Son casi
treinta años recorriendo las tierras sorianas y todavía algunos pueblos
(pocos), algunos despoblados (más) y muchos rincones nos siguen
sorprendiendo. A propósito hemos ido dejando en la carpeta del “para más
tarde”, algún lugar, por aquello de no tener toda la provincia recorrida
y Valduérteles fue uno de ellos hasta el pasado viernes 20 de mayo. El
día era espléndido y decidimos llevar con nosotras a Jordán, el
pequeñísimo de la familia, para que se fuera ya acostumbrando a los
paisajes de su tierra natal y de casi todos sus ancestros.
Para
llegar a Valduérteles hay que tomar en Garray la carretera SO-615 a
Yanguas y, entre los kilómetros 32-33, desviarse a la izquierda por
Villaseca Bajera, antiguo pueblo a pie de carretera y, pese a ello,
deshabitado y arruinado. A unos tres kilómetros se llega a Valduérteles.
Se alza 1075 metros. Sus casas, de piedra, se arraciman y casi esconden
en una ladera que se abre a un espacio de huertos por donde discurre el
río Cidacos, al que se le ha unido el Baos. Sólo tiene dos calles bien
definidas, enlosadas, una que sube a la iglesia y cementerio y la otra,
empinada como la anterior, que baja a los huertos. Una fuente a la
entrada del pueblo recoge el agua de arroyuelos que se forman en Las
Villasecas y discurren, convertidos en uno, por debajo de un puente de
piedra de medio punto rebajado.
Otro arco
de las mismas características que el anterior, pero más ancho, salva las
dos orillas del río Cidacos y forma, con una pared de contención del
agua por encima de la cual discurre un viejo camino, un hermosísimo
conjunto de vegetación, agua y piedra. “Maldito pueblo sin río”,
exclamaba Bernarda Alba.
Poca
documentación hemos encontrado de Valduérteles, aunque no sea muy
necesaria, pues basta con el recreo para la vista. Pero todos los
pueblos tienen su historia, por humilde que sea. Vayamos por orden. Por
los alrededores Carolina Fuentes y Manuel Meijide hallaron restos de
pterosaurio. Los mismos, reconocieron una iconoespecie nueva en el
yacimiento de Valduérteles, una antiquísima tortuga, fósil,
naturalmente. Toda la zona de la conocida como Tierras Altas,
prolongándose hacia La Rioja (en tiempos perteneciente a Soria), lo es
de icnitas, por lo que Valduérteles se inscribe en esta ruta estudiada
por la familia Meijide-Fuentes.
Un salto
en el tiempo nos lleva al estudio sobre
Castillejos y Villares, llevado
a cabo por Eduardo Alfaro Peña y editado por SoriaEdita en el año 2005.
Señala en Valduérteles “El Castillejo”, yacimiento del Hierro I, con
pervivencia Hierro II y molinos barquiformes y cerámica a torno de tipo
celtibérico entre los materiales detectados.
Para
encontrar más datos que nos ayuden a conocer la pequeña historia de
Valduérteles es necesario acudir al Castro del Marques de la Ensenada.
Para el pueblo que nos ocupa se efectuó en el año 1752. Era Valduérteles
una de las aldeas de la Comunidad de Villa y Tierra de Yanguas.
Pertenecía al conde de Aguilar, marqués de Aguilafuente, señor de los
Cameros. Contaba con 28 vecinos, incluidos el cura y las viudas (cada
dos viudas un vecino), que ocupaban las 29 casas, ninguna de las cuales
se encontraba arruinada. Pese a ubicarse en el centro de una zona
merinera, no tenían sus vecinos más que 61 cabezas de este ganado, y 648
de churro. “No hay yeguada ni cabaña alguna que salga a pastar fuera del
término”. Sus vecinos se ocupaban en las cabañas de los pueblos de
alrededor, pues vivían en Valduérteles 13 pastores: 6 rabadanes, que
percibían 26 ducados de vellón al año; 4 compañeros, 24 ducados; y 3
ayudadores, 18 ducados. Entre la población activa existían 20
labradores, 2 pastores temporeros (que simultanearían el trabajo de
pastores con la agricultura), un arriero y un tejedor de estrecho. Era
propiedad de propios dos tierras de secano; la dehesa de la Oya de 40
yugadas; dos casas, una para las reuniones del Concejo en la calle
Solana y la otra, en la misma calle, para “oficina de fragua”. Cobraba
el Concejo 600 reales de vellón al año por el pago de la rastrojera.
Tenían también una taberna.
Entre los
pagos que debía efectuar ese Concejo sobresale el salario del regidor,
300 reales al año. 81 reales iban a parar a salves, procesiones y
pasiones, que unidos a los 36 por la novena que anualmente hacían a
Nuestra Señora del Espino, suponía un importante desembolso en
actividades religiosas. El alguacil mayor de la Villa de Yanguas
percibía 22 reales al año y el pregonero de la citada villa, 55. Por
último debían abonar a Yanguas 40 reales al año que les tocaba del
repartimiento para la composición de caminos.
La
hermosa vegetación que rodea a este singular pueblo, viene de antiguo.
En el Catastro referenciado ya se lee que además de las tierras de
secano y los prados de pasto en secano y regadío, tenían plantíos de
árboles frutales: peras, manzanas, ciruelas y guindas y, a la orilla de
río y arroyos, sauces.
Un siglo
después, a mediados del XIX, la población había descendido, Madoz
contabiliza 16 vecinos, 50 almas. A día de hoy Valduérteles pertenece al
municipio de Villar del Río y los habitantes censados son tres. Pese a
esto, el pueblo se muestra limpio, sus casas restauradas, los huertos
trabajados. La iglesia, dedicada a Nuestra Señora del Espino, ha sido
rehecha sobre otra románica tardía (siglo XIII), según la Enciclopedia
del Románico.
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soria-goig.com,
2016
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Fotos: Leonor Lahoz