica a fin de lograr algo tan humano y necesario como la mejora de sus condiciones salariales. Se reunían en varias parroquias pero las asambleas generales tenían lugar en la parroquia de San Francisco de la capital alavesa. El día 3 de marzo de 1976 había una asamblea convocada que hubo de ser suspendida por la intervención de la policía. De inmediato se convoca otra. La fuerza pública rodea la iglesia, pero dentro ya había miles de obreros. Se escuchan las conversaciones de la policía: “Si hay gente a por ellos”, “Pero se meterán en la sacristía”. Hacen una intentona, pero las pitadas y abucheos de los allí reunidos les hacen retroceder. “Esto está muy mal”, “A palo limpio”, “Desalojen la iglesia como sea”, “Está repleta de tíos” (había también mujeres y niños), “Gasead la iglesia”. Y la gasean, y disparan, y lanzan piedras... Los obreros van saliendo de lo que es una imagen para después de la batalla. La fuerza de orden público que actuó fue la Compañía de Reserva de Miranda de Ebro y la Policía Armada de Vitoria. El resultado fue tres muertos en esa jornada y dos más tarde a causa de las heridas sufridas. Dos días después, en la Catedral de Vitoria, tuvieron lugar las exequias por los obreros asesinados. El sacerdote, en la homilía, se muestra muy duro con la policía y con la entrada de éstos a las iglesias, y en la manifestación que sigue para enterrar a los muertos, miles de personas gritan, “Gloria a los muertos del mundo del trabajo”, “Muertos obreros el pueblo os vengará”. De nuevo se oye la radio de los polícias quejándose de que rozan los coches y la respuesta “Trata de evitar el confrontamiento”. El ministro responsable era Manuel Fraga Iribarne y el gobernador de Vitoria Rafael Landín Carrasco. Rodolfo Martín Villa era también ministro. Fraga se desplazó a visitar a los heridos y aguantó que uno de ellos le llamara asesino. Los muertos fueron: Pedro María Martínez Ocio, 27 años. Francisco Aznar Clemente, 17 años. Romualdo Barrosa Chaparro, 19 años. Más tarde, a causa de las heridas, Juan Gabriel Rodrigo Knajo, en Tarragona y Vicente Antón Ferrero, en Basauri (Vizcaya). Luis Herrero ha manejado toda esta información sin alterarla, presentándola en toda su esencia y dureza, pero sin recrearse en ella. Ha mantenido el sonido de los hechos y ha conseguido un documental imprescindible para entender lo que sucedió aquellos primeros días de marzo de 1976.
FICHA:
La Confederación Nacional del Trabajo (CNT) fue, desde su fundación en el año 1910 hasta el final de la guerra civil, el sindicato con más presencia en el mundo laboral, especialmente en el barcelonés. Se trataba de una confederación de sindicatos de ideología anarcosindicalista. Durante siete años, de 1923 al año 1930, la CNT estuvo ilegalizada por orden del general Primo de Rivera. En plena guerra llegó a contar con alrededor de un millón de afiliados. En el año 1936, la CNT llegó a tener cuatro ministros cenetistas: Federica Montseny (Ministerio de Sanidad); Juan García Oliver (Ministerio del Interior); Joan Peiró (Ministerio de trabajo); y Juan López (Ministerio de Comercio). Si a partir de observaciones más o menos particulares se llega al principio implícito de ellas, podemos afirmar que la CNT fue el sindicato preferido durante la II República. Digo esto, porque a través de los expedientes de Responsabilidades Políticas del Tribunal de Burgos, referidos a una pequeña provincia como la de Soria, no con tan reducido número de habitantes como en la actualidad, se sabe de manera fehaciente que el número de afiliados a la CNT triplicaba a los de la UGT. Todos los afiliados, tanto a un sindicato como al otro, fueron encarcelados, multados y, en casos que los juzgadores consideraran muy graves, condenados a pena de muerte. Lo que Herrero retrata en El Entusiasmo, es la reconstrucción en 1976, cuarenta años después del inicio de la guerra, de ese mítico sindicato que contó entre sus afiliados a personas luchadoras, honradas y muy decentes. Conocí a algunos en Soria que habían intentado reconstruirlo, que se reunían para dialogar en un a modo de ateneo, que leían y gastaban el poco dinero de que disponían precisamente en libros. Unos cuantos lo consiguieron, pero poco más que eso: conseguir un carnet que fue quemado, tras el golpe de Tejero, en febrero de 1981, por si acaso. Herrero, en esta interesante película documental, refleja, ya desde el principio (“Tira goma, fuerte, bien dada”, se escucha decir por radio a la policía), la dificultad, pese al entusiasmo, para reconstruir el sindicato recién muerto Franco, con un franquismo todavía presente en el gobierno, la jefatura de Estado, la Judicatura y, especialmente, el ejército. Y con un Martín Villa, apodado “la porra de la Transición”, campando a sus anchas. No hay que olvidar que la CNT le llevó a los tribunales por haber introducido un topo en el sindicato, Gambín de nombre, apodo o apellido, tal vez el inductor del incendio provocado en la sala de fiestas Scala, de Barcelona. A tres meses de la muerte de Franco, intentaron la reconstrucción de la CNT, hecho este que es el motivo principal del trabajo de Luis Herrero en El Entusiasmo. La primera asamblea tuvo lugar en la parroquia barcelonesa de Sant Medir, ubicada en el emblemático barrio de Sants, donde se generaron muchas protestas obreras, empezando por los terrenos de la España Industrial. Después llegaría las reuniones en la plaza de las Beatas, de Barcelona, el mítin de Mataró (octubre de 1976), la huelga de Roca, en Gavá, un mes después y, ya en cadena, la lucha en el Baix Llobregat. Imágenes impactantes de lucha obrera, de libertad también, impensable a día de hoy, de fiesta como reivindicación de libertades, en un año durísimo, donde el franquismo no era precisamente residual, si no que, muerto ya el dictador, seguía en todo su apogeo represivo. Todo ello recordado por Ana Sigüenza (militante CNT), Leopoldo García (abogado), Pepe Ribas (director Ajoblanco), Pepe Sánchez (militante de la CNT), Dolors Marín (historiadora), Rodrigo Márquez (ex-mlitante CNT), Bernat Muniesa (historiador), Gabriel Villanueva (ex-militante CNT), Jesús García (ex-militante de la CNT), Pablo Carmona (historiador), Joan Zambrana (historiador), David Castillo (escritor), Luis Edo (ex-militante de la CNT), Iñaki García (activista libertario), Carles Sanz (militante CNT), Canti Casanovas (dibujante). Un gran trabajo de Luis Herrero. Otro tanto puede decirse de los anteriores: Vitoria, marzo de 1976, mediometraje y El largo túnel, cortometraje de 2020. Cuenta, gracias a su buen hacer, con varios premios.
FICHA:
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