Novela histórica relacionada con Soria

La narrativa de Isabel Goig Soler

 

 

Ysabelis, Regine Maioricarum. 2009.

Han pasado más de seiscientos años desde la muerte de Isabel de Mallorca y ningún escritor o escritora se ha atrevido hasta ahora a escribir una monografía sobre la última representante dinástica del Reino de Mallorca. Por este motivo, esta novela tiene la fuerza y la capacidad de su originalidad.

La autora, con un soporte documental de primeras fuentes, hasta ahora nunca estudiadas, junto con su propia lectura de los historiadores clásicos baleares, ha labrado y librado un trabajo espectacular: Isabel de Mallorca.

El lector ha de saber que la escritora ha visitado, o mejor dicho, “ha vivido” Mallorca en diversas ocasiones. Esta vivencia, no podrá separarse nunca de ella. También, a la hora de decidirse a comenzar toda la obra visitó Perpinyà y el castillo de los Reyes de Mallorca, donde el personaje histórico principal de la narración nació.

Estos viajes siempre se habrán de tener en cuenta a la hora de analizar su creación y el impacto que produjeron sobre la autora, sobre todo Mallorca, la mar de Mallorca. No es que la autora desconociese la compañía del mar y su atracción, muchas son sus largas estancias en Creixell que la acercan al mar.

Era un luminoso día de noviembre y se sentó bajo la sombra imponente de la Seo mirando el mar, dejándose llevar por su imaginación. Se encuentra dentro de un tiempo lejano donde Isabel de Mallorca y su hermano Jaime jugaban y corrían por arriba y por abajo con la inocencia de la infancia, ignorando los acontecimientos presentes y futuros que envolverían y marcarían sus vidas en un destino inevitable, sometidos a las penurias y caprichos de la vanidad humana.

Como anécdota de aquella situación, puedo decir que su hija Leonor, que la había acompañado en aquel viaje a Mallorca, y yo, la hubiéramos podido dejar horas y horas sin que aquella mujer se hubiese dado cuenta de nuestra ausencia.

Esta mirada y pausada estancia dentro del entorno, dentro de la naturaleza, quizá cogida –sin que ni ella misma se diera cuenta- del cielo de Soria, tiene su finalidad: tocar la tierra. Sentir sus olores, saborear sus frutos, compartir con la gente del lugar… y al fin adentrarse hasta su alma, para más tarde, al no estar presente, añorarla con todos los sentidos.

Esta es la génesis de su obra, de toda su obra, que aquí ha sabido extraer y conjugar con el fondo de la historia bajo una pluma maestra, innata, para hacer su creación literaria.

La esencia de la novela es la vida de Isabel de Mallorca. Mujer, hermana, esposa, madre, reina… pero por encima de todo, sobresale la figura del personaje que Isabel Goig ha sido capaz de dar vida. Vida a unos ojos, tristes, desgraciados y desconocidos. Vida a un corazón y a un cuerpo que nadie sabe dónde está. Vida a un espíritu y a un alma que nunca perdió la esperanza. Vida a vida, y esta era Isabel de Mallorca.

Josep Mas i Llaneres. Del prólogo para la novela Ysabelis, Regine Maioricarum. 2009, de la que es autora Isabel Goig Soler.

 

El historiador francés Lecoy de la Marche (1839-1897), había investigado entre los documentos de la Casa de Anjou, heredera finalmente de los derechos del reino de Mallorca, y entre ellos localizó el testamento de Jaume IV o del Infante Jaume de Mallorca. Estaba en la sede de París del Archivo Nacional de Francia. Fue transcrito del latín por mosén Josep Estelrich i Costa, de Sant Joan (Mallorca). Jaume falleció en Soria y redactó su testamento en casa de arcediano de Soria, Juan Ferran, ante el notario Martin Ferran, con su hermana Isabel presente (quien heredará todo lo suyo) y ante quien sería más tarde duque de Medinaceli, en la fecha conde de Medina, y Pedro Martín, custodio de la Orden de San Francisco, en Soria. Era el 16 de febrero de 1375.  (El testamento de Jaime IV de Mallorca).

Es decir, la novela está basada en documentación original, tanto del mencionado testamento como de la hallada en el Archivo de la Corona de Aragón, sito en Barcelona. Para tratar de confirmar el enterramiento del último rey de Mallorca, como se hacía llamar, pese a que su tío Pedro IV de Aragón, el Ceremonioso, hermano de su madre, Constanza de Aragón, se lo había arrebato a su padre, Jaume III, en la Batalla de Llucmajor, se llevó a cabo una excavación arqueológica en lo que fuera presbiterio de la iglesia de San Francisco, en Soria. Primero con Condor Georadar. El entonces delegado de la Junta de Castilla y León en Soria, doctor Carlos de la Casa, se implicó en esta primera fase, financiándola. Unos meses después, y a la vista de la existencia de cripta en dicho presbiterio, algo que se ignoraba, el Grup Jaume IV, de Mallorca, bajo la dirección técnica de la arqueóloga Helena Inglada, dio comienzo a una excavación dando como resultado la constatación de la existencia de la cripta sin que pudiera ampliarse más la investigación por falta de recursos económicos fundamentalmente, aunque a ello coadyuvó la situación política de las Islas Baleares.

Ysabelis, Regine Maioricarum

 

La Panadera del Rey. 2013.

Esta narración, basada en hechos reales, no hubiera sido posible si mi amigo José Vicente de Frías Balsa no me hubiera entregado un día, en el Archivo Histórico de Soria, una carpeta con un expediente fotocopiado, a la vez que me decía: “Esto es una novela y la tienes que escribir tú”. Roma locuta causa finita. Aquí está.

1689. En aquel momento histórico era, sin duda, el Colegio de Santa Catalina el edificio más remarcable de la Villa Episcopal, después de la Catedral. Don Pedro Álvarez de Acosta, portugués cuando todavía Portugal no había sido tomada por las armas de Felipe II (aunque también, y según la política de la época, le perteneciera por mor de los enlaces regios entre primos hermanos), se había empeñado en su construcción, como más tarde se empeñaría don Sebastián en la del Hospital de San Agustín. Y de aquella exigencia, con piedras de Osma, quedaría para la posteridad un edificio de portada plateresca, con los escudos del portugués jalonando la imagen de la santa Catalina, una rueda, la misma que muestra en su escudo el pequeño pueblo natal del santo varón, Alpedrinha, en Portugal. Y sobre ellos, advirtiendo al mundo de su poder, el del Imperio donde nunca se ponía el sol. Un edificio hermoso y reluciente de dorado.

Por la monumental escalinata de su interior, que partía de un hermoso patio columnado, subían y bajaban colegiales pobres, pero de sangre limpia demostrada por la aportación de legajos y más legajos de sus antepasados, de declaraciones juradas, y de estudios genealógicos sobre sus apellidos. Todos cristianos por los cuatro costados, ni conversos, ni marranos, ni moriscos. Así eran las cosas. 

Se estudiaba allí, y de aquel colegio, donde los colegiales, además de la sangre limpia debían tener capacidades intelectuales, saldrían quienes colaborarían a dar forma a las órdenes reales, a sellar y dar fe de las decisiones particulares, a controlar pesos y vigilar el cumplimiento de las leyes, en fin, de lo relativo al cuerpo administrativo y burocrático de la España Imperial.

La Panadera del Rey cuenta la historia que el profesor De Frías Balsa entregó a Isabel Goig. Un estudiante en la universidad burgense de Santa Catalina, natural de Moros (Zaragoza), requiere, y consigue, de amores, a la hija de una panadera de El Burgo de Osma, y la deja embarazada. La madre, una ambiciosa de armas tomar, denuncia al mozo motivando un escándalo importante, tanto, que llega hasta la Corte de Carlos II.

La historia de la familia continuó hasta la muerte de la protagonista, generando más documentación también, como la localizada por Frías, en el Archivo Histórico Provincial de Soria.

La Panadera del Rey

 

La Vara de la Libertad. 2013.

Los protagonistas de esta historia son Antonio Cabrero Santamaría y Valentín Llorente Benito. El primero, nacido en Ponzano (Huesca), vivió durante años en Pitillas (Navarra), donde, los últimos meses antes de que diera comienzo la Guerra Civil, ejerció la labor de alcalde sosteniendo con dignidad la Vara de la Libertad. Valentín había nacido en Valdemadera, residía en Igea (ambas localidades de La Rioja), y ejercía de maestro en Fitero (Navarra). El último mes y medio de la vida de ambos lo vivieron juntos, en la Sierra de la Alcarama, en el término de Fuentebella (Soria) hasta que, el día 3 de septiembre de 1936, fueron asesinados en esa misma sierra que les había acogido. Hasta el día de hoy sus restos no han podido ser recuperados.

La historia fue transmitida oralmente por el nieto de Antonio, Ander Cabrero, y su compañera, Maite. Ellos habían llevado a cabo una investigación de campo durante años, entrevistando a decena de personas, que se completó con los escasos documentos que pudimos hallar. La novela narra, fundamentalmente, el mes y medio que pasaron escondidos en La Alcarama.

La Vara de la Libertad

 

 

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