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Villar del Río es en la actualidad un municipio de Tierras Altas que
agrupa quince pueblos, la mayoría de ellos deshabitados o con tan pocos
habitantes que podrían escribirse con un solo dígito, excepción del
propio Villar del Río, Bretún y Huérteles. Baste decir que la población
de todo el municipio contabilizaba en el año 2010 ciento ochenta
habitantes que han bajado, en el 2013, a 159. Muchos de sus pueblos
pertenecieron en su día a la Comunidad de Villa y Tierra de Yanguas.
Esta comarca natural, al Norte del Sistema Ibérico, delimitada por las
sierras del Alba, Camero Viejo y Hayedo de Enciso, de relieves viejos y
redondeados, gana en extensión y grandeza lo que no tiene de altura. Son
tierras de antigua trashumancia, donde nacen algunos ríos que van a
parar al Ebro, sellada con icnitas, y grande a la vista, estuvo bien
poblada en su día y hoy, algunos de sus pueblos muestran los esqueletos
de lo que fueron casonas de piedra, iglesias bien dotadas en mandas
testamentarias, ermitas de las que queda el topónimo, y unas gentes
fuertes que se resisten a abandonar los lugares de sus antepasados.
Comenzamos la ruta por
Villaseca Bajera, despoblado muy cercano a la
carretera, en buena situación, lo que hace más incomprensible su estado
de ruina. Mientras que Villaseca Somera (que aún mantiene población),
albergó gran número de merinas, en la Bajera el ganado que se catastra
en la Ensenada es todo churro. La iglesia conserva parte de su
estructura, abovedada, y restos de hornacinas-sepulturas. En una de
ellas se mandó enterrar Ana Morales, viuda de Francisco Malo, quien
mandó fundar mayorazgo y vínculo con condición de que se conservase el
apellido Morales. Tenía propiedades tanto en las dos Villasecas como en
Muro (AHPSO. PN. 2772-4731).
El destino final de la excursión era Aldealcardo y, si hubiera sido
posible llegar, Ontálvaro. Pero antes hicimos una parada en Yanguas,
porque es difícil sustraerse al encanto de esta villa serrana, del río
Cidacos, de su precioso entorno vegetal, y porque queríamos fotografiar,
para una próxima publicación, un grabado que dejara en piedra, en el
lavadero, un guasón yangües, creemos que zapatero, donde se lee algo
relacionado con las mujeres lavando y hablando sin parar.
Aldealcardo
Como hacemos con
frecuencia, volvemos la vista atrás (preferiríamos no tener que
hacerlo), y nos sorprendemos, una vez más, de las ruinas de Aldealcardo.
Hubo allí, en los siglos XVII y XVIII, ganado merino y churro, 41
vecinos en el Catastro de la Ensenada dedicados a la trashumancia y
algunos a la trajinería, y vivía la familia De las Heras, que generó
abundante documentación y propiciaron obras importantes en la iglesia.
Se accede al
pueblo por una carretera en relativo buen estado y destaca en la parte
alta, como en todos los pueblos, la iglesia. La soledad y el silencio
dominan un espacio donde ninguna construcción, salvo las ruinas de la
ermita de San Roque, a un kilómetro del caserío, interrumpe la visión de
un bosque tupido y grandioso. Si acaso distrae algo una cruz en el
interior del cementerio, frente a la iglesia, con las letras borradas,
donde todavía permanecen unas flores de plástico dejadas allí hace,
quizá, muchos años.
La Iglesia de San Clemente, de final del siglo XVI, es espaciosa y
algunos elementos constructivos, como arcos, columnas y el arranque de
la escalera que sube al campanario (lo que pudimos ver) son, como los de
La Cuesta, de conglomerado donde abunda el granito. La pared frontal del
presbiterio ha sido pintada por graffiteros. Da idea de la grandeza que
tuvo este templo, las imágenes conservadas en el Museo de la Catedral de
El Burgo de Osma, todas fechadas a lo largo del siglo XVII: La Piedad,
Crucificado (pintura), Santa Lucía, San Clemente, Anunciación, San
Francisco, Virgen y San Juan, Inmaculada, San Antonio, San Juan Bautista
y San Juan Evangelista. Por fortuna, su traslado a El Burgo ha impedido
su robo y podemos contemplarlas bien conservadas.
Ontálvaro
Pero quizá lo más impresionante de este pueblo no sea él mismo, sino
otro al que no pudimos llegar, unido administrativamente a él en
tiempos, y del que al parecer no quedan ni las ruinas. Se trata de
Hontálvaro u Ontálvaro. Gonzalo Martínez, en su publicación sobre las
Comunidades de Villa y Tierra, da el año de 1594 como fecha en la que
se ha encontrado documentación, pero en la sección de protocolos
notariales del Archivo Histórico Provincial de Soria, aparecen
documentos del siglo XVII. Concretamente, el 30 de septiembre de 1610,
Juan Blazquez, de Ontálvaro, y su mujer Isabel Blázquez, de Aldealcardo,
hacen testamento y mandan a la iglesia de Santa Ana, del lugar de
Ontálvaro, una pieza de tierra en la rregadera (PN. 2772-4731).
El 23 de junio de 1612, Antón Martínez, de Ontálvaro, vende a Diego
Martínez, de Los Campos, unas piezas de tierra. Este despoblado de
Tierras Altas, pasó de ser barrio de Aldealcardo a serlo de La Cuesta en
algún momento de su historia.
Visto ya que en el siglo XVII vivían vecinos y su iglesia, dedicada a
Santa Ana, seguía en pie, diremos que hubo en este pueblo del que sólo
queda el nombre, un manantial de aguas que atraía a gentes de La Rioja y
Soria en busca de alivio para sus enfermedades. Reproducimos algunos
artículos publicados en el siglo XIX.
El Avisador Numantino. 10-6-1883.
“Aguas
sulfurosas de Ontálvaro (Aldealcardo). El 1º del actual ha quedado
abierto para la humanidad doliente este Establecimiento, que no dudamos
adquirirá de día en día mayor fama, si el público le presta igual apoyo
esta temporada que la pasada, en la cual acudieron doble número de
enfermos que el año anterior. Los buenos efectos obtenidos en toda clase
de enfermedades herpéticas, catarros gástricos y hepáticos crónicos,
afecciones laríngeas, y en fin, en todas aquellas enfermedades donde se
precisara una medicación diurética o laxante, hizo en el año próximo
pasado que muchos enfermos volvieran en el mes de Septiembre a
aprovecharse del benéfico influjo de estas aguas. De todas partes
acudieron y en donde hay una extraordinaria fe en ellas, es en la
próxima comarca de Cameros. Mucho contribuye a ello en primer lugar la
facilidad que en las comunicaciones ofrece el coche diario de Soria a
Calahorra, y además los atractivos que los que busquen tranquilidad y
economía encuentran en las cómodas hospederías de Aldealcardo, y los que
ofrece la villa de Yanguas a los que prefieren pasar la temporada más
alegre y distraída tomando las aguas desde este punto. Los dueños por su
parte no han omitido sacrificio alguno en aras de la humanidad doliente,
y el Administrador D. Francisco Sánchez, ha hecho notables mejoras en su
casa, hospedería de Aldealcardo, para que los enfermos puedan encontrar
en ella todas las comodidades posibles.
El Avisador Numantino. 5-8-1883.
“Por
tierra de Yanguas”. (…) Villar del Río, está llamado a ser cuartel
general de los valientes y decididos bañistas que se determinen a
escalar las alturas que conducen a los balnearios (digámoslo así) de
Ontálvaro y de La Cuesta. (…). La subida de Villar a Ontálvaro hay que
hacerla en dos jornadas. La primera, comprende la distancia que se
recorre hasta Aldealcardo, hospedería obligada de los que quieren hacer
la novena medicinal, y punto donde radica la administración oficial de
las aguas; la segunda, siempre monte arriba, y hasta rebasar las nubes,
desde este desdichado pueblo, notable sólo por su total carencia de
arbolado, hasta la caseta que encierra la milagrosa fuente sulfurosa.
Esta doble ascensión, y otra tercera que aun es necesaria para espaciar
la vista por entre las ruinas del yermo pueblo que a la fuente da
nombre, me han permitido a mí realizar aquel dicho “Desde Madrid al
cielo” que tan frecuentemente se escucha a los que tienen nostalgia de
la corte. Si cielo se llama a la altísima esfera bajo la cual flotan las
nubes ocultando aquella a la vista de los mortales, cualquiera que hasta
Ontálvaro ascienda, tiene a su alcance la satisfacción de poder dar un
paseo por las mansiones celestiales. (…)”.
Recuerdo de Soria nº 4, 1884.
“Ontálvaro y La Cuesta. En el primer sitio y a tres kilómetros de la
importante villa de Yanguas se encuentra un manantial de agua
minero-medicinales, de las cuales, si bien no se ha hecho un análisis
completo y exacto, resulta, por los ensayos practicados en ellas, ser
muy parecidas en su composición química a las renombradas de Grávalos, y
tienen idénticas aplicaciones coronadas por un buen éxito. Estas
figuraron el la Exposición de Minería celebrada en Madrid, y a pesar de
no tener en su abono el decorado de lujosa instalación, que no deja de
ser factor importante en esta clase de certámenes, fueron premiadas por
el Jurado con medalla de bronce. Hace dos o tres años las denunciaron,
para intentar su explotación, algunos vecinos de Yanguas, los cuales
construyeron un trozo de camino que partiendo del punto donde radican
enlaza con la carretera de Calahorra, allí próxima. Las que brotan en el
pueblo de La Cuesta (y están de las primeras un cuarto de hora de
distancia) son menos sulfurosas, pero de efectos más purgantes. Muchos
individuos de la denominada tierra de Cameros, bastantes naturales del
país, y algunos de la capital concurren a hacer uso de ellas conociendo
las saludables propiedades de que están dotadas, y aun soportando las
numerosas molestias de un viaje, que siempre es incómodo cuando no se
realiza con arreglo a los modernos adelantos del siglo”. Fuentes
medicinales. Bonifacio Monge.
La Cuesta
Volvemos a la
carretera y a muy pocos kilómetros está La Cuesta, felizmente habitada
aunque por muy pocos vecinos, siete dice el censo, llegados dos de
ellos, los más jóvenes, desde Barcelona, y otros de La Rioja. No es la
primera vez que se escoge este pueblo para intentar recuperarlo y
residir en él. Hace ya muchos años se instaló un grupo de jóvenes a fin
de rehabilitarse de ciertas prácticas nocivas, y dejaron una arquería
blanca y roja que se ha ido convirtiendo en santo y seña de esta
población, ya que se ve a distancia. A la entrada de La Cuesta hay una
casa rural con el nombre de El pajar del búho. Se puede pasear bien y
recorrer el pueblo, donde han arreglado un pozo y mantienen las calles
transitables las pocas, pero entusiastas personas, que allí residen.
Sí hubo en La
Cuesta trashumancia, más de nueve mil cabezas en el siglo XVIII, sólo de
merino, la mayor parte de ellas en la propiedad de doña María Magdalena
Sáenz de Camporredondo, viuda, del estado noble. Residían treinta y
cinco vecinos. Uno de ellos sería el propietario del edificio que más
llama la atención de este pueblo, un palacio con entrada no muy grande,
pero jalonada con columnas y frontón curvo rematado en volutas y un gran
escudo con la leyenda Armas de los Río, familia que aparece
frecuentemente en documentos notariales de la época.
La iglesia,
creemos que advocada a la Asunción, aunque también hemos encontrado el
nombre de Los Valles es, al igual que la de Aldealcardo, del siglo XVI.
Está también construida con conglomerado abundante de granito y en
avanzado estado de ruina. En su interior había dos retablos, en la
actualidad en la Catedral de El Burgo de Osma, uno titulado La entrega
de la casulla a San Ildefonso, y el otro de San Benito, ambos de
mediados del siglo XVII. Dada la confusión de datos que hemos
encontrado, tanto en el artista encargado de la ejecución, como en las
fechas, omitiremos comentario alguno hasta que hallemos el contrato en
los protocolos notariales. Mientras, hemos transcrito el los documentos
encontrados por nosotras hasta la fecha.
Antes diremos que
tuvo también La Cuesta un personaje ilustre, artista, de quien se ocupó
Anselmo Romero Marín (Celtiberia nº 81-81, 1991). Se trata de Bernardo
Martínez del Barranco (1738- Madrid, 1791), bautizado en Taniñe, el 27
de agosto de 1738, de padres naturales de La Cuesta y tal vez él mismo
nacido ahí, aunque fuera bautizado en el pueblecito cercano. Fue
discípulo de Antonio Rafael Mengs (1728-1779) y de Corrado Giaquinto
(1703-1765), de quien se conserva un cuadro en la parroquial de
Recuerda. Pintó Martínez del Barranco retratos de personas importantes,
entre ellos el del rey Carlos III. Ingresó en la Real Academia de San
Fernando en 1760, donde llegó a ser académico de mérito.
Hemos escrito
líneas arriba que en la actualidad hay personas censadas en La Cuesta.
Dos de ellos llegaron desde Barcelona y compraron una casita, son Laura
Martínez Urmeneta y Javier Montaña Collado. Si les dejan vivir en paz y
armonía con el medio ambiente, podrán seguir adelante con sus productos
naturales La Cuesteña, principalmente centrados en el jabón. No sabemos
si, cuando las dos cabras que tienen crezcan y la hembra para, les
dejarán hacer queso aunque sea para comerlo ellos mismos. De momento,
crucemos los dedos.
Documentos
relacionados con La Cuesta.
Contrato entre
Alº Lasheras y Pedro de Samiguel.
En rraçon de
la fabrica de la Capilla. En Yanguas a treinta de julio de mil
seiscientos doce.
Alonso Las Heras,
vecino de La Cuesta y Pedro de San Miguel, maestro de cantería, vecino
de Galizano y residente en la Merindad de Trasmiera se conciertan porque
es la voluntad de Alonso Las Heras para gloria y onrra de Dios y en
aumento de la iglesia de la Questa hacer una capilla. Se concierta
con Pedro de San Miguel para que la ejecute él y sus oficiales. Ha de
ser en el lado del Evangelio, previa licencia del obispado y conformidad
de los vecinos. Se detalla la cimentación y el ancho de las paredes. Una
de las condiciones es que Alonso de las Heras ha de dar al maestro
madera, tablazón y clavos a pie de obra. La arena y piedra que se
quitare de la pared la puede usar el maestro. El resto de materiales,
agua, piedra cal y arena, ha de ser por cuenta del maestro. Alonso Las
Heras pagará a Pedro de San Miguel, tres mil trescientos reales, un
tercio al comenzar, otro en ducados (100), hacia la mitad del trabajo, y
el resto al finalizar la obra en el tiempo de un año. (AHPSO. PN
2773-4733).
Otro. El
encabezamiento no se lee por el mal estado. Está fechado el 30 de enero
de 1649. Se conciertan Christoval Mz, ensamblador, como principal, y Dº
Sanz dorador como su fiador y principal cumplidos y pagador. El primero
ha tratado y concertado con Juan del Río, de La Cuesta, jurisdicción de
Yanguas, patrón de la obra pía que fundó Baltasar del Río, su hermano,
difunto, hacer un retablo en la iglesia parroquial del lugar en las
condiciones siguientes: lo primero que el retablo ha de ser de madera de
nogal seca y buena y de la forma y manera que el que está en dicha
iglesia en la capilla de Francisco del Río con la sola diferencia de la
escultura, que ha de ser a disposición del patrón lo que toca a las
figuras. Ha de ser a tasación del licenciado Joseph de las heras y del
licenciado Pº Ximenez de Verrueço y del arcipreste y cura de La Cuesta
que es el licenciado Domingo Pérez (AHPSO.
Había en La Cuesta una imagen de la Concepción que sirvió de modelo para
otra de la ermita de la Virgen de la Peña, de San Pedro Manrique, según
el contrato entre el licenciado Jorge de Muro, cura y beneficiado de La
Peña, y Pedro Oliver, escultor, de Corella (Navarra), firmado en San
Pedro Manrique el 20 de noviembre de 1658.
Ha de
ser con su peana de altar de media vara la imagen y la peana de una
tercia “laqual adeser dela forª y manera que ay otra en el lugar dela
Cuesta (…) con ropa de madera sin que sea mas ni menos en forma a la
hechura de la que esta en el lugar dela Cuesta.
© soria-goig.com
© Fotos: Leonor Lahoz
Mapa
de la zona
Mapa de la Sierra (145 KB)
(100kb,
incluye sendero GR 86)
La
Cuesta y el misterio de la sábana blanca,
en el blog de Juan Carlos
Aldealcardo,
Faustino Calderón
Ermitas en
Aldealcardo, IDOUBEDA
Ermitas en
La Cuesta, IDOUBEDA
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