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Diecisiete ediciones
nos ha regalado Almarza con su mercado tradicional. El buen hacer del
gobierno local con Ascensión Pérez a la cabeza, hace años que ha logrado
llegar a sorianos y visitantes quienes aplauden esa actitud. Una comarca
que hoy, domingo 29 de julio, rebosaba belleza natural muy bien
adornada, aunque sin hacerle sombra ni a la vegetación, ni al agua del
río Tera, ni a los monumentos: la iglesia de Santa Lucía, la ermita de
la Soledad, las casas blasonadas, por escribir sólo de la cabeza del
municipio.
Pudimos ver oficios
tradicionales ya en franco declive. Las Hilanderas Mayores de Almudévar,
fieles a su cita, trabajando la lana, pero ya como recurso etnográfico.
Una materia, la lana, que en toda la comarca de Almarza, los pueblos
asentados desde la Sierra del Alba hasta las sierras de Cebollera y los
Montes Claros, han vivido de ella a través de la Trashumancia.
Un joven hacía una
joya de vidrio y otros trabajaban el cuero, pero no para hacer albardas,
o albarcas, sino como objetos de artesanía. Todavía pujante (o al menos
en activo) el alfar de la familia de Máximo Almazán, de Tajueco, estaba
representado por su hijo. Y la cestería de la señora Rosario Hernández,
magnífica mujer adnamantina, cuyo hijo, Juan Borja, sigue con el oficio.
Cencerros de Donato Tello, chacinería de La Rinconada, bollería de La
Rioja, en fin, otros oficios que ya sólo es posible ver en ferias y
mercados de este tipo.
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